EL DIFERENDO DEL SÁHARA
1. ANTECEDENTES
El Sáhara ha sido, es y será siempre una parte indisoluble del Reino de Marruecos. Marruecos es un antiquísimo reino magrebí. Más antiguo que la mayoría de las reinantes monarquías europeas.
El primer reino marroquí se remonta al año 740 y fue fundado por el Mouley Idrissis ibn Addullah ben Hasan ben Alí, nieto de El Profeta. Idrisissis I creó el primer reino unificado en la zona septentrional del actual Marruecos.
Los monarcas idrisíes fueron reemplazados por dos grandes movimientos bereberes protagonizados por tribus provenientes del Sáhara: los almorávides y los almohades.
A partir de 1048, Marruecos se convirtió en el centro de un imperio expansionista capaz de reunir en un arco de casi dos siglos todo el Islam Occidental desde España hasta las riberas del río Congo.
El Reino de Marruecos, en tiempos de Ahmed Al Mansur Eddahbi, El Dorado, (1549 – 1603), se extendía por todo el actual territorio marroquí, parte de Argelia, Mauritania, Níger y Malí donde las tropas marroquíes habían ocupado las ciudades de Djenné, Gao y Tombuctú. La expansión militar permitió al reino marroquí controlar las salinas saharianas, asegurar y expandir las rutas comerciales y capturar las ricas minas de oro.
El recuerdo del “Gran Marruecos” de tiempos de Ahmed Al Mansur aún alimenta el ideario nacionalista de muchos marroquíes.
La actual dinastía alauí se remonta al sultán Al Rashid (1664 – 1672), lo que la convierte en una dinastía más antigua, por ejemplo, que la española. Los borbones recién ocuparon el trono de una España unificada en 1701. El mismo año en que Pedro I, el Grande, fundaba San Petersburgo, la puerta de Rusia hacia el occidente europeo.
Pero, cuando hablamos en África de reinos del siglo XVII a la primera mitad del siglo XX, debemos tener presente que su concepto de “Estado Nación” y soberanía territorial dependía de la existencia de sociedades tribales y de medios tecnológicos precarios para viajar por grandes extensiones desérticas y mantener comunicaciones administrativas.
En las regiones marroquíes más alejadas de la capital y de las grandes ciudades Las tribus vivían en lo que se llamaba en aquel entonces la “Sayba”, es decir en anarquía, y los sultanes de Marruecos ejercían el poder a través de la designación de algunos jefes o sus representantes personales, y el envío de dahires (decretos) a las tribus del Sahara, hechos que justifican la lealtad, la pleitesía y el fuerte apego al Sultán de Marruecos.
Entre estos antecedentes pueden mencionarse, los documentos de nombramiento y destitución de los agentes de las autoridades, los funcionarios, los militares y los líderes religiosos. La mejor prueba es la del decreto del emir del Emirato de Trarza en el suroeste de Mauritania, que había sido firmado por el sultán Moulay Abdelaziz. En el año 1905, el mismo sultán encargó a su gran visir Cheikh Mohammed Hassan Ben Yaich, realizar una gira de inspección a Saguia el Hamra, donde estaba entregando los Dahires de nombramiento a los Caids y a los representantes de la administración que habían jurado lealtad y pleitesía al Sultán.
Desde 1898 hasta 1905, el sultán Mulay Abdelaziz, estaba interesado por la construcción de la ciudad de Esmara enviando el material necesario a través del puerto de Tarfaya, e incluso en el momento del establecimiento del Protectorado en Marruecos, el Reino marroquí no dejó de recaudar impuestos desde esta región.
Cabe señalar que el príncipe alauí Moulay Idriss Ben Abdul Rahman, fue el enviado a la ciudad de Esmara y al resto de las zonas del sur, para cobrar los impuestos y mantener la resistencia contra las tentativas de invasión venidas de los franceses en el sur de Senegal (las batallas que dirigió en el Emirato de Tagant).
A pesar de la ocupación española, se han conservado dos aspectos relacionados con la soberanía marroquí, a saber: la pleitesía, es decir redacción de un documento de lealtad por los jefes de las tribus al Rey, y el compromiso de predicar (rogar, suplicar) al Rey en los discursos y sermones en las mezquitas.
Incluso durante la colonización francesa de Argelia en 1830, el reino de Marruecos se extendía en una superficie de dos millones de kilómetros cuadrados. Es más en todas las épocas sus provincias del Sahara representaban las fronteras con Argelia, Mauritania y algunos países de África.
Así, el acuerdo firmado el 27 de noviembre de 1912 entre Marruecos y España, ejerció un régimen de protectorado en los territorios del Sultanato de Marruecos, concretamente en el norte y en el sur de la zona del Protectorado francés que ocupaba la mayor parte de los territorios de Marruecos. Las regiones comprendidas en la zona de influencia española continuaron bajo la autoridad civil y religiosa del jalifa o representante del Sultán, con residencia en Tetuán.
Los países europeos tienen sobrado conocimiento del contexto de la ocupación de las regiones del Sahara por España; de hecho, los argumentos y los documentos que están a su disposición, particularmente en Madrid, París, Lisboa y Londres, confirman que Marruecos ejercía soberanía sobre las regiones del Sur. Por lo tanto, en las conferencias de Berlín en 1884-1885 y de Algeciras en 1906, en las que se aceptaba el reparto de Marruecos en zonas de influencia entre Francia y España, a la primera le correspondía el centro del país y a la segunda la zona del norte y del sur del reino.
A este respecto, es de mayor importancia citar la posición de Alemania, porque fue el último país europeo que aceptó la imposición del Protectorado francés en Marruecos, en su acuerdo firmado con Francia en 1911, había puesto como condición inviolable la necesidad de proteger la soberanía del Rey de Marruecos y de preservar la integridad territorial del reino.
2. PERIODO COLONIAL
Marruecos era un objetivo atractivo para las potencias occidentales, debido a su posición y su interés estratégico y a su proximidad a los países europeos; las primeras muestras de colonización y expansión se remontan al siglo XV y XVI, cuando los españoles fueron atraídos por el litoral del Sahara. Su primer establecimiento sobre esta parte del litoral sahariano data de 1476. Por su parte, los portugueses empezaron una política expansionista en Marruecos para controlar la costa y las actividades de piratería.
