NOTA A MODO DE PRÓLOGO
El presente informe es extenso pero sabemos que los lectores de Alternative aprecian los trabajos originales y los detalles. Este es un trabajo especialmente dedicado a aquellos que gustan de la historia militar. Como advertencia es necesario señalar que este trabajo ha sido realizado únicamente en base a fuentes españolas. Lamentablemente no contamos con fuentes o relatos de autores marroquíes que proporcionen una visión distintas de los hechos. Por lo tanto ignoramos cuáles fueron las bajas que sufrieron las fuerzas de Abdelkrim, dónde se produjeron las mismas o que actos de heroísmo llevaron a cabo los combatientes marroquíes. El lector debe tener en consideración este hecho al evaluar los detalles proporcionados y las conclusiones a que hemos arribado.
LA OCUPACIÓN COLONIAL ESPAÑOLA EN MARRUECOS
En la segunda mitad del siglo XIX, Marruecos se vio sometido a serios problemas de gobernabilidad que debilitaron el poder del Sultán impidiéndole resistir el impulso imperialista de las potencias europeas. El aislamiento y la debilidad de la monarquía marroquí tendieron a agravarse –a partir de la revuelta contra el sultán que estalló, en 1818, entre los bereberes del Atlas-. No obstante, el país logró mantener su independencia hasta 1911, en parte, gracias a los conflictos que se desataron entre las potencias europeas que estaban interesadas en ocuparlo debido a la importancia geopolítica del territorio marroquí. En especial por su capacidad de controlar el estrecho de Gibraltar desde el sur.
Francia, cuya importancia se había incrementado a lo largo del siglo XVIII, ocupó Argelia en julio de 1830 y Orán en enero de 1831. Los franceses no sólo pretendían controlar las ciudades costeras sino establecer colonos franceses en la fértil llanura costera de Argelia. Las tribus bereberes locales organizaron un movimiento de resistencia en la parte occidental del país, cerca de Orán. Lo lideraron los carismáticos caudillos de las órdenes sufíes –un conjunto de hermandades místicas musulmanas-. De la más poderosa de estas comunidades sufíes de la Argelia occidental, la orden de Qadiriyya surgió un hábil caudillo militar el sharif Abdelkader (1808 – 1883) quien libraría la guerra contra los franceses con gran inteligencia y eficacia. No obstante, en 1843, el general francés Burgeaud al frente de un poderoso contingente comenzó a aplicar una política de exterminio y tierra arrasada en Argelia. En 1843, Abdelkader derrotado debió refugiarse en territorio marroquí. Desde allí comenzó a hostigar a los franceses de Argelia con una guerra de guerrillas.
El sultán de Marruecos, Abderramán ibn Hicham no deseaba involucrar a su país en el conflicto. Sin embargo, por haber dado asilo a su enemigo, los franceses atacaron la población marroquí de Oujda, en la batalla de Isly, cerca de la frontera argelina, enviando además a su armada a fin de que bombardeara los puertos de Tánger y Mogador. En septiembre de 1844, los gobiernos de Francia y Marruecos firmaron un tratado para restablecer sus buenas relaciones, fijaron las fronteras definitivas entre Marruecos y Argelia y en él se declaró explícitamente que Abdelkader era un proscripto sin derecho a permanecer en lugar alguno del imperio de Marruecos. Finalmente, Abdelkader debió rendirse a los franceses en 1847. La derrota del líder beréber no fue, sin embargo, suficiente para pacificar a la población beréber de la Cabilia que seguía siendo fiel a los ideales independentistas. La resistencia contra los franceses perduró hasta 1857.
Francia y España aprovecharon esa momentánea debilidad del Reino de Marruecos para arrebatarle porciones sustanciales de su territorio y finalmente convertirlo, en 1912, en un “protectorado”. El atractivo de Marruecos era superior al de cualquier otro país del Magreb ya que contaba con una importante tradición estatal que se remontaba, a los imperios de los Idrissides y que tenía su continuidad por siglos a través de las dinastías de los almorávides, benimerines almohades, saadistas, watassides y alauitas.
Sucesor natural del glorioso pasado cultural del al-Ándalus, Marruecos era para las potencias europeas fuente de enormes riquezas y un mercado mucho más importante, diversificado y estructurado que el de Argelia y Túnez; consideraban al Reino la puerta definitiva para lograr la penetración en el Sáhara septentrional y para obtener la sumisión de las tribus que lo habitaban, que mantenía obediencia religiosa y jurídica respecto del sultán de Marruecos.
Marruecos había constituido durante siglos el único Estado musulmán del Mediterráneo que no dependía de Estambul que mantuvo en forma independiente y soberana relaciones comerciales y políticas con los países de Europa y América. Era un Reino independiente, soberano e impenetrable a las influencias extranjeras.
La existencia de una tradición nacional anterior a la ocupación imperialista y colonialista europea del siglo XX y el hecho de que la monarquía marroquí nunca adoptó una posición claudicante frente a la ocupación extranjera evidencia que la nación marroquí posee una identidad nacional propia precedente al hecho colonial y no forjada a partir de él.
A causa de sus potencialidades pesqueras y gracias a las salinas de las Islas Canarias que permitían la conservación y el transporte de pescado, España obtuvo rápidamente una posición dominante en el sur de Marruecos.
Desde el siglo XV, los españoles se vieron atraídos por ese espacio geopolítico. Su primer establecimiento sobre esta parte del litoral sahariano data de 1476, cuando Diego García de Herrera, señor de Lanzarote hizo edificar una pequeña fortificación que bautizó “Santa Cruz de la Mar Pequeña” y que fue destruido más tarde por el Sultán El Wattassi, en 1527.
En el año 1860, con motivo del triunfo de los españoles sobre las fuerzas marroquíes en la batalla de Vad Ras, España y Marruecos firman el Tratado de Tetuán por el cual este último pierde el control de parte del Sahara. En el Artículo 8° del Tratado firmado en Tetuán, el 26 de abril de 1860 por O’Donnell y Muley Abbas dice: “Su majestad marroquí se obliga a conceder a perpetuidad a su Majestad Católica en la costa del Océano, junto a Santa Cruz de la Mar Pequeña, el territorio suficiente para la formación de un establecimiento de pesquería como el que España tuvo allí antiguamente”.
