En noviembre de 1936 comenzaba el quinto mes de la guerra civil que ensangrentaba a España. Los nacionalistas que respondían al mando del general Francisco Franco Bahamonde avanzaban a paso firme desde el sur de la península con rumbo al norte. La liberación del Alcázar de Toledo, donde resistía tenazmente la guarnición de la Escuela de Infantería y un puñado de refugiados nacionalistas al mando del general José Moscardó, demoró el cerco de los sublevados a la capital de España.
En los primeros días del mes de noviembre las tropas nacionales estaban a las puertas de Madrid. El día 2 de noviembre las fuerzas franquistas capturaron Fuenlabrada y Villaviciosa de Odón. El día 4 cayó Getafe.
La captura de Madrid, que sin duda hubiera precipitado el fin de la guerra, parecía inminente. El nuevo gobierno republicano a cuyo frente se hallaba el socialista Francisco Largo Caballero decidió evacuar Madrid, dejando el mando y la defensa de la ciudad a una “Junta de Defensa” presidida por el general José Miaja Menat y compuesta por representantes pertenecientes a todos los partidos que componían el “Frente Popular”.
Según afirma el periodista soviético Mijaíl Koltsov, formalmente corresponsal de Pravda, pero para muchos “el agente personal de Stalin en España”, en su libro “Diario de la guerra española”, en las cárceles madrileñas había “ocho mil fascistas detenidos”.
La Junta de Defensa temía que si los presos -muchos de ellos militares, guardias civiles, sacerdotes y personalidades hostiles a la República- eran liberados o fugaban, podrían incrementar el potencial ofensivo de los sublevados.
En la madrugada del 6 al 7 de noviembre, se combatía dentro de la propia ciudad y los franquistas habían llegado hasta la Ciudad Universitaria, muy cerca de la Cárcel Modelo, dando comienzo a la Batalla de Madrid.
Fue entonces cuando la Junta de Defensa dispuso la evacuación de los presos detenidos en la Cárcel Modelo. Había comenzado la Masacre de Paracuellos.
Entre el 7 de noviembre y el 4 de diciembre de 1936 se llevaron a cabo 33 extracciones (sacas) de presos de las cárceles madrileñas. De ellas, 23 derivaron en el asesinato de presos.
Las extracciones comenzaron en la Cárcel Modelo, pero este penal fue evacuado el día 16 de noviembre y los presos que aún quedaban en el fueron repartidos entre otras cárceles madrileñas. Por lo tanto, las “sacas” se produjeron en la de Porlier, San Antón y de Ventas. No hubo ninguna “saca” en las cárceles de mujeres, por lo que no existe ninguna mujer asesinada en Paracuellos. La mayor parte de las víctimas provenían de la Cárcel Modelo.
Desde la madrugada del 7 de noviembre una barricada de losas rodea la entrada de la Cárcel Modelo, custodiada por milicianos. Dentro de la barricada, estacionados, aguardan entre siete y nueve autobuses verdes de dos pisos pertenecientes al servicio público de transportes de la ciudad, más dos autobuses grandes de turismo. En seguida comienzan las temidas “sacas” de presos.
El ordenanza intima a los detenidos a asomarse a las balconadas para que todos escuchen la lista nombres que se pronuncia a continuación. Un pelotón armado perteneciente a la “Milicia de Vigilancia de la Retaguardia” -una fuerza parapolicial creada en septiembre de 1936 para integrar a las milicias sindicales, estudiantiles y anarquistas que efectuaban requisas y controles en forma autónoma y descontrolada. Respondía a la Dirección General de Seguridad- encañonaba expectante a los reclusos. Prontos para disparar si algún preso hablaba o ensayaba cualquier acto de rebeldía.
Los jefes milicianos que leen la lista exigen a los presos nombrados que bajes “con todo” lo que posean al centro de la galería y se coloquen en orden de llamada.
Los autobuses, cada uno con unos sesenta detenidos y una docena de milicianos a bordo de coches “balilla” tomaban rumbo a Alcalá de Henares, pero eran desviados hacia sitios del arroyo San José, en la vega del río Jarama, y a un caz o canal de irrigación fuera de uso, en la vega del río Henares donde se habían preparado tumbas colectivas muy superficiales, cavadas por los vecinos del pueblo de Paracuellos obligados por los milicianos a punta de pistola.
Los reclusos son trasladados atados con sogas de dos en dos o con las manos a la espalda, los dividen en grupos de entre diez y veinticinco individuos. Los obligan a caminar hacia las precarias fosas comunes y, una vez situados en el borde de los pozos. Entonces un pelotón de entre treinta y cuarenta milicianos disparaba contra ellos.
Muchos caen tan sólo heridos en las fosas. Algunos tienen la suerte de recibir un tiro de gracia, otros menos afortunados deben aguardar a morir desangrados, aplastados o enterrados vivos.
Las extracciones se efectúan mediante notificaciones con el membrete oficial de la Dirección General de Seguridad y en ocasiones, firmadas por Segundo Serrano Poncela, el delegado de Orden Público de la Consejería de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid, a cargo de Santiago Carrillo Solares, por ese entonces de 21 años.
Tanto Segundo Serrano Poncela como Santiago Carrillo (1915 – 2012) eran miembros del Partido Comunista Español. Carrillo fue Secretario General del PCE entre 1960 y 1982.
Es difícil precisar el número de víctimas inmoladas en Paracuellos. Se han rescatado unos mil cuerpos completos pero las estimaciones más realistas hablan de entre 2.500 y 5.000 presos asesinados. Hay documentación que atestigua varios casos de padres e hijos, aun de hermanos asesinados juntos.
Entre las víctimas había 276 menores de entre 13 y 21 años. También había un gran número de sacerdotes católicos, entre ellos 34 monjes agustinos pertenecientes al monasterio de El Escorial.
La masacre de Paracuellos fue una acción cuidadosamente organizada por las autoridades republicanas de Madrid y no un desborde producido por milicianos fuera de control. En la decisión de asesinar a los presos “fascistas” tuvieron un peso determinante el Partido Comunista Español y el servicio de inteligencia soviético, la temida NKVD. En cuanto a las responsabilidades individuales sin duda hay que mencionar a Segundo Serrano Poncela y a Santiago Carrillo como directamente involucrados en las “sacas” y a los agentes soviéticos Mijaíl Koltsov, alias “Miguel Martínez” y Nikloshi “Alejandro” Orlov, jefe de la NKVD en España como instigadores de las ejecuciones.
Es por ello por lo que los historiadores ven muchas similitudes entre la Masacre de Paracuellos y la matanza de prisioneros de guerra polacos llevadas a cabo por el Ejército Rojo en el bosque de Katyn, en 1939.