En la sala de la derecha El bueno, el feo y el malo, en la de la izquierda Pat Garrett y Billy the Kid.
En plena recomposición de la derecha en una versión para el cine del barrio de El bueno, el feo y el malo, siendo capaces de repartirse e intercambiarse armoniosamente los papeles y el tesoro, llega una parte de la izquierda, la que había venido para quedarse y cambiar la política, para ajustarle los machos a “la floja izquierda tradicional”, a la condescendiente, y se pegan un tiro, echándose cal viva a los ojos. ¿Cuál es el interés de dejar al alcance de la mano de los pistoleros el plano del tesoro?
El país no gana para sustos políticos y cada vez todo es menos inentendible desde la lógica colectiva.
La derecha busca estrechar lazos a cualquier precio, no es una frase hecha. El coste de los “sin complejos” en lo ideológico ya sea la igualdad de género, la enseñanza o el papel de lo público, no plantea problemas. Están dispuestos a reformular su criterio ab infinito; en el caso de lo económico no hay problemas entre unos y otros, el neoliberalismo les recorre los tuétanos. El ideario inspirador de lo programático bebe de las mismas fuentes lo cual fortalece las cohesiones post electorales de todos ellos y también advierte del panorama que se abre.
Unos dirigentes que nunca aprenden. La izquierda convive con las visiones más pesimistas que periódicamente vaticinan su hundimiento, sucumbiendo ante el empuje de opciones reaccionarias y nacionalistas que pretende ser el nuevo pensamiento único universal. Ahora bien, después de tres décadas de desconcierto globalizador, tiene múltiples razones para hacer valer, tanto o más que ayer, su discurso emancipador de lucha contra las dominaciones y búsqueda de la igualdad en equidad en todo el mundo y por supuesto en España y Europa.
Bien es cierto que no es fácil concitar a la sociedad a mirar al futuro con optimismo cuando las expectativas son inciertas o directamente increíbles. Es más sencillo ofrecer cobijo y confort haciendo una versión cool del machadiano “Hombres de España, ni el pasado ha muerto, / ni está el mañana -ni el ayer- escrito” La izquierda tendría que asumir el compromiso de hacerse entendible por la gente explicando si se puede avanzar sin dejar a nadie atrás. Yo creo que sí se puede, y hacer de la acción política algo sencillo y cercano, que va de los ciudadanos a los ciudadanos, en lugar de altas estatuas de mármol de los dioses de la política en el Monte del Olimpo. Vamos, que los políticos sean lo que son, meros intermediarios temporales que ponen por delante los problemas de las personas a los personales y que si no lo hacen bien se marchan, como los entrenadores de fútbol. Como si fueran gentes normales aunque ellos no lo sepan y les hayan hecho creer otra cosa.
Pues no. La izquierda, hoy la nueva como ayer la vieja, le toma el gustillo a que las navajas reluzcan de sangre propia como si fuera contraria. Lo de buscarle sentido y razón teórico practico de alta estrategia política no alcanza a mi humilde cerebro.
Ahora bien, no vengamos con análisis simplones diciendo que habiendo más opciones se beneficia al bloque ideológico progresista, como en la derecha. Más reclamos para el elector de izquierdas. Mucho aprendiz de brujo experto electoral.
El votante de la derecha, como bien se sabe, es militante (aunque el término lo inventara la izquierda), no cuestiona a quien votar, siempre está temeroso de la victoria del otro, de que socialistas aliados con los comunistas gobiernen. Un votante de derechas siempre está predispuesto a deslegitimar el resultado si ganaron los otros, la razón da lo mismo. Y ahora “sin complejos“ que ya va siendo hora de que nos enteremos de lo que es un español, muy español. El elector reaccionario, conservador o liberal ha olvidado pronto que la corrupción es el tuétano de la gestión popular de las instituciones públicas, es más, por sorprendente que parezca les da exactamente lo mismo, las tragaderas sobre la corrupción dan mucho que pensar.
Frente a esto, la izquierda, sus dirigentes y responsables saben que sus electores son mucho más exquisitos, incapaces de entender qué es la utilidad del voto y que hay momentos y momentos para ajustarse las cuentas, electoralmente hablando. Movilizar votantes de izquierda tiene su aquel, es más sencillo sacarles a la calle a manifestarse por diferentes causas que llevarles al colegio electoral en el momento decisivo.
Dicho esto, ante el desajuste del mapa electoral los partidos progresistas deberían haber hecho causa para fortalecerse desde la pluralidad existente en este momento y no generar más ruido y desconcierto. No provocar en sus posibles electores un “que les den”.
En estos momentos estamos viviendo una situación en la relación política-ciudadanos convulsa y mutante. De derecha a izquierda los ciudadanos están especialmente sensibles con la política, las fobias suceden a las filias con rapidez, los posicionamientos ideológicos son efímeros, se acaba generalizando con facilidad la similitud de todos en propósitos, ambiciones y comportamientos. Todo ello corroborado es una permanente descalificación de unos contra otros. La secuencia que queda es fea y confusa: un grupo de amiguetes de barrio o pupitre, o quizás una banda callejera que se besan y abrazan entre sí y al día siguiente se mientan hasta la madre.
En conclusión. Al final lo que queda es que el errejonazo es a Iglesias y a sus cortesanos, por cómo ha ejercido el mando, tal vez. Por qué, el cesarismo y el caudillismo siempre son moneda de ida y vuelta, obvio. Que no hay razones estratégicas que avalen lo sucedido, solo personales, evidente. En definitiva, no es una operación de suma, es una división que terminará en resta… de apoyos a la izquierda en su conjunto.
Es preocupante lo poco que les preocupa, creo que fue Churchill el que decía la derrota del que hoy es mi aliado también es mi derrota aunque ayer fuera mi enemigo.