Presionado por la pérdida de sus colonias americanas (solo le restaban Cuba y Puerto Rico que terminaría cediendo, junto a Las Filipinas, a los Estados Unidos tras la “Guerra de Cuba”, en 1898.), el expansionismo geopolítico de España no se saciaría con este establecimiento. En 1881, España incrementó mediante diversas maniobras colonialistas su presencia en la región. Comenzó por establecer una plataforma frente a la península de Río del Oro. Luego simuló una “compra” de ese territorio a la tribu de Ulad Delim, ante escribano, en Las Palmas, por unas monedas de plata. Como es lógico tal adquisición era claramente ilegítima debido a que el vendedor no era el titular de la soberanía que enajenaba y la venta era en realidad una burda expoliación territorial efectuada con engaños y a precio vil.
En octubre de 1884, el gobierno de Cánovas envió a Emilio Bonelli, con tres barcos, quien estableció tres factorías a las que denominó: Villa Cisneros –Río del Oro-, Median Gatell –Cabo Blanco- y Puerto Badia –Bahía de Cintra-. A la vez, firmó diversos convenios con las tribus locales, por las cuales éstas colocaban el territorio bajo el “protectorado” de España. De dichos actos arrancan los supuestos “derechos” españoles sobre el Sahara pues, el 26 de diciembre de 1884, el gobierno español comunicó a las diferentes potencias europeas, de acuerdo con la Conferencia y Acta de Berlín, su dominio colonial entre el Cabo Bojador y el Cabo Blanco. De poco sirvieron las protestas diplomáticas del Reino de Marruecos.
Continuando con su política de “hechos consumados”, en julio de 1886, España declaró uninominalmente que “Todos los territorios comprendidos entre la costa de las posesiones españolas del Atlántico, desde Cabo Bojador a Cabo Blanco y el límite occidental de Adrak, pertenecen a España desde el día de la fecha.”
En el último cuarto del siglo XIX, los intentos reformistas de Mulay Hassan (1873 – 1894) para modernizar el país y sustraerlo de la injerencia europea chocaron con la resistencia de los sectores conservadores de la población y la economía debió hacer frente a nuevas indemnizaciones de guerra a consecuencia del ataque de las tribus rifeñas a las posesiones españolas. El sucesor de Mulay Hassan, Abd el-Aziz, proclamado en 1894 no pudo ocupar definitivamente el trono hasta 1900 por la oposición de algunos caudillos locales muy importantes. Los créditos obtenidos fueron avalados con los ingresos aduaneros del Reino que pasaron a ser supervisados por los europeos. A través del control de las aduanas, de los créditos y de las obligadas contrapartidas comerciales las grandes potencias europeas tuvieron la oportunidad de interferir en los asuntos internos de Marruecos. No lo desaprovecharon, la “Cuestión de Marruecos” se convirtió en el punto de referencia entre las grandes potencias coloniales del momento.
En 1904, surgió una crisis entre las potencias europeas motivado por el reparto colonial de Marruecos. Francia y España, contando con la aprobación de Gran Bretaña, firmaron un acuerdo por el cual ambas potencias convenían instituir un protectorado en este país norafricano. Alemania mostró su disconformidad con dicho acuerdo, al estar también interesada en un protectorado propio en Marruecos, e inició una ofensiva diplomática que culminaría el 31 de marzo de 1905 con la visita a Tánger del káiser Guillermo II quien proclamó su defensa de la independencia marroquí y exigió una convocatoria de una reunión de las potencias afectadas.
Durante los trabajos preparatorios de la Conferencia se barajaron como sedes de esta las ciudades de Tánger y Madrid aunque finalmente se designó para la realización del evento la ciudad de Algeciras por estar situada en forma equidistante entre Madrid y Rabat y contar con una adecuada infraestructura para albergar el encuentro.
Entre el 16 de enero y el 7 abril de 1906 se reunieron, en el Salón de Plenos de su Casa Consistorial, las potencias del momento: los Estados Unidos, Alemania, Austria-Hungría, Bélgica, Francia, Gran Bretaña, Italia, Holanda, Portugal, Rusia, Suecia, España y por supuesto Marruecos.
Se acordó reconocer los intereses de Francia y España sobre Marruecos dividiendo sus esferas de influencia. A Francia le correspondió el Sur y a España el Norte que era designado como Marruecos Español. Se aseguró el pago del préstamo que Alemania había concedido al Sultán de Marruecos Abd al-Aziz en 1904, la integridad formal del Estado de Marruecos y diversos asuntos económicos y fiscales sobre dicho territorio, como fueron la libertad de comercio para todas las potencias europeas, la recaudación de impuestos, la lucha contra el contrabando y el control aduanero. Los términos del acuerdo contribuyó a incrementar el malestar de la población marroquí: Abd el-Aziz fue acusado de favorecer la dependencia extranjera y depuesto por una alianza de ulemas, notables de las ciudades y jefes tribales de las zonas rurales. En su lugar fue entronizado Muley Abd el-Hafiz, que se comprometió a rechazar el Acta de Algeciras, a anular las ventajas obtenidas por los extranjeros y a liberar aquellos territorios del Sahara que habían sido ocupados por franceses y españoles.
En 1907, el asesinato de un súbdito francés en Marrakech y de obreros europeos en Casablanca provocó la intervención franco-española en la ciudad y la del ejército francés en Oujada. En años sucesivos se ponen en explotación las minas de hierro del Rif, el ejército español incrementó su hinterland en torno a Ceuta y Melilla y tropas francesas y españolas penetraron progresivamente en el interior del país.
Con estas intervenciones y, haciendo caso omiso a las reclamaciones de Alemania por lo que interpretaba como una violación del Acta de Algeciras, Francia consolidaba su privilegiada posición como la principal potencia colonial en el Magreb.
En abril de 1911 el sultán Mulay Abd el-Hafiz, solicitó la ayuda militar de Francia para hacer frente a la rebelión de las tribus que se oponían a la creciente presencia europea en el país. En el mes de mayo las tropas del general Moinier ocupan Fez y las tropas españolas se instalan en Larache y en Ksar el-Kebir. El 30 de marzo de 1912 el Sultán se ve forzado a firmar con el gobierno de la III República la Convención de Fez por la que se acuerda “instituir un nuevo régimen comportando las reformas administrativas, judiciales, escolares, económicas, financieras y militares que el gobierno francés estime necesarias y útiles para el territorio marroquí”. Se incluye, sin embargo, una puntualización relativa a la “salvaguardia de la situación religiosa, notablemente de los habús (o bienes y rentas de procedencia coránica) y a la organización de un Majzén jerifano reformado”. La Convención de Fez constituye el acta de nacimiento del Protectorado de Marruecos por el que Francia ve colmadas sus aspiraciones imperialistas en el Magreb con la obtención de una colonia de 415.000 km².
