En España, el ruido que no dejaba oír la música
La intuición en una sociedad infocrática tiene más rigor, modestamente dicho, que la información. En la actualidad hay una perniciosa información que nos está llegando por distintas voces y vías que intentan poner en circulación una “aparente” noticia en un burdo, cada vez más, intento de conducir nuestro pensamiento a un relato que se quiere instalar como dominante.
Hace un par de meses, en el momento más álgido sobre la amnistía, en el programa de A3 Espejo Público, dije, tal vez con excesiva rotundidad: “la amnistía se quedará en agua de borrajas, la ley podrá ser aprobada pero nunca se aplicará”. La conductora del programa me interpeló sobre si eso era información. Evidentemente tuve que decir que no. Era, y es, simplemente intuición. La intuición no es fruto de una bola de cristal, ni de una ocurrencia del momento, ni la necesidad de decir algo por no callar. No.
En la política hoy está a la orden de día la información condicionante. Se antecede con expresiones que dan apariencia de veracidad: “Según dicen mis fuentes”, “en el entorno de fulano o mengano se está diciendo” … bla, bla, bla. La intuición, por el contrario, es el instinto o cualidad que se desarrolla después de ver, analizar, estudiar otras muchas situaciones parecidas y conocidas. No es ningún don especial, además la política cada vez da más vueltas sobre lugares comunes que nos corroboran que las presunciones se terminan acercando más a la realidad que el propio conocimiento lógico o que la información temporal que se evapora instantáneamente.
Vamos al meollo.
Junts hoy es un partido que ha llegado a su actual situación ideológica y de ambición (proyecto) política tras un largo proceso de degeneración, entendiendo esta como lo que no corresponde a su primera calidad o a su primitivo valor o estado (RAE). Hoy Junts es una organización política que ha terminado situándose en una posición marginal en el escenario electoral catalán, decir otra es absurdo y engañoso. La causa es simple, cayó en un error muy al uso, tratar a su electorado como si fuera tonto, esta es una cualidad política practicada por todos los partidos populistas, haciendo creer a sus partidarios que la solución a los problemas es sólo una, la más extrema. Amin Malouf, vería en el ideologismo de Junts el arquetipo perfecto de una identidad asesina, así como dice el escritor franco-libanés: ¿Acaso no es la principal virtud del nacionalismo hallar para cada problema un culpable antes que una solución? Es un cliché que siempre se apropian los nacionalismos cuando se visten de víctimas. Los árabes se sacudieron así el yugo de los turcos, convencidos de que por fin podría iniciarse su renacimiento; mientras, los turcos trataban de “desarabizar” su cultura, su lengua, su alfabeto, su forma de vestir, para facilitar su reintegración en Europa yendo con menos equipaje.
El nacionalismo catalán actual, Junts, considera que el culpable de sus males es el nacionalismo español, el de VOX (sin duda) y el del PP cuando recupera la piel de los primeros o cuando deja florear a esa lideresa de cartón piedra llamada Ayuso haciendo suyo el discurso reaccionario e hiper nacionalista, osea un día sí y otro también. Son hidras que alimentan una con la otra.
El PP, en una estrategia equivocada, ha dado oxígeno a una una derecha disruptiva institucionalizándola a semejanza de lo que está sucediendo en otras partes del mundo. Ahora bien, su responsabilidad no ha sido menor en el paso de un nacionalismo autonomista (como fue el pujolista, aún a su pesar) a uno independentista como el actual. De libertad en el Estado a libertad frente al Estado. La crisis catalana del 17 viene precedida de una desatención en la gobernanza en los asuntos territoriales y la errónea impresión de los estrategas electorales populares de que escorando al nacionalismo catalán se obtendría rentabilidad en el resto del territorio español. Craso error.
Los operadores de ese nacionalismo poco tenían que ver con sus antecesores. Artur Más no dejó de ser un títere de Pujol. Los actuales han sido educados en las escoletas de Convergencia para ser la permanente amenaza independentista, y adalides de la batalla cultural, a los gobernantes políticos españoles. La supervivencia del statu quo post transición se sustentaba en la eterna gobernanza (por CIU) de los poderes públicos catalanes. Con los Pactos de Tinell (PSC+ERC+IU) se produce la ruptura de la derecha nacionalista catalana en su alianza táctica con la España del PSOE y el PP. España dejó de interesarles al dejarles fuera de juego del poder político, cultural y sobre todo económico. Esto se ha contado mucho, pero conviene recordarlo en estos días convulsos.
Nada original lo mismo que no es lo es la guerra civil política entre Junts (en sus diversas denominaciones) y ERC por ocupación del poder catalán. Otro (el de España) no les interesa.
Las cosas son como son, Ezquerra tiene de izquierda solo el nombre. De sus dirigentes desde la recuperación democrática, el que tenga quizás más discurso y procedencia de izquierdas sea Rufián. Abuelos trabajadores andaluces y criado en un barrio de charnego como lo es El Fondo en Santa Coloma de Gramanet. Nada que ver con Oriol Junqueras, hijo de la burguesía catalana y con pocos contenidos sociales en su discurso. Por no recordar a la tertuliana Pilar Rahola prototipo de la confusión ideológica, que ha hecho que con sus exabruptos de proyección mediática (en las televisiones españolas) se mantenga en el candelero. No me cabe la más mínima duda de que no pueda existir una izquierda independentista catalana. O izquierda o independentista. Esto, no es solo intuición, es constatación de una realidad histórica. ERC es un independentismo y catalanismo muy poco identificable con el que portaba el líder del exilio Josep Tarradellas.
Junts es, sin paliativos, la extrema derecha catalana. La derecha catalana existe, pero está en otro lado, es aquella que pudo convivir con el nacionalismo autonomista hasta que se produjo el relevo generacional en Convergencia, y los que llegaron dejaron de ver, como hemos comentado, utilidad en el pacto con España. Una derecha que en buena lógica capitalista sabe que para garantizar sus intereses lo primero que se requiere es estabilidad y seguridad y que no se rompan los lazos comerciales con el exterior, nacional e internacional.
Con todo lo sucedido, desde mucho antes del 17, Junts ha pasado a adoptar una (i)lógica anarquista: cuanto menos Estado más cerca de la independencia, de la libertad plena de lo español. Si no se puede vencer, ni convencer al Estado de que les deje marchar, disolver el Estado es un camino.
Junts va a mantener esta estrategia disruptiva y disolvente hasta que recupere su poder institucional y, por tanto, su capacidad de repartir las gabelas del poder entre los suyos (aunque la tendencia electoral parece decir otra cosa en el tiempo próximo) o que llevando a la cima la tensión en España alguien ruede por la pendiente. ¿Quién? Da lo mismo, no se pensaron las consecuencias para otros en ocasiones anteriores por qué hacerlo ahora.
Ser como un bebé demandante de teta de manera constante, siempre con la esperanza de sacar algo, siempre seguro de que sus exigencias serán atendidas, aunque sea de aquellas maneras. En todo ello, no existe lógica jurídica, ni económica, ni siquiera política. Es una escenificación más de que: a pesar de todo se progresa.
Entre el ruido constante de un día sí y otro también, las tensiones, desencuentros y reclamos competenciales cada vez más insospechados, hay un único elemento que puede hacer que la legislatura avance y es que la amnistía se convierta en un ejercicio imposible…
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