EL TERROR REVOLUCIONARIO
Las revoluciones triunfantes no suelen preocuparse mucho por el respeto a los derechos humanos y apelan al terror más brutal para consolidarse en el poder, sufrimiento a sus opositores reales o potenciales sin la menor piedad.
La Revolución Francesa, aplicó entre el 5 de septiembre de 1793 y el 27 de junio de 1974 el “Terreur”. El Comité de Salvación Pública, en manos de Maximilien Robespierre y Louis de Saint Just, ordenó la ejecución de entre 35.000 y 40.000 franceses (en su mayoría de origen noble) en la guillotina, entre ellos los mismos Robespierre y Saint Just, ejecutados el 10 de Termidor (27 de junio).
Un siglo más tarde la Revolución Bolchevique en Rusia apeló al terror indiscriminado ante el avance del Ejército Alemán y por la conmoción que provocó el intento de asesinato llevado a cabo por la revolucionaria menchevique Fanni Kaplan, el 30 de agosto de 1918, contra Vladimir Ilich Ulianov, “Lenin”, en que el jefe bolchevique sufrió serias heridas de arma de fuego.
El Comité de Comisarios del Pueblo emitió, el 5 de septiembre de 1918, un decreto en que establecía: “En la situación actual, resulta absolutamente vital reforzar a la Cheka […] proteger a la República Soviética contra sus enemigos de clase aislando a estos en campos de concentración, fusilar en el mismo lugar a todo individuo relacionado con organizaciones de guardias blancos, conjuras, insurrecciones o tumultos, publicar los nombre de los individuos fusilados dando las razones por las que han sido pasado por las armas.”
Tal como se desprende del mencionado decreto, el organismo encargado de aplicar la política del terror fue la Vserossíiskaya Chrezvicháinaya Komíssiya po borbié s Kontrerevolútsiyey i Sabotázehem, en español Comisión Pan-rusa Extraordinaria de Lucha contra la Contrarrevolución, la Especulación y el Sabotaje, mas conocida por su sigla de Cheka, el primer servicio de inteligencia y contrainteligencia soviético creado por el bolchevique polaco Félix Edumovich Dzerzhinski, el “Félix de Hierro”, como lo llamaba Lenin.
Bajo las enérgicas directivas de Dzerzhinski, la Cheka se dispuso a “cortar mediante el terror las cabezas de la hidra de la contrarrevolución”, asesinando al zar Nicolás II y al resto de la familia real con sus fieles sirvientes, además de otros 10.000 rusos, en su mayoría nobles, oficiales del Ejército, políticos mencheviques, activistas anarquistas o simples campesinos hambrientos que reclamaban pan…
La mayor parte de las víctimas recibían simplemente un disparo en la nuca en los oscuros sótanos del edificios de una antigua compañía de seguros que la Cheka había convertido en su cuartel general, situado en la calle Bolshaya-Lubianka, en el centro de Moscú.
EL VERDUGO DE LA REVOLUCIÓN
La Revolución Cubana no podía ser distinta. Es por lo que Fidel Castro encomendó la tarea de verdugo de la Revolución al Comandante Che Guevara, nombrándolo el 3 de enero de 1959, Jefe de la Guarnición de la Fortaleza de La Cabaña y Juez Supremo de los Tribunales Revolucionarios que comenzaron a funcionar allí, inmediatamente después del triunfo de la Revolución.
En los tiempos del régimen del presidente Fulgencio Batista no existía la pena de muerte en Cuba. El artículo 25 de la Constitución cubana de 1940 prohibía expresamente la pena de muerte y solo permitía su aplicación en casos de traición militar. Desde que se estableció la República solo había sido fusilado un espía alemán durante la Segunda Guerra Mundial.
El 10 de enero de 1959, el flamante Consejo Revolucionario de Ministros modificó la Constitución, pasando por alto las cláusulas que regían para una reforma constitucional, y el 10 de febrero de 1959 promulgó una nueva ley fundamental.
Entre otras modificaciones, la nueva legalidad vigente en Cuba estableció la pena de muerte e incluso la legitimó con efectos retroactivos.
El comandante Ernesto Che Guevara tenía experiencia en la tarea que le había encomendado Fidel Castro. En la Sierra Maestra, antes del triunfo de la Revolución, el Che era el encargado de aplicar la “justicia revolucionaria rápida” forjándose inmediatamente una reputación de ferocidad e implacabilidad” al jugar un papel, ya fuera principal o secundario, en la ejecución sumaria de 21 personas y al menos uno por mano propia.
Casi todas las víctimas eran campesinos pobres de la zona acusados de colaborar, generalmente como informantes, con las tropas de Batista. Algunos eran voluntarios del Ejército Rebelde que intentaron desertar, ya que la lucha guerrillera en la selva se llevaba a cabo bajo muy duras condiciones. Los combatientes frecuentemente pasaban hambre y debían soportar el acoso de insectos y alimañas.