El Tratado de Madrid, en noviembre de 1912, firmado por Francia, España y el Reino Unido determinó oficialmente la transformación de Marruecos en un protectorado francés seguido de otra importante mutilación territorial. España recibió en compensación 21.000 km² en la región montañosa del Rif, al Norte – donde están Ceuta y Melilla- y la de Ifni al Sur, junto a un territorio marroquí desértico y semipoblado de unos veintitrés mil kilómetros cuadrados que terminaría conociéndose con el nombre de Sáhara Español o Sáhara Occidental.
El Protectorado Español en el norte de Marruecos comprendía una franja territorial pobre, montañosa, y escasamente habitada por una población rebelde. La economía dependía de pequeños valles donde se practicaba la agricultura y las minas de hierro al oeste y sur de Melilla. Había pedido el control de la ciudad de Tánger en el Norte, de la franja hasta la frontera argelina en el Este y del territorio de Fez al Sur. Sólo poseía una ciudad importante, que era Tetuán, otra mediana, Larache, y tres pequeñas: Arcila, Alcazarquivir y Xauen. El territorio se dividía en setenta y cinco cabilas guerreras de la etnia bereber o amazigh. Las tribus del Rif estaban enfrentadas entre ellas, sin líderes regionales importantes y eran contrarias a la dominación colonial.
Durante los años del Protectorado Español en el norte de Marruecos, España llevó a cabo una política puramente extractiva y de ocupación militar. No realizó más obras de infraestructura que la estrictamente necesarias para explotar los recursos mineros de la zona o controlar efectivamente el territorio frente a los levantamientos de los marroquíes. No construyó ningún hospital o escuela fuera de las ciudades de Ceuta y Melilla. Ni siquiera difundió el español o cristianismo en Marruecos como hiciera siglos antes en América. Por el contrario, los franceses dejaron una impronta cultural en su Protectorado que aún perdura en el Reino de Marruecos.
REBELIÓN EN EL RIF
El máximo desafío al reparto colonial provenía de las tierras situadas al otro lado de la línea de demarcación del protectorado francés, esto es, por parte de los bereberes en las montañas del Rif, situadas en la zona septentrional española. Su mayor amenaza provendría del habitante de una pequeña población, un juez llamado Mohamed ibn ‘Abd al-Karim al-Jattabi, más conocido como Abdelkrim que desde ese bastión conseguiría organizar durante cinco años (1921 a 1926) una rebelión que habría de cobrarse la vida de decenas de miles de soldados españoles y franceses. Una revuelta que constituyó la peor derrota de un ejército colonial europeo en África en todo el siglo XX.
LOS CONDUCTORES
La batalla de Annual se libró entre un ejército colonial regular y unas milicias tribales, pero allí no acaban las diferencias entre ambos bandos. Los conductores de ambas fuerzas eran también muy distintos y representaban culturas diferentes distintas, además estaban separados por cuestiones de religión, intereses e idiosincrasia. Curiosamente ambos se conocían y cada uno hablaba correctamente el idioma del otro
Caíd Abdelkrim
Muhammad Ibn 'Abd el-Karim al-Jattabi nació en la localidad de Axdir, provincia de Alhucemas, Marruecos en 1882. Fue el hijo de Abd El-Karim Al-Jattabi, un caíd, miembro del clan de los Aït Khattab, una facción de la tribu guerrera de los Aït Waryagar o Beni Ouriaghel de la etnia bereber o amazigh. De su padre, jefe del clan, recibió una educación religiosa tras lo cual fue enviado a cursar el bachillerato español en Tetuán y Melilla, después estudio derecho islámico en la mezquita Qarawiyyin en Fez, y más adelante derecho en la Universidad de Salamanca.
Aún joven fue nombrado caíd, y a la edad de 32 años, qâdï al-quadât, jefe de caídes. Sirvió a la administración colonial española como traductor y escribiente de árabe en la Oficina Central de Tropas y Asuntos Indígenas de España en Melilla, donde también trabajó para el periódico El Telégrafo del Rif, en el que escribía un artículo diario en árabe.
En esa época el joven Abdelkrim dicto cursos de idioma árabe a los oficiales españoles destinados en el Norte de África. Entre sus alumnos figuraron el después general Manuel Fernández Silvestre y el coronel Gabriel Morales. Abdelkrim y Morales se hicieron amigos. Cuando Morales murió combatiendo en Annual, el caudillo marroquí entregó su cadáver para que fuera enterrado en Melilla. Fue el único caso de entrega del cadáver de un soldado español por parte de los irregulares marroquíes.
Durante la Primera Guerra Mundial, en 1915, se lo vinculo al espionaje alemán. Aunque el pretexto para su encarcelamiento, en el fuerte de Rostrogordo entre septiembre de 1915 y agosto de 1916, fueron sus actividades en favor de la causa germano – turca. El motivo real de su detención fueron una declaraciones en que se oponía a la ocupación del territorio de su cabila de Beni Urriaguel por España y su decisión de buscar la independencia del Rif no ocupado. Declaraciones que fueron consideradas muy peligrosas por las autoridades coloniales españolas.
Prisionero de los españoles, al intentar fugarse cayó desde un muro fracturándose una pierna que curó mal porque se negó a ser atendido por un médico español. A consecuencia de la fractura quedó con una cojera permanente.
En 1921 se había transformado en el líder del movimiento anti-protectorado en Marruecos.
En septiembre de 1921, Abdelkrim proclamó su efímera “República de Rif” que tuvo bandera, constitución y un ejército propio. No obstante, nunca alcanzó el reconocimiento de ningún Estado del mundo ni de la Sociedad de las Naciones. Fue disuelta en 1926 con la derrota de las fuerzas de Abdelkrim.
El 17 de agosto de 1925 la prestigiosa revista estadounidense Time dedicó su portada a Abdelkrim.
Derrotado en 1926 por las fuerzas españoles y francesas combinadas se entregó a las autoridades francesas que decidieron su deportación e internación en la isla de La Reunión, una posesión francesa de ultramar próxima a Madagascar. En 1947, tras lograr autorización del gobierno francés para su traslado a la metrópoli, escapó durante una escala en Puerto Saíd. El gobierno egipcio, encabezado por el rey Faruq I, le concedió status de refugiado. Desde Egipto encabezó el Comité de Liberación del Magreb. En 1956, tras la independencia de Marruecos, rechazó la oferta del rey Mohamed V de regresar con honores a su patria. Murió en El Cairo en 1963.