El tratado de Alcáçovas fue firmado entre España y Portugal en 1479, un acuerdo que constituyó una plataforma para repartir los territorios atlánticos entre ambos países, con lo cual Portugal se le reconoció a España la soberanía sobre las Islas Canarias y el sur de Marruecos, mientras que España reconoció el reino de Fez (actual Estado marroquí) como en el esfera de influencia del reino de Portugal.
A partir de 1865, los españoles iniciaron numerosas incursiones en la costa sur de Marruecos con el fin de estabilizarse, para explotar sus riquezas pesqueras y controlar el flujo del comercio, haciendo frente al mismo tiempo a cualquier intervención (injerencia) de otras potencias coloniales en aquellas zonas.
En 1884, España pudo ocupar las zonas costeras del sur de Marruecos, pero las fuerzas coloniales españolas no eran capaces de extender su autoridad sobre el conjunto del territorio marroquí, limitándose solamente al control del centro comercial de la isla de Dajla, y esto se debe a la intensa resistencia marroquí por un lado, y a las enormes dificultades financieras a las que se enfrentaba España por otro lado.
El acercamiento político entre España y Francia dio lugar a la celebración de acuerdos entre las dos potencias coloniales, como el tratado firmado el 27 de junio de 1900, en el que ambos países delimitan las fronteras de sus zonas de influencia en Marruecos. Las disposiciones de este tratado se confirmaron en los tratados del 03 de octubre de 1904 (tratado secreto) y del 27 de noviembre de 1912, según los cuales España ejerció un régimen de protectorado hasta los años 1956 y 1958, pero pese a una serie de ataques en varias regiones de Marruecos, la ocupación efectiva del Sahara no se realizó hasta 1934, cuando se apoderó de las ciudades de Esmara y la región de Oued Eddahab (Río de Oro).
En el tratado de Fez, del 30 de marzo de 1912, se establece el protectorado francés sobre Marruecos; luego Francia firma un acuerdo con España el 27 de noviembre de ese mismo año, reconociendo a Madrid el territorio de la zona sur y norte de Marruecos, estableciéndose el protectorado español, con capital en Tetuán, bajo la autoridad del jalifa o representante del sultán de la zona, Muley Mohammed Mehedi Uld Ben Ismael, sustituido por su hijo Muley El Hassan Ben El Mehdi, en 1923; salvo la ciudad de Tánger que obtiene carácter de ciudad internacional por el estatuto de 1923 ejercido por varios países.
Sin embargo, la resistencia marroquí a la ocupación se llevó a cabo en todas las zonas hasta la producción de la independencia formal de Marruecos y el fin del protectorado, en virtud del acuerdo franco-marroquí firmado el 2 de marzo de 1956, que puso fin al tratado de 1912 y Marruecos lograría recuperar su independencia. Seguido por el acuerdo hispano-marroquí el 07 de abril de ese mismo año, a consecuencia del cual Marruecos consigue la independencia, y comenzó a reclamar algunos territorios todavía ocupados.
3. DESCOLONIZACIÓN
Marruecos logra su independencia política en 1956, finalizando los protectorados ejercidos por Francia y España sobre su territorio. Pero, la recuperación de algunos territorios controlados por España se realizó en sucesivas etapas: el norte en 1956, las zonas de Tarfaya en 1958 y Sidi Ifni en 1969. Por lo tanto, Marruecos sigue reclamando ante las Naciones Unidas la recuperación de las provincias de Río de Oro y la Saguia el Hamra (las provincias del Sur).
4. LA GUERRA DE LAS ARENAS
La presencia colonial de Francia en Argelia fue un obstáculo para la delimitación territorial entre este Estado y Marruecos. A partir de la década de 1930, aprovechando la existencia del Protectorado, Francia anexo las regiones marroquíes de Tinduf y Béchar a lo que en esa época se denominaba como Departamento de Ultramar de la Argelia Francesa.
Al recuperar su independencia, en 1956, el Reino de Marruecos inmediatamente reclamó a Francia la restitución de su territorio. El tambaleante gobierno de la IV República propuso al rey Mohamed V reintegrar el territorio ilegalmente anexado y acordar un tratado definitivo de límites muy favorable a Marruecos a cambio de que el gobierno marroquí cesara en su apoyo al movimiento independentista argelino. La respuesta de Mohamed V fue categórica. El monarca marroquí se negó terminantemente a establecer cualquier acuerdo diplomático con la potencia colonial a espaldas de sus “hermanos de Argelia”.
Sin embargo, una vez producida la independencia, el líder radical argelino Ahmed Ben Bella se negó a reconocer los reclamos territoriales de Marruecos. Pronto se generaron incidentes en la desértica zona fronteriza en disputa de Hassi Bayda. En octubre de 1963 comenzó el enfrentamiento militar abierto. El Ejército de Liberación Nacional de Argelia estaba formado por los antiguos combatientes que habían enfrentado a las fuerzas coloniales franceses en una guerra de guerrillas que se prolongó por más de ocho años. Además, contaba con armamento y entrenamiento suministrado por la Unión Soviética –en especial, blindados T-55) y con la asistencia de novecientos combatientes cubanos enviados por Fidel Castro[2].
No obstante, las fuerzas armadas de Hassan II, equipadas con moderno armamento occidental y contando con la discreta asistencia de los Estados Unidos y Francia se impusieron sobre el terreno. Los combates más sangrientos se produjeron en los pueblos de Figuig y M. Hamid. Finalmente, la intervención de la Organización para la Unidad Africana logró el establecimiento de un alto al fuego, el 4 de noviembre de 1963. El acuerdo fue firmado en Bamako por Hassan II y Ben Bella, merced a los buenos oficios del emperador etíope Haile Selassie I.
Las tensiones entre Marruecos y Argelia se redujeron gracias al establecimiento de una zona desmilitarizada en el tramo en disputa de la frontera común y el conflicto territorial quedó en manos de una comisión africana de arbitraje. Posteriormente, el 17 de julio de 1964, durante la Conferencia de El Cairo, una reunión entre Hassan II, Ahmed Ben Bella y el presidente tunecino Habib Boruguiba, sirvió para estabilizar la región del Magreb.
