La puntada invisible es un libro de poemas. La voz en primera persona de una mujer, de una escritora, puebla las páginas. Esa voz en primera, que se reconoce como una voz de mujer, recorre su vida abriendo un derrotero doble: la escritura y el lugar familiar en tanto que sujeto que se relaciona y se reconoce, sobre todo en la figura del padre. Desde esta forma se inscribe la posibilidad de ser y hacer por medio de la palabra poética.
Lo femenino se percibe, en primera instancia, desde la intimidad de la tapa del libro: una aguja, hilo preparado para ser usado en una costura, un primer plano donde se puede observar los elementos que refieren el mundo de las mujeres de la primera mitad del siglo XX. De esa imagen es posible generar la connotación, una relectura sostenida por la simbolización: tejer, los tejidos, las texturas.
Los textos de Legarreta se presentan desde una numeración extrañada: son los números romanos los que funcionan como paratextos; y con ellos se abre una lectura desde la sugerencia, una noción de orden que oscila entre la cronología y la valoración del recuerdo. El uso de los números romanos, entonces, podría funcionar como un juego: ¿quién nos habla? ¿desde qué tiempo y lugar lo hace?
El poema XXVI puede leerse como el arte poético pensado y sentido por Legarreta. Allí puede leerse la expresión de su razón de ser, declara: “no sé por qué escribo poesía” y desde la sucesión de preguntas el texto vuelve sobre sí y hace foco en repeticiones afiebradas acerca del ser y el hacer, la voz en 1° de esa mujer se inscribe en la cuestión de la escritura.
La palabra de Inés Legarreta llega desde las profundidades del yo, desde lo secreto y deambula en la superficie de la página y del ser.
En sus textos, con su palabra, se rompe con las estructuras formales del texto lírico, anulando, por ejemplo, los modos sintácticos de los versos y abriendo, así, la posibilidad plural de los sentidos. Sin mayúsculas, sin puntuación, las palabras “se salpican” en las páginas para que la voz hable independiente de las formalidades.
Los textos son “desparejos” en las formas: breves, muy breves, más extensos, contenedores de historias pero la voz es siempre la misma: esa mujer que en el presente puede ver y verse hacia el pasado y subrayar la razón del canto.
El jardín desconocido, otro libro de poesías, Inés Legarreta propone revisitar lo instintivo i así, volver a recorrer los espacios donde los sujetos se buscan y, a veces, pueden encontrarse.
El libro se abre desde una tapa azul, centrada desde una media luna blanca que observa un jardín también azul, íntimo, que se presupone secreto. Como en los textos de “La puntada invisible” la voz de Legarreta llega desde su cuerpo de mujer situado en su tiempo y en su espacio. El yo, la familia, la casa, el pasado, el jardín, Yacanto son los lugares que se visualizan en el libro y desde donde la voz en primera persona, femenina, se enuncia y hace que lo extraño se sienta propio. Así es, Inés Legarreta juega con lo íntimo y propio al postular eso como escenario y a la vez califica ese territorio y explica que ese jardín es “desconocido”. De esta manera, entonces, la voz de Legarreta juega entre lo familiar y lo nuevo, lo tenido y lo deseado, lo seguro y lo volátil.
Dos partes estructuran el libro: “Bajo otra luz” y “Poemas de Yacanto”. Y desde esa significación paratextual es posible reconocer un micro mundo que late por su propia fuerza y que genera poesía: “Ramas como pájaros./ Ladridos de perros detrás de mi sombre./ Yo escribía.”
Sin títulos individuales, son los números los que se ordenan y ordenan ese mundo propio; desde esa enumeración los lectores recorren el ambiento femenino. Y desde ese lugar creado, Legarreta planta su concepción de escritura.
Una vez más, Legarreta plantea con sus palabras firmes y claras el quehacer del escritor y así funda un espacio interno, vital y lúdico donde las palabras de esa mujer que dice logran trascender. Con su palabra, palabra que se atreve a asumir lo desconocido y desde allí la posible debilidad, los textos de Legarreta crean, construyen, escriben e inscriben un espacio posible y real, fortalecido por el aura creativa. Poesía como “poiesis”, “poiesis” como creación: así es posible leer los textos de Inés.