General Fernández Silvestre
Manuel Miguel Fernández Silvestre nacido en El Caney, el 16 de diciembre de 1871, entonces en la Capitanía General de Cuba, era hijo del teniente coronel de artillería Víctor Fernández y Pentiaga, casado en segundas nupcias con Eleuteria Silvestre Quesada. El 30 de agosto de 1889, a los diecisiete años, ingresó en la Academia General Militar de Toledo, donde coincidió con otro destacado personaje, Dámaso Berenguer y Fusté, dos años más joven. Pasó a la Academia de Caballería el 9 de julio de 1891. Se graduó como segundo teniente de caballería a los veintiún años, el 9 de marzo de 1893.
Su primer destino fue el 27.º Regimiento de Cazadores de María Cristina, en el que permaneció hasta finales de mayo de 1895, fecha en la que fue destinado a Cuba con el Regimiento Expedicionario de Caballería Tetuán. Desembarcó en Nuevitas el 15 de junio, y el 31 de julio ascendió a primer teniente con veinticuatro años.
En febrero de 1896 fue destinado al Regimiento Expedicionario de El Príncipe, en el que sirvió hasta finales de agosto de 1898. Durante su estancia en Cuba destacó por su valor y forjó la leyenda de su “baraka”. Fue condecorado y felicitado por el gobierno en varias ocasiones, participando en más de cincuenta combates.
El 8 de mayo de 1896 tomó parte en el combate de Arango contra los mambises, en el que cargó varias veces al frente de su escuadrón causándole al enemigo veintiocho muertos al arma blanca. Silvestre recibió cinco heridas de bala y su caballo resultó muerto. Los mambises lo ataron a las ramas de un árbol, le acuchillaron once veces y le dejaron por muerto. Rescatado en estado muy grave, casi desangrado, fue trasladado al Hospital de Morón, donde logró recuperarse.
De nuevo en activo, el 2 de diciembre de aquel año, en Sábana de Maíz, una bala le rozó la frente y estuvo a punto de matarle. Su extraordinario valor y temperamento quedó de manifiesto en la acción de Pinar del Río los días 13 y 14 de diciembre de 1896 donde, después de matarle tres caballos, consiguió un cuarto y volvió al combate. El 10 de julio de 1897 fue ingresado en el hospital de Placeta enfermo de paludismo. El 30 de septiembre de aquel año, con veintiséis de edad, fue ascendido a capitán como recompensa por sus méritos en campaña.
El 11 de enero de 1898, Silvestre recibió dos balazos en la primera carga que realizó su escuadrón, otros tres balazos y trece machetazos en la segunda, heridas en la cabeza, tronco y extremidades, quedando seriamente incapacitado del brazo izquierdo, hecho que disimulaba muy hábilmente. Recibió el ascenso a comandante con esa misma fecha de 11 de enero por los méritos de guerra contraídos en la acción de la Caridad
De regreso a España sirvió en varios regimientos de caballería de Madrid y Zaragoza. El 15 de diciembre de 1899 se casó con doña Elvira Duarte Oteiza, con la que tuvo dos hijos: Elvira y Manuel, que era alférez cuando ocurrió el Desastre de Annual y moriría en la Guerra Civil en 1937. Su mujer murió en Melilla el 19 de enero de 1907, dejándole viudo a los treinta y seis años.
En 1904, tras estancias en diversos regimientos peninsulares, Silvestre fue destinado a Melilla para mandar el Escuadrón de Cazadores de Alcántara. Estudió árabe en la Escuela Oficial de Árabe de Melilla, en la que obtuvo la nota más alta de los catorce alumnos, consiguiendo el título de intérprete.
A finales de agosto de 1908 se trasladó a Casablanca, donde el Ministro de Estado le destinó como jefe superior instructor de la Policía Jerifiana, conforme con el nuevo sultán Abd el-Hafiz. Asimismo, se le nombró instructor de la Policía Marroquí de la ciudad y le dieron el mando de las fuerzas españolas en esta ciudad. El 27 de febrero de 1909, a los treinta y siete años, ascendió por antigüedad a teniente coronel.
En 1911, Silvestre pasó a ser jefe de las tropas de Larache y Alcazarquivir. Los ánimos antiespañoles estaban exacerbados y los Ibn Malek, un clan nativo amigo de España, fueron asesinados en Larache. El 13 de junio los pocos españoles de Larache se parapetaron en los muelles temiendo el ataque de las tribus. Procedente de Casablanca, Silvestre desembarcó en la ciudad y se entrevistó con El Raisuli, ambos congeniaron, dando paso a la solución del conflicto.
El 22 de febrero de 1912, con cuarenta años, ascendió a coronel. En enero de 1913 fue nombrado comandante general de Larache y ascendido a general de brigada, por méritos de guerra, el 19 de junio de 1913, siendo en ese momento el general más joven del ejército. Probablemente por desavenencias surgidas con el general José Marina Vega, asociadas a un tiroteo de enviados del Raisuli en Larache (junio de 1915), fue trasladado a la península ibérica, siendo nombrado ayudante de campo del rey Alfonso XIII, el 9 de julio de 1915, función que desempeñó durante los siguientes cuatro años. Ascendió a general de división el 28 de junio de 1918.
Ante las agresiones cabileñas y la escalada del conflicto con El Raisuli, Fernández Silvestre fue devuelto a la situación activa. El 23 de julio de 1919 fue nombrado nuevo comandante general de Ceuta. El Raisuli fue derrotado por las tropas españolas, entre las que estaban las comandadas por Silvestre, en octubre de 1919.
El 12 de febrero de 1920 Silvestre tomó posesión de la Comandancia General de Melilla, desde la cual empezó una invasión progresiva del Rif con la intención de pacificar la región oriental del Protectorado español que culminaría en la batalla de Annual y con su muerte.
Estos fueron los hombres que condujeron las fuerzas que se enfrentaron en Annual. Abdelkrim era un intelectual, prudente y reflexivo. Un líder espiritual que conducía a sus hombre por un ideal de libertad contra un ejército invasor de sus tierra. El general Miguel Fernández Silvestre era un oficial de caballería, de mucho coraje personal e impetuoso. Buscaba un éxito espectacular para congraciarse con su amigo el rey Alfonso XIII lo cual lo tornaba un conductor militar peligrosamente imprudente.
LAS FUERZAS EN PRESENCIA
a) El Ejército Español en África
La guerra en Marruecos fue muy impopular y generó importantes conflictos en la sociedad española de la época. Los españoles conocían que el Norte de África era en general una región árida y pobre por lo tanto no comprendían el empeño de mantener un conflicto tan sangriento y costoso.
En 1920, España destinaba la mitad de su presupuesto nacional en solventar los gastos de defensa. Sin embargo, el Ejército de África estaba mal armado, deficientemente vestido y peor alimentado. La logística del Ejército Español era un pozo sin fondo de corrupción que involucraba tanto a los políticos civiles como a los altos mandos militares.