En 1965, un golpe militar derrocó a Ben Bella, con su sucesor el coronel Hourari Boumedián, las relaciones entre Marruecos y Argelia mejoraron transitoriamente. La catedrática de Historia de la Universidad de California opina al respecto de este conflicto que “fraguó una hostilidad permanente y una amarga animosidad envenenó el ambiente entre los dos vecinos, que desembocó directamente en la crisis del Sáhara Occidental en 1975”.[3]
5. REIVINDICACIÓN DEL SÁHARA
El 14 de diciembre de 1960, la ONU, de acuerdo con la Resolución 1.514 de su Asamblea General, ratificó la declaración para la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales, y recomendó al Gobierno español, tras oír a Marruecos y Mauritania, que organice una votación, que ella supervisará, para evidenciar el derecho de la población saharaui a la autodeterminación. Francia otorgó la independencia a Mauritania y España comienzo a pensar que se acercaba el momento de abandonar su colonia del Sáhara. Por lo tanto, reconoció ante las Naciones Unidas que está región se encontraba dentro de los territorios no autónomos. Pero intentó aprovechar esta recomendación para impulsar la creación de un Estado Satélite en el Sáhara que preservara la presencia española en la región.
A comienzos de los años setenta la juventud, en especial los estudiantes universitarios, se sienten inclinados a romper con las estructuras sociales tradicionales y adherir a todo tipo de ideas radicalizadas. Son los años del movimiento hippie, el auge de las filosofías orientales, del inicio del consumo de drogas. Es una época en que la utopía parece al alcance de la mano. Donde la Guerra de Vietnam y el Mayo Francés del ‘68 provocan en la juventud una necesidad de compromiso y participación en la construcción de un mundo mejor. Aun cuando ello implique adherir a la “lucha armada”.
Desde Medio Oriente, tras la Guerra de los Seis Días, aparecieron los campos de refugiados y las nuevas formas de lucha. Se multiplican los “frentes populares de liberación” que aplican técnicas de terrorismo y guerrilla urbana: secuestros de aviones, atentados explosivos, secuestros extorsivos, asesinatos selectivos, etc. Diversos países de la región albergaron campos de entrenamiento militar donde se adiestraban los jóvenes guerrilleros que luego llevaron la violencia a los más diversos rincones del mundo.
En sintonía con los cambios que se producían en el Medio Oriente, tras poco más de una década de sangrientos enfrentamientos en el Sidi Ifni, en 1969, las Cortes franquistas aprobaron el reintegro de este territorio al Reino de Marruecos.
El 27 de mayo de 1970, Argelia, Marruecos y Mauritania proclamaron su intención de “colaborar en la liberación del Sáhara”. Marruecos, que aún no tenía resueltas sus fronteras con Mauritania y Argelia, llegó a esta declaración para avanzar en la recuperación de sus territorios todavía en poder de España. Más tarde, Argelia al verse excluida del reparto territorial del Sáhara Occidental comenzó a alimentar con dinero y propaganda el inexistente, hasta entonces, nacionalismo saharaui.
El 17 de junio, se produjo una demostración a favor de la independencia en el centro de la ciudad del Aaiún que terminó en una masacre de saharauis y la ejecución extrajudicial del dirigente saharaui Mohamed Sidi Ibrahim Basir a manos del Ejército franquista.
Un grupo de estudiantes secundarios y universitarios, más radicalizados, aprovechan sus vínculos con a la Unión Soviética, a través de Argelia, crean el 10 de mayo de 1973, el “Frente Popular de Liberación de Saguía el Hamra y Río del Oro, más conocido como “Frente Polisario”. Siguiendo el modelo soviético tradicional la jefatura es ejercida por un “Secretario General”: El Ueli uld Mustafá, un joven estudiante proveniente de Saguia. Originariamente, la creación del Frente tenía por intención restaurar la soberanía marroquí sobre el territorio saharaui pero la intervención de Argelia y Libia transformaron un movimiento anticolonial en una organización separatista de ideología marxista leninista.
La Libia del coronel Muhammad Gadafi comenzó a difundir la ideología del socialismo árabe entre los jóvenes saharauis refugiados en Mauritania. A partir de 1974, los libios brindaron entrenamiento y armas sofisticadas los saharauis a través de su embajada en Nuakchot. El Frente Polisario comenzó a realizar acciones guerrilleras atacando puestos, patrullas y convoyes españoles.[4]
La intromisión de Argelia en este asunto desempeñó un papel crucial en cuanto a la conversión de las orientaciones del Frente. Así pues, colocó a estos estudiantes saharauis bajo su tutela abasteciéndolos de dinero y armas; y ello, a manera de contraparte a la derrota que Marruecos le infligió en la “guerra de las arenas” en 1963. Patrocinando este movimiento separatista, Argelia aspiraba a concretar sus ambiciones geopolíticas, en particular, pretendiendo garantizar su acceso al Océano Atlántico para exportar desde los puertos de la región su petróleo y gas rumbo a Europa, buscando “encajonar” a Marruecos entre estados hostiles que los aislaran de su natural proyección territorial hacia el interior de África.
Del mismo modo, los dirigentes políticos y militares argelinos han estado convencidos de que su supremacía sobre la región sólo se confirmaría debilitando a Marruecos mediante la formación, en esa parte del Sáhara de una esfera de influencia argelina, a través de la creación de un artificial Estado satélite.
El 25 de abril de 1974, tuvo lugar la llamada “Revolución de los Claveles” que puso fin al decadente Estado Novo, presidido por Marcelo Gaetano. El poder recayó en el general Antonio de Spínola y del izquierdista Movimiento das Forças Armadas. Inmediatamente comenzó el proceso de descolonización de las colonias portuguesas en África: Angola, Mozambique, Sao Tomé y Príncipe, etc.
La Unión Soviética aprovechó el repliegue de Portugal y la debilidad de la presidencia estadounidense afectada por la retirada de Vietnam y por el escándalo Watergate para extender su influencia por el continente africano. Contó para ello con la colaboración del gobierno cubano que envió 40.000 soldados a la región. A partir de 1969 una flota soviética se acantonó en Conakry, en el Golfo de Guinea, y en 1976 con la toma del poder por el Movimiento para la Liberación de Angola, la URSS dispuso de facilidades en los puertos de Luanda, Lobito y Mocamedes. Allí se estacionaron una docena de buques entre los cuales había tres o cuatro destructores, una nave anfibia y un número indeterminado de submarinos nucleares y buques espías.
