El Hambre y la desesperación llevan a las personas a cometer actos atroces, apareciendo la antropofagia como la única alternativa a una muerte horrible, más que como la expresión de una patología aberrante.
Una larga y horrible tradición
Pese a su título, esta crónica se vincula más a un relato de Edgar Alan Poe u Horacio Quiroga, que a uno de los cuentos infantiles de los hermanos Green. Es que los seres que motivan nuestra narración están más cerca de los cuervos, los gatos negros o las gallinas degolladas de los cuentos de horror de que la adorable Caperucita Roja devorada por el cruel lobo, aunque ellos también devoren a sus infortunadas víctimas y ningún cazador pueda rescatarlas.
Los perversos personajes que nos ocupan se caracterizan por sentir una muy fuerte atracción por sus semejantes, o mejor dicho, por la carne de sus semejantes. Sí amigo lector, usted lo ha adivinado, este es un relato de caníbales.
Ahora bien, a estas alturas el lector se estará preguntando qué vinculaciones pueden existir entre los antropófagos y la vida cotidiana de la Rusia actual. Seguramente alguien podrá decir ¿No irá usted a venir con el cuento de que hay caníbales en Rusia? Pues bien, aunque parezca uno de los célebres “créase o no” de Ripley, los caníbales parecen formar parte del paisaje social de la Rusia post soviética.
Es que, entre miserias y calamidades cotidianas, los sufridos ciudadanos rusos no paran de descubrir barbaridades que añadir a la ya extraordinaria historia criminal reciente de este país (1995). Ahora se sorprenden y horrorizan al saber que se están produciendo frecuentes casos de antropofagia en sectores marginales de la sociedad rusa.
En realidad, los actos de canibalismo no son algo desconocido en la Rusia de este siglo. A fines de la década de los años veinte y comienzo de los treinta, durante la colectivización forzada del agro llevada a cabo por Iósif Stalin, se produjo una hambruna generalizada, el temible “holodomor” (muerte por hambre), que terminó en aberrantes actos de canibalismo.
Durante la llamada “guerra al kulak”[i], cuando los campesinos eran perseguidos y se les expropiaba sus ganados y sus cosechas para alimentar al proletariado de las grandes ciudades, en áreas predominantemente rurales, como en Ucrania, el hambre y la desesperación llevaron a la gente a cometer toda clase de atrocidades.[ii]
Al parecer el canibalismo comenzó cuando algunos hambrientos desesperados devoraron los cadáveres de sus semejantes muertos por inanición. El siguiente paso llevó al secuestro de niños para devorarlos.
Incluso existen relatos de sobrevivientes según los cuales ciertas familias llegaron a intercambiar sus niños más pequeños y débiles. Los niños eran inmediatamente sacrificados y devorados para permitir así la supervivencia de los restantes miembros del grupo. Al parecer la desesperación de la gente puede llevarla a cualquier exceso. Aunque este relato guarda indudables contactos con lo descrito por Curcio Malaparte en su novela La Piel, existen amplias pruebas que corroboran estas afirmaciones.
Pocos años más tarde, en la Gran Guerra Patria[iii], durante el glorioso sitio de Leningrado, se repitieron casos de necrofagia que obligaron a los soldados del Ejército Soviético a fusilar a quienes se alimentaban de cadáveres. Recordemos que durante los 500 días en que se prolongó el cerco alemán, el abastecimiento de la población se redujo hasta ser solo 150 gramos de harina (no de pan, sino de harina) por persona adulta por día. En estas condiciones es lógico comprender que la población llegara a cualquier extremo para sobrevivir.
Claro está que hacemos referencia a casos extremos donde se pone en juego la supervivencia. La historia de la humanidad recoge otros ejemplos de antropofagia por necesidad. Los mismos por lo general tuvieron lugar en ciudades cercadas y sometidas al hambre. Recordemos el magistral relato de Manuel Mujica Láinez, titulado “El hambre”, en su libro de cuentos “Misteriosa Buenos Aires”. Mujica Láinez recrea con maestría los padecimientos, el hambre y la desesperación de los conquistadores españoles que acompañaron a Don Pedro de Mendoza, en la fundación, en 1536, del puerto de Santa María del Buen Aire y luego fueron asediados por los indios y sometidos a tortura del hambre extrema.
