Todos aquellos que tenemos alguna edad recordamos como nos íbamos a la cama buscando dulces y reparadores sueños con el Jesusito de mi vida…y con ello encomendábamos nuestra protección a cuatro angelitos durante la oscura noche.
Ahora estamos igual, esperando que cuatro custodios patrios encuentren la senda para que podamos empezar a caminar hacia lo urgente e importante pero para todos. Con los años nos enseñaron que había ángeles que no eran tales. Los ángeles caídos…o lucifer, o satanás que en definitiva significa, tan solo, adversario u opositor.
En política no se aspira a tener querubines, serafines o espíritus celestes, tan sólo hacen falta dirigentes políticos con responsabilidad y sentido de lo que significa la gobernanza de muchos millones de personas, con sus anhelos y, sobro todo, sus preocupaciones. Solo se pide que pongan por delante el interés ciudadano a los suyos personales. Tan sencillo como, parece, imposible.
Despachar la cuestión con una asignación prorrateada de culpabilidades tampoco resuelve nada. El foco hay que ponerlo en las consecuencias de una situación guiada por una redomada falta de criterio. Analizar y ponderar quién quiere ser qué y por qué y quién no quiere y sus razones en nada evita sus consecuencias. Si uno quiere, sí o sí, una mecedora política para él y otro se la niega, la lectura simple que queda es que todo es una guerra de puestos. Si hay razones más de fondo, que seguro que las hay, vamos a ser bien pensados, son complicadas de entender para los españoles que confían en la democracia y han apostado por un gobierno de progreso.
Hay un dato cierto y contrastado: uno de los efectos de mayor impacto del mundo globalizado es la mediocridad política, con sus excepciones y sus casos clínicos dignos de estudio. Es un fenómeno en gran medida provocado porque la meritocracia actual tiene una selección inversa. La sociedad también ha perdido capacidad de reflexión colectiva y su estructura de valores giran esencialmente en torno a la fama y el dinero, por ello no es casual que el liderazgo termine siendo reflejo de la sociedad a la que se quiere representar.
Iglesias y su familia tienen todo el derecho a creer que le corresponde su cuota de prestigio mediático y de ocupación de cargos de poder. Bien es cierto que tras la moción de censura no exigió nada, sabía que su momento era otro, este. Hacer ostentación del yo o nada es, a la par de burdo, erróneo. Esa obsesión suya de asaltar los cielos lo terminarán matando, pues desde tan arriba la caída es más dura. Podría haber jugado más inteligentemente dando certidumbre de la formación de gobierno estable, haber pactado y pospuesto su foto de toma de posesión para dentro de un tiempo.
Evidentemente la parte de la parte contratante tampoco hubiera estado de más que echara una mano a hacer entender que de la complejidad no se sale por la calle de en medio sino sorteando curvas y elevando la mirada. Se inició un proceso de negociación apelando a la discreción, y casi estamos terminando por ver los jirones de piel que quedan en las uñas tras los arañazos. La próxima es mejor que se transmita en streaming, quedando todo más decoroso y quizás entendible de cara al ciudadano. Solamente oír, a lo lejos, que puede volver a ser necesaria una nueva convocatoria electoral es la apuesta más segura para que la izquierda se vaya a casa por mucho tiempo y que los liderazgos de las diferentes formaciones pasen directamente a la oficina de desempleo. Es fácilmente solucionable, la semana que viene, sin más dilación, no puede haber otro resultado que una investidura conseguida, no lograrlo sería un fracaso que arrastraría por igual a Iglesias que a Sánchez y a la izquierda española y un sendero abierto a los reaccionarios.
Además, ocuparían la plaza de ángeles caídos cuando esa está destinada por méritos propios para Alberto Rivera que se encuentra cada día más feliz en ese papel. Todos creían que era el elegido para ser el nuevo Supremo Hacedor de la democracia, pero resulta que es el paladín de la negación de la razón democrática llegando incluso a la soberbia más deleznable, negándose a acudir a las entrevistas con el candidato a la Presidencia del Gobierno designado por el Rey. Hecho que es de una inusitada gravedad, sin precedentes en nuestro régimen democrático y que da una medida cabal del personaje. Mientras Casado permanece intervenido por sus mayores, esperando el choque de todos los demás.
Los nuevos líderes de los partidos emergentes han resultado estar fuertemente aquejados de esquizotimia y su incapacidad para relacionarse con los demás, su extrañeza y excentricidad es patológica. Una enfermedad que tiene dos graves consecuencias para España: una, que el ejemplo de incapacidad para el acuerdo desde las más altas instancias de la vida pública tendrá su proyección en los ciudadanos marcando una regla de comportamiento para los españoles; la segunda es que nos condena como país a un bloqueo institucional permanente arrastrado desde hace cuatro años.
Los que albergaron la idea de romper España, cada día lo tienen más fácil, la debilidad y deslegitimación de nuestras instituciones es el mejor camino para buscar salidas fuera del sistema.
¡Virgen María, no me desampares, ni de noche ni de día!