El cólera morbo es una de las grandes enfermedades epidémicas que ha padecido la humanidad, que se desarrolla en ambientes de insalubridad.
Es terriblemente contagiosa, se manifiesta de manera nada discreta e íntima, el drama termina con tremendas convulsiones que dan fin con la vida del enfermo envuelto en sus propias excrecencias y con la certeza de que con ella se abre una cadena sin fin de afectados a su alrededor a los que se les lega el mismo tránsito a la post vida. García Márquez aseguraba que se podía comprobar que los síntomas del amor son los mismos que los del cólera.
La política se une a ellos. La política tiene en su manifestación más sana señales parecidas: desear lo mejor a los otros a los que se les quiere asegurar libertad y bienestar. En su vertiente maníaca, la política, como el amor, es el deseo obsesivo por el poder personal a toda costa.
La sociedad líquida, icónica e híper comunicada no ha hecho, sino que acrecentar este “amor colérico” por el poder en primera persona o en la capacidad de influir en los otros en beneficio propio o de los intereses económicos que en su nombre se protegen. Los desórdenes de amor y política se asemejan a los estragos del cólera.
Según avanzan las sesiones del Caso Gürtel y los otrora dirigentes modélicos del PP se han puesto en “modo Pavarotti” van narrando ante los jueces lo que era presunción compartida. El Partido Popular es el principal responsable de la degeneración de la política española, con alambicadas tramas de corrupción de las cuales no solo se han beneficiado los encausados sino también el propio partido y también determinados grupos empresariales que fomentaron la corrupción, vulnerando un principio esencial del mercado: la libre competencia, de esto… nunca se dará explicación.
Todo ello realizado cuando se estaba sufriendo una grave merma de los derechos sociales con damnificados con nombres y apellidos, lucrándose con fondos públicos provenientes de los impuestos de los ciudadanos, desvirtuando con la financiación de campañas electorales la transparencia y veracidad democrática que no va a dilucidarse en los tribunales y solo cabe que se haga en las urnas.
En la reciente sentencia del “Caso Palau” puede verse que el separatismo de CDC, ahora PDEC, es una nube negra para que no se vea la podredumbre de lo que ha sido la política catalana. Rajoy con su “no sé”, “no recuerdo”, hablar entre dientes y risas patéticas, eso sí con “el 155 soy yo” tatuado en el pecho, sin asumir responsabilidades de “los casos del PP” desprecia igualmente la ley. Puigemont jugando al Risk en Bruselas y Rajoy al Clueco en España están causando un grave daño a la democracia española y por ende a sus ciudadanos. No siendo entendible que desde la inteligencia y la honradez se les disculpe. La racionalidad dejó a la política en una esquina.
Puigdemont cifra su supervivencia personal en no pasar una temporada en Extremera y devuelve las pelotas de picapleitos del Gobierno, sin tener ninguna voluntad de propiciar una salida política al problema creado en Cataluña y en España. Rajoy sigue esperando, como el Principito de Saint-Exupéry, encontrar un cordero que se coma los árboles que no dejan de crecer. Se ha pasado del ridículo extremo al peligroso, pues el contagio puede extenderse por todo el sistema y se empiezan a producir serios síntomas.
ERC, que sí ha sido históricamente una organización política, está hipotecando su futuro, que parecía en alza, perseverando en encontrar la salida por una vía que está frustrada, ilegal, por inconstitucional y sin cabida en Europa, penalizando a los intereses sociales, económicos y vitales de los catalanes a los que dice defender, ofreciéndole bazas a su tradicional adversario al cual lleva décadas cuestionando por sus prácticas corruptas (J. Pujol, A. Mas). Renunciando a la unilateralidad tendría la llave de la salida de la crisis.
Por otra parte, Ciudadanos (C’s) vive en el espejismo creado tras las elecciones catalanas. Se siente apoyado por las encuestas a la carta que le proyectan hacia el infinito y sobre todo contando con el favor de un entramado empresarial, mediático y de ex políticos referenciales que siguen saludando desde la puerta de la calle sin terminar de salir del todo e irse. No siendo conscientes, o siéndolo que es lo peor, que de momento son los que sustentan al PP en el Congreso y la en la Asamblea de Madrid y terminarán por convertirse en los herederos de lo peor del partido de Rajoy, las deudas no formalizadas.
ERC parece que se encuentra mejor echándose al monte, aunque ello no tenga salida. En el caso del partido de Rivera la cuestión es más peliaguda, pues su paso a la gloria puede tener muchos acreedores a futuro.
La indefinición ideológica piensan que es parte de su haber, creen que las grandes consignas y levantar la bandera de la vía dura en defensa de la patria es garantía suficiente para ser aupado a La Moncloa. Consideran que ya tienen en propiedad exclusiva ese 22,3 % del electorado que se posiciona en el centro del tablero político y lo demás es arañar a izquierda y derecha con mensajes equívocos para llegar a un 35 que le dé una mayoría de gobierno. Ahora bien, si quiere aprovechar en su totalidad una posible caída en picado del PP tendrá que escorar su discurso a pruebas inequívocas de conservadurismo esencialista, pues con el centro solo no se gobierna. El ejemplo francés no sirve de guía -es desconocer la historia electoral española- y pesar de los cambios sigue pesando. Hay que tener en cuenta que en España no existe el miedo al Frente Nacional y que el fenómeno Podemos se desinfla día a día y sin la fortaleza de Madrid o Cataluña pasará a ser una coalición de coaliciones.
El afectuoso apoyo que hoy reciben de los viejos dirigentes del centro izquierda no deja de ser un estímulo personal que no se cifra en votos y que en muchos casos está más impulsado por el resentimiento y cierta prepotencia intelectual que por el convencimiento. Los descontentos con el centro izquierda que ha supuesto el PSOE durante años son menos que los descontentos que ha perdido por la izquierda y aunque votar a C’s no sea el estigma que podía ser votar al PP, votar a quien aspira a convertirse en heredero “renouvelé” tiene el riesgo del día después: qué política se hace y cómo.
Por seguir con Gabo, decía que: Los dueños de los medios de comunicación deciden qué debe saber la población, qué se les debe decir y cuáles son los elementos para formar una opinión pública favorable a sus intereses. Los medios de comunicación no viven el mejor momento como negocio y ello hipoteca más su libertad e independencia y por ello tienen una cierta disposición a entrar en el juego de decidir la política siendo cortafuegos para el mensaje de unos y gasolina de propulsión de otros, esperando que se paguen los favores a quienes ponen “la plata”. Esta no deja de ser otra versión histórica de impureza democrática, que ahora se ve intensificada por la utilización de las redes sociales.
La próxima contienda electoral cierta será a finales de mayo del próximo año y hay algunos que ya dan la partida por jugada y ganada. Ahora bien, si se es capaz de superar el “duelo en OK Corral” entre Puigdemont y Rajoy caben muchas soluciones posibles para poner en marcha España y colaborar activamente en el renacer del Proyecto Europeo.
Si de tendencias hablamos desde el centro hacia la izquierda hay un 34’6 % del electorado y desde el centro a la derecha un 21’1%, habiendo un 20% de indecisos. Un año y medio para comprobar entorno a quién se aglutinan la derecha y la izquierda. Todo dependerá de quién sea capaz de ofrecer sin prisa, pues no caben ocurrencias, pero sin pausa pues los ciudadanos necesitan menos espectáculo y más certidumbres: Un proyecto de país.