Oh muerte sin sentido, oh violencia sin razón,
¿Qué cosecha buscas en campos de huesos rotos?
Las madres claman al cielo, sus hijos ya no vuelven,
Los sueños se disuelven en un mar de desesperación.
Nunca es tarde si la dicha es buena, dice el clásico refrán castellano. Bienvenido el reconocimiento formal del Estados Palestino el martes 28 de mayo, a pesar de los pesares. En el contexto actual, bien es cierto que significa poco. Voy a intentar explicarme. La pregunta que surge inmediatamente es: ¿Y ahora qué?
En el mundo de la inmediata y de la iconografía efervescente, los símbolos tienen valor sin duda, pero claro, si hablamos de política y de política internacional con visos de trascendencia, todo esto tiene un valor relativo. Si pretendemos formarnos una opinión no teñida de equívocos, es importante intentar despejar las muchas incógnitas que tiene esta ecuación.
La resolución del Parlamento español sobre el reconocimiento del Estado Palestino fue aprobada el 18 de noviembre de 2014. El texto literal de la resolución decía así: “El Congreso de los Diputados insta al Gobierno a reconocer Palestina como Estado, sujeto de derecho internacional, reiterando que la única solución posible al conflicto es la coexistencia de dos Estados, Israel y Palestina, viviendo en paz, seguridad y reconocimiento mutuo, nacidas en las fronteras de 1967, con intercambios de territorios mutuamente acordados, de conformidad con lo establecido en la comunidad internacional.”
Esta resolución puede decirse que fue también una declaración política simbólica, pero fue una iniciativa consensuada de toda la cámara (322 emitidos, 319 sí, una abstención y dos noes) que buscaba alentar una solución pacífica y negociada al conflicto israelí-palestino. Aunque no implicaba un reconocimiento oficial inmediato, expresaba el deseo del Parlamento español unánimemente de que el Gobierno tomara pasos en esa dirección. El Parlamento español fue el tercero de Europa tras el Reino Unido e Irlanda, Suecia lo había hecho unas semanas antes. El Parlamento Europeo, un mes después, adoptó una decisión similar apoyada por el 66% de los eurodiputados, y era un esfuerzo europeo para buscar el entendimiento de las dos principales partes en conflicto.
Una posible nueva guerra mundial es una cuestión demasiado seria como para pensar que todo se hace por un interés electoral. Si los ciudadanos creyéramos que esta vez no existe un plan pensado de los siguientes pasos para una paz duradera y la seguridad estable para todos, nos sentiríamos muy decepcionados de la clase política.
Estos pasos han durado una década, con millares de muertos y un resultado, a la vista, infructuoso.Evidentemente, no sería muy de recibo decir ahora que esto es simplemente un gesto, una cinta electoral motivada por las próximas elecciones europeas y con un claro intento de concitar al votante de izquierdas frente a una derecha que ahora parece estar errática con la cuestión.
Lo que sí no debe olvidarse es que han pasado diez años, desde la resolución parlamentaria, habiendo gobernado el PP (cuatro años) y los socialistas, solos o en coalición (seis años), llega con 40.000 muertos más y un territorio arrasado.
El que España reconociera al Estado Palestino, el Estado de Israel no fue hasta el año 86 del pasado siglo y con un alto ejercicio de diplomacia con los Estados árabes, fue una demanda que antes de situarse en sede política y gubernamental estuvo pedida insistentemente por la llamada sociedad civil, parece que se ha olvidado, pues solo con ella se puede superar el estéril enfrentamiento político.
En cualquier caso, se ha hecho lo que se tenía que hacer. Ahora la cuestión nuclear es cómo se ponen manos a la obra para pasar de las musas al teatro.
El primer y mayor problema por resolver es evidente: ¿Cómo hacer, al margen de calificativos que terminan perdiendo sentido, que Israel pare la masacre humana? Con ella está haciendo perder la razón de la existencia de su propio Estado, dejando en entredicho no el presente, ni siquiera el trágico pasado, sino su futuro, el del pueblo judío. Las mismas sinrazones que existen para continuar con el secuestro de los ciudadanos israelíes por parte de Hamas. No es posible avanzar un solo metro sin que estas dos cuestiones finalicen.
En segundo lugar, un Estado requiere un pueblo y, día a día y decena a decena de asesinatos, se está acabando con él. Un pueblo que pueda pronunciarse libremente sobre su futuro. Un pueblo requiere un territorio, y en este momento este solo se puede intuir debajo de escombros manchados de sangre y odio contenido, que un día u otro sabemos estallará y estaremos de nuevo en el bucle del conflicto.
