LA VOZ DE LA MADRE
De la vasta obra en prosa de la escritora argentina Poldy Bird, quiero volver a cuatro libros que, desde mi lectura, resumen una especie de ‘épica’ de la relación entre una madre y su hija (entre las madres y las hijas) porque en esos cuatro libros se realiza y se relata el recorrido desde el nacimiento hasta la muerte de la hija, así como también de la madre de la autora. La obra de Bird se completa con una amplia serie de cuentos y relatos (suman más de veinte libros que han sido traducidos a varios idiomas e, incluso, uno de sus cuentos fue llevado al cine) tanto para adultos como para niños, la mayoría de ellos reunidos en diferentes colecciones de la Editorial Orión de la que ella fue propietaria y directora. Algunos libros de cuentos para adultos son Cuentos para leer sin rímel, Cuentos con niebla, Cuentos de amor, La nostalgia, Es tan largo el olvido, Morir entre tus brazos, Durará lo que dure el mundo, El cuento infinito. Asimismo, la editorial publicó a otros escritores conocidos como Katherine Mansfield, Arnaldo Rascovsky, Antonio di Benedetto y Silvina Ocampo.
Para los niños se organiza la colección Tobogán que contó con publicaciones notables como Cuentos para chicos de autores grandes (1980) que reúne cuentos de Gorki, Mujica Láinez, entre otros; Cuentos de amor para chicos donde se recopilan historias de amor de mitos griegos, de las Mil y una noches y de autores internacionales; Alas de la mariposa de Álvaro Yunque, Se necesita un rayo de sol, cuentos ecológicos; la primera edición de El niño envuelto de Elsa Bornemann; Los chicos también se enamoran que reúne textos de autores como María Brandán Aráoz, José Sbarra y Valeria Badano; o La naranja maravillosa de Silvina Ocampo
Los libros que constituyen esta ‘épica’ son, por orden cronológico de aparición y que necesariamente coincide con la cronología vital de la hija y de la madre: Cuentos para Verónica (1969; este libro vendió más de dos millones de ejemplares y tiene setenta y ocho ediciones), Nuevos cuentos para Verónica (1975), Palabras para mi hija adolescente (1980) y Tan amada (2010).
LA ÉPICA INVERSA: LA PRESENCIA DE LA MADRE
En estos textos de Poldy Bird referidos como constituyentes de la saga de la épica de la hija, se produce un camino o ‘epos’ pero en esta oportunidad no se trata de un varón quien encarna al ‘héroe’ sino que se trata de una figura que se desdobla en el acontecer épico y consolidan los lazos familiares que le dan el ser; porque las protagonistas son la madre y la hija. He aquí la primera inversión que provoca Poldy Bird en la producción de su palabra femenina: elige un género literario considerado masculino, pero recrea personajes, aunque estereotipados, que no son masculinos y que casi nunca obtienen lo que desean motivo por el cual los finales no son jamás felices. En el avanzar de los acontecimientos y de la vida se enfrentan inexorable y tempranamente con la muerte. Por lo tanto, ese proceso de maduración del héroe propio de la épica de aprendizaje más que señalar los cambios en un sentido positivo subraya la fugacidad de la vida.
LA LITERATURA ‘PARA MUJERES’
La obra en prosa de Poldy Bird se podría enmarcar dentro de la llamada literatura del corazón donde las representaciones femeninas están tipificadas. Sus primeras publicaciones son en revistas de circulación masiva y popular (Bird fue directora de la revista Vosotras a partir de 1973) destinadas especialmente a un público femenino de la Argentina de los años sesenta.
La relación entre el público definido por un tipo determinado de escritura más el espacio editorial atribuido favorecieron la imposición de un vínculo estrecho entre Poldy Bird y la literatura sentimental.
En coincidencia con Beatriz Sarlo afirmo que los textos elaborados según estos criterios estéticos ocupan un lugar opuesto a las vanguardias y constituyen los recursos habituales en las zonas marginales del llamado sistema cultural alto
El vínculo que la escritura de Bird establece con una tipología discursiva, determina, entonces, la existencia de una brecha insoslayable entre la literatura de masas y la literatura académica. Porque justamente, la obra de Bird apela a todos los recursos que la literatura de masas o popular tiene y utiliza. El reconocimiento que alcanzó en el público ha hecho que, durante muchas temporadas de la Feria del Libro de la Argentina, el discreto stand que la editorial Orión ocupara se viera repleto de lectoras fanáticas, generaciones de lectoras: abuelas que llevaban a sus nietas; madres que, de niñas habían leído los cuentos y ahora, los compartían con sus propias hijas.