Otros de los condenados eran campesinos de la zona acusados de diversos crímenes, desde merodear por el campamento, robar comida destinada a las tropas rebeldes, hasta delitos más graves como violaciones y asesinatos de pobladores en las zonas rurales.
Todos los ejecutados carecieron de un debido proceso legal, de un defensor y fueron ejecutados en el acto, a veces tan solo con una orden expeditiva del Che, que este solía impartir con indiferencia.
UNA FORTALEZA SINIESTRA
La fortaleza de San Carlos de La Cabaña fue la edificación militar más grande construida por los españoles en América. Situada en la entrada de la Bahía de La Habana, junto con la fortaleza de San Salvador de la Punta y el Castillo de la real Fuerza de La Habana defendían a la ciudad de ataques.
Empezó a edificarse en 1763 en el alto litoral Este del puerto de La Habana, el arquitecto fue Juan Bautista Antonelli, que trabajo bajo la orientación del Brigadier General Don Silvestre Abarca. Los trabajo finalizaron en 1774.
La Fortaleza fue construida bajo los criterios de fortificación militar establecidos por el francés Sebastién Le Pestre, Señor de Vaubán (1633 – 1707), Mariscal de Francia y el más célebre ingeniero militar de su tiempo. Cubre una superficie de setecientos metros de largo por doscientos cuarenta de ancho. Tiene forma de polígono, compuesto por baluartes, revellines, fosos, camino cubierto, cuarteles y almacenes.
Durante las luchas por la independencia de Cuba se convirtió en prisión y muchos patriotas cubanos terminaron sus días fusilados en el “Foso de los Laureles”.
En 1991, el gobierno cubano la convirtió en el Parque Histórico Militar Morro – Cabaña. El tétrico escenario de tantos fusilamientos es hoy el predio donde cada años se lleva a cabo la Feria Internacional del Libro de La Habana.
En los primeros meses de la Revolución entre 800 y 1.000 detenidos fueron alojados en la prisión de La Cabaña, cuya capacidad máxima era tan sólo de trescientas personas. Loa detenidos debían turnarse para dormir y las condiciones de vida por hacinamiento eran atroces.
¡DALE ASPIRINA!
Los Tribunales Revolucionarios funcionaban las veinticuatro horas al día, pero las órdenes que determinaban el destino de los prisioneros proveían directamente de Fidel Castro.
Según el testimonio de Dariel Alarcón Ramírez, alias “Benigno”, uno de los más antiguos y files compañeros de armas del Che Guevara, sobreviviente de la guerrilla en Bolivia, exiliado político en Francia, desde 1996 hasta su muerte en 2016.
“El Che era jefe militar de La Cabaña. Había una plaza militar muy grande allí, con más de mil soldados”, explica Benigno. “Él y Jorge “Papito” Serguera, que eran comandantes los dos, los que presidían los juicios que se hacían. Se turnaban. Un día lo hacía uno, un día lo hacía otro.
“Los juicios nunca comenzaban hasta que llegaba el correo militar, la entrega al oficial de guardia de un sobre manila lacrado, entre las cinco y media y las seis de la tarde. Había veces que eran las seis y media y todavía no había llegado el correo. El Che estaba impaciente: Miren la hora que es y todavía no ha llegado el correo. El sobre, lo que traía era la gente que se iba a juzgar ese día. Allí venía la sentencia de cada uno. Ese papel venía del Estado Mayor y estaba firmado por Fidel, de eso no cabe la menor duda”.
En los juicios, no existían reglas básicas de jurisprudencia y se tomaban las acusaciones del fiscal como pruebas irrefutables de culpabilidad. Aunque el Che era jefe de los tribunales Revolucionarios, no asistía a los juicios; no quería malgastar su tiempo. En una entrevista filmada, José Vilasuso, encargado de revisar y preparar los expedientes de los acusados narra como el Che le decía: “El oficial investigador siempre tiene la razón y siempre tiene la verdad”. Otros subordinados en los Tribunales han reportado que les amonestaba: “No demoren las causas, esto es una revolución, no usen métodos burgueses, las pruebas son secundarias. Hay que proceder por convicción.”
También han testificado que los sermoneaba: “No hace falta hacer muchas averiguaciones para fusilar a uno. Lo que hay que saber es si es necesario fusilarlo. Nada más.”
El Che presidía la corte de apelaciones. Tenía la última palabra sobre la pena capital y presidía la vistas de apelación, conocidas como “revisión de causa”. Eran habitualmente muy cortas, a veces duraban minutos y no se conoce que anulara una sola sentencia de muerte. Las vistas casi siempre terminaban con el Che enviando al condenado a una ejecución inmediata. Quien como médico había jurado defender la vida por encima de todas las cosas, en ocasiones mandaba al infortunado prisionero al paredón con la simple frase de “¡Dale Aspirina!”.
