La guerra en Ucrania se está convirtiendo en un conflicto europeo, mientras un sangriento atendado en Moscú contribuye a exaltar los ánimos en la región.
El ataque
El viernes 22 de marzo, el cielo de Moscú cobró un color naranja y una densa columna de humo se extendió por la ciudad.
Los asistentes a un recital del grupo de rock ruso Pik Nik fueron emboscados por los impiadosos disparos de un comando de cuatro asesinos que, vestidos con ropa camuflada, abrieron fuego con armas automáticas y arrojaron granadas incendiarias contra ellos.
Los más de seis mil personas que habían concurrido a la moderna sala de conciertos de Crocus City Hall, en la ciudad de Krasnogorsk, a unos veinticinco kilómetros de Moscú, resultaron atrapadas entre los disparos a mansalva de los asesinos, y las llamas y el humo que se esparcía rápidamente por el complejo de 13.000 metros cuadrados que albergaba también comercios, hoteles y restaurantes.
La seguridad privada del edificio solo estaba armada con tonfas y armas no letales paralizantes, no contaban con armas de fuego, por lo cual no pudieron neutralizar a los atacantes. Por el contrario, los guardias fueron las primeras víctimas fatales.
Pese a la rápida y decidido accionar de las unidades especiales de la policía rusa y los bomberos, 137 personas perdieron la vida y otras 140 resultaron heridas de gravedad, entre ellas varios niños, y el Crocus City Hall resultó destruido en su totalidad.
Las autoridades rusas cerraron Moscú multiplicando los controles, especialmente en aeropuertos y estaciones del metro y el tren. El alcalde de Moscú suspendió todas las actividades previstas para ese fin de semana que implicaran una concentración de personas.
El 7 de marzo, las autoridades rusas habían recibido de la embajadas de los Estados Unidos y del Reino Unido una alerta referida a la posibilidad de un importante ataque terrorista en Moscú en las siguientes 24 a 48 horas. La embajada de los Estados Unidos también instruyó a sus ciudadanos en Moscú de abstenerse de concurrir a eventos masivos o lugares donde se congregan multitudes.
Como la advertencia se hizo pública y no por canales diplomáticos reservados -tal como suele ser el uso y costumbre en el ámbito de la inteligencia-, Vladimir Putin se sintió inclinado a descalificar el aviso proveniente de las potencias occidentales. El 19 de marzo al hablar ante los altos mandos del FSB –Federálnaya sluzhba bezopásnosti Rossíyskoi Federátsii, servicio de seguridad y contrainteligencia- el presidente ruso hizo referencia a “las recientes provocaciones de varias estructuras oficiales occidentales sobre la posibilidad de ataques terroristas en Rusia”, descalificando la advertencia como “un chantaje absoluto”.
No obstante, la posibilidad de un atentado grave en Rusia no aparecía como un hecho demasiado improbable. Tan solo un día antes, el 18 de marzo, el FSB había anunciado que sus agentes habían evitado un ataque terrorista de los yihadistas suníes del llamado Estado Islámico o ISIS-K contra una sinagoga en Moscú. En el hecho los hombres del FSB eliminaron a seis yihadistas.
Anteriormente, el 3 de marzo, el FSB había anunció también, el haber neutralizado en la provincia de Karabulag, república de Ingushetia, en el Cáucaso Norte, una célula terrorista formada por seis presuntos yihadistas -entre los que se encontraban Amirkhan Gurazhev y Zelimkhan Tsuroev- que se disponían a realizar atentados.
Finalmente en la misma noche del viernes, cuando aún los bomberos luchaban contra las llamas en el complejo Crocus City Hall, el grupo yihadista conocido como Estado Islámico en el Gran Khorosan (ISIS-K por sus siglas en inglés), la rama afgana del grupo islamista que opera en Asia Central anunció a través del canal de Telegram de su agencia de noticias Al-Amaq que “Los combatientes del Estado Islámico atacaron una gran agrupación de cristianos en la ciudad de Krasnogorsk, en las afueras de la capital rusa, Moscú, y mataron e hirieron a cientos de personas y causaron una gran destrucción en el lugar antes de retirarse a sus bases de manera segura” y compartió imágenes de los presuntos cuatro terroristas, con sus caras pixeladas.
Si bien, para muchos observadores, las características del ataque tienes la modalidad propia de los atentados perpetrados por el ISIS, es algo inusual y sorprendente que lo atacantes hubieran ideado y ejecutado un plan de fuga coordinado en lugar de proseguir con su matanza entre el público indefenso hasta ser abatidos por las fuerzas de seguridad o inmolarse con cargas explosivas. Tal como ocurrió durante el ataque a la sala de conciertos Bataclan, en París, que dejó ochenta muertos y siete terroristas abatidos, el 14 de noviembre de 2015. Los asesinos tampoco llevaban cinturones explosivos para inmolarse antes de ser capturados vivos, como en otras ocasiones.
