Madrid es mucho más que la capital de España, es un ideal para millones de ciudadanos españoles. Con claros y oscuros ha marcado tendencia, estableciendo un modelo de relación en lo económico, los negocios y una determinada manera de entender el bienestar. Aunque, la política de la Comunidad de Madrid de las dos últimas décadas nunca figurará en los anales del deber ser. Lo malo es que nadie toma conciencia de ello y se asume con facilidad.
En España hoy, los problemas tienden a centrifugarse para que sean otros los que se ocupen y preocupen esperando que las vueltas terminen secando todo, lo que se va a consagrar en la región capitalina con la elección de Díaz Ayuso va a ser el colofón de una política ayuna de convicciones y que solamente encuentra razón de ser en un compadreo de intercambios societarios de acciones de una comunidad, a veces limitada, otras anónima pero siempre de gananciales.
En la vida pública no vale centrifugar. Tiene poco recorrido no poner límites a cómo se actúa, amparándose exclusivamente en lo democráticamente formal del juego de mayorías y minorías, renunciado a considerar lo que es éticamente responsable o lo que no, olvidando lo inquebrantable de los valores que deben sustentar las normas todo es, en definitiva, ponerse una venda en los ojos sobre cómo queremos que sea el futuro de la convivencia. Lo pagaremos.
La futura presidenta de la Comunidad de Madrid ha declarado: “Yo lo soporto todo”. Ella tal vez sí, pero las instituciones madrileñas y las españolas no lo podrán hacer.
La futura presidenta de la Comunidad más rica de España, tanto en PIB regional como per cápita (230.018 m€/34.914€), ha declarado que “Yo lo soporto todo”. Ella tal vez sí, pero las instituciones madrileñas y las españolas no lo podrán hacer. No puede volver a producirse un espectáculo más de vídeos, grabaciones, declaraciones y dimisiones.
El PP de Madrid ha demostrado ya todo y más. Tiene una incapacidad congénita de regenerarse pues está en la esencia misma de su concepción de la política. Es como la fábula de la rana y el escorpión, aunque no tenga lógica el escorpión no puede ir contra su naturaleza y aunque muera él también, picará. Es su lógica. Sabemos que dentro de un tiempo nos encontraremos ante una nueva sesión de investidura eligiendo a otro candidato a la Presidencia de la Comunidad. Será por un mal uso de sus bienes, personales o familiares, o por la participación en alguna red de financiación ilegal u otra cuestión que aflorará. Lo malo que tienen las informaciones periodísticas es que se terminan confirmando y si no el fuego amigo ya se ocupará de ello. El entramado económico poco confesable que rodea al PP madrileño es tan grande y ha penetrado tanto en el entorno popular que no tiene escrúpulos, si tiene que pasar factura lo hará.
Da lo mismo en lo que fundamente su discurso de investidura, lo que proponga es indiferente, nada tiene ya credibilidad…todo es bla, bla, bla sin fundamento. Madrid es la región más rica, pero hay dos cosas que caracterizan esta Comunidad en términos ciudadanos: la primera, es una región cada vez más desigual, donde la pobreza y el riesgo de exclusión social son cada vez mayores, según la tasa AROPE, la pobreza afecta al 20,6% de la población, oficialmente 1 de cada 5 madrileños son pobres; la otra característica es la corrupción, si la moral pública y los valores democráticos fueran la brújula que marcan el rumbo de las instituciones, el dictamen aprobado por la Asamblea de Madrid en la Comisión de Investigación sobre Corrupción Política en la Comunidad ya hubiera servido como prueba de cargo para que Díaz Ayuso hubiera declinado seguir con su investidura. Ética obliga.
Podría suceder que la coherencia fuera un valor al uso en la política, aunque no lo sea la honorabilidad. La ausencia de coherencia tira por tierra todo el discurso de Ciudadanos. Los diputados de Ciudadanos votando a Díaz Ayuso dejan atrás su razón de ser en política, el motivo de su fundación y su porqué para participar colectiva y personalmente en la vida pública. Pactar con un partido reaccionario y corrosivo ideológicamente desde el punto de vista democrático como es VOX, les aleja de la legitimación como reformadores de la política, comprar el discurso del viejo orden y el nacionalismo patriótico está abriendo el paso a un neofascismo paneuropeo. Sumarse a un frentismo nacional no es una opción y es cada vez más peligroso, avivando problemas inexistentes hasta convertirlos en miedos colectivos, con las consecuencias que estamos viendo mundo adelante.
Si a eso le sumamos la falta de criterio sobre lo políticamente decente o no, cada voto de un diputado de Cs es un acto de mercadeo que no supera el listón del respeto institucional. La gravedad crece creyendo y haciendo creer que todo se circunscribe a un enfrentamiento izquierda y derecha. Es condenar la política madrileña, y por ende a la española, a la falta de rumbo, o lo que es peor desvanecerse en la niebla del océano.
Los ciudadanos de Madrid volverán de sus vacaciones teniendo ya gobierno en la Comunidad y pensando que es bueno. Siempre bien intencionados, lo mismo que cuando votan. El problema no está en a quién votan, es dejarse llevar por discursos que aguantan todo. Las peculiares interpretaciones de lo que el voto significa y el uso abusivo de “lo que los votantes han dicho” es desvirtuar el sistema democrático y conducir torticeramente las decisiones a patios privativos donde se gestan negocios lejanos a los intereses ciudadanos.
Algo está fallando muy seriamente en la democracia: el modelo de partidos; infravalorar la ideología o una normativa que deja mucha manga ancha para practicar un ejercicio de la responsabilidad política muy acomodaticia a los intereses particulares ya sea de partidos, individuos o corporaciones económicas.
Hoy la política no está dando respuesta a los problemas que ella crea, aceptamos lo que nos cuentan y en voz baja entonamos un: “las cosas son como son”. Demasiado tiempo para la resignación, la elección de Diaz Ayuso es un buen momento para pensar cómo las cosas pueden ser de otra manera.