La semana pasada los eurovisionadictos se levantaron el domingo con la decepción de una nueva derrota. Tal vez, el mensaje de la canción española se pueda aplicar a las elecciones de hoy 26 de mayo y, en concreto, a lo que debe suceder en la Comunidad de Madrid. Después de los gobiernos del PP, en solitario o con Ciudadanos, a los madrileños ya se les ha caído la venda y desean se abra un nuevo tiempo.
Lo que sucede va tan rápido que ni nos damos cuenta. No reparamos en, si lo que nos cuentan, afecta a nuestras vidas. Nos conformamos con ser pacientes sufridores cuando somos protagonistas. Lo cercano nos parece distante y está ahí, es parte de nuestra vida cotidiana. De lo que sucede hay mucho que no nos gusta, tenemos necesidad de rebelarnos pero no encontramos el momento. Cambiar las cosas, hacer que mañana sea distinto y entre todos encontrar soluciones, que no siempre los mismos se sientan perdedores y tampoco que imperiosamente tenga que haber perdedores.
Pues mira por donde, la democracia nos permite hacer ese ejercicio de rebeldía, compartir el deseo por cambiar las cosas y tener colectivamente la fuerza necesaria para hacerlo, no que el futuro sea mejor, el futuro es algo lejano, y los problemas y preocupaciones están cercanos. ¡Ya forman parte de nuestra vida! Necesitamos cambiar hoy…sin ir más lejos. Las elecciones son ese momento. Los protagonistas somos nosotros y tenemos que elegir con nuestro voto a quién hacemos encargado de cambiar y el qué cambiamos.
Los ciudadanos de la Comunidad de Madrid tenemos, o debemos tener claro, que sólo quedan unas horas para decidir a quién queremos hacer encargado y en qué dirección.
¿Qué tiene Madrid que no tengan otros sitios?
Mal vamos si a la hora de votar no recordamos de lo que se hablaba hace un año y dos y tres… Era todo muy chusco, nos da cosa pensar en ello, pero al votar a ningún ciudadano de bien se le debe olvidar la historia de los botes de crema, lo de no me voy no me voy a marchar, las bolsas de dinero, el recibo del agua del Canal, las otras guerras púnicas y otros héroes Lezo. Ciudadanos, bueno está, si no se nos ha caído aún la venda! No es momento de olvidar quiénes han hecho caer en la podredumbre institucional a la Comunidad de Madrid, dónde ha habido autores materiales de los crímines, de los cuales la justicia está dando cuenta, y colaboradores políticos necesarios. La política de Madrid debería haber sido regenerada hace tiempo pero todo intento de ello ha quedado aguado.
No podemos olvidar que la mezcla de lo azul y lo naranja deja un color marrón oscuro, una tonalidad muy sucia. Además, si ahora le añades verde todo se pone negro. Muy negro.
Paleta de pigmentos aparte, hay que saber que lo de votar no es un juego de colorines. Es tener la convicción cívica de que es necesario que los asuntos públicos de los madrileños dejen de estar en un segundo plano. Hasta ahora, han primado los intereses particulares usando el dinero de nuestros impuestos, ese que debe destinarse al bienestar de los madrileños. Ha sido una etapa perniciosa que nació con la compra de votos en el 2003 y que luego ha sido un recorrido por la corrupción y desinterés por lo público y por los problemas de los ciudadanos, propio de personajes de la más rebuscada novela de picaresca.
No cuenten ahora que vienen “los rojos peligrosos a subirnos los impuestos y a corromper niños”. Los madrileños lo que no queremos es que Madrid abra los telediarios hablando de un nuevo escándalo. Sí que lo abran para dar cuenta de cómo en Europa se reconoce la eficiencia y calidad de sus servicios públicos madrileños; cómo nuestros jóvenes investigadores obtiene el reconocimiento internacional; queremos ser noticia por la satisfacción de los ciudadanos por la cantidad y calidad de empleos que se crean en la región; por la reducción de la pobreza; la erradicación de la violencia machista; las patentes registradas; la sustitución del fracaso escolar por el éxito; la disminución de las listas de espera sanitarias…
No son palabras, un voto, sumado a otros muchos, puede dejar atrás esas imágenes borrosas, sucias, oscuras y decrépitas de una forma de entender y hacer la política. Para un madrileño o madrileña normales, los que se sienten de esta Comunidad sin perjuicio de donde se hayan nacido, que tienen un relativo interés por la política y como diría Benedetti que quieren vivir felices aunque no tengan permiso, no saben qué es una identidad paseada en una bandera, pero sí saben qué es la dignidad. Y ya saben, también, que con su voto la van a recuperar, ¡hoy mismo!