Allí también debió castigarse con la horca a quienes protagonizaron actos de canibalismo. Más recientemente, incluso de produjo un hecho de necrofagia protagonizado por un grupo de rugbyes uruguayos perdidos en la cordillera de los Andes, tras un accidente aéreo. Los sobrevivientes aislados en la cima de las montañas debieron comer la carne de los cadáveres de sus parientes y amigos para sobrevivir hasta ser rescatados.
En todos estos casos la antropofagia se presentaba más como la única alternativa a una horrible muerte, que como una aberrante patología de individuos desviados. Lo que más sorprende de los hechos que se han producido recientemente en Rusia es la frecuencia con que los criminales eligen alimentarse con la carne de sus semejantes, sin ninguna razón evidente que lo explique.
El carnicero de Rostov
Estas afirmaciones podrían navegar en un mar de dudas a menos que se suministren ejemplos de esta crónica de horror. Toda referencia a actos de canibalismo en Rusia debe sin duda comenzar por el célebre caso de Andréi Chikatilo, conocido como el Carnicero de Rostov, aunque estos hechos ocurrieron en Ucrania cuando este país era una república de la URSS.
Chikatilo fue un asesino en serie que ultimó al menos a 52 jóvenes personas y devoró parte de los cuerpos de sus víctimas.
El caso de Chikatilo hace aparecer como un simple aficionado al personaje cinematográfico de Hannibal Lecter -Aníbal, el caníbal-, creado por el actor Anthony Hopkins en la película “The silence of the lambs” -El silencio de los corderos-. Si Hannibal Lecter era un psiquiatra que terminaba devorando a sus pacientes, Andréi Chikatilo era un profesor de filosofía marxista-leninista, miembro del Partido Comunista, que a sus 56 años, era considerado por sus vecinos como un abuelo tranquilo y buen padre de familia.
Ello no impidió que Chikatilo violara, mutilara y asesinara, entre 1978 y 1990, a 21 muchachos, 14 niñas y 18 mujeres adultas, según los datos recogidos por la policía soviética que en aquel entonces rastreó sus andanzas por diversas regiones de Ucrania, el sur de Rusia e incluso Kazajistán. A muchas de sus víctimas, para excitarse, les había comido sus órganos sexuales o lenguas, y a otros les sacaba los ojos, pues no podía resistir su mirada. En algunos casos, Chikatilo cometió esas atrocidades mientras sus infortunadas víctimas agonizaban, según confesó al ser detenido.[iv]
¿Cómo llegó este filosofo, padre de dos hijos, con dos nietos, a cometer actos tan atroces? Las motivaciones de Chikatilo siempre permanecieron en la oscuridad, las autoridades no dieron mayores precisiones sobre el caso, pero, sin embargo, el psiquiatra Alexander Bujanovski, quien se había hecho cargo del caso desde 1984, y el único profesional que conversó con Chikatilo en su cautiverio, desde 1990 hasta el juicio, realizó una revelación aterradora: “Él era un niño aterrorizado por lo ocurrido con su hermano, que había sido secuestrado, asesinado y devorado por un grupo de campesinos hambrientos.” -en la época del Holodomor en el campo de Ucrania- “Lo asustaba la idea de que un niño podía ser comido y lo recordó toda su vida, pero también tenía un insano interés en el tema y sus fantasías más salvajes se referían constantemente a ese episodio”, agregó el experto.[v]
Finalmente, Chikatilo terminó sus días en 1992, ejecutado con un disparo en la nuca en la misma ciudad de Rostov, situada en la desembocadura del río Don. Sin duda, el Carnicero de Rostov parece un personaje extraído de la Historia universal de la infamia, de Jorge Luis Borges, pero su ajusticiamiento estuvo lejos de poner fin, en el territorio de la antigua Unión Soviética, al gusto de algunos individuos por la carne de sus semejantes.
Una pierna para merendar
Algún lector seguramente podría pensar que el caso de Chikatilo, tiene por protagonista a un perturbado mental y que no puede de ninguna manera crear una tendencia social o criminal. Veamos entonces otro caso de canibalismo producido en circunstancias distintas.
El siguiente caso de antropofagia, está rodeado de circunstancias de la mayor sordidez, como es el hecho de que la víctima fuera compañera de quienes trataban de “merendársela” asando a la brasa una pierna después de haberla asesinado. Entre todos los implicados, ninguno superaba los 25 años.