España aplicó en Marruecos una estrategia defensiva y de posiciones, en un territorio montañoso y caluroso muy similar al Afganistán donde fracasaron los soviéticos y los estadounidenses. El Ejército español carecía de una doctrina operacional apta para esa guerra. Pretendía controlar la situación en base a posiciones fortificadas, tropas nativas y sobornos a los jefes de las cabilas. Incluso carecían de una cartografía confiable y actualizada.
Las tropas españolas que combatían en el Norte de África estaban formadas esencialmente por soldados de veinte años que debían cumplir un servicio militar de tres años.
Sin embargo, los jóvenes pudientes y de los sectores medios, podían eludir fácilmente el cumplimiento del servicio militar. Inicialmente esto se hacía pagando a alguien para que fuera en su lugar o mediante “reducción” a cambio de una cantidad de dinero.
Este sistema se sustituyó en 1912 mediante el sistema de “cuota”, que permitía al recluta hacer el servicio militar reducido y en el regimiento de su elección a cambio de demostrar que se poseía la instrucción básica, se pagara el uniforme y abonara al Estado una suma determinada. Los “soldados de cuota” no estaban obligados a dormir o comer en el cuartel, cumplían un horario reducido de 07.00 a 14.40 horas y nunca elegían regimientos que podían ser destinados a Marruecos.
Esto hacía que los soldados conscriptos enviados a luchar en Marruecos provinieran generalmente de zonas rurales muy pobres, por lo general jóvenes campesinos analfabetos (el analfabetismo en España en esos años afectaba al 56% de la población), que no estaban motivados por sentimientos patrióticos ni intereses colonialistas y que no terminaban de comprender porque debían ir a “matar moros” o a morir en África.
Eran soldados muy sacrificados y valientes pero estaban mal preparados para el combate y sobre todo para sobrevivir en un territorio particularmente hostil. “Las pagas de Oficiales y Tropa, o no llegaban o lo hacían tarde. Las armas y munición eran vendidas a aquéllos que más tarde las emplearían para darle muerte.”
En 1921, en la Comandancia General de Melilla existían las siguientes unidades:
Regimientos:
San Fernando N° 11.
Ceriñola N° 42
África N° 68.
Melilla N° 59.
Alcántara N° 14.
Mixto de Artillería
Compañías:
De Mar.
Mixta de Sanidad y Ametralladoras de Posición, que solo contaba con cinco médicos.
Comandancias:
Intendencia.
Ingenieros
Artillería
Grupo de Regulares Melilla N° 2
Brigada Disciplinaria.
Unidad de Policía Indígena.
Guardia Civil y Carabineros.
Unidad de Automóviles Melilla.
Centro Electrónico y Aviación
Durante el mes de junio de 1921, el general Fernández Silvestre licenció de forma ilimitada a los soldados de la quinta de 1918 y temporalmente a los de 1919. Unos tres mil veteranos fueron relevados por las quintas de 1920 con una experiencia e instrucción incompleta.
La guarnición, sin incluir al Grupo de Regulares Marroquíes considerados de escasa confiabilidad en combate, sumaban un total de 24.776 hombres, distribuidos de la siguiente manera: 6.765 en destinos burocráticos, 7.732 en las columnas y 10.279 en las posiciones fortificadas. Considerando permisos e incidencias, puede estimarse en unos veinte mil hombres la fuerza presente ese año, incluyendo personal nativo. De ellos 13.363 resultarían muertos en el Desastre de Annual, incluidos 2.390 que pertenecían a los cuerpos de nativos. Algunos autores incrementan la cifra a 18.000 muertos a partir de la toma de Abarrán.
Los soldados españoles estaban pobremente vestidos, en muchos casos calzados con alpargatas y no botas en un terreno particularmente pedregoso, árido y agreste. Estaban dotados de sombreros de tela en vez de cascos metálicos que ya habían probado su eficacia en las trincheras de la Primera Guerra Mundial.
El armamento era el típico de la época, la artillería Schneider de origen alemán era escasa y resultaba de poca utilidad contra tiradores dispersos y en las emboscadas. Se trataba en su mayoría de cañones de artillería de montaña, pequeñas piezas móviles que se desarmaban para ser transportadas a lomo de mulos en calibres de 20 y 35 mm. Solo las plazas de Ceuta y Melilla contaban con cañones de 75 mm.
La principal arma de apoyo de la infantería era la ametralladora pesada Colt Browning M1895/14, denominada “potato digger” (cosechadora de papas) calibre 7×57 mm, refrigerada por aire que rápidamente se interrumpía por la arena y el recalentamiento además no las había en número suficiente y se carecía de repuestos lo que obligaba en muchos casos a “canibalizar” algunas armas para mantener en funcionamiento a las restantes.
El arma de dotación de la infantería era el fusil a cerrojo Modelo 1893, calibre 7×57 mm sin humo conocido como el “Mauser Español”. Su almacén cargador tenía capacidad para cinco proyectiles que se cargaban rápidamente empleando un peine. Se trataba de un arma robusta, sufrida, confiable y segura que permitía batir con precisión blancos a 150 metros para un tirador medianamente instruido. Si el tirador estaba bien adiestrado podía incluso abatir blancos a cuatrocientos metros de distancia. El problema era que la mayoría de los soldados españoles entraban en combate con muy poca instrucción de tiro (en ocasiones habían efectuado tan solo entre 10 y 15 disparos de prueba) y sobre el cuidado y mantenimiento de sus armas .
El Mauser Modelo 1893 fue empleado por el Ejército Español en Cuba contra los independentistas y las fuerzas de los Estados Unidos y en Filipinas contra las tropas musulmanas del Ejército Revolucionario Filipino y las fuerzas estadounidenses en 1898. El Mauser Español ganó gran reputación por su desempeño en la Batalla de las Colinas de San Juan, donde solo 750 soldados españoles retrasaron significativamente el avance de 8.500 soldados estadounidenses armados con una combinación de fusiles de cerrojo Krag-Jorgensen de calibre .30-40 Krag y fusiles monotiro de retrocarga Springfield Modelo 1873 (Trapdoor Springfield) más antiguos, causando 1.400 bajas a las fuerzas estadounidenses.
Las fuerzas marroquíes al servicio de España estaban formadas por la Policía Indígena y los batallones de Regulares del Ejército. La Policía Indígena estaba organizada en “mías”, unidades equivalentes a una compañía del Ejército y sus cuadros eran nativos se componían de oficiales (caídes), sargentos (mokaden), cabos (maunin) y policías (áscaris).
