La salud de los jefes de Estado suele ser un secreto bien guardado en la casi totalidad de las Naciones. Pero es aún más relevante cuando el Estado en cuestión se encuentra armado hasta los dientes.
Corea del Norte posee el cuarto ejército más grande del planeta, con más de un millón de efectivos en servicio activo y 4,7 millones de reservistas altamente entrenados. Es también el primer ejército del mundo con relación al gasto militar. Las fuerzas armadas norcoreanas consumen el 25% del PBI del país.
Además, el país asiático posee también la mayor relación de soldados por habitantes: 45 soldados cada mil habitantes superando incluso a Israel que se sitúa en segundo lugar con tan sólo 25 soldados por cada mil habitantes.
Desde 2006, Corea del Norte es oficialmente un país con armamento nuclear y misilístico. En 2016, detonó con éxito una bomba de hidrógeno convirtiéndose en el sexto país que cuenta con este tipo de armamento. Por otra parte, ese mismo año, Pyongyang lanzó con éxito desde un submarino un misil de mediano alcance (500 km).
Todo ese poderoso arsenal se encuentra en las manos de un solo hombre, el mariscal Kim Jong-un de 37 años, quien además es Secretario General del Partido de los Trabajadores de Corea, presidente de la Comisión Militar Central, presidente del Presídium del Comité Permanente del Politburó del Partido del Trabajo de Corea.
En un país tan opaco, sin prensa independiente y donde todo se maneja en el mayor secreto, los observadores deben sacar conclusiones sobre la evolución de la política interna en los menores gestos. Es por lo que la ausencia de Kim Jong-un, el pasado 15 de abril, en el “Taeyangjeol” o “Día del Sol”. La fiesta nacional con que se celebra el nacimiento del fundador de la República Democrática de Corea, el mariscal Kim Il Sung, inmediatamente despertó todo tipo de especulaciones.
Hasta que un artículo aparecido en la publicación Dayly NK, elaborado por desertores norcoreanos en Seúl, lanzó la versión de que “el brillante camarada” se encontraba en grave estado convaleciente de una cirugía cardiovascular en una clínica especializada al Norte de la provincia de Pyongyang.
Aunque la versión no pudo ser corroborada, la CNN y otras agencias noticiosas se hicieron eco de la versión. Mientras que los gobiernos de Estados Unidos, China, Japón y Corea del Sur guardaron expectante silencio.
Existen motivos fundados para sospechar que la versión tiene algún fundamento. Kim Jong-un mide escasamente 1,60 metros y pesa 130 kilogramos. Pese a su juventud padece obesidad, tabaquismo excesivo, diabetes y gota. A estos padecimientos se suma el stress que debe permanentemente debe soportar como jefe de Estado en un régimen marcadamente autocrático y la paranoia particular del joven líder coreano.
Desde que asumió el poder, Kim Jong-un ha purgado a 340 altos funcionarios del gobierno norcoreano. Los más afortunados fueron degradados y enviados a “reeducarse” trabajando en granjas prisión, otros fueron directamente encarcelados y la mayoría -unos 170- simplemente fueron ejecutados.
Entre los ejecutados de más relevancia están Jang Sung-thaek, tío de Kim Jong-un y entonces número dos del régimen por traición; Hyong Yong-col, ex ministro de Defensa por quedarse dormido durante un desfile militar; Choe Yong-gon, antiguo responsable de la cartera de Educación, por sentarse de manera informal e irrespetuosa. Las ejecuciones se realizaron mediante métodos como el pelotón de fusilamiento o hasta con el uso cañones antiaéreos. Incluso, según una versión, Jang Sung-thaek abría sido arrojado a una jauría de perros militares de ataque que terminaron con su vida.
La principal preocupación en Occidente sobre la salud del autócrata norcoreano reside en la falta de un claro mecanismo de sucesión y de un claro reemplazante.
En la práctica, la supuesta república socialista de Corea del Norte es una monarquía de partido único. Kim Il-sung, llamado “El Presidente Eterno”, gobernó desde 1948 hasta su muerte en 1994. Le sucedió su hijo, “El Amado Líder” Kim Jong-il quien también gobernó dictatorialmente hasta su muerte, en 2011. Inmediatamente le sucedió el tercer gobernante de la dinastía, su hijo menor Kim Jong-un, “el brillante camarada” que asumió el poder con tan sólo 27 años.
La familia Kim basa parte de su legitimidad para gobernar Corea del Norte en su pertenencia al “linaje Paektu”, la idea de que el clan desciende del rey Tangún que es el fundador mítico del pueblo coreano.
Se dice que el Rey Tangún fue nieto del dios de los Cielos, el dios Hwanin. Según cuenta la leyenda el hijo de Hwanin, Hwanung, quería vivir en la tierra con los mortales. Su padre le permitió descender de los cielos al Monte Paektu con 3.000 funcionarios y vivir en la tierra donde enseñó a los mortales cómo comportarse, dando lecciones morales y haciéndoles distinguir entre el bien y el mal.
Durante su estancia un tigre y un oso pidieron a Hwanung poder convertirse en seres humanos. Hwangung aceptó con la condición de que durasen cien días en una cueva con solamente ajo y plantas aromáticas. El tigre abandonó la cueva a los veintiún días y el oso duró todo el tiempo, convirtiéndose así en mujer. La mujer no tenía hombre con quien contraer matrimonio y rezaba encontrar uno para poder así tener descendencia.
Conmovido por sus plegarias, Hwanung se transformó momentáneamente en hombre y acepto a la mujer como su esposa. Tuvieron un hijo juntos; Tangun. Tangun formó el primer reino de Corea; Kojoson. La capital del reinado fue tras el paso del tiempo trasladada a Pyongyang, es la capital de Corea del Norte.
El Monte Paektu es el lugar donde el padre de Hwanung le dio permiso para descender a la tierra y por lo tanto considerado como el lugar de origen de los coreanos (tanto en el sur como en el norte de la península).
En la actualidad, la única persona que parece gozar la confianza del “Brillante Camarada” es su hermana menor Kim Yo Jong quien incluso lo representó en febrero de 2018 en una visita de Estado al Palacio Presidencial de Seúl, en Corea del Sur. Pero, es impensable que una mujer llegue al poder en Pyongyang.
Mientras prosperan las especulaciones de todo tipo. En Corea del Norte la vida parece desarrollarse con total normalidad, pero Kim Jong-un lleva trece días sin aparecer en público y el gobierno no ha hecho ninguna declaración sobre las versiones que pueblan los medios de prensa extranjeros.
En consecuencia, las versiones existentes adquieren relevancia en la medida que la desaparición física o la incapacidad para seguir gobernando de Kim Jong-un generaría un vació de poder en un Estado clave para la estabilidad y la paz no solo en sudeste asiático sino en un mundo que se encuentra muy afectado por la combinación entre una pandemia y una pronunciada recesión económica.