En Moscú, los tiroteos callejeros y los ajustes de cuentas entre las distintas bandas mafiosas están a la orden del día. No sucedía lo mismo en la tranquila ciudad de Viatka – Kirov en los tiempos soviéticos-, situada a 800 km al norte de Moscú, donde sin embargo, muchos viajan hasta la capital distante a casi mil kilómetros, en busca de emociones. Otros, sin embargo, tal vez recordaron que en esta misma ciudad, hace diez años, se registró el caso de un psicópata – caníbal que asesinó a un familiar para comerse su hígado.
En este caso no se trata de ningún maníaco ni de un caso extremo de supervivencia. Los protagonistas de esta macabra historia son cuatro jóvenes, sin domicilio ni trabajo fijo, que vivían a salto de mata de un lado a otro de Rusia. Dos muchachos de 22 y 25 años y sus dos amigas de 22 y 19, que ya tenían antecedentes por pequeños robos en casi todos los lugares por los que iban pasando. Ellos constituyen un reflejo de la degeneración moral que han provocado en el sustrato de la sociedad rusa tanto los 74 años de comunismo como la violenta transición incontrolada hacia la libertad.
Alcoholizados y sin rumbo fijo, los cuatro jóvenes vivían montados en los trenes sin pagar los boletos. Viajaban de ciudad en ciudad sin preocuparse más que de saber que podrían vender o robar para conseguir vodka y dónde iban a celebrar la siguiente borrachera.
En la última de estas orgías etílicas, el 2 de agosto de 1993, decidieron asesinar a una de las chicas y allí mismo, en un bosque de los alrededores de Viatka asar unos trozos de carne de la pierna, que previamente le habían amputado al cadáver. No tuvieron ni la precaución de ocultar el cuerpo de la infortunada joven, y gracias a ello, un lugareño que paseaba por allí pudo verlo y avisar a la policía.
Según los datos suministrados por un oficial de la policía de la ciudad de Viatka, donde sucedieron estos hechos, la pandilla llegó a finales de julio a la zona, situada a mil kilómetros al noreste de Moscú, porque uno de ellos era originario de la región. El de más edad, sin embargo, procedía de Cheliabinsk, en los Urales, a miles de kilómetros de distancia de allí. De las dos mujeres, ni siquiera se conoce su último domicilio.
Se trata de una pandilla de drogadictos y alcohólicos, el verdadero lumpen de nuestra sociedad, comentó lapidariamente el capitán de policía Alexei Ivánovich, que participó en la horrorosa detención de los tres jóvenes.
Instalados cerca de un pequeño bosque que está al lado de la carretera que conduce al aeropuerto local, los cuatro vagabundos esperaban poder robar algo en algunas de las “dachas”[vi] de la zona, que además de objetos diversos en su interior, suelen tener un pequeño huerto en el jardín. Pero en plena temporada veraniega, según han confesado, apenas lograban pasar inadvertidos, con todas las parcelas bien vigiladas en esa época. Como no pudieron ni robar objetos ni comer hortalizas, pronto empezaron a pasar hambre.
Llegado el momento, los cuatro se gastaron sus últimos rubros en comprar vodka barato, a unos 500 rublos la botella, bastante accesible si se tiene en consideración que un kilo de carne podía costar en ese entonces más de 5.000 rublos. Borrachos hasta el límite pero sin comida, el 2 de agosto a media tarde, los dos muchachos y la chica más joven, decidieron que iban a comerse a la cuarta miembro del grupo, que permanecía en ese momento inconsciente por la borrachera.[vii]
Nina Bereshneva, de 22 años, no despertaría jamás. Allí mismo le cortaron la yugular y no pudo ni darse cuenta de que estaba muriendo. Cuando estuvo desangrada, el de mayor edad y presumiblemente el jefe del grupo, eligió una pierna y la seccionó para poder cortar luego unos filetes del muslo.
Con el resto del cadáver ahí al lado y mientras uno preparaba el fuego, los otros decidieron buscar un poco de pan para acompañar el macabro “festín” y se alejaron para pedir pan en alguna de las dachas. A eso de las seis de la tarde, un vecino acertó a pasar por allí paseando, cuando vio con sorpresa el cuerpo desmembrado de la infortunada víctima y el vagabundo preparando las brasas para asar los filetes de carne humana. Espantado por el terrible cuadro corrió a alertar a las autoridades que concurrieron algo incrédulas al lugar a confirmar la denuncia del lugareño.
