Tal como lamentablemente suele ocurrir en algunos países del Tercer Mundo, los militares que llevan a cabo golpes de Estado inmediatamente comienzan a pelear entre sí. Así los militares que destituyeron al presidente Ibrahim Boubacar Keïta, el 18 de agosto de 2020, comenzaron a disputarse el poder en un país que vive en medio de una larga guerra contra el yihadismo que se libra en el norte de su territorio.
Desde mediados de mayo la gobernabilidad en Mali se vio alterada por un conflicto surgido al fracasar las negociaciones por incrementos en los salarios y subsidios entre la Unión Nacional de Trabajadores Malienses (UNTM), el sindicato que representa a los empleados estatales y privados y el gobierno de facto. El conflicto derivó en una masiva huelga general.
Para aliviar el conflicto y recuperar la iniciativa política el presidente de transición Bah N’Daw llevó a cabo una reorganización del gabinete ministerial que dejó fuera de sus cargos a los coroneles Sadio Camara y Modibo Koné. Al parecer el presidente tomo la decisión sin consultar al vicepresidente Assimi Goïta, hombre fuerte del golpe de Estado de agosto del año pasado, que reaccionó destituyendo al primer mandatario y a su primer ministro y asumiendo esas funciones el mismo.
Los militares reaccionaron y el Comité Nacional para la Salvación del Pueblo cuyo presidente es el coronel Assimi Goïta, de 37 años, tomó el control del país. Ante los hechos consumados el viernes 28 el Tribunal Constitucional de Mali ratificó a Goïta como presidente de transición de un proceso que deberá culminar antes de un año en nuevas elecciones generales aunque todavía no hay un calendario al respecto.
En esta forma se ha consumado el quinto golpe de Estado en los sesenta años de vida de esta antigua colonia francesa que constituye un auténtico Estado Fallido. Veamos cuál es la situación imperante en el país del África Occidental.
UNA FUENTE INESTABILIDAD EN EL SAHEL
La República de Mali, es un estado sin fronteras marítimas que se encuentra situado en el África occidental. Es el séptimo país más extenso del continente y limita al norte con Argelia, al este con Níger, al oeste con Mauritania y Senegal y al sur con Costa de Marfil, Guinea y Burkina Fasso.
Su superficie es de 1.240.000 km² -aproximadamente la extensión de Sudáfrica y Angola- y lo ubica también en el puesto 24 en la lista de países por extensión territorial. La mayor parte del país forma parte del sur del Sáhara, por lo que el clima es caluroso, y las frecuentes sequías son propicias para que se formen las frecuentes tormentas de arena que suelen asolar el territorio de Mali.
La población total se ha estimado en alrededor de trece millones de personas dividida en diversas etnias: bambara (36.5%), senufo, sarakolé, dogón, peúl (fulah 17%)), tuareg (tamashek) y árabe (10% entre ambos). En opinión de José E. Mosquera: “en Malí cada etnia ha ejercido el poder sobre otras dependiendo de la época, se han entremezclado desde hace varios siglo y enfrentado entre sí, han formado alianzas y se han esclavizado entre ellas y a la vez se han unido en la yihad en diferentes períodos históricos.” En verdad siempre ha existido una cierta tensión étnica entre las poblaciones del Norte (blancos, árabes, bereberes, musulmanes y nómades) que habitan grandes espacios por todo el Sahel; con respecto a los habitantes negros del Sur, que constituyen la mayoría de población y que suelen ser agricultores sedentarios y musulmanes, pero con pequeñas comunidades cristianas y animistas en su seno.
La estructura económica del país se centra en la agricultura y la pesca. El algodón es el principal producto de exportación y se lo envía a Senegal y Costa de Marfil. Además del algodón, el país produce arroz, mijo, maíz, verduras, tabaco y maderas.
Pese a que algunos de sus recursos naturales son el oro (es el tercer productor de África, después de Sudáfrica y Ghana y el cuarto a nivel mundial), el uranio, el petróleo, los fosfatos, la piedra caliza y la sal. El oro que se extrae en la región sur, como principal producto de exportación desde 1999 ayudó a mitigar el impacto negativo de la caída de los precios del algodón desde 2003.
