El siguiente texto corresponde a la conferencia del Dr. Adalberto C. Agozino a los cursantes de la Maestría en Planificación Estratégica Nacional del Instituto de Altos Estudios Estratégicos (IAEE) del Ministerio de Defensa de Paraguay. Dictada en Asunción del Paraguay el 21 de mayo de 2024.
LA REGIÓN DEL SAHEL
El imponente conjunto de la región saheliana constituye una gran masa territorial. Vincula al Océano Atlántico, en el oeste, con el Mar Rojo en la costa este y a través de este con el Océano Índico. La palabra “sahel” significa en árabe “costa”, refiriéndose a la orilla del Sáhara. En esta forma la región actúa como una porosa frontera de 5.400 km, de extensión, a través de la cual se intercomunican las dos mitades del continente africano.
La región saheliana abarca más de tres millones de kilómetro cuadrados donde se sitúan varios países: Mauritania, Malí, Níger, Burkina Faso, Chad, Sudán, Eritrea y Etiopia. En los mismos viven unos cuatrocientos millones de personas.
El Sahel conforma un vasto espacio de integración e intercomunicación donde las crisis alimentarias, el subdesarrollo económico y la actividad de grupos terroristas y organizaciones criminales internacionales han conformado un gigantesco espacio sin ley. En el vocabulario de la prestigiosa revista británica The Economist se representa al Sahel como “una tormenta perfecta del desierto”, en Der Spiegel como “un cinturpon africano de la miseria” y en Reuters como un “coctel de inestabilidad”. Los analistas citan numerosos factores para explicar la política saheliana: el cambio climático y su papel en los conflictos por los recursos naturales, el extremismo político o religioso y el tráfico de armas.
En esta región sin ley, formada por estados fallidos en un escenario geográfico muy particular, prosperan los más diversos negocios ilícitos. En vastas áreas del Sahel se trafica con todo tipo de materiales desde personas y ayuda humanitaria hasta armas, drogas, combustible, sin olvidar los diamantes y el oro. Mientras se aplica implacablemente la “sharia” y se destruyen monumentos históricos, patrimonio de la humanidad, y del pasado de los pueblos de la región.
Este inmenso oasis terrorista opera como base logística desde la cual se recluta, radicaliza, entrena y financia la yihad. Desde allí se difunde propaganda extremista, se planifican atentados y se entrenan terroristas y guerrilleros sin que las potencias occidentales sepan con precisión quienes son y donde ubicarlos.
En síntesis, podríamos decir que se trata de una gigantesca región que combina las características desestabilizantes y peligrosas de Afganistán, Irak, Siria y Somalia. Un área sin ley a las puertas de la Europa Comunitaria que desestabiliza por igual a los países de la región y afecta la seguridad de otros ámbitos del escenario atlántico.
Allí, alrededor de diez millones de niños de Burkina Faso, Malí y Níger necesitan urgente ayuda humanitaria debido a los conflictos armados, mientras que otros cuatro millones corren peligro en los países vecinos a medida que las hostilidades entre grupos armados y fuerzas de seguridad nacionales se extiende a través de las fronteras.
Grupo armados que se oponen a la educación administrada por el Estado queman y saquean sistemáticamente las escuelas, amenazan, secuestran o matan a los docentes. Según estimaciones de la ONU, más de 8.300 escuelas han cerrado tan solo en estos tres países, por ataques terrorista, fuga de docentes y desplazamiento de los pobladores.
Tan solo en la última década, los conflictos armados combinados con el cambio climático han dejado un saldo de dos millones y medio de personas armadas.
El Sahel es una de las áreas más afectadas por el cambio climático. El clima, en general, es árido, con estaciones secas. En esta región las temperaturas están aumentando una vez y media más rápido que la media mundial. Las precipitaciones son más irregulares e intensas, provocando inundaciones que reducen el rendimiento de los cultivos y contaminan las escasas reservas de agua. El 80% de las tierras de cultivo en el Sahel están afectadas por el calentamiento global.
La agricultura del Sahel se basa principalmente en la producción de cereales (mijo, sorgo, maíz, fonio, etc.) De hecho, el 90% de sus habitantes depende de la agricultura de subsistencia. Esta agricultura tiene una peculiaridad muy importante: depende completamente de las lluvias. Como consecuencia, las sequías provocan hambrunas periódicas, especialmente en el verano, entre junio y octubre, en lo que se conoce como “la estación del hambre”.
Según el Banco Mundial, la cría de ganado en el Sahel constituye un medio de subsistencia para más de veinte millones de personas que migran cada año en busca de agua y pastos para sus animales, generando en muchos casos conflictos con las etnias de agricultores.
El tráfico de armas
El tráfico de armas es la epidemia del siglo XXI, que se ha visto incrementada, sin duda alguna, por la globalización y la proliferación del comercio internacional. La falta de transparencia de los gobiernos hace del continente africano la zona más difícil para el control del comercio de armas. Según expertos del Instituto Internacional de Investigaciones para la Paz (SIPRI) la industria bélica influye en los destinos de los pueblos sahelianos aún más de lo que indican las estadísticas.
“Según las estimaciones del SIPRI, África adquiere el siete por ciento de la producción mundial de las llamadas armas pesadas aunque, a mendo, es suficiente un cargamento para cambiar el destino de un conflicto”.
Del comercio mundial aproximadamente el diez por ciento, unos 40.000 millones de dólares anuales, son vendidos ilícitamente a cambio de divisas, oro o bienes tales como diamantes, drogas o concesiones mineras, petroleras o de recursos naturales.
