Norman Jewison llevó al cine como comedia musical El violinista en el tejado, la novela de ruso Sholom Aleichem, escrito en yidis, titulada Las hijas de Tevye. El violinista es un guiño alegórico, en la comedia, que según narra el protagonista simboliza a cada uno de los habitantes del pueblo que sufre el drama de la opresión zarista y los problemas de la pobreza y las tradiciones que embotan el desarrollo de sus habitantes, intentando tocar una tonada grata y sencilla sin romperse la cabeza.
En el tiempo actual, querer entonar una tonada que inspire optimismo, no deja de ser lo mismo que una melodía que, posiblemente, no evite al optimista terminar con sus huesos en el suelo.
Es obvio que vivimos en tiempos complejos: el mundo, Europa y España. Ello propicia hacer una lectura pesimista de la solución a todo aquello que está pasando. No hace bueno lo atribuido al primer jesuita de “en tiempos de turbación, no hacer mudanza”. Evidente, no hacer nada es una alternativa, eso sí hay que ser conscientes de que esto solo nos acerca más al borde del precipicio. Las sociedades en su ceguera pueden querer tirarse al abismo, pero es misión de sus líderes intentar impedirlo y conducirlas a territorios más estables y equilibrados en los que estar más seguros.
La agenda española no es envidiable y sus entornos internacionales tampoco están para tirar cohetes. Ello no es baladí, pues no cabe hoy como antaño agarrarse a la estela de otros para salir de la turbulencia. Ahora no queda otra que caminar con guion propio y además ser agente propositivo para que aquellos que son tus aliados se fortalezcan para fortalecerte.
Lo grave se produce cuando cada cual persiste en tirar de la cuerda de su propio interés, sin reparar en que el camino de salida tiene un buen trecho que hay que caminar conjuntamente. Es evidente que hay élites políticas y económicas que persisten en establecer modelos de sociedad exclusivos y excluyentes. Sin embargo hay que saber concitar a una grandísima mayoría que tiene su mejor tránsito en la turbulencia en un escenario más normativizado por la cohesión social, la solidaridad interterritorial y el avance democrático. El gran hándicap del líder es identificar la senda correcta.
El President Torra tiene la oportunidad en su próxima entrevista con el presidente Sánchez de seguir escenificando el desencuentro añadiendo nuevas dosis del coma inducido en el que está Cataluña o abrir un proceso de “diálogo sin cortapisas” como ha ofrecido en el Parlamento la vicepresidenta Calvo con el límite del Estado de Derecho y la Constitución, pues no cabe otra, e intentar normalizar la convivencia en Cataluña. Normalización que pasa por encontrar también dentro de la sociedad catalana las vías de rencuentro hacia el futuro. Solo así se podrá hacer frente a problemas reales acuciantes como: la inmigración; la transición a un nuevo modelo económico sostenible equilibrando calidad en el empleo, desarrollo económico y bienestar social; o la búsqueda consensuada de una España integral y plural en una Europa que reformule su unidad en proyecto común solido que compita eficiente y solidariamente frente a otros modelos que se están decantando en otras regiones del mundo.
Europa con tardanza y lentitud y lastrada por la fractura política existente en sus países miembros, parece ir optando desde el liderazgo francoalemán por acabar con el inmovilismo de las últimas décadas. No caben muchas más opciones. Todos unidos y comprometidos por convicción, y no solo por dinero, podemos ser más fuertes para afrontar los retos de este tiempo histórico. La otra opción sí conduce al pesimismo dejando que las emociones nos conduzcan sin destino.
Cataluña, España y Europa no dejan de ser realidades virtuales que tendrán su periodo de dilución en la línea del tiempo. Sin embargo, los ciudadanos de ahora viven entre las angustias de su quehacer cotidiano y sus expectativas más oscuras de un futuro tan próximo que ya es mañana. Por ello, la obligación de los mandatarios es la resolución de los problemas, es donde tiene razón de ser “su mandar”. Todo ello bajo lo dictado por las leyes que se elaboran para ser cumplidas y se modifican según lo establecido por la propia ley.
La fractura en dos mitades, igualmente legítimas, de la sociedad catalana es un problema de los gobernantes catalanes, y el Gobierno de España puede coadyuvar a su solución, pero es responsabilidad en primera instancia del Gobierno de la Generalitat. Si no, qué sentido tiene el autogobierno. No se va a resolver en un mandato político, ni en muchos, pero hay que tener voluntad de hacerlo. Es por ello por lo que cada cual ponga todo lo que esté de su parte para hacerlo, pero no olvidando que las oportunidades no pasan todos los días por la puerta de casa y ahora está pasando. No se trata de que un dirigente doble la cerviz ante otro. Es una cuestión más seria, es restar fortaleza a Europa para cumplir las tareas perentorias que tiene, es contribuir a reformular y solidificar el proyecto español en uno europeo necesitado de profundo cambio. No existe relato alternativo y no hay más vía que los grandes consensos políticos, que como hemos visto son posibles.
Otra opción son cantos para amenizar el paso del tiempo, sabedores de que si el optimista se cae del tejado puede que el momento de las soluciones haya pasado y solo quede en el recuerdo, es estribillo de lo imposible.
¡¡¡Si yo fuera rico, yadi dadi didu,… Construiría una gran casa…con unas grandes escaleras de subida y otras aún más grandes de bajada, y otras que no fueran a ningún lado, …solo para presumir…yadi dadi didu didu dum!!!