.Recordemos que el derecho internacional sólo considera la real existencia de un Estado cuando otros Estados reconocen a esa entidad como tal. Este reconocimiento puede realizarse mediante declaraciones formales del gobierno o a través de actos que llevan implícita la existencia de dicha entidad estatal.
Así lo dice claramente el célebre jurista internacional Max Sorensen: “Un acto unilateral por el cuál uno o más Estados declaran, o admiten tácitamente, que ellos consideran como Estado –con los derechos y deberes derivados de esa condición- a una unidad política que existe de hecho y que se considera a sí misma como Estado”.
Este mismo criterio del derecho internacional se aplica a los territorios en disputa. Cuando otros países realizan actos formales de reconocimiento de la soberanía de un Estado sobre un territorio refuerzan la posición que en derecho internacional tiene dicho Estado sobre el mismo.
Por eso, son de gran relevancia los gestos diplomáticos que han ocurrido en los últimos meses donde diversos estados han abierto oficinas consulares en las provincias del sur de Marruecos, en las ciudades de Dakhla (siete representaciones) y El Aaiún (7 legaciones), reconociendo y apoyando de forma directa, expresa y concreta la soberanía marroquí sobre el Sáhara.
El proceso comenzó, en junio de 2019, cuando Costa de Marfil abrió un Consulado Honorario en El Aaiún al cual pronto se le sumaron Consulados Generales de Unión de Comoras en diciembre y Gabón, República Centro Africana y la República Democrática de Santo Tomé y Príncipe en enero de 2020.
Esta semana se anunciaron las aperturas de consulados de Burkina Faso, Guinea Bissau, Guinea Ecuatorial, Zambia y Eswatini (antigua Suazilandia). A ellos se agrega el anuncio de Emiratos Árabes Unidos de abrir su consulado en El Aaiún convirtiéndose en el primer país árabe en tomar esta decisión.
Estos hechos concretos llevados a cabo espontáneamente por países africanos tienen una gran importancia por diversas razones. En principio porque es costumbre en derecho internacional valorar especialmente el apoyo regional que un Estado tiene sobre sus demandas. Así por ejemplo, en la IV Comisión (Descolonización) de Naciones Unidas se toma muy en consideración el apoyo que los países latinoamericanos dan al reconocimiento de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas. Algo similar ocurre con respecto al Sáhara Marroquí.
Por otra parte, recordemos que la Unión Africana es la única entidad en que la diplomacia argelina ha logrado infiltrar a la inexistente y falsa RASD. Ahora bien, estas naciones africanas que integran la Unión Africana al abrir oficinas consulares en las provincias del Sur están expresando de hecho su repudio a las fantasiosas demandas del Frente Polisario alentadas por sus mentores argelinos, y negando toda entidad a esa patraña de un pretendido Estado saharaui.
Incluso la pretendida autoproclamación del Frente Polisario como único representante de los saharauis es cuestionada en sus campamentos argelinos de Tinduf, donde cada día un número mayor de sus pobladores se identifican con el Movimiento Saharaui por la Paz, un grupo de disidentes cansados de la corrupción de los funcionarios separatistas.
Mientras que la presencia de estas representaciones diplomáticas en las Provincias del Sur constituyen un respaldo internacional al proyecto de autonomía y regionalización avanzada que el Reino de Marruecos impulsa desde 2007 como la única solución realista, posible y duradera para este conflicto artificial cuyo mantenimiento solo beneficia a Argelia y la dirigencia enriquecida y corrupta del Frente Polisario.
Al abrir dependencias diplomáticas en el Sáhara marroquí estos países no sólo están reconociendo la soberanía marroquí sino que están expresando indirectamente el peso cada vez mayor que Marruecos tiene en África por su estabilidad y desarrollo económico.
Este reconocimiento internacional que día a día recoge Marruecos en resultado directo de la hábil diplomacia desarrollada en los veinte años de su reinado por el rey Mohammed VI. Sin lugar a duda, el más relevante estadista africano y árabe de su tiempo.