Las islas de Cabo verde, Guinea Bissau, Sierra Leona, Guinea Ecuatorial, Sao Tomé e Príncipe, Congo, Zaire y Angola pasaron a tener regímenes ligados en mayor o menor medida a la órbita soviética. Las visitas del presidente del Presidium Podgorny y del Primer Ministro cubano Fidel Castro a la región, pusieron de relieve la importancia que el Bloque socialista concedía al continente africano. Por ese entonces, se estimaba que la ayuda militar soviética al continente era de aproximadamente dos mil millones de dólares en 1976.[5]
6. LA MARCHA VERDE
El gobierno franquista de España, que estaba llegando a sus últimos días, intentó crear un Estado títere en al Sahara marroquí que por su propia debilidad quedaría bajo la órbita de Madrid. Con este propósito, el 20 de agosto de 1974, el gobierno español anunció su intención de celebrar un referéndum de autodeterminación en el Sáhara en los primeros seis meses de 1975. La intención española es preservar sus intereses económicos en ese territorio.
Marruecos desbarató la maniobra continuista española recurriendo al Tribunal Internacional de Justicia para que determinara si el territorio sahariano era res nullius, tierra de nadie, en el momento de la llegada de los españoles, en cuyo caso aceptaría el referéndum, o sí, por el contrario, existían títulos jurídicos de Marruecos sobre el Sáhara, solicitando entonces de la ONU que recomendara negociaciones directas entre Rabat y Madrid.
Saldando un diferendo de más de cuatro años, Marruecos y Mauritania acordaron una división de sus respectivas soberanías en el Sáhara Español a los efectos de facilitar la descolonización del territorio. Marruecos renunció temporariamente a parte de su soberanía territorial para asegurarse al menos una parte de sus antiguas posesiones. Posiblemente, el rey Hassan II tuviera la certeza de que Mauritania no sería capaz de controlar el territorio saharaui y que pronto se vería obligada a reintegrarla a la soberanía marroquí.
El 23 de mayo de 1975, al término de una reunión del Consejo de Ministros, el ministro de Información León Herrera, da a conocer la siguiente declaración: “El Gobierno confirma su deseo de cumplir las resoluciones aprobadas por las Naciones Unidas y, al mismo tiempo, declara su propósito de transferir la soberanía del territorio del Sahara en el más breve plazo que sea posible, en la forma y modo que mejor convenga a sus habitantes y a la satisfacción en su caso de cualquier legítima aspiración de países interesados en aquella zona”.
El 16 de octubre de 1975, el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya dio a conocer un dictamen sobre el Sáhara. El alto tribunal consideró que el Sáhara Occidental, en el momento de la llegada de España, fijado en 1884, no constituía una res nullius, sino que se hallaba habitado por poblaciones que, aunque nómades, estaban social y políticamente organizadas en tribus y colocadas bajo la autoridad de jefes competentes para representarlas que rendían tributo y acatamiento al Sultán de Marruecos.
Inmediatamente el rey Hassan II se dirigió a la nación por radio y televisión para declarar que la Corte Internacional de La Haya había afirmado la existencia de vínculos jurídicos y de sumisión entre la población del Sáhara y el reino de Marruecos. Una vez reconocido este derecho, decía Hassan II “no nos queda más que recuperar nuestro Sahara, cuyas puertas se nos han abierto”.
Según el Rey, “La recuperación” se haría de una manera pacífica, mediante una marcha civil en la que participarían 350.000 voluntarios quienes solamente irían armados con el Corán: era “La Marcha Verde”.
La posición de Marruecos de recuperar sus territorios en el Sáhara era bien vista por los Estados Unidos de América y Francia que temían que la aparición de un Estado títere en esa región favorecería la expansión de la Unión Soviética en el frente atlántico del África a través de Estados “procuradores” como lo eran en ese entonces Argelia, Libia e incluso Cuba. Es por ello, que el secretario de Estado Henry Kissinger expresó su apoyo a la soberanía marroquí sobre el Sáhara. Incluso el Alto Estado Mayor español veía en el control marroquí un freno a las actividades subversivas del Movimiento para la Autodeterminación e Independencia de Canarias –MPAIAC-, otro grupo liberación apoyado por Argelia y Libia que buscaban proyectar su influencia desde el Mediterráneo hasta la costa del Atlántico.
El 17 de octubre de 1975 se reunió el Consejo de Ministro de España presidido por el agonizante Generalísimo Francisco Franco Bahamonde y decidió el abandono del Sáhara Español. El 18 de octubre, el general jefe del Alto Estado Mayor y presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, Carlos Fernández Vallespín, envía al teniente general jefe del Estado Mayor Central la orden de iniciar la “Operación Golondrina”, el 10 de noviembre de 1975 a las 09.00 horas.
El 21 de octubre de 1975, el primer ministro marroquí, Ahmed Osman, da salida a una vanguardia de 20.000 voluntarios. El 3 de noviembre se concentran en Tarfaya 350.000 ciudadanos y dirigentes marroquíes que apoyaban los reclamos de su rey.
A partir del 30 de octubre, mientras que la Marcha Verde todavía estaba en Tarfaya, las Fuerzas Armadas Reales de Marruecos recuperaron el Sahara Occidental sin resistencia o protesta de España y se dirigieron hacia Hausa, Echdeiría y Farsía.
El 8 de noviembre de 1975, el ministro Carro, con el embajador Martín Gamero, se entrevistan con Hassan II en Agadir y le ofrece las suficientes garantías sobre la entrega del Sáhara. El día siguiente, el rey Hassan II pronuncia un emotivo discurso afirmando que el pueblo marroquí ha alcanzado sus objetivos políticos y que, por lo tanto, los voluntarios debían retornar al punto de partida. El día 10 de noviembre los voluntarios marroquíes comienzan su regreso a Tarfaya.
La entrega del Sáhara se formalizó, en Madrid, entre el 12 y el 14 de noviembre de 1975, por medio de los llamados Acuerdo Tripartitos. España entregaba la administración del territorio a Marruecos y Mauritania y se retiraría definitivamente el 28 de febrero de 1976. Inmediatamente el rey Hassan II se dirigió a los saharauis manifestando que “respetaría la opinión de la población saharaui expresada a través de la Yemáa” el órgano de consulta creado por los españoles.
En 1976, el Frente Polisario proclamó unilateralmente el nacimiento de la “República Árabe Saharaui Democrática” durante una conferencia de prensa realizada en los campos de “refugiados” cerca de Tinduf, dentro del territorio de Argelia. Se trataba de otra “democracia popular” donde las estructuras estatales y las del partido único se mezclan en una sola entidad. La RASD nunca alcanzó los atributos mínimos para ser considerado un Estados. No obtuvo reconocimiento internacional por un número suficiente de Estados ni dispuso de un territorio propio donde ejercer la soberanía, solo “controlaba”, con el apoyo del Ejército argelino, los campos de refugiados situados a unos pocos kilómetros cuadrados de alrededor de Tinduf, dentro del territorio y la soberanía de Argelia.