La detención de estos caníbales llevó algunas horas, porque los dos que no estaban en el improvisado campamento cuando llegó la policía trataron de subirse a un tren para huir. Pero, finalmente, fueron apresados y los tres terminaron encerrados en la prisión de la ciudad a la espera de ser sometidos a juicio. En esa ocasión la policía comentó a los periodistas que investigaban el caso que se habían registrado otros hechos similares, en que los vagabundos mataban a sus compañeros de desdichas para venderlos como carne de vacuno y así obtener dinero con el que comprar vodka.[viii] Ante el hecho descubierto poco se puede dudar de esta versión.
Hambre en el gulag siberiano[ix]
En caso de que el lector necesite más pruebas de que la antropofagia es una práctica frecuente en los bajos fondos de la sociedad rusa, veamos dos últimos ejemplos, producidos en fecha más reciente.
En la unidad penitenciaria U. B.14-9 estaban encarcelados dos jóvenes malandrines, Alexei Gluzov, de 25 años, y Alexander Maslich, de 23 años, años condenados por diversas tropelías. Robos, lesiones y algún muerto los habían llevado a la cárcel siberiana. Después de algunos años de prisión, llegó el 28 de julio de 1994, un día en que Alexei y Alexander estaban hambrientos, aburridos o cansados del hacinamiento en su celda. Mientras miraban al tercer ocupante del recinto, otro joven como ellos, Alexei Dzyuba, de tan solo 23 años que dormía plácida y confiadamente. Fue entonces cuando se les ocurrió que podían mejorar en algo su día. ¿Por qué no hacer un pequeño “asadito”, si allí estaba el bueno de Alioshka para echarles una mano? Mientras uno de ellos lo sujetaba en otro lo estrangulo con una cuerda.
Luego ambos reclusos trozaron las partes más carnosas de su víctima y las asaron en la pequeña hornilla de su celda.[x] Los guardias, que concurrieron al lugar atraídos por el fuerte olor de la carne asada, sorprendió a los presidiarios cuando habían comenzado la comida y quedaron paralizados por el horror, aunque más tarde reconocieron que el hecho no los había sorprendido tanto porque existían precedentes…
Seguramente, se podrá decir en justificación de este caso de antropofagia que las condiciones de los reclusos en una cárcel siberiana que las condiciones de los reclusos en una cárcel siberiana son sin duda atroces, casi sin instalaciones sanitarias, sin alimentación adecuada y con una superpoblación tal que en ciertas ocasiones es de dos internos por metro cuadrado. Se puede esperar en tales circunstancias que los hombres allí recluidos terminen por comportarse como fieras.
Pero qué se puede pensar cuando se conoce una antigua tradición de estas cárceles. Tanto en tiempos del azar, como después bajo la dictadura de Stalin, muchos prisioneros y desterrados en Siberia eran simplemente trasladados a una aldea muy apartada y dejados allí en libertad. Así, por ejemplo, lo describe Anatoli Ribakov, en su libro “El terror”[xi]. Es que los reclusos no tenían a dónde escapar en medio de miles de kilómetros de un desierto nevado, y los pocos que se atrevían a intentarlo solían pagarlo con la vida. Sus cadáveres aparecían la primavera siguiente cuando se retiraba la nieve, al punto tal que esos cadáveres recibían el nombre de Podsnesznic, la misma denominación que se aplica a las primeras flores silvestres que brotan en el mismo instante en que se derrite la nieve.
Pero, como siempre había alguien que en medio de la locura y la desesperación estaba dispuesto a intentar la aventura en esos infiernos helados, cuenta la tradición que cuando dos o más reclusos veteranos preparaban una fuga invitaban a un novato a tomar parte. Esto no era ningún gesto altruista, el novato estaba destinado a ser devorado durante la marcha cuando, tras días de marcha sin alimentos, las fuerzas comienzan a fallar. El infortunado inexperto constituía entonces la única fuente de proteínas disponible y la diferencia entre la vida y la muerte de los reclusos más duros y experimentados.
Delicatessen Strogonoff
Claro, éstos son relatos de dementes, asesinos en serie, vagabundos y criminales condenados, pero como interpretar entonces la siguiente noticia, aparecida en la prensa[xii], el 14 de julio de 1995, dos días después de que se conociera el hecho anterior. En la ciudad de Riga, capital de la república báltica de Lituania un hombre asesino a una mujer y seccionó parte de su cuerpo para preparar una cena.