Además, estaban las tabores (batallones) de Fuerzas Regulares Indígenas con mandos españoles.
Las tropas nativas estaban armadas con fusiles Rolling Block calibre 11,15x57mm monotiro empleados por el Ejército Español entre 1870 y 1893 en que adoptó el Mauser y por Francia en calibre 8×50 Remington Lebel.
Las fuerzas indígenas, salvo raras y honrosas excepciones, desertaba matando a sus mandos españoles a la más mínima oportunidad, bien por estar abiertamente en contra, bien por temor a represalias familiares por parte de los rebeldes marroquíes. Su captación entre las propias tribus del Rif significó un claro error como se pudo comprobar durante los combates con sus “primos hermanos” cuando desertaban en masa.
La Aviación de Ejército contaba con tan solo dos aparatos que, en esta etapa del conflicto, no tuvieron peso en las operaciones debido a que eran muy vulnerables al fuego enemigo efectuado desde tierra. Además de un par de misiones de bombardeo, la única actividad destacada fue intentar infructuosamente abastecer desde el aire con hielo, alimento y municiones a las tropas sitiadas en el fuerte de Monte Arruí.
El arma de Ingenieros constituía solo el 6% de las tropas españolas en Marruecos. Se encargaba de organizar las comunicaciones empleando heliógrafos, banderas, telefonía y telegrafía. Un capítulo aparte es su desempeño en la construcción de fortificaciones denominadas “blocaos”, que formaban parte de la estrategia defensiva que aplicaba el Ejército Español y que hacía que solo controlara el terreno que pisaban sus hombres.
Los blocaos eran edificaciones simples usualmente de forma cuadrangular. Solían construirse con tablones de hormigón armado, con huecos para disparar y realizar observaciones. En algunos casos la posición era reforzada por alambradas de púa cuando había este material. Albergaban una dotación de unos veinte hombres a cargo de un oficial.
Situados en las alturas para mejorar su campo de observación y tiro, y separados varios kilómetros uno de otro, los blocaos eran posiciones extremadamente vulnerables porque no podían apoyarse entre sí y, además, debían ser abastecidos de agua, alimentos y municiones por convoyes de mulos. Incluso en las pocas posiciones que contaban con pozos de agua cercanos los mismos estaban situados fuera de la fortificación obligando a los soldados a exponerse al fuego enemigo o morir de sed. Esto ocurría por ejemplo en el Fuerte de Monte Arruí construido entre 1912 y 1916. Al edificar la plaza, los constructores dejaron el pozo de agua fuera del perímetro fortificado lo cual llevó a la rendición de los defensores después de la caída Annual agobiados por la sed.
El agua potable era otra cuestión. El noventa por ciento del agua del Protectorado Español era agua palúdica que obligaba a tratamiento antes de ser consumida (hervirla, mezclarla con alcohol u otros productos potabilizadores).
Cuando eran sometidos a asedio, lo cual ocurría con demasiada frecuencia, los blocaos se transformaban en verdaderas cámaras de tortura. Los blocaos eran atacados con impunidad por los “Pacos” (francotiradores enemigos) durante el día y la noche. Los soldados españoles estaban en condiciones de repeler el fuego pero no de salir en persecución de sus atacantes, mucho menos de montar emboscadas.
Veinte hombres debían permanecer durante días, si tenían suerte eran relevados cada dos semanas, pero con frecuencia debían pasar cuatro meses en un recinto de hormigón de 5 X 5 metros, con temperaturas superiores a los 40°C. Se veían obligados a hacer sus necesidades en latas vacías de combustible. Si un soldado resultaba muerto sus compañeros no podían enterrarlo porque el suelo era rocoso y duro e impedía cavar una sepultura así que debían soportar el olor que despedía el cuerpo en descomposición. Lo mismo ocurría con los mulos y caballos empleados para abastecimiento cuando morían. El hedor de esas posiciones era espantoso. La comida, el agua y los medios sanitarios eran escasos y los soldados no contaban con mudas de ropa de repuesto. Sin embargo, España llegó a construir ciento cincuenta de estas estás precarias e ineficientes fortificaciones al momento de Annual, que en muchos casos terminaron siendo auténticas ratoneras para las infortunadas tropas españolas.
Los oficiales y suboficiales españoles debían vivir con un ojo sobre el enemigo y el otro sobre sus soldados nativos porque cuando percibían la menor debilidad en las fuerzas españolas desertaban llevándose sus armas y municiones. Incluso mataban a su mandos españoles si era necesario o para congraciarse con las fuerzas de Abdelkrim.
Después del Desastre de Annual, el Ejército de África fue reforzado con precarios auto ametralladoras con algún blindaje, más aviones y fundamentalmente con armas químicas.
b. Las milicias marroquíes
Los marroquíes del Rif contaban con la doble ventaja de combatir para proteger sus hogares y familias de los invasores extranjeros y de hacerlo en una accidentada región muy apta para la defensa y la emboscada como lo era el Rif. Estaban ancestralmente adaptados al terreno donde debían luchar. Empleaban turbantes blancos y amplias chilabas de color marrón que disimulaban su perfil y les servía eficazmente de camuflaje y calzaban sandalias.
Se trataba de fuerzas móviles que luchaban sin ninguna logística, en pequeños grupos familiares muy cohesionados y donde cada combatiente conocía la capacidad de sus compañeros. En algunas ocasiones (como en Annual) las mujeres y los niños solían acompañar a los combatientes para participar del saqueo y eliminación de los enemigos heridos que quedaban en el campo de batalla. No estaban limitados por convoyes de abastecimiento ni obligados a proteger extensas líneas de comunicaciones.
Las fuerzas marroquíes eran expertas en la guerra de guerrillas. Aplicaban contra los españoles una guerra móvil basada en el hostigamiento continuo y el desgaste del enemigo. Un conflicto móvil donde cambiaban su inferioridad estratégica y de medios militares por una superioridad táctica. Era una guerra sin líneas de frente definidas donde las guerrillas nativas cortaban las líneas de abastecimiento de la fuerzas españolas (incluso las líneas férreas existentes). Montaban ataques nocturnos, emboscadas en la retaguardia a las columnas de suministros y sitiaban posiciones aisladas y prontas a quedarse sin agua, alimentos o municiones. Se replegaban tan rápido como atacaban cuando la situación dejaba de ser favorable para ellos. Solo presentaban combate abierto cuando tenían absoluta superioridad
Los combatientes marroquíes eran expertos tiradores que conocían y valoraban muy bien sus armas. Con frecuencia hostigaban a las tropas españolas mediante francotiradores (denominados por los españoles “Pacos”, debido al sonido que hacían al disparar sus antiguos fusiles Remington Rolling Block 11,15X57 mm) situados en las alturas de los desfiladeros.