Las autoridades rusas al hacer referencia a los responsables del ataque no mencionaron al grupo terrorista yihadista, sino que afirmaron, sin presentar ninguna prueba, que los asesinos tenían vínculos con Ucrania.
No obstante, la inteligencia de Estados Unidos confirmó que, en su opinión, el Estado Islámico en el Gran Khorosan fue el grupo terrorista que estuvo detrás de este horrible ataque en Moscú.
Por su parte, el principal asesor de la presidencia de Ucrania, Mijailo Podoliak, empleo su cuenta de X para desvincular a su país del atentado: “Ucrania ciertamente no tiene nada que ver con los tiroteos y explosiones en el Crocus City Hall. No tiene ningún sentido”, afirmó el funcionario ucraniano.
También representantes de grupos armados pro-ucranianos como el Cuerpo de Voluntarios Rusos (RDK), uno de los grupos paramilitares leales a Ucrania, también negó toda participación en el atentado.
Según las autoridades rusas los atacantes huyeron todos juntos en un automóvil marca Renault que luego fue localizado por la policía en la región de Bryansk, a unos 340 kilómetros al sureste de Moscú.
Los sospechosos fueron capturados horas más tarde cerca de la frontera con Ucrania cuando se disponían a dejar Rusia, se trataría de cuatro individuos de nacionalidad tayika a los cuales se les encontraron una pistola, un cargador de un fusil Kalashnikov y pasaportes de Tayikistán, una exrepública soviética del centro de Asia, hoy un país musulmán muy pobre.
Los acusados son Dalerdzhom Mirzoyev, de 32 años, Saididakrami Rachabalizoda, de 30; Muhammadsobir Faizov, de 19 y Shamsidin Fariduni, de 25.
Los sospechosos habrían confesado la autoría del atentado, al menos uno de ellos, habría declarado que recibió 500.000 rubros (uno € 5.000 euros) por su participación en el ataque.
No se declararon miembros del ISIS-K que actuaban por convicción sino como simples asesinos mercenarios que mataban por dinero y desconocían con certeza quien los contrató.
En total por el atentado las autoridades rusas detuvieron a once personas, todos extranjeros, cinco de ellos tayikos, entre los que se encuentran los presuntos atacantes.
En ningún momento, el Kremlin hizo referencia al ISIS-K, presentaron pruebas de la culpabilidad de los detenidos o de sus vínculos con Ucrania.
Hasta aquí los hechos comprobables, el resto son especulaciones que consignaremos seguidamente:
Reflexiones:
- Los gobiernos de los Estados Unidos y el Reino Unido no han brindado mayores detalles de como pudieron anticipar el sangriento ataque y por qué las autoridades rusas no creyeron sus advertencias.
- Con este sangriento ataque la inteligencia rusa, antiguamente considerada una de las más eficientes del mundo, acumula varios grandes fracasos consecutivos.
- La inteligencia ruso evaluó erróneamente la capacidad de resiliencia de Ucrania y pasaron por alto la reacción de los países de la OTAN, apoyando a los ucranianos con fondos y armamentos, como así también al impacto de las sanciones occidentales sobre Rusia, sus empresas y ciudadanos. Ahora deben enfrentar la prolongación de una guerra de desgaste que esta destruyendo su economía y desangrando a su pueblo con al menos 350.000 bajas mortales. El Kremlin olvidó las enseñanzas del estratega chino Sun Tzu que recomienda conocer al enemigo, al terreno y especialmente a sí mismo para triunfar en una batalla.
- No anticiparon la rebelión de Yevgeny Prigozhin y los mercenarios del Grupo Wagner que puso a Rusia al borde de una guerra civil. Al parecer, no conocían bien a sus aliados o a sí mismos.
- No tuvieron en cuenta las advertencias occidentales sobre la posibilidad de un atentado en Moscú y sufrieron un devastador ataque, que además de las víctimas fatales y los daños materiales, dejaron ante el mundo la imagen de un país jaqueado por una larga y sangrienta guerra que, pese a ser un Estado policial, fue incapaz incluso de garantizar la seguridad en su propia capital.
- La inteligencia rusa apreció erróneamente las implicancias del conflicto. Rusia invadió a Ucrania para evitar que se incorpore a la OTAN y provocó que países como Finlandia y Suecia, hasta entonces Estados neutrales, se integraran a la alianza militar occidental. Así, el Kremlin terminó aún más cercado por países hostiles que antes de su agresión a Ucrania.
- No importa que grupo terrorista o país este detrás del atentado, para el Kremlin la responsabilidad será siempre de Ucrania. Putin tratará de aprovecharlo para abroquelar al pueblo ruso tras su gobierno para llevar adelante con mayores energías y recursos la lucha en Ucrania hasta lograr una alto al fuego que consolide sus ganancias territoriales.
Lamentablemente, el ataque terrorista en el centro de conciertos constituye otro grave incidente que contribuye a exaltar aún más los ánimos en un momento en que los expertos temen una expansión de la guerra en Europa.
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