Al parecer Dimitri Reomanenkov debía preparar una cena íntima para su amante y no disponía de dinero ni de carne para el acontecimiento. Claro está que el bueno de Dimitri no era un hombre capaz de amilanarse ante las dificultades. Si no tenía dinero para abastecerse en el “rinak”[xiii] al menos tenía buenos vecinos capaces de poner el cuerpo o al menos una parte del cuerpo. Así que se hizo de una pesada estaca de madera con la cual abrió el cráneo de una de sus infortunadas vecinas y se apropió de parte de sus órganos internos con los cuales preparó un peculiar platillo para la cena.
Para evitar cualquier recelo por parte de su invitada no le aclaró de donde provenían los ingredientes empleados para la cena. Cuando la joven preguntó por el particular sabor de la carne, Dimitri con una sonrisa le dijo tranquilamente que se trataba de cordero y ambos continuaron degustando el insólito platillo.
Las autoridades detuvieron al asesino poco después de que la cena había terminado. Lamentablemente, no trascendió cuál fue la reacción de la joven amante de Romanenkov cuando se enteró de los particulares gustos gastronómicos de su anfitrión.
Un extraño delivery[xiv]
Más recientemente, otro espeluznante caso, vino a confirmar que los recurrentes casos de antropofagia en Rusia no han cesado.
Dmitry y Natalia Bakshéyev parecían una pareja muy amorosa ante los ojos de la sociedad rusa, pero su casa ocultaba un macabro secreto: los Bashéyev eran caníbales. Ambos se dedicaron abuscar, cercenar, comer y distribuir la carne de sus víctimas durante dos décadas.
Natalia nació en 1975 y trabajó durante varios años como jefe de enfermeras en el departamento de sanidad del Colegio Superior Militar de Aviación de Krasnodar. La despidieron luego de presentar alcoholismo crónico. Dmitry nació en 1982 y a corta edad ya era procesado por hurtos a tiendas y vehículos. Sin embargo, logró evadir a las autoridades y las penas por esos delitos no las cumplió. También trabajó como restaurador de departamentos y labores generales.
Se estima que los Bakshéyev habrían vivido juntos desde 2012 en un dormitorio escolar, lugar de que Natalia lo heredara de su anterior marido. La pareja presentaba comportamientos asociales en su comunidad, pero nunca generaron dudas sobre comportamientos y menos que menos levantaron sospechas sobre sus horrendas costumbres gastronómicas.
Como ambos estaban desempleados, Natalia comenzó a ofrecer a sus vecinos tartas de carne. Según los testimonios recopilados por los investigadores rusos, cuando una de sus vecinas la abordó sobre los ingredientes de ese menú, la joven caníbal solo respondió que los hacía “con lo que se iba encontrando”. Los investigadores constaron luego que la mujer fueproveedora de carne y de algunas preparaciones para la base militar en la que trabajó como enfermera. Incluso se aseguró que vendió este producto a destacados restaurantes en su región.
“Nos dejó claro que ella nos podía conseguir buena carne, pero yo le dije que solo trabajamos con proveedores con certificados. Se dice que trabajó como chef en algún sitio, así que la policía debería investigar a esos otros restaurantes”, explicó la vecina, quien abrió el camino para una investigación del caso.
Mientras Natalia buscaba restaurantes y lugares a los cuales vender la carne de sus víctimas, encontró a Elena Vashrushev, de 35 años, quien trabajaba de camarera en un restaurante cercano. A ella la convenció de ir a su vivienda y allí la asesinó. En sus salidas, Dmitry perdió su celular y lo encontró un obrero de la zona que se sorprendió al ver el contenido de la galería de fotos. Fue el principio del fin para los caníbales rusos.
El hombre encontró varias fotos de la pareja, incluso una de ellas donde Dmitrysostenía una mano humana cercenada en su boca. El obrero llevó el teléfono a la policía. Al revisar el contenido, los policías descubrieron que entre las imágenes, aparecían fotos de una mujer que se encontraba desaparecida.
Según los archivos del celular, a Elena Vashrushev la asesinaron el 8 de septiembre de 2017,durante una reunión en la que se emborracharon. Luego de una disputa entre Natalia y Elena, esta le ordenó a su marido asesinarla, pero ella también participó activamente en el crimen. Según el reporte forense, Elena murió a consecuencia haber recibido múltiples puñaladas.
Las autoridades llegaron a la vivienda de la pareja y se llevaron una horrible sorpresa. En medio del desorden de la departamento encontraron más restos humanos.
En la cocina había siete paquetes conteniendo trozos de cuerpos que parecían humanos y 19 fragmentos de piel muerta. La pareja de caníbales confesó luego que guardaron partes de algunas de sus víctimas en la heladera para comerlas más tarde.