El ochenta por ciento de la población se desempeña en la agricultura y un quince por ciento lo hace en el sector servicios. Sin embargo, las variaciones estacionales dejan sin trabajo temporal a la mayoría de los campesinos. Azotada por frecuentes hambrunas es considerada una de las naciones más pobres del mundo: el índice de desarrollo humano lo sitúa en el puesto 175 entre 182 estados. Con un PBI per capita de tan sólo 1.123 dólares, el 68,4% de la población se encuentra por debajo de la línea de la pobreza.
Otros índices de calidad de vida son igualmente alarmantes: tan sólo el 26,2% de la población sabe leer y escribir, la esperanza de vida al nacer es una de las más bajas del mundo: 51,4 años, de cada mil niños nacidos vivos mueren 191 antes de cumplir el año. El 27,9% de los niños malienses padecen desnutrición crónica.
Su gobierno, en las últimas décadas, mantuvo buenas relaciones con los Estados Unidos –que entrenaba a su mal pertrechado ejército- y con Francia y la Unión Europea que financiaban el 70% de su presupuesto. Los Estados Unidos han invertido desde 2010 unos quinientos cincuenta millones de dólares en el entrenamiento y equipamiento de los ejércitos de África Occidental.
Las crisis alimentarias son endémicas debido a la irregularidad de las precipitaciones, las rudimentarias técnicas agrícolas y la continua inestabilidad política que provoca el éxodo de la población de las áreas más violentas e interrumpe el flujo natural de los intercambios comerciales con los países vecinos.
También los circuitos habituales de pastoreo trashumantes se han visto alterados. Los pastores se han desplazado en busca de zonas de pasto y agua más lejanos para proteger a su ganado del pillaje creciente. Esta situación ha generado la interrupción de las campañas de vacunación y ha creado el riesgo de que el ganado enferme.
Además el retorno a la región de unas doscientas mil personas del pueblo tuaregs que huyó de Libia para evitar la guerra civil y la crisis económica. Faltos de recursos y de medios para ganarse la vida, los recién llegados agravaron la situación alimentaria y rompió el equilibrio étnico
EL FIN DE LA PRESENCIA EUROPEA
El dominio europeo sobre África fue relativamente corto, si se excluyen unas pocas plazas o territorios ocupados precozmente. El territorio de Malí, con el nombre de Alto Senegal Níger, se convirtió, en 1895, en una colonia francesa integrada al África Occidental Francesa con una parte de Mauritania, Burkina Faso y Níger. Kayes fue el centro administrativo hasta 1907, cuando Bamako pasó a ser la capital. En 1920 cambió su nombre por el de Sudán Francés.
Hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, toda actividad política estuvo prohibida en la colonia francesa. Al concluir la contienda mundial, fue muy difícil para Francia aceptar los reclamos de independencia de la población del Magreb y del Sahel. La presencia francesa allí era no sólo un problema militar o relacionado con el dominio de los intereses económicos metropolitanos, sino que se vinculaba especialmente con las comunidades francesas residentes, que controlaban los sectores más lucrativos de la economía y retenían el más elevado número de cargos en el gobierno, con la excepción de los niveles inferiores de la administración.
En Malí el proceso que llevó a la independencia fue pacífico y gradual. En 1946, los nacionalistas crearon en la ciudad de Bamako, el partido independentista para la Reunificación Democrática Africana (RDA). En 1956, el gobierno de Francia convirtió el Sudán francés en una república autónoma dentro de la Comunidad Francesa. El 17 de enero de 1959, Mali, Senegal, Dahomey y Alto Volga se unieron para formar la Federación de Mali que el 20 de junio de 1960 proclama su independencia. Esta Federación estalla algunos meses más tarde; casi inmediatamente se separaron Alto Volta y Dahomey, y en agosto se aleja Senegal. La República de Mali se proclama el 22 de septiembre de 1960.
Inmediatamente, Mali se convierte en miembro de la Organización de las Naciones Unidas y de la Unión de Estados Africanos. El nacionalista africano Modiko Keita, quien fue jefe de gobierno de la efímera Federación de Mali, se convirtió en el primer presidente malinense. Pronto Mali comenzó a alejarse de la influencia de Francia y a aproximarse a la Unión Soviética.