El tipo de relato de los cuatro libros referidos que vacila entre lo autobiográfico, confesional, reflexivo, más el tema presentado, hacen que el universo discursivo y diegético se circunscriba a lo casi idéntico de las realidades de las lectoras: muchas madres, todas hijas que desde la contemporaneidad o la memoria comparten, cómplices, los acontecimientos y sentimientos que Bird recrea. Hay una identificación directa entre el lector y la historia fundada en las similitudes entre lo narrado y lo vivido; o un proceso de catarsis que promueve la separación entre el que lee y aquello que se escribe por lo ‘fatal’ que allí se representa. Puede tratarse de una sobre identificación o una necesidad de ‘compadecerse’ con los personajes y narradora
El amor incondicional, la maternidad, el crecimiento, las pérdidas, la nostalgia, la muerte son los temas que se congregan en los cuatro libros de la saga, por eso puede afirmarse que Bird es la productora de textos emparentados, ya sea por los temas como por el tono, con lo que se conoce como la literatura sentimental.
Los primeros relatos de Poldy Bird que aparecen recopilados en Cuentos para Verónica y Nuevos cuentos para Verónica, sin embargo, parecen atentar contra esa impresión de proximidad con ese público popular porque en ellos se marca una distancia comunicativa ya que no se utiliza un discurso coloquial más próximo a la oralidad. Sucede lo contrario, el lenguaje de los cuentos se estructura en el uso cuidado del tú, no existe el voseo (exceptuando algunos fragmentos en escasos relatos) ni ninguna otra forma del discurso cotidiano. Muchos de los términos son de una índole grandilocuente, haciendo, por momentos, que el texto exhiba, incluso una retórica barroca plasmada en la artificiosidad.
Pero ello no cerró el paso en la estrecha comunicación entre la autora y las lectoras, no las alejó ni marcó una distancia dado el carácter sagrado que supone la palabra escrita con el uso ordinario; tal vez porque hay una reminiscencia de lo personal, íntimo, autobiográfico.
Si bien el lenguaje es ‘el literario’, muy acorde a los cánones escriturales, Bird apela a una trama clara y económica.
LECTORAS Y LECTURAS
¿Qué leían las mujeres en los ’70? Los libros de Poldy Bird son antologías de cuentos o relatos que narran una historia íntima, claramente autobiográfica y que adopta el formato epistolar para instalar el sentido de lo privado. Se leen los cuentos-cartas; los cuentos-confesiones como si el lector se introdujera en el mundo personal de la autora y de la narrativa. Este gusto lectoral opuesto a lo que la academia instaura como canónico, actualiza la dicotomía capitalista: burguesía/proletariado siendo la academia, la burguesía y las lectoras de la obra de Bird, el proletariado. El canon es una evaluación que responde a una mirada hegemónica que se naturaliza porque las líneas de determinación canónica se vinculan con los intereses e ideologías dominantes de clase, de género y de raza. El canon, como estructura de exclusión, determina el valor literario de los textos en relación con las estructuras hegemónicas de la sociedad.
La emergencia de una escritura ‘femenina’ se desarrolla en un ámbito de publicación particular: las llamadas revistas femeninas. Ello pone en evidencia un fenómeno cultural por el cual a las mujeres -amas de casa y madres- se las sigue confinando a una literatura considerada ‘superficial’ capaz de reconstruir todos los mitos de la feminidad. Sin embargo, las publicaciones de Bird se concretan y se sostienen en un lugar de interpelación tanto de los cánones literarios como de los mandatos culturales. En un principio, sus cuentos aparecen como se ha señalado en la revista Vosotras, publicación que determina un rumbo diferente respecto de todas las revistas femeninas de la época, y que se publica durante el comienzo de la dictadura militar.
LA ÉPICA DE LA HIJA
La saga de los cuentos destinados a la relación madre e hija fue publicada en la Colección Alfa de Orión, ello ya permite vislumbrar el lugar inaugural, jerárquico que esos relatos van a ocupar en la producción de Poldy Bird. La mayoría de los textos no responden a la estructura narrativa propia del ‘cuento para niños’ (teniendo en cuenta que Verónica, la destinataria y la narrativa de los textos de las dos primeras antologías es una niña), sino que se organizan en una suerte de confesión autobiográfica de la madre con referencias a algún hecho puntual de la relación materno-filial a partir del cual se invita a la reflexión. Cuentos para Verónica cuya primera edición es de 1969 abre, con la primera infancia de Verónica y los primeros pasos de la narradora como madre, lo que podría considerarse la saga de la madre. Y donde la hija aparece a partir de la capacidad simbólica que se produce por los relatos. Tan amada es la última antología publicada por la autora (2010) en la que los sujetos de los relatos son, otra vez, madre e hija, y coincide con la penosa realidad de la muerte prematura de Verónica, recién transitando el mundo adulto y su tan anhelada maternidad.