Inicialmente, el caso comenzó con un cargo de asesinato, pero más tarde les imputaron también asesinato grupal. Por estos delitos, a Natalia Bakshéyev la condenaron a 10 años de prisión, mientras que a su esposo a 12 años.
Amigo lector, usted puede considerar esta crónica negra algo exagerada, más digna de un truculento filme de horror, como el inolvidable Delicatessen de Marc Caro y Jean Pierre Jeunet, que de un libro sobre la vida cotidiana en la nueva Rusia. Sin embargo, si usted piensa visitar Rusia próximamente permítame advertirle que allí la antigua sentencia de Tomás Hobbes, sobre que “el hombre es el lobo del hombre”, es tomado por algunos rusos muy al pie de la letra.
[i] KULAK: denominación que se daba en la década de los años treinta a los campesinos ricos, una definición muy amplia que comprendía desde los campesinos que solo eran propietarios de una única vaca a verdaderos terratenientes.
[ii] TREMAIN, Rose: Stalin. Ed. San Martín. Madrid. 1978. En la página 84 dice: “En aquella época (1929) la población campesina de Rusia totalizaba 25 millones de habitantes y sólo una quinta parte era tan pobre como para advertir alguna ventaja en el programa de colectivización. El resto, aferrado a sus preciadas tierras hasta el final, se resistió tan duramente que la aplicación de la colectivización hubo de convertirse en una operación militar. Frecuentemente, los propietarios agrícolas recalcitrantes fueron obligados a entregar sus tierras a las cooperativas a punta de pistola. Muchos, antes que entregarlos al Gobierno, quemaron sus graneros, destrozaron sus máquinas y sacrificaron sus animales. Un informe sobre la colectivización declaró que entre 1929 y 1933 habían sido sacrificados 18 millones de caballos y que habían quedado sin cultivar millones de hectáreas.” Por su parte, Bohdan Chudoba, en su obra “Rusia y el oriente de Europa”, Ed. Rialp. Madrid. 1980 dice en página 325: “Sólo entre 1928 y 1933 unos cinco millones de campesinos, con sus mujeres e hijos, fueron asesinados o trasladados o campos de trabajo forzoso, en un esfuerzo para quebrar la resistencia.”
[iii] GRAN GUERRA PATRIA: denominación que se da en Rusia al período entre la invasión alemana de 1941 a la caída de Berlín en 1945, en que los soviéticos participaron en la Segunda Guerra Mundial.
[iv] BASS, Miguel: Pena de muerte para Chikatilo. Cable EFE 16 de febrero de 1994.
[v] REVISTA NOTICIAS: Bs. As. 25 de octubre de 1992.
[vi] DACHAS: casas quinta.
[vii] MYERS, Willian y Eugenio DORNIN: Preparan proceso por merienda con una pierna de mujer. Cable de EFE, 26 de agosto de 1993.
[viii] SERBETO, Enrique: Dirario el País. Madrid, 26 de agosto de 1993.
[ix] GULAG: ACRÓNIMO DE Glavnoye Upravlene Leguerey -Dirección General de los Campos de Trabajo-. Creados en 1918, estos campos combinaban las características propias de campos de trabajos forzados con los campos de concentración tradicionales. Los primeros campos fueron situados -para albergar a burgueses, antibolcheviques y opositores en general- en las islas Solovsky, en el mar Blanco. Más tarde, casi todos los campos fueron ubicados en la Rusia europea o en el trayecto de la vía férrea Baikal – Amur, en la Siberia Sudoriental. La palabra Gulag, se incorporó al lenguaje político y a la literatura tras la publicación de la obra de Alexander Solzhenitsin: Archipiélago Gulag, donde el literato y disidente soviético describe en detalle el funcionamiento de estos campos, especialmente en la era stalinista cuando él pasó diez años como prisionero políticos.
[x] TAIBBI, Matt: Cannibal convicts: is prison at fault? Diario The Moscow Times, Moscú 12 de julio de 1995.
[xi] RIBAKOV, Anatoli: El terror. Ediciones B, Madrid 1991.
[xii] THE MOSCOW TIMES: In brief, Moscú, 14 de julio de 1995.
[xiii] RINAK: mercado local, antepasado soviético de los pequeños supermercados de barrio.
[xiv] LA NACIÓN: La historia de la macabra pareja de caníbales que vendía carne humana a restaurantes de lujo. Bs. As. 11 de julio de 2023. Fuente original: El Nacional (Venezuela)
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