En 1968, como consecuencia del creciente declive económico del país, el presidente Modiko Keita fue derrocado por un cruento golpe de Estado militar dirigido por el teniente Moussa Traoré. El gobierno fue asumido por un Comité Militar para la Liberación Nacional presidido por Traoré quien trató de reformar la economía e impulsar el desarrollo del país. Pero sus esfuerzos fueron frustrados por la creciente agitación política y una sequía devastadora que afectó a todo el Sahel durante el periodo de 1968 a 1974 provocando una terrible hambruna.
En 1976, Traoré fundó el único partido político legal, la Unión Democrática del Pueblo de Mali, pero debió enfrentar protestas estudiantiles que se iniciaron a finales de la década de 1970, así como tres intentos de golpe de Estado. Sin embargo, los disidentes fueron exitosamente reprimidos hasta el final de la década de 1980.
El gobierno continuó intentando aplicar reformas encaminadas hacia la economía de mercado. Se impulsó la inversión extranjera en el campo del comercio y los servicios públicos. Malí avanzó en la reforma económica firmando acuerdos en 1988 con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, el gobierno militar no pudo mejorar su relación con la población civil que demandaba el retorno a un régimen constitucional. En respuesta a las crecientes demandas en favor de la instauración de una democracia pluripartidista, el presidente Traoré adoptó algunas medidas liberalizadoras pero se negó a poner una fecha para la realización de elecciones. Entre 1985 y 1986, Mali y Burkina Faso mantuvieron un conflicto armado por reclamos territoriales.
En 1990, comenzaron a surgir movimientos de oposición coherentes que contaban con cierta simpatía de la opinión pública internacional. Pero, el movimiento de apertura democrática se vio obstaculizado por los brotes de violencia étnica en el norte del país, en la región de Azawad, debido a las revueltas organizadas por los tuaregs. La sequía de 1990 originó el fin para gran parte de la economía tradicional tuareg, basada en la cría de ganado con la consiguiente marginalización de su población. El conflicto se prolongó hasta 1992.
El malestar y las protestas terminaron por provocar otro golpe de Estado militar, esta vez encabezado por el teniente coronel Amadou Toumani Touré, quien presidió un gobierno de transición –el Consejo Nacional de Reconciliación- que reformó la constitución y convocó a elecciones presidenciales. En 1992, Alpha Oumar Konaré, un profesor universitario, se impuso en los comicios con el partido ADEMA y pasó a presidir el país. Tras su reelección en 1997, el presidente Konaré impulsó reformas políticas y económicas al tiempo que intentaba reducir la creciente corrupción. En 2002, fue reemplazado por el general Amadou Toumani Touré quien ganó las elecciones presidenciales.
El 22 marzo de 2012, un golpe de Estado encabezado por el capitán Amadou Haya Sanogo, un oficial con tres años de formación militar en los Estados Unidos, al frente de las unidades de élite y paracaidistas y bajo la bandera del Consejo Nacional para la Restauración de la Democracia y el Estado (CNRDR), depuso al presidente de Malí, Amadou Toumani Touré y suspendió la vigencia de la constitución. El golpe de Estado originó el cese de la ayuda internacional que tanto necesitaba el país. Pronto las endémicamente débiles fuerzas armadas de Malí pronto se vieron divididas por las pujas de poder.
Lejos de estabilizarse la gobernabilidad de Malí siguió tambaleándose. Un mes después la presión de Francia llevó a un proceso de transición con el nombramiento del presidente de la Asamblea Nacional, Diondunda Traoré como presidente y Cheick Modibo Diarra, ex gerente de la empresa multinacional de capital estadounidense Microsof en África, como primer ministro de un gobierno provisional. En diciembre de 2012, Diarra fue reemplazado por el ex funcionario del FMI, Django Sissoko. Aunque Sanogo sigue ejerciendo el poder en la sombras.
LOS TUAREGS EN PIE DE GUERRA
Pero lo más significativo es el estallido de una nueva revuelta de los Tuaregs en el norte de Malí, en la región de Azawad, a comienzos de 2012. Desde la creación del Estado de Mali, en 1960, luego del retiro de Francia de la región, los tuaregs se han rebelado contra el gobierno central en 1990 a 1996, nuevamente en 2006 y de 2007 a 2009. Nunca una rebelión había alcanzado una expansión de tal magnitud impulsada por el ideario salafista y alimentada por combatientes y armas provenientes del escenario libio, una combinación de factores que ya hemos visto en Afganistán.