Inmediatamente, la Unión Soviética, Cuba y Argelia comienzan a ejercer su influencia sobre las naciones del Tercer Mundo para que algunas de ellas reconozcan a esa suerte de Estado virtual que era la RASD.
Después del retiro de las tropas españolas, el Frente Polisario contando con el apoyo de Argelia y otros países socialistas desarrolló una guerra de guerrillas contra las fuerzas marroquíes y mauritanas que ocupaban el territorio recientemente descolonizado. Los guerrilleros del Ejército de Liberación Popular Saharaui entrenados y armados por Argelia contaban con armamento ligero, eran profundos conocedores del terreno y sus rutas, del que sacaban gran provecho. Se desplazaban en pequeñas unidades o columnas de vehículos todoterreno, atacan de manera rápida y contundente para luego replegarse a territorio argelino.
El Ejército de Liberación Popular Saharaui era conducido por el comandante Lahbib Ayub, un miembro de la influyente tribu Erguibat Lebuihat, nacido en 1951, en Tifariti, al sureste de Smara. Hijo de un criador de camellos, Ayub se unió a la lucha contra la dominación española antes de cumplir los veinte años y fue uno de los fundadores del Frente Polisario en 1973.
El 6 de junio de 1976, Ayub realizó una incursión en el desierto de más de cuatrocientos kilómetros, bajo de Nuadhibu y ocupó por breve tiempo los suburbios de Nuakchot, la capital mauritana. Empleando cañones sin retroceso para bombardear la residencia presidencial. En 1977, multiplicó sus ataques contra el tren que transportaba el mineral de hierro extraído por SNIM –la empresa nacional de la industria minera- hacia la costa atlántica, principal fuente de recursos del país. Unos meses más tarde, atacó directamente la ciudad minera de Zuerate, donde habitaban centenares de cooperantes franceses con sus familias. Aprovechando las escasas fuerzas de defensa de la ciudad, Ayub atravesó las trincheras y fosos antitanques, ocupó el aeropuerto y el centro de la ciudad provocando el desbande de las fuerzas mauritanas. Dos franceses murieron en el ataque y otros seis fueron secuestrados como “prisioneros de guerra”.
La incursión de Ayub fue directamente organizada por el coronel Liamín Zerual –quien el 31 de enero de 1994 se convirtió en presidente de Argelia-. En el ataque las fuerzas del Polisario emplearon armamento sofisticado proporcionado por Corea del Norte.
Durante más de una década el Frente Polisario combinó la guerra de guerrillas con acciones terroristas contra intereses y ciudadanos españoles y de terceros países, aún después del retiro de España del Sáhara. Entre estas acciones criminales se pueden mencionar las siguientes:
– Marzo de 1975: Secuestro durante siete meses del comerciante canario Antonio Martín.
– Atentado contra el pesquero “Puerto de Naos”.
– Abril de 1977: Atentado contra los pesqueros canarios “Pinzales” y “Saa”.
– Noviembre de 1977: atentado contra el pesquero “Lugo”.
– 20 de abril de 1978: atentado contra el barco “Las Palomas” y secuestro de su tripulación hasta el 14 de octubre de ese año.
– Mayo de 1978: Atentado contra el pesquero “Lérez”.
– Agosto de 1978: Atentado contra el pesquero “Tela”.
– Septiembre de 1978: atentado contra los pesqueros “María Luisa”, “Alada”, “Dorotea”, “Mar Caribe” y “El Batán”.
– 5 de octubre de 1978: captura del pesquero español “Génesis”, tres pescadores heridos son trasladados a campamentos del Polisario y liberados el 12 de octubre.
– Octubre de 1978: ataque contra el barco sudafricano “Zuiderster 8”, arrojando un saldo de seis víctimas mortales.
– 30 de noviembre de 1978: Hombres del Frente Polisario, en trajes de buceo, suben a bordo del pesquero “Cruz del Mar”, desde una lancha “zodiac” y, tras cenar amigablemente, reúnen en cubierta a la tripulación y los ametrallan. Siete de los tripulantes fallecen y tres, aunque son heridos, sobreviven.
– Julio de 1979: Ataque contra el barco panameño “Dong Bang 53”.
– Abril de 1980: ataque al pesquero “Juancho”.
– Marzo de 1985: ataque contra el pesquero “Carmen de las Nieves”.
– Junio de 1985: ataque contra el pesquero “Peixe do Mar”.
– 22 de septiembre de 1985: ataque contra el pesquero “Junquito” y contra la patrullera militar española “Tagomago”, incluido el asesinato y secuestro de tripulantes. En represalia por estos ataques el entonces Jefe de Gobierno español Felipe González dispuso, el 30 de octubre, la expulsión del territorio español de los “representantes” del Frente Polisario. Sin que la medida fuera revocada y sin que los líderes del Polisario pidieran perdón o se juzgara a los responsables, años más tarde, los representantes polisarios retornaron a España.
– Julio de 1986: Ataque contra el pesquero “Andes”.
– Septiembre de 1986: ataque contra el carguero de la Naviera Armas “Puente Canario”, con el salto de dos tripulantes muertos.[6]
– Según la ONG española “Asociación Canaria de Víctimas del Terrorismo del Frente Polisario”, un total de sesenta navíos españoles sufrieron ataques por parte de fuerzas del Frente Polisario que provocaron la muerte de 289 marineros.
Los ataques del Ejército de Liberación Popular Saharaui, gracias al apoyo de Argelia y otros países del Bloque Socialista, obtuvieron un éxito parcial. En agosto de 1979, Mauritania se retiró del Sáhara, evacuando Dajla y Ued Eddahab. Pero, a partir del 11 de agosto, las Fuerzas Armadas Reales de Marruecos ocuparon la zona evacuada por Mauritania. En un primer momento las tropas marroquíes solo controlaban los centros urbanos: Bujdur, Dajla, El Aaiún, Bucraa y Smara. Los polisarios controlaban el desierto. En enero de 1979, Lahbib Ayub repite su estrategia atacando territorio marroquí en una región fuera del Sáhara Occidental. Su blanco fueron Lemseid y la ciudad de Tan. En 1980 atacó directamente Ras el Janfra y Yebel Uarkziz.
