Las elecciones gallegas han vuelto a demostrar que los estrategas electorales de los socialistas siguen persistiendo en el error. En un error que no es propio del socialismo español, o no lo ha sido, y además es de bulto.
Considerar que el ecosistema electoral de la izquierda es un totum revolutum que se define por ser aquello que no es el PP y no es la derecha disruptiva y reaccionaria de VOX, es un gravísimo error. El bloquismo político es una vieja concepción estratégica que nunca ha dado buenos resultados, ni para la socialdemocracia, ni tampoco para los liberal-conservadores.
Cuando la verdad “si” tiene remedio
En las elecciones gallegas, como en todas, se pueden hacer varias lecturas. Cada una de ellas tienen sus aciertos, dejar primar la pasión en ellas se pierde en objetividad.
El resultado del PP no es sorprendente. Es una secuencia electoral conocida que se ha mantenido durante décadas. La relación con su electorado es permanente, la ha mantenido a lo largo del tiempo sabiendo superar su lógica evolución vegetativa. Los electores que han ido desapareciendo se han sustituido por los jóvenes de ayer, y los de hoy también han ido encontrado también en el partido de la derecha su referente. Ello no solo es por ser Galicia una comunidad muy conservadora y muy poco dada a la radicalidad política. Es una relación permanente entre electores y elegidos.
El crecimiento del BNG, por otro lado, también demuestra que existe otro electorado que no comulga con la política popular; tal vez estos electores se cobijan en los independentistas a falta de una oferta mejor. El BNG en un grupo político con una ideología independentista confusa y que se convierte en atractivo ante el caos ideológico existente en España en este momento. Ante el vacío, los espacios se ocupan.
El PP, es cierto que, cometió un gran desliz estratégico con su confusa filtración sobre la amnistía, pero para los gallegos esa cuestión es irrelevante. No va a afectar en su cotidianidad. Un gobierno del BNG si les puede afectar directamente, desde la inmersión lingüística, a que la gobernanza de la Comunidad Autónoma solo gire sobre temas identitarios. Fraga tuvo el acierto de saber construir un verdadero partido regionalista gallego, sabiendo interiorizar, el nacionalismo gallego, y con ello no poniendo en cuestión la españolidad profunda de los gallegos. Ese modelo sigue siendo válido. Y rentable electoralmente.
Sumar y, por ende, Podemos han vuelto a demostrar que son entelequias políticas. La primera se basa en una lideresa que ni siquiera tiene territorio, ni propio ni ajeno. Dentro de poco empezara a restar en otros grupos adheridos a su partido que acabaran no viendo en Sumar ninguna alianza que sume. Es fácil saber por qué y en Galicia parece que lo han visto, no son una ideología diferenciada y reconocible de nada (v. g. Errejón) y una forma distinta de hacer política (v.g. Garzón). Son solamente una muleta del Gobierno de coalición con rango de vicepresidencia. La necesidad de Díaz de tener perfil propio puede llegar a ser cada vez más incoherente en la gobernabilidad de los asuntos públicos, como el fiasco del viaje electoral “a Palestina a exigir la paz”. El hecho de que Podemos quede por debajo en votos del partido animalista (PACMA) es concluyente, dentro de poco los seguidores de Iglesias tendrán un serio problema de financiación para mantener su permanencia en procesos electorales.
En cuanto a los resultados de los socialistas hay muchas preguntas que poder hacerse. Siempre que se produce un resultado en una organización, de la naturaleza que sea, lo primero que hay que analizar, si este ha sido especialmente malo, son las causas y los responsables.
Muchas causas han ido poniéndose sobre la mesa: las consecuencias de la anunciada amnistía; la debilidad del candidato; la existencia de una endémica fractura interna entre diferentes familias del socialismo gallego; la perdida de identidad propia del PSG debido a una injerencia desde las instancias centrales del PSOE; la designación de candidatos desde fuera del propio territorio; la incoherencia del modelo territorial socialista actual; la falta de ambición del propio partido resignándose a ocupar un papel de tercerón invocando una estrategia de un progresismo que confunde el nacionalismo radical con la socialdemocracia…en definitiva, sería difícil decir cual de todas ellas tiene más peso en la debacle actual.
Es un hecho cierto y constatable que el PSOE tiene una gran grieta en el tema territorial y esto se va traduciendo progresivamente en votos en las diferentes Comunidades, tanto en las elecciones autonómicas como en las generales. Hay una excepción en Cataluña. El PSC tiene su identidad partidaria propia, esencia que ha ido desapareciendo en los otros territorios (denominados federaciones), desde Andalucía donde se designó desde Madrid al candidato como en el resto donde la autonomía partidaria se ha ido diluyendo progresivamente tanto en la composición de las listas, ya fueran autonómicas como para Congreso y Senado, como en las estrategias políticas. El PSC funciona como un partido independiente, históricamente, del propio partido socialista. Eso le posibilita tener una relación con sus ciudadanos más rica y pegada al territorio.
El PSOE, visto el fracaso de su estrategia, debe volver ser un partido a la antigua usanza que combine la federalización regional con la unidad con el proyecto español. Además, recupere su vocación de ser un proyecto de mayoría social. No confundir lo que son atrabiliarias fuerzas de progreso con tener una idiosincrasia socialdemócrata, que sin duda aún es una marca política ideológica y programática muy diferencia del “progresismo per se” y de un nacionalismo que realmente no representa una España plural, si no una anti-España que se envuelve en un caparazón programático y sobre todo argumental de una derecha portadora de los valores del nacionalismo español.
La clave de futuro del socialismo español, si quiere tener una hegemonía real tanto en España como en las diferentes Comunidades Autónomas, incluso las que cuentan con partidos independentistas, y no poner en cuestión su supervivencia o irrelevancia, es recuperar la federalización del propio partido, mejorar notablemente sus instrumentos de democracia interna, y recuperar su ideal territorial de una España federal en una Europa igualmente federal.
Otra estrategia, se está viendo, puede poner en cuestión su futuro político y electoral y con ello hacer que una derecha más reaccionaria vaya ocupando más territorio electoral. Ese era el visionario y erróneo ideario del líder de Podemos, Iglesias. Nunca fue del PSOE… ¡y Podemos ya sabemos que su futuro es no tenerlo!
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