La denominación de “tuareg”, es una palabra árabe, popularizada en Europa para denominar a un pueblo nómade que se llama así mismo “kel tamasek” (gente del tamashek) identificándose por su idioma: el tamashek que es una lengua bereber.
Los tuaregs son por su origen una población blanca, libico – bereber, que a su llegada al Sáhara absorbió a grupos humanos preexistentes, en especial negros y libertos, cuyas culturas incorporó parcialmente. Hoy la sociedad tuareg, está conformada por hombres blancos o negros en un conglomerado, culturalmente integrado, estrictamente estratificado y jerarquizado que habla el tamashek y que cuenta con su propio sistema de grafía, una escritura, denominada “tifinar”, y practica un modo característico de vida.
Los tuaregs nunca se sintieron integrados a un estado donde los cargos gubernamentales, la administración pública y las fuerzas armadas quedaban en manos de la etnias Songhai y Fulani, que constituyen el 95% de la población malinense y donde ellos eran claramente minoritarios.
LA REBELIÓN DE LOS TUAREGS EN 2012
La nueva rebelión en el norte de Malí estuvo protagonizada por una alianza de distintos grupos separatistas y terroristas yihadistas a ambos grupos se integraron milicianos tuaregs que retornaban de la guerra de Libia con grandes cantidades de armamento pesado y sin otra profesión u ocupación posible que la de combatiente. La coalición rebelde puso en jaque al gobierno del presidente Amadu Toumani Touré en tan sólo un par de meses.
En esas condiciones las autoridades de Bamako y sus poco profesionales fuerzas armadas no estaban en condiciones de hacer frente a las milicias yihadistas.
Rápidamente los rebeldes lograron arrebatar al gobierno central el control de las más importantes ciudades del Norte: Kidal, Gao y Tombuctú. En esta forma los rebeldes pasaron a controlar un territorio de más de 820.000 km², el 65% de la superficie de Mali pero habitada solamente por 1,3 millones de personas.
A grandes rasgos los rebeldes se agrupaban en cuatro organizaciones: El Movimiento Nacional por la Liberación de Azawad (MNZLA), Ansar al Din, Al Qaeda para el Magreb Islámico (AQMI) y el Movimiento por la Unidad y la Yihad en África Occidental (MUYAO)
El 6 de abril de 2012, estos grupos acordaron declarar la independencia de los territorios bajo su control con el nombre de “Estado Islámico de Azawad”. Aunque no lograron el reconocimiento de otros países africanos. La Unión Africana, por ejemplo, rechazó la declaración de independencia considerándola “nula y de ningún valor” e hizo un llamamiento al resto del mundo para que la ignore.
El 27 de junio de 2012, los islamistas del Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental se enfrentaron en un cruento combate con las milicias tuareg del MNLA en la denominada “batalla de Gao”. Los tuareg llevaron la peor parte en el enfrentamiento que provocó 35 víctimas fatales, en esa ocasión su secretario general Bidal Ag Acherif resultó herido. Los islamistas se hicieron con el control de la ciudad y los enfrentamientos entre ambos grupos se tornaron algo frecuente.
Para el 17 de julio de 2012, los rebeldes tuaregs del MNLA habían sido expulsados por sus aliados originales de los distintos grupos salafistas. Entonces las ciudades se distribuyeron entre los tres grupos salafistas principales: Ansar Dine en Kidal, AQMI en Tombuctú y el MUYAO en Gao. Así, inesperadamente el levantamiento tuareg y la crisis del estado fallido de Mali terminó en la creación de otro estado fallido, este de carácter fundamentalista salafista regido por la ley islámica, en la región de Azawad
La aplicación de la sharia con penas de azotes públicos, mutilaciones y lapidaciones, prohibición a la educación de las niñas, así como la destrucción del patrimonio cultural islámico en los territorios bajo control de los insurgentes yihadistas y las luchas violentas entre las distintas facciones insurgentes provocaron el éxodo de más de doscientos sesenta mil personas del norte de Mali hacia la ciudad capital: Bamako y hacia los otros países de la región.