Fue entonces cuando las autoridades marroquíes decidieron cambiar de estrategia. Limitando la capacidad de los terroristas polisarios de realizar incursiones guerrilleras eligiendo la oportunidad y el lugar. Para ello apelaron a la construcción de un muro fronterizo de defensa. A decir verdad, se trata de un muro de arena y piedra de tres metros de alto uniendo las posiciones fortificadas con puestos de observación dotados de timbres de alarma. Estos puestos están separados por una distancia de dos a tres kilómetros. El perímetro fue reforzado con la instalación de alambre de espino, campos minados, censores y patrullas móviles.[7]
La construcción del muro se inició en enero de 1980, se ejecutó en seis etapas repartidas en el periodo de 1980 a 1987. Una vez terminado, en 1987, el “muro” se extendió desde Mahamid El Guizlán –a 90 kilómetros al Sur de Zagora, dentro del territorio de Marruecos de 1975- hasta Guergarat, en la costa atlántica.
El muro de 2.200 kilómetros se extiende a lo largo de la frontera con Argelia y de la frontera con Mauritania a una distancia que varía entre varios centenares y varias decenas de kilómetros, delimitando así dos zonas: un Sáhara Occidental del interior, protegido por el muro, y una banda territorial estrecha de miles de kilómetros cuadrados que constituyen una “tierra de nadie” de hecho por donde las fuerzas del Polisario pueden desplazarse libremente. Cabe señalar, no obstante, que, para transitar de norte a sur, dichas fuerzas se ven obligadas a violar la soberanía de Mauritania.
Durante los años que demando la construcción del muro las fuerzas del Frente Polisario intensificaron sus ataques empleando armamento sofisticado. Pese a las bajas y daños materiales que provocaron esos ataques del Ejército de Liberación Popular Saharaui no fueron suficientes para impedir la terminación del muro.
La última gran incursión del comandante Ayub, la realizó en octubre de 1989, empleando oficiales y cuadros formados en la escuela militar de Cherchell, en Argelia, las fuerzas del Frente Polisario intentaron adaptarse a la guerra convencional atacando el muro en Guelta Zemmur con varias decenas de blindados. Aunque inicialmente logró franquear el muro, Ayub debió retirarse rápidamente ante la contraofensiva lanzada por las Fuerzas Armadas Reales de Marruecos empleando aviación y blindados. El comandante guerrillero saharaui aprendió la lección. Sus fuerzas no eran capaces de enfrentar a las marroquíes en una guerra de tipo convencional donde deben ocuparse y mantenerse las posiciones. No volvería a intentar desafiar la eficacia del muro de contención. Años más tarde, el comandante Ayub, en conflicto con el personalismo y autoritarismo que reinaba en el Frente Polisario abandonó la República Árabe Saharaui Democrática para radicarse dentro de Marruecos.
Después de la terminación del muro, el Ejército de Liberación Popular Saharaui quedó convertido en una fantasmal milicia de unos pocos miles de combatientes.
Finalmente, el 6 de septiembre de 1991, el Reino de Marruecos y el Frente Polisario alcanzaron un cese de hostilidades con el auspicio de las Naciones Unidas. El alto el fuego es supervisado por la Misión de Naciones Unidas para la Organización de un Referendo en el Sáhara Occidental – MINURSO-, establecida por Resolución Nº 690 del Consejo de Seguridad del 29 de abril de 1991. Nacida con el mandato original de: “Supervisar la cesación del fuego; Verificar la reducción de tropas de Marruecos en el Territorio; Supervisar la restricción de las tropas de Marruecos y el Frente Polisario a los lugares señalados; Tomar medidas con las partes para asegurar la liberación de todos los prisioneros políticos o detenidos del Sáhara Occidental; Supervisar el intercambio de prisioneros de guerra (Comité Internacional de la Cruz Roja); hacer efectivo el programa de repatriación (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados); Identificar y registrar a las personas con derecho a voto” y lo más importante: “Organizar y asegurar la realización de un referéndum libre y justo, y dar a conocer los resultados”.
Un referéndum propuesto por el Rey Hassan II y que nunca pudo celebrarse dado que era la primera vez en la historia de Naciones Unidas en que una consulta de este tipo iba organizarse sobre la base de la identificación de los votantes. Esta operación de identificación resultó irrealizable ya que por una parte la población no corresponde al territorio por el carácter históricamente nómada de la población y por otra parte la falta de voluntad política de las partes para llegar a establecer un padrón electoral que hiciera posible la realización de dicho referéndum. Ello llevó la ONU a encaminar el proceso hacia una solución política y negociada.
En la actualidad la MINURSO cuenta con un personal de 229 efectivos uniformados pertenecientes a las FF. AA. de una veintena de países –incluida la Argentina- y 279 funcionarios y empleados civiles de origen internacional. Su mandato es anual.
Desde el establecimiento del alto al fuego y la instalación de la MINURSO, una serie de representantes especiales de alto nivel del Secretario General y los enviados especiales han estado trabajando en el tema (entre ellos el ex Secretario de Estado de los Estados Unidos, James Baker III, quien se desempeñó entre 1997 y 2004) sin lograr sacar al proceso diplomático de su estancamiento. Marruecos y el Frente Polisario no han podido acordar quién debe votar, cuando se debe votar y que se debe votar. Por el contrario, desde entonces libran una suerte de batalla diplomática a favor de sus respectivos intereses.
Después de intensas y prolongadas negociaciones las partes acordaron cinco categorías de personas que debían ser consultadas en el referéndum:
1.- Las personas que figuraban en el censo español de 1974 –que incluía a 74.000 nombres, aumentadas a 80.000 gracias al trabajo meticuloso de la MINURSO-.
2.- Las personas que no figuraban en el censo de 1974, pero que poseían documentos de identidad expedidos por las autoridades coloniales.
3.- Los padres e hijos de las dos primeras categorías.
4.- Toda persona que pudiese acreditar que su padre había nacido en el territorio.
5.- Las personas que pudiesen acreditar haber residido en el territorio antes de 1974 durante seis años ininterrumpidos o 12 años de manera intermitente.
A simple vista resulta irrisorio en 2018 efectuar una consulta a la población basando el padrón electoral a un censo efectuado muy apresurada y precariamente más de cuarenta años atrás, en 1974, por autoridades coloniales que tenían sus propios intereses en la cuestión. Cabe destacar, además, que en el antiguo Sáhara Español no existía registro civil para inscribir los nacimientos y defunciones de los habitantes, que el grueso de la población era nómada en continua trashumancia por una amplia región en la cual no existían ni fronteras fehacientemente delimitadas, ni controles aduaneros o migratorios de ninguna naturaleza. En consecuencia, cualquier padrón electoral carecía de real legitimidad.