Las milicias tribales contaban con un variado armamento, en su mayoría empleaban los máuseres españoles y las carabinas francesas Berthier, además antiguos fusiles Remington. Como armas de apoyo contaban con ametralladoras y cañones capturados a los españoles que fueron de mucha utilidad contra un enemigo concentrado en sus fortificaciones. El Fuerte Arruit fue prácticamente demolido por los cañones españoles capturados por los marroquíes que efectuaron más de setecientos disparos contra él durante el asedio.
Las fuerzas de Abdelkrim eran abastecidas de armamentos y equipo militar por traficantes de armas británicos interesados en que el Rif se transformara en un “Estado Independiente” libre del colonialismo español y francés y abierto a los negocios y la influencia del Imperio Británico. Llegaron a venderle al líder rifeño diez aviones, aunque solo le entregaron uno de ellos.
EL DESARROLLO DE LA BATALLA DE ANNUAL
A mediados de enero de 1921, después de la ocupación de Monte Arruit, Tistutín y Batel, el general Manuel Fernández Silvestre, Comandante General de Melilla estableció su cuartel general en la zona del valle de Annual (tierras de la cabila Beni Ulisek) distante unos 30 km de Alhucemas y 105 km de la ciudad de Melilla.
Entre el 29 de enero y 16 de febrero, confiando en sus fuerzas, realizó un despliegue más extenso ocupando el Morabo de Sidi Mohamed Ben Abdallah, Monte Udia, Barranco de Izumur y Buymeyan.
El 12 de marzo tomó Sidi Dris en la desembocadura del rio Amekrán continuando el avance por los barrancos existentes entre las cuencas del Uad Kebir y el Uad Ker aproximándose al peligros territorio de las tribus de Temsaman y Beni Urrigel. Todas estas acciones la realizó en contra de los consejos de su Estado Mayor y en especial del coronel Gabriel Morales, Jefe de la Oficina de Asuntos Indígenas de Melilla, que hablaba árabe, era amigo de Abdelkrim y experto en los asuntos del Rif.
No sólo acababa de sobrepasar el límite informal del río Keet, aceptado por Abdelkrim, si no que fue más allá aproximándose al río Amekrán zona totalmente vedada a las tropas españolas en los acuerdos establecidos con los jefes tribales.
Con estos rápidos avances, amenazaba los territorios de cabilas guerreras dejando intactas a su retaguardia tribus cuya lealtad era dudosa, poblaciones hambrientas por la escasez de lluvias en ese invierno, con 5,5 gramos de cebada por persona por día de ayuda española.
El general Fernández Silvestre persistía tenazmente en su intención de dominar la Bahía de Alhucemas, territorio de las tribus de Beni Urriagel, Temsamán y Bocoya.
Para agravar aún más las cosas el general Dámaso Berenguer, Alto Comisionado de España ordenó, el 13 de abril, a las baterías españolas situadas en el Peñón de Alhucemas abrir fuego sobre los campamentos de las tribus de alhucemas alcanzando el zoco de Axdir, ciudad natal de Abdelkrim, produciendo una grave mortandad entre la población local. Este repudiable acto produjo de forma inmediata la unión de las cabilas bereberes abandonando sus antiguas rivalidades.
Al comienzo del tórrido verano del Norte de África cuando las temperaturas alcanzan entre 40 y 50 grados centígrados, el miércoles 1° de junio de 1921, el general Manuel Fernández Silvestre, Comandante General de Melilla ordenó que saliera del campamento militar de Annual una columna al mando del comandante de Caballería Jesús Villar con el fin de ocupar el cerro de Abarrán; una altura a doce kilómetros de Annual, que dominaba el campamento español, y estaba situada al Oeste del río Amekrán. Villar debía organizar la posición y dejar allí una unidad hasta nueva orden. Esta posición se consideraba de cierta importancia para controlar la zona de la Bahía de Alhucemas y el peligroso territorio que ocupaba la temida tribu de Beni Urriagel, igualmente podría facilitar la conexión con las tropas de Ceuta que prácticamente tenían dominada la situación en su zona a pesar de las incursiones del caudillo El Raisuli.
El cerro de Abarrán además era un posición clave para proteger las minas de hierro de Ben bu Ifur explotadas por la Compañía Española de Minas del Rif S. A., un consorcio empresarial hispano – galo de gran peso en la Corte de Madrid.
En cumplimiento de la orden, el 1° de junio de 1921, a la una de la madrugada partió de Annual la columna del comandante Villar compuesta por 1.461 hombres, a las cinco y media las tropas españolas coronaron el cerro Abarrán, a las seis las tropas iniciaron las tareas de fortificación y a las once menos cuarto el trabajo había terminado. La posición del cerro Abarrán era difícil de bastecer y socorrer en caso de ataque. El blocao carecía de agua y de piedras paras construir un buen parapeto, por lo cual los españoles debieron utilizar sacos terreros, que en su mayoría estaban podridos y se desfondaban al llenarlos. Además, sólo dieron para construir un frente y parte de otro.
Después de terminado el trabajo de fortificación, la columna de Villar efectuó su retirada. Dejando en la posición una guarnición al mando del capitán Salafranca con la orden de permanecer en la misma. La guarnición estaba formada por la 2da. Compañía del 1° Tabor de Regulares, la 8va. Mía de Policía Indígena, 1ra. Batería de Montaña y tres telegrafistas (un cabo y dos soldados). Los efectivos de la guarnición sumaban siete oficiales y doscientos cuarenta y dos hombres, de los cuales unos 200 eran marroquíes de dudosa lealtad sus equipamiento comprendía 40 cajas de munición para Máuser, 4 cajas de cartuchos Remington, 20 cargas de artillería que permitían efectuar unos 360 disparos, material sanitario, 13 tiendas cónicas y 8 cajas de víveres. La única agua disponible era la que cada hombre llevaba en su caramañola individual.
Una hora más tarde de la partida de la columna del comandante Villar de la posición de Abarrán fue atacada por una harca de más de 3.000 hombres. Villar y sus hombre oyeron el intercambio de disparos (incluso escucharon las ráfagas de ametralladoras de los irregulares marroquíes sabiendo que la guarnición española no contaba con este tipo de armas) y los tiros de cañón pero retornaron a Annual sin intentar socorrer a la guarnición atacada. El blocao de Abarrán cayó a las cinco de la tarde, solo lograron escapar a Annual y Buimeyan 72 de sus defensores. Todo el material bélico (fusiles, cañones y cajas de municiones) fue capturado por las fuerzas irregulares marroquíes.