Los milicianos salafistas destruyeron gran parte del patrimonio cultural de Tombuctú, en el marco de su concepción radical del Islam. Comenzaron por demoler siete mausoleos o “morabitos” de ancestrales santones musulmanes que vivieron en la zona y luego destruyeron la puerta de manera labrada de la mezquita de Sidi Yahia (del siglo XV, declara patrimonio de la humanidad por la UNESCO. A los ojos de los salafistas esos monumentos eran haram (pecado).
No obstante, sus diferencias y las luchas de facciones los insurgentes pronto se encontraron a las puertas de Bamako con la intención de unificar a Mali en un estado yihadista – un Yihadistán, como señalaron alarmados los medios de prensa occidentales- en el centro de África y a las puertas de la Unión Europea.
Fue entonces, que, para impedir que los yihadistas se hicieran con el control total de Mali, los gobiernos europeos se decidieron a intervenir en el país africano. La iniciativa recayó en Francia, como antigua potencia colonial y por ser el país con mayores intereses en la región, se hizo precisa la intervención militar de Francia, en su antigua colonia.
LA OPERACIÓN SERVAL
A principios de enero de 2013, los grupos salafistas que controlaban el norte de Mali desde junio reagruparon sus fuerzas y lanzaron una exitosa ofensiva contra la localidad de Kona –situada al centro oeste de la provincia de Mopti, que sobrepasó a las tropas malienses.
Tras la caída de esta ciudad, el 10 de enero, en manos de los rebeldes, el presidente Dioncunda Traoré, al verse acorralado por la rebelión, solicitó al presidente de Francia, Fran?ois Hollande, asistencia militar para enfrentar a los grupos armados compuestos por tuaregs y fundamentalistas islámicos. Hollande aceptó ayudar al gobierno de Mali pero con el consentimiento del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
El 13 de enero comenzaron las operaciones de combate francesas cuyo objetivo primordial era asegurar la vida de los seis mil ciudadanos franceses residentes en Mali y para proteger los intereses estratégicos galos en la región, en especial sus inversiones en el campo petrolero y el abastecimiento de uranio.
Francia inicialmente brindó apoyo aéreo y más tarde de tropas terrestres para apoyar al Ejército de Mali. Sobre el terreno, los 1.700 soldados de la fuerza de intervención francesa, apoyados por fuerzas del maltrecho ejército maliense y efectivos de la CEDEAO, especialmente ochocientos soldados de Chad repelieron con aparente facilidad el avance de los grupos rebeldes y recuperaron el control de las principales ciudades del norte de Malí: Tombuctú y Gao.
Otro trágico saldo del conflicto fue la pérdida del legado histórico de los pueblos de la región que constituye un auténtico patrimonio de la humanidad. Mientras las fuerzas francesas y malienses recuperaban el control de la ciudad de Tombuctú, los rebeldes salafistas en retirada incendiaron el Instituto Ahmed Baba, destruyendo entre dos y tres mil manuscritos, aunque afortunadamente otros trescientos mil documentos pudieron ser salvados y ocultados por la población. Muchos de estos textos datan del siglo XII al XVI y fueron elaborados por renombrados eruditos de la zona. Los documentos estaban por ser digitalizados, pero los rebeldes destrozaron las computadoras y otros equipos enviados por la UNESCO y otras ONGs para ese propósito.
ELVIETNAM DEL SAHEL
Desde 2012, Mali es un país en guerra con el yihadismo, ocupado por fuertes contingentes armados de diversos países.
La presencia francesa que comenzó en 2013 como la mencionada “Operación Serval”, cambio de denominación en 2014 por “Operación Barkhane” y comprende a un total de cinco mil efectivos, doscientos vehículos blindados, seis aviones de combate y veinte helicópteros de las fuerzas galas que suelen operar con las fuerzas del G-5 en especial en la zona denominada de las “tres fronteras”, entre Malí, Níger y Burkina Faso.
Las fuerzas francesas han perdido en combate a 43 soldados y otros 60 resultaron con heridas de diversa gravedad. Paris, por su parte ha reivindicado la “neutralización” (muerte) de entre 600 y 1.000 yihadistas pertenecientes a las dos principales redes yihadistas que operan en la región.