Es irrebatible que es una pena que esta simbólica decisión no se haya adoptado por los grandes Estados europeos (Alemania, Francia, Italia…), su virtualidad sería otra. En este conflicto que hace a todos dar vueltas al pasado histórico, todos estos estados deben considerar que aún tienen una deuda con la comunidad judía y ahora consideran que de la letra de cambio el portador es el Estado de Israel, como indicó en estas páginas el Embajador Palestino en España. Ahora no son conscientes de que la deuda con el pueblo palestino no va a ser muy diferente. Parece no importarles.
En resumen, lo más eficaz, si hablamos de simbología política con intención de encontrar una solución, hubiera sido que la UE hubiera convertido su propositiva declaración de hace diez años en un reconocimiento expreso de toda la Unión. Eso quizás hubiera significado una llamada de atención para el gobierno de Israel de que se puede quedar solo. Ahora había sido el momento. La UE que salga de las elecciones europeas con una derecha extrema, disruptiva, empoderada y haciendo primar las decisiones nacionales, va a ser difícil que tome una decisión a 27 que camine hacia la paz.
Por otro lado, no perdamos el foco. Es el universo que ha vivido y sigue viviendo bajo el paraguas político, económico y militar de los Estados Unidos (de la Unión Europea ahora 12 de los 27, Reino Unido, Canadá, Australia, Japón, Corea del Sur), el atlantismo que llega hasta los mares del Sur, el que permanece al margen de dar el paso del reconocimiento del Estado de Palestina. Tal vez son conscientes de que, en estos momentos, la situación no mejora en nada con el reconocimiento o sin él. Para ellos puede no tener ni valor simbólico ni diplomático, y tan solo sería legitimar a Netanyahu en una guerra mesiánica contra la comunidad internacional.
Netanyahu ha perdido la agenda internacional, es una evidencia. Está en manos, como parece evidente, de un conglomerado de partidos que condicionan su futuro personal. Recordemos que no son los pueblos los que deciden ir a la guerra, son sus dirigentes. Los apoyos del jefe de gobierno israelí están compuestos por dirigentes que están fuera del marco democrático. No tienen vuelta atrás en su decisión bélica ni pretenden tenerla. No pararán hasta que les hagan ver que de no aceptar sin condiciones el “¡basta ya!” ponen en peligro su supervivencia política y personal. Eso ya se repite hasta la saciedad de dónde tiene que venir. Los demócratas norteamericanos hasta noviembre no lo harán y Trump, en su caso, no lo decidirá hasta enero. Todo demasiado tarde. Demasiados muertos más y, sobre todo, mucho más difícil reconstruir un territorio y edificar sobre él un Estado viable, siendo esta la solución.
No se está abriendo una nueva etapa de nada, eso no es electoralismo, es ignorancia. ¿Esto cuándo? Evidentemente hoy por hoy parece imposible, no lo fue en el 47 con el marco de unas incipientes Naciones Unidas y con la sombra de una monstruosa guerra, como para serlo ahora cuando se habla de genocidio y de exterminar a un pueblo o al otro. Europa, por cercanía al problema, debería buscar los caminos para hacer que dos pueblos vean que tienen que entenderse y convivir en relaciones de vecindad armoniosa, pero no vamos a reiterar lo dicho más arriba, Europa ni es autónoma ni está unida.
Con reconocimiento o sin él, el riesgo existencial se baraja de Este a Oeste y de Norte a Sur. Los rusos hablaron de su supervivencia existencial, con razón o sin ella, para su operación especial y siguen hablando de ella para hablar de paz. Josep Borrell habla de riesgo existencial para la Unión Europea si se deja sin que Rusia “pierda” la guerra; Netanyahu habla del mismo riesgo existencial para Israel si no termina con Hamas y… el mayor número de ciudadanos palestinos; los palestinos no necesitan que nadie lo diga: cada día, individual y colectivamente, luchan por su existencia.
Si es cierto este riesgo, una posible nueva guerra mundial, estamos hablando de cuestiones demasiado serias como para pensar que todo se hace por que existe un interés electoral, lo mismo cabe decir si los ciudadanos no creyéramos que esta vez si existe un plan pensado de los siguientes pasos a dar, una hoja de ruta de como una vez conseguidos los dos estados se puede alcanzar una paz duradera y la seguridad estable para todos. No es posible pensar otra cosa.
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