Tratándose del futuro de un territorio en el que vive no solamente población saharaui, sino también población no saharaui y en donde el gobierno de Marruecos ha llevado a cabo importantes mejoras edilicias y desarrollos empresariales invirtiendo millones de dólares que podrían haberse destinado a las necesidades de otras áreas del territorio marroquí.
Cabe preguntarse cuál es la legitimidad de decidir sobre su futuro sin consultar a aquellos que han nacido y han construido sus vidas en las últimas cuatro décadas en ese territorio. No es aceptable desarraigar a varios millones de actuales pobladores saharianos para asentar a los descendientes de algunos pocos miles de antiguos saharauis. Frente a esta realidad, es inconcebible la fría aplicación del ius sanguinis sin contemplar también el principio de ius soldi a favor de los actuales habitantes.
Por otra parte, la consulta popular que pretende aplicarse en Sahara Occidental es parte de la denominada “revolución liberal”. Un sistema político que se estableció en Europa a fines del siglo XVIII, cuando la Revolución Industrial puso fin al sistema de lealtades feudales. Ahora bien, en el Sahara Occidental nunca vivió un proceso similar al de la revolución industrial, allí todavía imperan las reglas de lealtad propias de una sociedad tribal. En este contexto la regla de “un hombre un voto” carece de validez. La población no vota en base a criterios personales de decisión sino tribales. Cada tribu acatará lo que su jeque decida.
Algo similar ocurre con la población saharaui sometida a la autoridad del Frente Polisario. Su voto no es independiente, está condicionado por décadas de exilio “forzado” y de guerra donde fue sometida a un fuerte adoctrinamiento y al control político de un “estado policial” por parte de los líderes polisarios. Bajo tal régimen de intimidación y control político. ¿Qué otras cosas van a decidir que la autonomía?
Ahora bien, las poblaciones de los campos de refugiados constituyen tan sólo el diez por ciento de la población actual del Sahara Occidental, pero está sobre representada si se emplea un padrón basado en el censo de 1974.
Es por ello por lo que algunos expertos comienzan a reflexionar no sólo sobre los “derechos” del pueblo saharaui y como incidiría sobre la región la creación de un “Estado saharaui independiente” pero bajo el control del Frente Polisario.
En tales condiciones la supervivencia de ese Estado estará en manos de Argelia. La alimentación, educación y salud de la población dependerá de la ayuda de organismos humanitarios. El sistema político será una “democracia popular”; es decir un Estado policíaco sujeto a la hegemonía de un partido único. La población saharaui quedará automáticamente dividida entre quienes permanecieron fieles a Rabat y quienes regresaron de los campos de refugiados. Además, los recién llegados comenzaran a disputar las actividades y territorios que las tribus de las “provincias del sur” consideran propios.
Entregar el control del Sáhara Marroquí al control del Frente Polisario provocará inmediatamente una tragedia humanitaria con miles de desplazados convirtiéndose en refugiados dentro de campos que se levantaran apresuradamente en Marruecos y Mauritania. ¿Qué tipo de solución aportaría esta medida? Ninguna. Los saharauis controlados hoy por el Frente Polisario retornarían al Sáhara Occidental y la población de las provincias del Sur, mucho más numerosa se convertiría en refugiados o en rehenes de los líderes polisarios. Y, es conocido que el Frente Polisario no se caracteriza precisamente por su respeto a los derechos humanos.
Adoptar una medida de tales características podría repetir la tragedia humanitaria, vivida, en la década de 1990 en la región de los Balcanes.
En este escenario, el Sáhara se convertiría en poco tiempo en otro “Estado Fallido” incapaz de controlar su territorio. Tal estado sería una gigantesca “área sin ley” donde prosperarían las actividades del crimen organizado transnacional y del terrorismo internacional. ¿A quién beneficia una solución de este tipo?
6. POLÍTICA MARROQUÍ EN DEFENSA DE SU SOBERANÍA EN LA REGIÓN DEL SÁHARA
Desde los tiempos de la dominación colonial franco – española la monarquía alauí hizo de la recuperación de la independencia y la liberación de la totalidad del territorio marroquí la base moderna de su legitimidad política.
Este programa de gobierno concebido por Mohammed V fue completado por su hijo Hassan
II por medio de una hábil diplomacia y por la movilización nacional en tiempos de la “Marcha Verde”. Actualmente, los mismos ideales alientan el accionar de su nieto, el rey Mohammed VI, quien ha convertido a la defensa de la integridad territorial marroquí en el Sur el eje central de su reinado.
Al llevar a cabo este programa, la monarquía alauí no ha hecho más que expresar el sentir del pueblo marroquí, más allá de cualquier diferencia ideológica o política. Todo marroquí, todo partido político marroquí (más allá de que se inspire en ideales nacionalistas, demoliberales, socialistas o confesionales) e incluso toda asociación marroquí cierra filas entorno de su Rey en defensa de la marroquidad del Sáhara.
El rey Mohammed VI ha manifestado en forma terminante que la preservación de su soberanía en el Sáhara es un objetivo nacional. Al conmemorar el 40° aniversario de la Marcha Verde -en El Aaiún en noviembre de 2015-, el rey reafirmó que la Iniciativa para la Negociación de un Estatuto para la Autonomía de la Región del Sáhara, “constituye lo máximo que Marruecos puede ofrecer”, expresando así esa conciencia territorial.
Podría interpretarse que con estas palabras el Rey ha trazado una suerte de línea sobre la arena, diciendo claramente que todo es conversable, que todo se puede negociar y acordar menos la soberanía. En 2016, Mohamed VI fue igualmente terminante al señalar que “Marruecos va a permanecer en el Sáhara y el Sáhara en Marruecos hasta el fin de la existencia.”
Precisamente, en esta firma determinación de defender el Sáhara a cualquier costo, incluso por medios militares si esta fuera la única opción, es donde reside la conciencia territorial de una Nación. Porque para Marruecos resignar sus justos derechos sobre el Sáhara implicaría cortar su integración con el resto de África y cometer una suerte de suicido geopolítico.
