Por Álvaro Frutos Rosado
Los muy amantes del cine clásico recordarán la película San Francisco, situada en la bella ciudad norteamericana en abril de 1906. Tras la fiebre del oro, vivía su esplendor, cuando un terrible terremoto y un impresionante incendio prácticamente destruyó la ciudad: miles de muertos, y cientos de miles de personas que perdieron su hogar. La gran ciudad demostró su vulnerabilidad. Nada de lo que parecía ya era. En la última escena de la película, entre llantos de dolor y desesperación, empiezan a bajar la montaña entonando al unisonó “El Himno de la Batalla de la República” (el conocido Glory, Glory…) las lágrimas se convierten en sonrisas ven es su sueño lo que será la nueva ciudad con altos y modernos edificios. Como dijo un cronista: "San Francisco está levantándose de sus cenizas nuevamente"," hay confianza", "la gente es simplemente notable, resuelta a comenzar inmediatamente a construir un nuevo San Francisco, que sobrepasará al viejo”. ¡De película, que americano! Pero así fue.
En España hay un territorio que debería estar entonando el himno de batalla, hace semanas con sus políticos al frente: La Comunidad de Madrid.
Razones sobradas, el más afectado en la crisis sanitaria; la posibilidad de que sea el más afectado económicamente y además porque la capitalidad tiene que ganarse día a día, ejerciendo el liderazgo territorial haciendo uso de sus capacidades, ser un ejemplo para seguir por el resto de España e incluso por Europa.
Sin embargo, seguimos en la bronca permanente, ya no entre Gobierno Nacional y Regional, ni entre Gobierno y oposición, el mal ya inunda el mismo gobierno regional. Hay unos que mueren y otros que bostezan.
Madrid debería ser la mejor pertrechada para hacer frente a un posible repuntar de la pandemia. Lo que se haga en el ámbito sanitario será un esfuerzo que va a quedar para el futuro. La región demanda una seria planificación sanitaria mirando al futuro, romper ortodoxias del pasado y adaptarse a una realidad que demanda una mejor dotación en sus centros hospitalarios tanto en infraestructuras como en personal y medios. La atención sanitaria familiar debe pivotar un nuevo modelo de sanidad pública. Atendiendo el ciclo vital de las personas con la: prevención y promoción de la salud como estrategia de futuro. Visualizados donde han estado los problemas del sistema sanitario no será tan difícil que partidos, sindicatos, profesionales y colectivos de usuarios se pongan de acuerdo en las prioridades y en los impulsos inversores. Esto se hace con máximo consenso o, como hemos visto, vale de poco.
La investigación ha de salir del postergamiento que ha estado hasta la fecha. El potencial universitario e investigador del territorio madrileño puede convertirla en referente del conocimiento. Los 11,5€ presupuestarios por habitante de inversión para investigación, resultan claramente insuficientes; el desarrollo científico ha demostrado ser un verdadero seguro de vida. Volver a lugares comunes sobre la enseñanza superior e investigación para el desarrollo de la economía es ya de un patetismo indescriptible.
El tiempo es escaso y todo no puede terminar en la inacción de los discursos vacíos cargados de reproches y golpes de pecho de “nosotros somos los mejores”.
Hacen falta ideas innovadoras y capacidad de gestión. Imaginar el Madrid que queremos, es el primer paso para empezar a construirlo un proyecto de convivencia renovado y ambicioso. La Comunidad de Madrid puede ser el centro de pruebas de muchas visiones de un mañana que nos han alcanzado; ciudades donde transiten vehículos descarbonizados y de alta tecnología, lo cual nos convertiría en un referente para la nueva industria del automóvil, esa que ahora se nos va. La movilidad no quedará circunscrita como ahora a un perímetro de un kilómetro, pero hay que hacer que sea de otra manera tanto en los medios como en las lógicas de desplazamiento. Una forma menos absurda de vivir la ciudad. La movilidad eléctrica es apostar intensivamente por zonas de recarga de combustible, subvencionar intensivamente el coche eléctrico en la región. Estamos perdiendo el momento, Francia ya ha dado el paso a la conversión de vehículos con motor de combustión en eléctricos.
La edificación sostenible es un gran espacio de posibilidades. Madrid es un territorio donde existe un parque de viviendas necesitado de adaptación a un nuevo tiempo. No es un futurible es ya real y una gran estrategia para el cambio de modelo de convivencia y un vivero de empleo. La tan traída y llevada Operación Chamartín, es una oportunidad inigualable para poder demostrar que el cambio es posible; incluso un nuevo tiempo en que se renuncie a operaciones especulativas, y si a desarrollos urbanos 100 % eco-sostenibles. Madrid puede ser un nuevo modelo de habitabilidad utilizando sus capacidades actuales poniéndolas a trabajar hacia el futuro. La recuperación turística madrileña con su patrimonio histórico, cultural, gastronómico, literario, … tan lenta como se quiera que sea, proyectar esa visión de ciudad del futuro será un impulso de atracción ¡Hay que ponerse colectivamente a trabajar en ello!
El problema está, como diría Ortega hace un siglo, que nos lo estamos jugando con los que tienen las “ideas” más taxativas sobre cuanto acontece y debe acontecer en el universo. Por eso han perdido el uso de la audición. ¿Para qué oír?
Esta chulería tan castiza y no querer compartir visones y empeños conjuntos para reconstruir, para recuperar la senda, no es ceguera es perversión. El rechazo de la Presidenta de la Comunidad de Madrid de alcanzar, con las fuerzas políticas y sociales, un acuerdo para su reconstrucción es una lamentable actuación que no sólo pone en peligro a muchos ciudadanos hoy sino que hipoteca su futuro. El por qué poco importa, que lo pague en las urnas tampoco, lo grave es que a los que se queden en el camino les hará ver la inutilidad de las instituciones y eso lo sufriremos todos.
Si los llamados a liderar el futuro de Madrid, no lo hacen, los demás no pueden quedarse sentados en el banquillo de las frustraciones, están obligados a actuar.