El problema del separatismo catalán dista mucho de haber sido superado. La aplicación del artículo 155 de la Constitución Española por parte del gobierno nacional detuvo la DUI (Declaración Unilateral de Independencia), llevó al exilio forzado a ex presidente Carles Puigdemont y a la cárcel a Oriel Junqueras y otros dirigentes independentistas, en la mayoría de los casos sin debido proceso judicial.
Pero, los “independentistas”, que superan al 40% del electorado siguen siendo tan partidarios de separarse de España como siempre.
Mientras que los “constitucionalistas”, es decir los que se sienten tan españoles como siempre y que hoy son una escasa e inestable mayoría, mantienen sus temores de que, algún día, Madrid termine cediendo y dejándolos librados a su suerte.
La tensión se mantiene en la sociedad. Mientras tanto más de tres mil empresas radicadas en Cataluña han dejado la autonomía. Los rubros son diversos van desde bancos, grandes empresas aseguradoras, editoriales, productoras de alimentos y hasta sedes de empresas extranjeras.
Como suele decirse, el “capital es cobarde” y ninguna empresa está interesada en permanecer en una Cataluña que termine fuera de la Unión Europea.
También han cambiado su domicilio -real y fiscal- pequeñas y medianas empresas legales, abogados independientes, estudios de escribanía, contables y registradores. Incluso algunos españoles que cobran pensiones nacionales han modificado su domicilio declarando como lugar de residencia el de familiares y amigos fuera de Cataluña.
En verdadero daño que el llamado “proces” ha causado a la economía, a nivel de inversiones canceladas, empleos perdidos y reservaciones de hotelería y turismo canceladas, sólo se determinará en los próximos años cuando se tengan datos fidedignos.
Además, la economía catalana constituye el 20% del total de la economía española por lo cual el daño se expandirá al resto de la Península.
El próximo 21 de diciembre los habitantes de Cataluña concurrirán a las urnas en un intento de normalizar la Autonomía. Unos esperan ratificar una mayoría que les permita retomar una transición, posiblemente más gradual y ordenada, hacia la independencia y el establecimiento de una república catalana.
Los otros apuestan a crear un gobierno comprometido en el respeto a la constitución y la integridad territorial de España terminando con décadas de delirios independentistas. Son los españoles que se sienten españoles en Cataluña.
A una semana de las elecciones, la fragmentación de los partidos en uno y otro bando, la poca confiabilidad de las encuestas y la incertidumbre sobre cuál será el porcentaje de participación del electorado no permiten avizorar un panorama claro.
Ciudadanos, el partido liberal de centro, que fue la voz que más claramente se ha opuesto a la independencia, encabeza las preferencias, pero sin una mayoría suficiente para formar gobierno. Su líder a nivel nacional es Albert Rivera y la cabeza de lista en Cataluña es Inés Arrimada.
De confirmarse esos resultados el 21 D, Ciudadanos dependerá de lograr un acuerdo con otras fuerzas constitucionalistas (PP y PSC) para controlar la Generalitat y cerrar el paso a los independentistas.
Segundo en las encuestas se sitúa Esquerra Republicana de Catalunia – ERC-, una fuerza de centro izquierda liderada por el detenido Oriol Junqueras, es un partido histórico que apoyo la DUI realizada por Puigdemont.
No obstante, cualquiera sea el resultado en las urnas, a la votación seguirá un intenso proceso de negociaciones donde cada bando buscará alcanzar una mayoría para formar gobierno acordando un programa en común.
Aunque difícilmente el resultado electoral o los pactos políticos que se alcancen consigan soldar la profunda “grieta” que divide a la sociedad española.
Es que el separatismo, que algunos catalanes radicalizados se empecinan en denominar “independentismo republicano”, constituye un verdadero “cáncer” que enferma al cuerpo social español en su conjunto. El separatismo se difunde en diversas regiones de España y otros individuos disconformes se radicalizan, crean supuestas identidades “nacionales”, inventan una historia reivindicativa, imaginan agravios y se lanzan a reclamar la independencia.
Pronto todo el cuerpo nacional sufre los efectos de la multiplicación de reivindicaciones separatistas. En España, algunos vascos, gallegos, andaluces siguen con atención la evolución el “proces” catalán. Observan y esperan. En ocasiones sin demasiada paciencia.
El 8 de diciembre, por ejemplo, en Zaragoza, capital de Aragón, en un bar llamado “El tocadisco”, un cliente Víctor Láinez, fue ultimado a golpes por Rodrigo Lanza, un miembro del movimiento anarquista “Okupa”, con una condena previa de seis años de cárcel por dejar tetrapléjico a un guardia urbano de Barcelona, en 2006.
El asesinato de Láinez fue claramente un “crimen de odio” entre españoles. El delito de la víctima fue simplemente lucir unos tiradores con los dolores de la bandera española. Eso fue suficiente para que Lanza y sus acompañantes (otro hombre y dos mujeres) lo agredieran llamándolo “Facha” (en Cataluña la palabra “facha”, puede traducirse como “fascista” o “franquista” y suele aplicarse a todos los que defienden la integridad territorial de España).
Cuando Láinez dejaba el establecimiento para evitar la confrontación. Lanza lo golpeo por la espalda en el cráneo con un hierro y lo pateo en el suelo hasta matarlo.
El asesinato de Láinez puede ser considerado como un hecho de violencia extrema. Quizá se trate de un caso aislado que no debe generalizarse. Pero es algo que ha ocurrido recientemente.
Quien crea que el problema del independentismo catalán se ha resuelto con la aplicación del artículo 155 de la Constitución y con un llamado a elecciones esta equivocado o busca conformarse con una solución transitoria.