Frente al problema de la soberanía marroquí en sus provincias del Sur, el rey Mohammed VI parece haber aplicado una política tendiente a solucionar el Diferendo del Sáhara basándose en la implementación de tres estrategias diferentes pero que convergen en un mismo propósito. Esas estrategias son:
1) La búsqueda de una propuesta equitativa, realista y posible para solucionar el Diferendo respetando la mayoría de los intereses de las partes involucradas.
2) Una maniobra diplomática destinada a lograr el mayor reconocimiento internacional de los justos derechos del Reino de Marruecos sobre el Sáhara y al mismo tiempo erosionar los apoyos que los separatistas del Frente Polisario recibían de aquellos gobierno, organizaciones y personas que por diversos motivos (ignorancia de la realidad, afinidad ideológica, intereses geopolíticos, etc.) simpatizaban con su causa.
3) Impulsar el desarrollo sustentable y una mejor calidad de vida de la población de una región marroquí especialmente afectada por la persistencia de un régimen colonial que expoliaba sus recursos naturales sin preocuparse por las necesidades y el bienestar de sus habitantes.
Para cumplir con la primera de estas estrategias, el rey Mohammed VI apeló a la presentación de la anteriormente mencionada la Negociación de un Estatuto para la Autonomía de la Región del Sáhara, en 2007, que constituye la única alternativa realista y posible de encontrar una solución al diferendo en la región del Sáhara.
En este último sentido, el discurso real de noviembre de 2015, al tiempo que se ajusta a la letra y espíritu de la Constitución de 2011, menciona que las Regiones del Sur disponen ahora, desde el punto de vista jurídico, de los medios para poner en práctica la llamada “Regionalización Avanzada”.
Comencemos por recordar que la Constitución de 2011 establece en todas las regiones del Reino la regionalización descentralizada. Esto implica la transferencia de competencias y recursos a lo largo del tiempo, ya que las regiones y el Estado central acuerdan gradualmente todas las competencias que se deben transferir y los recursos necesarios para implementar dichas competencias.
En cuanto a las Provincias del Sur, forman parte de una perspectiva a largo plazo de mayor autonomía, en el marco de un nuevo modelo de desarrollo. Pero en el discurso de noviembre de 2015 en El Aaiún, el Rey recordó que no habrá acuerdo sobre el estatus internacional de estos territorios bajo los auspicios de las Naciones Unidas.
Por otra lado, no se trata de retrasar el proceso de regionalización que se inició en 2015, con la elección de los doce nuevos Consejos Regionales del Reino. Por el contrario, el discurso de El Aaiun lo convierte en una prioridad, y pide que se acelere la transferencia de recursos y conocimientos. En la práctica, las Provincias del Sur deben aplicar inmediatamente la descentralización regional, la regionalización avanzada, en la medida en que las demás regiones del Reino dispondrán de más tiempo para lograr esta descentralización. La regionalización avanzada se ha acelerado desde 2015 en las Provincias del Sur, concretando un compromiso que tardará más tiempo en alcanzarse, con igual descentralización, en las otras nueve Regiones del Reino.
La hábil gestión diplomática desarrollada por Rey también ha logrado aislar diplomáticamente al Frente Polisario, recortando sus apoyos de todo tipo.
Si en algún momento la inexistente República Árabe Saharaui Democrática, que ha inventado el Frente Polisario con la ayuda diplomática de Argelia, logro engañar a medio centenar de pequeños e irrelevantes estados para que le otorgaran su reconocimiento diplomático, hoy ese número se ha reducido considerablemente.
En 2019, después de que Paraguay, Malaui y El Salvador revisaran su decisión y rompieran todo vínculo con la inexistente RASD. En 2020 se sumó a este grupo el Estado Plurinacional de Bolivia. Tan solo 27 países se prestan a esta ridícula farsa. Entre ellos varias dictaduras como Venezuela, Corea del Norte y Cuba y Argelia.
Al respecto merecen recordarse las palabras del presidente de El Salvador, Nayib Bukele al anunciar la ruptura de relaciones con el Frente Polisario. En su anuncio el presidente Bukele reconoció claramente que: “El Salvador, de alguna manera, reconoció a una república que no existe, que no tiene territorio, ni personas y que es una república virtual”.
Por último, el rey Mohammed VI decidió acelerar el desarrollo económico de las provincias del Sur, sin esperar a una solución política o diplomática del Diferendo del Sáhara, y lo hizo destinando más de ocho mil millones de dólares a la construcción de carreteras, rediseñando ciudades y puertos o creando enlaces aéreos más frecuentes y eficientes. Tal como constató el enviado personal del Secretario General de la ONU para el Sáhara, Horst Köhler durante su visita, en julio de 2018, a las ciudades de El Aaiún, Dakhla y Esmara.
Recordemos también, que en noviembre de 2015, cuando se conmemoró el 40° Aniversario de la Marcha Verde, el rey de Marruecos anunció inversiones millonarias en infraestructura para las provincias del Sur por un monto de 7.170 millones de euros.
Las inversiones anunciadas por el monarca marroquí comprendían proyectos relacionados con la reestructuración de la industria de fosfatos, la promoción del sector agrícola y de pesca, así como el desarrollo del turismo de aventura y ecológico.
Además, el plan preveía también la construcción de un centro hospitalario universitario en El Aaiún, un polo tecnológico en Foum el Oued, la promoción de la cultura hasaní, el desarrollo de energías renovables, así como la consolidación de la conexión de la región del Sáhara con las otras provincias de Marruecos y con el resto del mundo, como la rehabilitación de los 1.055 kilómetros de una ruta que vincula las localidades de Tiznit, en el sur de Marruecos y Dakhla que demandará seis años de obras viales.
En estos proyectos de inversiones y planes para el desarrollo regional intervinieron diversos actores públicos y privados como la Confederación General de Empresas de Marruecos que anunció la implementación de cincuenta y nueve proyectos en diferentes ámbitos que implican una inversión adicional de otros quinientos millones de dólares y de los que se espera que contribuyan a crear más de 10.300 nuevos empleos.
Quien escribe estas páginas tuvo la oportunidad de visitar la bella ciudad de Dakhla, en 2016, para participar de las deliberaciones del Foro Crans Montana y la localidad de El Aaiún, en 2018, como parte de un viaje de intercambio cultural organizado por la Asociación de Amigos del Reino de Marruecos en Argentina.
En ambas oportunidades pudo observar en forma directa la realidad local y conversar sobre la situación de la región del Sáhara marroquí con las autoridades locales, comenzando por el alcalde de El Aaiún, Ham