La actitud ejemplar del capitán Salafranca y del teniente Flomesta (este último herido y prisionero prefirió morir de hambre antes de enseñar al enemigo el manejo de las piezas de artillería) les significó la máxima condecoración española al valor: la Cruz Laureada de San Fernando.
Con el triunfo de Abarrán y la captura de importante material bélico Abdelkrim formó un numerosa harka que con aire triunfalista supo destruir una a una las frágiles posiciones españolas.
El martes 7 de junio, el general Fernández Silvestre impartió la orden de ocupar la posición de Igueriben distante a seis kilómetros de Annual hacia el sur, despreciando ocupar la Loma de los Árboles que las fuerzas de Abdelkrim ocuparían y fortificarían el día 16 de junio, impidiendo que la nueva guarnición española fuera abastecida desde Annual.
La posición de Igueriben estaba surcada por profundos barrancos, los convoyes pasaban sin grandes dificultades, salvo en la ascensión al puesto, en la que eran duramente hostigados por los irregulares. Pero, la Loma de los Árboles dominaba y controlaba la aguada que estaba a tres kilómetros del recinto fortificado.
La posición de Igueriben, al mando de comandante Mingo quedó con una guarnición perteneciente al Regimiento Ceriñola: dos compañías del Ceriñola, una Sección de Ametralladoras, una batería de artillería ligera, tres telegrafistas y diez hombres de la Policía Indígena, haciendo un total de 354 hombres. El 13 de junio, el comandante Mingo fue reemplazado por el comandante Julio Benítez y Benítez.
Con la ocupación por parte de los irregulares marroquíes de la Loma de los Árboles la posición Igueriben quedó prácticamente sitiada disponiéndose el enemigo a rendirla por hambre, sed y agotamiento de las municiones.
A partir del 17 de julio no fue posible abastecer de agua la posición, y el convoy de víveres, aunque logró pasar lo hizo a costa de muchas bajas y de dejar en manos del enemigo varias cajas de municiones de artillería y de piezas de ametralladora. El comandante Juan Romero López, jefe del convoy, resultó muerto y el capitán Cebollino del arma de Caballería al mando de un Escuadrón de Regulares, consiguió pasar al interior de la posición pero sólo con 69 mulos, la mayoría heridos y con las cubas de agua perforadas por los disparos; y no consiguieron resolver las angustias de la guarnición. A continuación, la columna de socorro regresó a Annual con grandes bajas.
Los testimonios de los pocos sobrevivientes de la posición sobre sus padecimientos resultan estremecedores. La dotación de agua se racionó hasta los 350 mililitros por persona por día. Para aplacar la sed, machacaban y chupaban papas y recurrieron también, sobre todo para los heridos, al líquido de las latas de morrones y tomates. Los alimentos disponibles eran en su mayoría arvejas y garbanzos que no podían cocinar o latas de sardinas que aumentaban la sed de los sitiados. Cuando se acabaron las papas, bebieron agua de colonia y hasta la tinta que habían llevado para escribir a sus parientes en España. Algunos desesperados llegaron a beber su propia orina mezclada con azúcar. Para aliviar el calor asfixiante, cavaban pozos en la tierra, en los que se metían desnudos. Eran tantos lo hombres y animales muertos que el olor resultaba insoportable y debieron envolverse el rostro con las camisetas para atenuarlo. Muchos soldados españoles caían muertos sobre el parapeto, no por los disparos del enemigo, sino por agotamiento. El testimonio más completo sobre la caída de Igueriben se debe al único oficial superviviente, el teniente Luis Casado Escudero, quien herido estuvo prisionero de las fuerzas de Abdelkrim, en Axdir, durante dieciocho meses y años más tarde publicó un pequeño pero muy documentado libro relatando los sufrimientos de las tropas españolas asediadas en Igueriben.
El 21 de julio se organizó desde Annual una fuerza de socorro articulada en base a cuatro columnas que sumaban un total de tres mil hombres. Al mando del coronel Gabriel Morales la de la derecha; el comandante Villar de la Policía Indígena al centro; el coronel Manella a la izquierda y la del teniente coronel Marina en la reserva, la conducción de la operación quedó en manos del general Navarro, segundo jefe de la Comandancia General.
Las fuerzas españolas salieron de Annual en dirección a Igueriben, acompañaban a las columnas un Escuadrón de Sables y otro de ametralladoras del regimiento Alcántara con el fin de ocupar una situación en el flanco izquierdo del despliegue y en combate a pie, prestó protección a la columna del coronel Manella que lleva el esfuerzo principal. Los restantes escuadrones a caballo del Regimiento, salió velozmente para oponerse al enemigo que intentaba envolver a la columna del coronel Morales.
Mientras tanto las fuerzas de Abdelkrim habían tomado posiciones fortificadas en la ruta a Igueriben.
La columna de socorro después de durísimos combates no logra romper el cerco y debe replegarse sin llegar a Igueriben, aunque algunas fuerzas de vanguardia con grandes pérdidas llegaron a quinientos metros del blocao. El general Fernández Silvestre debe ordenar el abandono de la posición de Igueriben que se encontraba en una situación desesperante.
Ante la orden del Comandante General de abandonar la posición, el comandante Julio Benítez y Benítez manifestó que apoyaría y facilitaría la salida de la tropa pero que él y sus oficiales iban a condicionar su defensa hasta la muerte si era necesario pero que jamás arriarían la bandera, para “mostrar como muere un oficial español”. Informa que le quedan doce proyectiles de artillería y pide que una vez que salga la tropa, cuando se oiga el último de los doce disparos de cañón, las baterías de artillería de Annual hagan fuego sobre la posición pues con seguridad se producirá el asalto. Al abandonar los muros, la tropa española es inmediatamente abatida por el enemigo que simultáneamente realizó el asalto mientras los cañones españoles barrían la posición.
Después de seis días de sitio (desde el 16 al 21 de julio) murieron todos sus defensores, 354 hombres; el alférez Casado y Escudero herido y cuatro soldados fueron tomados prisioneros, once soldados consiguieron llegar a Annual muriendo varios de ellos por beber demasiada agua al llegar. El comandante Julio Benítez y Benítez recibió póstumamente la Cruzo Laureada de San Fernando.
La columna de socorro de Igueriben en su repliegue fue fuertemente atacada hasta su retorno a Annual. Los soldados nativos de la Policía Indígena mataron a sus oficiales y dispararon contra su propia unidad no solo desertando sino pasándose al enemigo.
Continuará