Ellos son El Frente de Apoyo al Islam y a los Musulmanes o Jama’at Nasr al-Islam wal Muslimin, creado el 1° de marzo de 2017, de la fusión de los grupos Ansar Dine, Al Qaeda en el Magreb Islámico en el Sahel, la katiba Macina y la Katiba Al Morabitun que constituye la franquicia de Al Qaeda en la región y su rival el Estado Islámico en el Gran Sáhara.
Pese a la intervención de fuerzas militares extranjeras la violencia terrorista se ha extendido al centro de Malí y a los país vecinos, Burkina Faso y Níger. Durante 2020 el Jama’at Nasr al-Islam wal Muslimin extendió sus operaciones a la frontera de Burkina Faso con Costa de Marfil y Ghana y este año se han producido ataques en suelo marfileño, así como en Benín.
El 19 de mayo de 2020, por ejemplo, las fuerzas francesas capturaron a Mohamed el Mrabat, veterano terrorista del Estado Islámico en el Gran Sáhara (ISGS).
El 6 de junio de 2020, los franceses en otra exitosa operación antiterrorista abatieron al emir de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), el terrorista argelino Abdelmark Droukdal, una pieza clave en el entramado del yihadismo en el Sahel desde hace más de veinte años responsable de varios secuestros y asesinatos.
No obstante, la aparición de un grupo yihadista afiliado a Al Qaeda, liderado por el predicador de la etnia peul Amadou Koufa, que ha reclutado sobre todo en su comunidad, ha propiciado ataques y represalias entre los peuls, mayoritariamente ganaderos y las etnias bambara y dogon, que viven principalmente la agricultura.
A estos grupos yihadistas se suma el avance desde el otro gran foco islamista regional, la cuenca del lago Chad, de Boko Haram y su escisión, el Estado Islámico en África Occidental, hacia el oeste de Nigeria, donde su presencia es cada vez mayor, lo que hace temer a los países occidentales que se pueda crear una “área sin ley” que una ambas zonas controladas por los terroristas.
Desde 2012, más de diez mil africanos occidentales han muerto y más de un millón han huido de sus hogares convirtiéndose en refugiados y las fuerzas armadas de África Occidental y Francia han sufrido importantes bajas.
El 10 de agosto de 2020 fueron asesinados en la región seis cooperantes franceses y dos ciudadanos nigerianos en la región de Kouré (suroeste de Níger). Las fuerzas francesas, por su parte, son víctimas de acoso y emboscadas relativamente frecuentes, cuando los grupúsculos yihadistas, enfrentados entre ellos, confirman su implantación en los pueblos víctimas de una pobreza secular.
Naciones Unidas está presente con la “MINUSMA”, una de las misiones de paz más importantes y numerosa del organismo internacional.
Europa participa a través de la European Unión Training Missión (EUTM-Mali), con sede en Bamako, en la formación y capacitación de cuatro batallones del ejército de Malí (integrado por unos 3.000 soldados) para que estén en capacidad de hacerse cargo de la seguridad del país cuando se retiren las fuerzas extranjeras. República Checa y España suministraba instructores y personal de apoyo (actualmente hay 200 españoles, pertenecientes a la VII Bandera “Valenzuela” de la Legión Extranjera Española, en Malí, pero los ha retirado tras el golpe que desplazó al presidente Bah N’Daw.
Francia mantiene en Mali tropas de protección, Alemania un hospital de campaña y Bélgica dos helicópteros de evacuación médica. En total la Unión Europea ha desplazado unos quinientos militares a Malí e invertido cientos de millones de euros (32 millones de euros anuales) para contribuir a estabilizar el país.
Los Estados Unidos participan también suministrando “Predators”, “drones” de gran utilidad para la vigilancia de grandes espacios abiertos y que operan desde el territorio de Níger.
Cinco países africanos: Mali, Mauritania, Níger, Burkina Faso y Chad han constituido la “Fuerza G-5” para contribuir en la lucha contra el islamismo.
Precisamente, el conflicto en Mali se mantiene como el mayor desafío a la seguridad en el Sahel. En opinión del profesor Alaya Allani, de la Universidad de Manouba en Túnez, “los yihadistas van a desarrollar una guerra de desgaste desde las zonas de difícil acceso en las que se han refugiado”.