En la trama de los relatos de Bird se privilegia la expresión de las emociones y los sentimientos, ello pone en funcionamiento la saga proyectada en los cuentos que hablan de la relación entre hija y madre. Es allí donde la narradora pone en primer lugar como un narratario claramente presente a Verónica. Sin embargo, esto que permitiría suponer la representación de la filialidad como eje de escritura, sufre una torsión porque es la madre la que enuncia, la que percibe y la que redimensiona su mundo, su subjetividad a partir de la hija. El mundo es a partir del modo en que la hija permea la representación de él. La representación de la hija a cargo del discurso de la madre –este también representación de la maternidad- se repliega porque en ese decir no aparece la hija que tiene, la que parió y perdió, sino la hija que ella –la voz narradora- fue y que todavía es. El cuerpo anula esa maternidad y es el cuerpo de esa niña-hija el que la multiplica.
LA MADRE EN LA HIJA
La madre de Poldy Bird, una joven escritora de los años ’50 es reconstruida por medio de otros signos: imágenes de fotos, relato de los otros, recuerdos propios que como tales son fragmentarios y ficcionales. Sin embargo, la representación de la maternidad a través de la madre ausente permite observar el modo en que la narrativa de Bird deconstruye las formas autobiográficas e inaugura un proceso de autor representación desdoblada, metafórica. La madre, como la ausente, está instalada definitivamente en el tiempo pasado (Icónicamente fotografiada a los 18 años. Pasionalmente –desde el dolor- narrada y recuperada por la narración de la muerte en un accidente de tren a los 29 años). Pero la madre, más allá de esa joven bella de la foto, más allá de esa joven muerta, madre que no regresa a su casa y a sus pequeñas hijas, es un presente asumido como ausencia y la muerte como una realidad; entonces, uno de los chiché de la maternidad vira y la aquella madre pierde el valor tradicional del amor incondicional y el del ‘no abandono’ para instalar representaciones subversivas.
Esa madre ausente, instalada semióticamente como foto, como relato o como recuerdo, refuerza la noción de identidad especular que define la relación materno-filial, porque la madre ausente ‘es’ como ahora ‘es’ también su hija. Esto, trágicamente, se plantea en el último libro de la saga épica; en los tres libros anteriores la madre pide, teme y ruega por la felicidad y salud de la hija; en el último asume la ausencia de la hija, muerta inesperadamente. Y entonces, la hija es ahora como su madre, una ausencia que marca definitivamente ‘la herida de la separación’ ya no como un símbolo que resignifica los estereotipos de la maternidad sino como una realidad vital que necesita de la escritura para ser, en algo, reparada. Una vez más, se proyecta la pérdida tan incomprensible para una niña como la muerte de su madre o la inadmisible la muerte de la hija, detenida en ese devenir, eternamente hija, para una madre.
La escritura supone un plus de transgresión respecto de la mujer madre trabajadora porque ella abandona el mundo privado de la casa donde están los hijos para fundar otro, capaz de funcionar con otros-nuevos-diferentes parámetros de realidad. Poldy Bird con su participación en la vida cultural de los ’70 ayuda a determinar una postura feminista que invierte los sentidos instalados, para sugerir la idea de que lo privado es político, y así hace que entren en diálogo la domesticidad y la vida pública no solo por el formato epistolar de sus cuentos sino porque en Vosotras intensifica este recurso en las cartas de lectoras. Y, por otra parte, más disimulada tal vez, cruza su escritura con la política interpelando un momento controvertido y donde se habla desde lo intersticial: es una madre que habla de su hija y desde esa lectura parece reconstruir las conductas esperables, pero al hacerlo, ella –la narradora- se ubica en el lugar de la hija y entonces, reelabora, construye metafóricamente la imagen de la madre ausente (la propia, la que la abandona y muere al salir a trabajar).
El último de los libros es el que cierra la saga épica de la madre/hija. Joseph Campbell en su El héroe de las mil caras plantea como elemento constitutivo de la épica el itinerario que el héroe cumple conforme tres instancias: salida, iniciación y retorno. El retorno es el momento en el que se inscriben los relatos de Tan amada como también el elemento textual. Explica Campbell que, en el retorno, el héroe regresa a su casa y este regreso supone un reconocimiento de su condición por parte de los otros y por él mismo. En Tan amada, el retorno tiene dos aspectos. Por un lado, esa madre –hija huérfana- se reubica en ese tiempo y espacio de la orfandad porque ahora, muerta la hija, recupera aquella situación de su infancia. Pero, por otro lado, y desde el punto de vista textual considerada la saga como un gran relato épico, el texto se abisma y crea espacios intertextuales donde son reescritos y resignificados textos que aparecieron en los tres libros anteriores.
