¡Qué lástima que yo no tenga un abuelo que ganara una batalla! ¡Retratado con una mano cruzada en el pecho, y la otra mano en el puño de la espada! Y, ¡qué lástima que yo no tenga siquiera una espada! Qué lástima que yo, parafraseando a León Felipe, no tenga un sillón en la Academia; mucho dinero en el banco; haber presidido el grupo empresarial mediático más importante e influyente de España; haber jugado a ser empresario y a ser el “gran influencer” en la vida de gobiernos, partidos y líderes políticos españoles. ¡Qué lástima!
Ello me permitiría publicar un artículo, como Juan Luis Cebrián, titulado: “La prensa libre, frente a la posverdad “. Pudiendo aconsejar y prevenir a partidos, medios y ciudadanos. Diciendo sin rubor: “La democracia se ve amenazada por la emergencia de sistemas sociales y políticos que conviven difícilmente con los valores del liberalismo clásico”. Sin considerar la mutación ideológica del periódico El País, como buque insignia del Grupo Prisa, abandonando sus orígenes de centroizquierda, entregado a lo que ahora define de “liberalismo clásico”. No sabemos cuánto de liberalismo y cuanto de clásico, pero sí levanta la bandera de un determinado modelo de sociedad (proyecto para España). Con ello abandona los valores de la cohesión social, de sociedad de bienestar equilibrada y garantizadora de los derechos sociales y colectivos junto a las libertades individuales.
Cambiar de pensamiento es digno de todo respeto, siempre que no venga precedido por ser consecuencia de haber accedido a mejor fortuna. Evidentemente esta transformación en “el pensar”, cuando se es instrumento de generación de opinión pública, lleva al desconcierto de sus lectores, provoca orfandad y confusión pues donde decía digo donde ahora dice Diego y utilizando sus propias palabras nos hace pensar que se ha sumado a la especie, por él criticada, de: …la demagogia, la charlatanería y el engaño. Haciendo bueno lo que él denuncia, que crezca la sospecha de un intento de la minoría privilegiada de controlar a la mayoría, que día a día, se siente más desposeída del bienestar colectivo conseguido con esfuerzo dentro de un sistema que se legitima repartiendo con equidad los beneficios de la sociedad.
Evidentemente tiene razón de que creamos, ignorantes de nosotros, que la culpa es de los políticos ineptos y corruptos. Es difícil que él pueda afearnos el pensamiento de considerar a los políticos ineptos cuando se ha esmerado en que un responsable político de un partido que estabiliza (el sistema) apareciera como tal: que, si no es “un dirigente cabal, sino un insensato sin escrúpulos”, dentro de la “mejor tradición sectaria”, “mentiroso sin escrúpulos” con “oscilaciones a derecha e izquierda” motivado por “intereses personales “, con valores ideológicos “bastante desconocidos”. No pueden darse lecciones de respeto a la política y a sus reglas cuando se escribe como si la pluma fuera la espada Darth Vader, sin responsabilidad alguna.
Menos lecciones cuando se es laxo en combatir la corrupción por mor de la gobernabilidad del país, aunque sea a costa de mantener a un presidente donde la responsabilidad política por la corrupción no le cabe en su bailón cuerpo. Y para nota, no cuestionarse cada día cómo puede mantenerse el apoyo parlamentario del inmaculado Rivera al Gobierno de la Comunidad de Madrid o al de la Nación. Es un paso al liberalismo clásico y a la componenda corrupta de toda la vida.
Efectivamente, … es preciso una reflexión sobre la forma en que se están configurando las opiniones públicas, cuando el liderazgo de la sabiduría ha dado paso a la manipulación, el error o la vulgaridad, Cebrián dixit. No ser miembro de la RAE tal vez me dificulte el correcto entendimiento del concepto “manipulación”.
