Por Álvaro Frutos Rosado
España puede ser la industria mundial del turismo si se amplía la mirada y no se congratula sólo por volver al modelo convencional basado en la sobreexplotación de destinos, en una anárquica regulación de la oferta, donde cualquier habitáculo es susceptible de convertirse en alojamiento turístico, donde los derechos del turista están basados en una trasnochada capacidad de levantar la voz, la calidad de la prestación es irrelevante pues sí o sí se va a llenar…
Este pasado lunes, sin lugar a duda, una de las noticias relevantes ha sido el prácticamente lleno en los destinos turísticos. En algunos casos superando las ratios anteriores a la pandemia. La cuestión es saber si esto es un hecho positivo o no. Como casi todo en esta vida, según se mire.
Es positivo, en tanto en cuanto, va a mantener e incluso hacer crecer puestos de trabajo que en los años pandémicos estuvieron en precario; muchos de ellos acogidos a los ERTES e incluso algunos ni eso.
Además, también permite a la grande, mediana y pequeña empresa turísticas oxigenarse después del tiempo pasado. Cuando nos referimos a empresas turísticas nos estamos refiriendo a un perímetro muy grande de la actividad económica española.
Decir que el turismo es el gran motor de nuestra economía y con ello nuestro sistema de bienestar, es una obviedad. Hay que decir que el modelo turístico español supone pan para hoy y hambre para mañana, también. No sólo por decir que significa un monocultivo económico, lo cual es relativamente cierto. Eso es así si fijamos el éxito del modelo tan solo en el grado de ocupación de nuestra oferta de alojamiento, legal o ilegal. Según el INE: España recibió en febrero la visita de 4,3 millones de turistas internacionales, un 35,9% más que el mismo mes de 2022. Estos viajeros gastaron en su desplazamiento y estancia 5.326 millones de euros, 1.551 millones de euros más (41,1%) que en febrero del año pasado. Según Exceltur, alianza para la excelencia turística, este sector supuso el 61% del crecimiento de la economía española en 2022, aunque el sector empresarial estima que sus márgenes se han visto mermados por el aumento medio de los costes energéticos (28%), los suministros (17%) y los costes laborales (8,9%). La repercusión de estos costes es lo único que explica, a mi modo de ver, el incremento del gasto turístico.
No obstante, para los expertos hay dos hechos que explican este rápido repunte y que obligaría a no lanzar las campanas al vuelo; en primer lugar, el largo periodo de restricción de movilidad de una ciudadanía que tiene interiorizado viajar como un hecho inexcusable de nuestra forma de vida; y en segundo lugar, que todavía existen excedentes económicos en la familia de la forzada restricción de los años anteriores. Al cual habría que añadir las cotidianas imágenes de una guerra inacabable y el escenario que se trasmite no permite mucho optimismo.
En definitiva, el desarrollo turístico ha regresado para comportarse de igual manera que lo hacía. Sin embargo, esta vuelta significa que los comportamientos perniciosos del modelo turístico español también han regresado y lo difícil es, nuevamente, tener una estrategia de corrección.
Hace mucho tiempo que algunos analistas del turismo empezaron a referirse a este como una industria y no como servicio, rompiendo la nomenclatura clásica
Hace mucho tiempo que algunos analistas del turismo empezaron a referirse a este como una industria y no como servicio, rompiendo la nomenclatura clásica. En España ha venido siendo durante décadas la primera industria nacional y ello ha posibilitado el crecimiento de otros sectores y actividades.
En España siempre ha existido un cierto rubor en reconocerlo sobre todo cuando se ha querido comparar y medir con las grandes economías europeas. Los alemanes esgrimían junto a los americanos ser los grandes fabricantes de automóviles. Todo ello ha quedado superado por coreanos, japoneses y dentro de poco China, que dejará de abastecer a su mercado interior con su producción anual de 30 millones de vehículos para que sus coches eléctricos pueblen nuestras carreteras. Esto por poner un hecho conocido por todos. Cuando aquí se hacía repaso de las grandes marcas europeas siempre terciaba alguien patrióticamente para poner a la SEAT encima de la mesa. De fabricación española, pero con patentes FIAT y nacida en el claustro del extinto Instituto Nacional de Industria (INI) y con grandes aportaciones de fondos públicos hasta su privatización en la década de los ochenta del pasado siglo.
En la actualidad los desarrollos industriales, en general, poco tienen que ver con el pasado reciente. Ahora bien, es bueno tener en cuenta que lo que no ha variado es la finalidad del uso de los bienes producidos; los procesos de producción y la tecnología aplicada, sí y radicalmente.
Los automóviles a los que nos hemos referido, por ejemplo, sirven para lo que servían, esto es para posibilitar la movilidad personal o colectiva de un lugar a otro y con ello satisfacer las necesidades de desplazamiento. Cuando avancen los cambios tecnológicos los vehículos autónomos o los drones ocupados por personas se fabriquen en serie y comercialicen entre la población, no dejarán de ser lo mismo, unos irán por abajo y otros por arriba. En definitiva, se aplicarán complejos procesos industriales que habrán resuelto condicionantes esenciales que ya no son de futuro (seguridad, neutralidad ambiental y convenciones de uso para que pueda hacerse por una mayoría). La industria ya está trabajando en ello y los estados también pues ello supondrá empleo, riqueza y generación de recursos.
El turismo del futuro tendrá que satisfacer las mismas necesidades humanas que de cuando el padre Thomas Cook metió a sus alcohólicos en un tren para “inventar” el turismo de masas, socializando las experiencias turísticas, satisfacer el hambre de conocer otros lugares y descansar en sitios distintos de los habituales. Desde las posadas de la antigua Roma a los resorts de la actualidad la evolución tecnológica ha sido escasa, si tomamos conciencia de que es un lapsus de 2000 años. Un medio de transporte, un lugar donde dormir y comer y algo que hacer o ver o una pretensión personal para el viaje.
Es paradigmático que no haya PERTE del turismo, instrumento en el que se han materializado los Fondos Europeos para el cambio de modelo productivo. Los fondos europeos que se van a aplicar, que sin duda serán buenos para el sector, no van a producir un cambio de modelo, ni van a sentar las bases de una sólida industria, si asumimos como nos dicen los datos que es la principal del país y además dinamizadora de otras actividades industriales conectadas al cambio tecnológico. No vale como excusa para su no realización el que se trate de un sector muy atomizado o que las competencias estén residenciadas principalmente en las CCAA y ayuntamientos. Siempre es fácil, si se busca encontrar instrumentos.
La digitalización efectiva de la industria (no la mera informatización); el acortamiento de los plazos para neutralizar las muchas consecuencias ambientales del turismo; la cualificación de los recursos humanos que trabajan profesionalmente en las actividades del amplio ecosistema del negocio turístico y una cuestión esencial, poner en valor la cultura turística; son las estrategias inexcusables, para ello hay que dejar de desojar la margarita y la recurrencia permanente a lugares comunes sobre el turismo e impulsar como país el reto innovador que necesita.
Publicada por gentileza de Lahoradigital.com