Los libros de Poldy Bird se traman desde la multiplicidad de textualidades en los que se subraya el carácter subjetivo, íntimo donde las historias se subsumen en otros relatos.
Todos los títulos de los libros de la saga plantean a la madre y la hija como las protagonistas de las historias, reforzando así el carácter íntimo. Pero, además, los títulos de los textos permiten ubicar la relación entre el autor, el editor y el público. En el caso en Poldy Bird, al ser ella la editora de sus libros, realiza la aplicación de ese pacto necesario entre autor y editor.
Por su parte los títulos de la saga imponen a los textos como mercancía, como objeto que circula entre el público y que señala el valor respecto de la relación que se establece entre el autor y los lectores porque resultan conocidos, esperados, ‘queridos’. En el caso de los tres primeros libros, los títulos determinan la identificación de la obra, la designación del contenido y la atracción del público. La designación del contenido posibilita reconocer el género en el que se inscribe la obra. Así, el concepto ‘cuento’ marca esos contenidos, como también el carácter íntimo de los mismos ya que el destinatario principal es Verónica.
En Tan amada, en cambio, no aparece un título descriptivo en cuanto al género, pero sí, el contenido. Bajo ese título se reúnen una serie de relatos de diferentes momentos de la vida de esa madre y esa hija y vuelven a aparecer, desde la pluralidad de formatos, otras voces, otros discursos. El libro se abre, y esto funciona discursivamente como meta texto, con un texto que determina, por la utilización espacial de la página, un sentido paratextual doble: es dedicatoria y, también, presupone una ‘nueva entrada’ a la intimidad de la autora. En este último libro de la saga, Poldy Bird, como ya se ha dicho, retoma algunos tópicos presentes en libros anteriores. También la referencia se repite: es la infancia la que aparece en las páginas porque ella es la que está cargada de seres que ‘representan’ las relaciones familiares donde los estereotipos se refundan en el texto y, entonces, se invierten: la madre protectora, amorosa es una ausente; y el amor resulta idealizado. La abuela es quien asume la representación de la maternidad, pero desde la distancia que la narradora sabe mantener. Las tías, las hermanas, las otras madres (como la de Miriam Raquel) se presentan como indicios del mundo femenino. Ese universo femenino de la infancia es también el tiempo-espacio de una referencia ideal: los Reyes Magos, la Navidad, el jardín, las mascotas, etc. Todo percibido desde la metonimia –la ausencia- de la representación última que sobrevuela los textos de la saga.
A pesar del procedimiento abismado de la escritura de Bird, hay una fisura por la cual el texto abandona las representaciones e instala nuevo sentido merced a la figuración, ese cuerpo finalmente escindido, fragmentado. La narradora reacciona sobre el texto y lo va resquebrajando y la discontinuidad de la cronología, del tono, del discurso la ubica en otro momento de la producción. Hay dos temas que marcan un momento de ruptura respecto de ese universo femenino idealizado. Por un lado, la figura del padre separada de los mandatos sociales y sexuales, probablemente idealizada por la muerte de este; y el trabajo femenino. La escritora se presenta como tal, si bien la representación que prevalece es la de la maternidad no queda relegada la de la mujer trabajadora. Poldy Bird es una madre que trabaja y pone de manifiesto esta capacidad.
La voz de la narradora se proyecta y crea un universo distinto, alejado del real. La infancia es un tiempo-espacio diferente donde lo ideal gobierna. Es pura metáfora, donde se establece el doblez: madre e hija metamorfoseadas en una relación especular en la que, aunque en la realidad existe, no existe la muerte.
La que se ha considerado la saga de la relación entre la madre y la hija en la épica de la reconstrucción de la figuración de la hija, deja entrever los modos en los que desde la representación verbal una narradora constituida como madre, pretende representar a la hija y desde ella a sí misma. Sin embargo, se genera un proceso inverso: anulada la madre como realidad y conservada o recreada por medio de representaciones simbólicas, el cuerpo de la madre está obliterado para que emerja simbólicamente la hija. La muerte como la gran tachadura es la que permea la figuración, el deseo de completud que se inscribe en la voz escondida de esa hija que se recupera.
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