Más aún cuando los días 10, 11 y 12 de febrero El País ha publicado una encuesta sobre el pulso electoral en España. No voy a entrar en los entresijos de dicha muestra y quien la paga, solamente repararé en determinados juicios de valor que se incluyen a la hora de comentar dichas encuestas valorando la proyección electoral de Ciudadanos. El “momento Ciudadanos” como dicen: “Los electores premian el papel jugado en Cataluña” …”la única que supo hacer frente con éxito al desafío independentista”, “la idea extendida entre muchos electores, según el sondeo de Metroscopia, de que Ciudadanos es el único partido que tiene un proyecto claro para España, a falta de concretar lo que eso signifique” para concluir que es: “el momento del centro”.
Hace ya tiempo que es una evidencia compartida que las encuestas electorales, efectuadas a tanto tiempo de unas posibles elecciones, mutan el objetivo de informar por el de crear opinión a favor o en contra de los posibles contendientes electorales. Fundamentar dicha opinión por su posicionamiento en el caso catalán es un brindis al sol. Tan sólo esgrimir la utilización del 155 en sus versiones más duras en cuanto a la cuestión, no habiendo puesto sobre la mesa ninguna vía de solución al problema, es decir nada distinto a la ley, la ley y solo la ley de Rajoy, sin más alternativa que la vía legal.
En cuanto al proyecto para España, a falta de concretar lo que eso signifique, lo único que intuimos (es una vieja estrategia electoral no decir nada para no pecar) es la contrarreforma del sistema territorial, aunque tampoco hay modelo de país ofrecido, ni ejes para su construcción. Tal vez FAES esté “trabajando en ello” dada la estrecha relación entre Aznar y Rivera. Es decir, nos anuncian pasar del inmovilismo rajoniano regresando al neoliberalismo aznariano, esto es: liberalismo clásico. Utilizando el mantra electoral español de que quien tiene el centro es el que tiene el éxito electoral garantizado.
En la actual situación social española, llegar al centro desde el neoliberalismo político practicado en los últimos años, sólo se consigue retomando la senda de las políticas “socialdemócratas” que reequilibren el sistema. Garantizando el bienestar de una sociedad, asegurando un sistema de pensiones y un sistema sanitario público que sirva para impedir la caída progresiva de los más débiles, poniendo coto a la desigualdad; consiguiendo que educación e investigación sean pilares básicos del desarrollo español; haciendo que el medio ambiente sea parte imprescindible de la agenda pública; combatiendo el riesgo de exclusión social de los que no tienen ingresos suficientes para subsistir en un modelo social que cada vez crea menos empleo y de peor calidad; corrigiendo la brecha salarial entre los que tienen y los que no; impedir que los jóvenes terminen por rechazar el sistema democrático por no encontrar en él nada que les permita creer en el futuro, pues el pasado bueno fue de otros; haciendo que la igualdad de género no sea un bonito eslogan o una cuota reivindicativa sino una realidad cotidiana; que las políticas de cohesión social sean posibles con administraciones regionales y locales (que son las que las ejecutan) que estén suficientemente financiadas y finalmente dando paso a un nuevo Pacto Constitucional que integre a generaciones y territorios en un nuevo proyecto de país, renovando el compromiso europeo en una Europa que defienda un sistema de convivencia solidaria y plural frente a los modelos desiguales y ayunos de derechos sociales, que se están empezando a desarrollar mundo adelante.
En esa tarea, los medios de comunicación social libres y responsables tienen un papel esencial cuando la híper comunicación está vacía de contenidos colectivos, donde el insulto ha sustituido a la crítica y donde la negación de plano de lo propositivo y la recreación de figuras iconoclastas del minuto se ha abierto camino, en detrimento de los proyectos ideológicos que definen modelos concretos de sociedad.
En definitiva, no puede calificarse más que de decrépitas e interesadas opiniones a aquellas que pretenden hacer creer a la opinión pública que todo aquello que no se compadece con nuestra particular visión del mundo es un rechazo al “liberalismo clásico”, que es una opción, pero no la única, y por ende una falta de modelo de país. Esto lo digo desde aquello que nadie da la libertad y ya saben que no hay libertad sin responsabilidad. Los intereses personales pertenecen a otra parte del hemisferio humano donde todo tiene un precio.