La Cabaña, bajo las órdenes del Comandante Che Guevara se convirtió en una eficiente fábrica de ejecuciones y él se ganó el título de “El carnicero de La Cabaña”.
Los prisioneros aguardaban juicio escuchando el martilleo de la fabricación de ataúdes. Casi nunca podían despedirse de sus familias, a quienes entonces no se les entregaba el cadáver y quedaban sin poder celebrar un funeral. Los juicios, las vistas de apelaciones y las ejecuciones, generalmente se llevaban a cabo tarde en la noche, con frecuencia al amanecer, puesto que el Che creía que la gente era más sumisa por la noche. Por todo el país se difundió la información sobre los juicios y ejecuciones como una clara advertencia a los posibles enemigos de la Revolución.
Veamos nuevamente el testimonio de Benigno sobre estos hechos: “Yo iba en muchas ocasiones a La Cabaña por mi trabajo. Era capitán en la policía militar de La Habana. Tenía que mandar del cuartel de San Ambrosio, todos los días, una escuadra de soldados que iban para los fusilamientos. Se sacaban de voluntarios.
“He alcanzado a ver a un hombre al que habían puesto ya en el paredón de fusilamiento. Detrás de las galeras, yo vi que había tres palos, tres postes clavados allí, y vi que llevaron a uno, le amarraron las manos hacia atrás y le pusieron una venda. Yo veía a ese hombre vivo, que empezaba a implorar por su madre, por sus hijos, que empezaba a corregirse y a orinarse. Vino un cura y yo me decía ¡Coño! ¿A qué carajo viene el cura, si lo van a matar? Le di la espalda y me fui. No he podido ver eso nunca. Cuando le tiran y le meten la descarga, se me estremece el cuerpo. A mí se me vuelve la carne de gallina. No sé si es miedo. Yo he sido sin embargo un guerrero toda la vida, y hay gente que cree que un guerrero mata a sangre fría, que la muerte es para él un alimento. Para mí, no.”
[…] “En varias oportunidades el Che venía sutilmente. Se subía a aquel muro. No era difícil subirlo porque tenía una escalera. Se acostaba boca arriba allí a fumar un habano y a ver los fusilamientos. Eso se comentaba en toda la soldadesca de La Cabaña. Los soldados míos me decían: Cuando estamos en el pelotón de fusilamiento, veíamos al Che fumándose un tabaco arriba del muro. Les daba fuerza a los que iban a disparar. Para aquellos soldados que nunca habían visto al Che, era una cosa importante. Les daba valor.”
En el corto período durante el cual el Che estuvo a cargo de La Cabaña (3 de enero al 26 de noviembre de 1959, con varios meses de viaje intercalados), el proyecto “Archivo Cuba” ha documentado 79 fusilamientos bajo órdenes directas de Guevara. De enero a mayo de 1959, cuando el Che estaba presente, suman 55. Durante los viajes del Che al extranjero, desde el 4 de junio al 8 de septiembre de 1959, hubo 18 fusilamientos, aunque se desconoce cuán involucrado estuvo en los Tribunales. Luego de su regreso a Cuba hubo siete fusilamientos entre el 8 de septiembre y el 26 de noviembre, cuando fue nombrado presidente del Banco Nacional de Cuba.
Los informes sobre el número de fusilamientos en La Cabaña, en 1959, varían ampliamente. Algunos estimados por parte de historiadores suman entre 200 y 700. Un abogado que trabajó en La Cabaña a las órdenes del Che afirmó que al menos se habían llevado a cabo 600 fusilamientos hasta finales de junio de 1959. Es probable que se refiera a las ejecuciones en toda Cuba, pero no queda claro. Archivo Cuba ha documentado 954 fusilamientos en Cuba en 1959, de los cuales 628 habrían ocurrido de enero a junio, 58 de ellos en La Cabaña.
El propio Ernesto Che Guevara reconoció francamente a la comunidad internacional la existencia de los fusilamientos. En Naciones Unidas, en Nueva York, donde pronunció un discurso el 11 de diciembre de 1964, respondió a las insistentes preguntas sobre las ejecuciones con su famosa declaración “Fusilamientos, sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario”. Todo un humanista.
Es probable que nunca se conozca el número total de víctimas del Che. Mucha gente murió en las incursiones guerrilleras que llevó a cabo en el Congo y en Bolivia, así como en revueltas y acciones violentas que planeó y facilitó en Argentina y otros países de América Latina. Por otra parte, el sistema totalitario que ayudó a construir en Cuba ha costado miles de vidas y sufrimientos a los cubanos.
Posiblemente, aquellas personas que compran un remera, un llavero o se realizan un tatuaje con la imagen del Che Guevara deberían reflexionar que se están adornando con el rostro de un asesino.