EL GOLPE DE ESTADO DE 2020
En las elecciones presidenciales de 2013 se impuso Ibrahim Boubakar Keïta, quien obtuvo el 78% de los votos emitidos. Su mandato se desarrolló entre la crisis económica que afecta al país, los ataques de los grupos yihadistas y la cada vez mayor presencia de tropas extranjeras en el país
En 2018, Keïta se postuló para un segundo mandato y triunfó en la elección, pero sólo después de haberse visto forzado a pasar por una segunda vuelta electoral debido al debilitamiento de su imagen popular.
Desde julio se llevaban a cabo fuertes manifestaciones opositoras en las calles de Bamako, la capital maliense, que demandaban la renuncia del presidente debido a graves hechos de corrupción que involucraban a ciertos funcionarios y a miembros de su propia familia (en especial por la vida licenciosa de Karim Keïta, uno de los hijos del presidente) y la prolongada violencia que llena de sangre al país . La oposición también acusaba al presidente Keïta de haber hecho fraude en la elección parlamentaria el marzo pasado e instalar en el Parlamento a sus candidatos. Las movilizaciones opositoras fueron impulsadas especialmente por el imán popular Mahmoud Dicko y la coalición de agrupaciones políticas denominada Movimiento 5 de Junio – Agrupación de Fuerzas Patrióticas (M5-RFP).
La gobernabilidad del país se vio aún más afectada después de que las fuerzas de seguridad asesinaran a once manifestantes durante la represión de las protestas.
Finalmente, el miércoles 18 de agosto de 2020 los militares de la base de Kati (situada a unos 15 kilómetros de Bamako), la 3ª División Militar al mando del Coronel Mayor Malick Diaw se rebelaron contra las autoridades militares y detuvieron al presidente Ibrahim Boubacar Keïta, al jefe de gobierno Bubu Cissé y a otros altos funcionarios del gobierno y tomaron el poder.
Los militares golpistas constituyeron un “Comité Nacional para la Salvación del Pueblo”, presidido por el coronel mayor Assimi Goita del Ejército de Tierra y responsable de las Fuerzas Especiales en el centro del país, la región más golpeada por el terrorismo y la violencia intercomunitaria en los últimos años.
El Comité Nacional para la Salvación del Pueblo está integrado por cinco militares: coronel mayor Goita, el coronel mayor Malick Diaw, el coronel Sadiou Cámara, a quién los observadores consideran el “cerebro” del golpe y que acaba de regresar a Mali después de un período de instrucción militar en Rusia, el coronel mayor Ismael Wagué, Jefe Adjunto del Estado Mayor del Ejército del Aire.
Finalmente, el Comité Nacional para la Salvación del Pueblo prometió normalizar el país a través de elecciones en cinco años y designo presidente de transición al general Bah N’daw desplazado por Assimi Goïta el 25 de mayo pasado
REPERCUSIONES INTERNACIONALES
Los militares sublevados han prometido respetar la vida y la seguridad de los funcionarios desplazados y que Malí seguirá cumpliendo todos los tratados internacionales y con la hoja de ruta establecida para la transición a la democracia.
No obstante, el golpe de Estado fue inmediatamente rechazado por diversos organismos internacionales: el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la Unión Europea, la Unión Africana y la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO).
La Unión Africana y la CEDEAO incluso suspendieron la membresía de Mali a sus respectivas organizaciones hasta tanto se restablezca el orden constitucional en el país. En el mismo sentido se pronunció el Departamento de Estado de los Estados Unidos.
CONCLUSIONES
La República de Malí constituye una pieza clave en la situación de seguridad de la región sáharo – saheliana, un amplio espacio sin ley que abarca una superficie mayor que la de Europa.
Un espacio sin ley cuyos habitantes viven bajo la continua amenaza de hambrunas y los grupos criminales organizados y las organizaciones armadas yihadistas aprovechan para realizar sus negocios ilícitos.
Por tanto, la existencia de un gobierno de facto ilícito en Mali constituye un importante factor de inestabilidad y de promoción de la violencia que hará más difícil la cooperación internacional en la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado transnacional.
La situación sigue siendo muy fluida en Malí y nada garantiza que los militares abandonen el poder y llamen a elecciones realmente libres y democráticas.