Es especialmente preocupante el comercio de armas portátiles que se emplean en la mayoría de los conflictos bélicos en África. De ellas circulan unos 30 millones y aproximadamente el 80% está ilícitamente en manos de civiles, milicianos, combatientes irregulares, rebeldes y terroristas, lo que lógicamente contribuye a incrementar los problemas de gobernabilidad en los estados africanos. A pesar de que la producción de armas puede ser monitoreada, cuando estás armas pasan de unas manos a otras su destino difícilmente pueda ser rastreado. Recordemos una particularidad es que este tipo de armamento tiene la particularidad que suele reciclarse de un conflicto a otro.
En África, como en otras zonas del mundo, el comercio de armas portátiles es un fenómeno oscuro, amorfo y dinámico. Un dato es que casi todas las armas portátiles provienen básicamente de los países que son los más grandes productores de armas del mundo. Otro elemento es que los gobiernos africanos han contribuido enormemente a los movimientos de armas a través de la triangulación, es decir, que compran armas para después enviarlas a otros países, en general bajo embargo. En este sentido, tanto Argelia como Libia se han destacado en el pasado por desarrollar esta actividad.
En algunos casos las armas son objetos de donaciones de países desarrollados para apoyar a gobiernos que luchan contra el yihadismo y el crimen organizado transnacional. El problema consiste en que, en algunos casos, esas armas terminan siendo empleadas para golpes de Estado o guerras regionales. Así como, algunos países desarrollados son grandes donadores de ayuda humanitaria otros son donadores de armamentos y entrenamiento militar a los Estados africanos del Sahel.
Otro factor importante es la producción local artesanal de armas. Tan sólo en Ghana existirían al menos 400 pequeños productores de armas con capacidad de producir unas 200.000 armas portátiles de bajo costo al año. Además, varios países del continente cuentan con industrias militares: Sudáfrica, Egipto, Nigeria, Zimbabew, Tanzania, Etiopia, Burkina Faso, Camerún, Congo y Sudán incluso se fabrica el obsoleto pero aún eficaz blindado soviético T55, aún más la República Centroafricana posee una fábrica que produce proyectiles de fusil 7.62 que emplea la OTAN. El mayor exportador de armamentos del continente es Sudáfrica que, produce materiales modernos de gran calidad, entre 2002 y 2009 vendió armas por valor de unos 1.800 millones de dólares. Exporta a 58 países pero su principal comprador es Argelia.
Desde el 2010, ha despertado especial preocupación las armas procedentes de los arsenales de Muammar el Gadaffi han ingresado al territorio de Argelia, Egipto, Túnez y Mali. En febrero de 2012, el jefe del departamento General de Investigación Criminal anexo al Ministerio del Interior egipcio, general Ahmed Helmi Azab declaró que las patrullas fronterizas egipcias habían confiscado en 2012 unas 6.000 armas y detenido a 18.000 criminales prófugos que habían intentado ingresar al territorio de su país.
Algunas de las armas libias han recorrido al menos ochocientos kilómetros por el sur de Argelia y/o Níger en convoyes de 4X4 guiados por GPS, sin ser detectados. Los servicios de inteligencia occidentales estiman que esas armas han ingresado a Mali e incluso llegado a Yemen y Somalia donde estarían en manos de la milicia yihadista Al Shabab.
Durante la guerra civil en Libia los almacenes de armamentos fueron saqueados y su contenido se esparció por toda África
El Crimen Organizado Transnacional
Las actividades del crimen organizado en la región sin ley saheliana son tan diversas como lucrativas. Una de las principales actividades del crimen organizado consiste en desviar una gran parte de la ayuda humanitaria enviada por Naciones Unidas y organizaciones humanitarias europeas para su comercialización ilegal en los mercados informales del Sahel.
Por otra parte, según estimaciones de fuentes policiales de la Comunidad Europea el contrabando de cigarrillos desde el Golfo de Guinea hacia el norte alcanza un monto de 775 millones de dólares al año. Esa cifra sirve para financiar otros flujos clandestinos como el tráfico de armas, especies animales y vegetales exóticas, marfil, combustible, minería ilegal y contrabando de productos culturales, etc.
El Narcotráfico
Según Sonia Alda, del Real Instituto Elcano: “Si adoptamos como referencia el mercado de la cocaína, el tráfico ilegal más importante entre América Latina y Europa, se encuentra implicada el área andina, como zona productora; buena parte de Sudamérica y el Sahel, como áreas de tránsito; y España, como mercado de destino y plataforma de distribución al resto de Europa. Toda esta inmensa área es la que conformaría lo que hemos calificado como el espacio de inseguridad atlántico común.”
La droga proveniente de América Latina arriba al territorio sin ley del Sahel en aviones privados que luego parten cargados de armas para las FARC o de fauna africana, marfil o diamantes. Tal como lo demuestra el Boeing 727 hallado el, 2 noviembre de 2009, en la región de Gao, en Mali. Este avión partió presumiblemente de Venezuela, descargó diez toneladas de cocaína y otros productos ilegales, antes de estrellarse al intentar despegar. La tripulación incendió los restos de la nave para tratar de ocultar su presencia.
La agencia de las Naciones Unidas que lucha contra el tráfico de drogas, UNDOC estima que entre 50 y 60 toneladas de cocaína procedentes de América Latina pasan anualmente por Guinea Bisseau, el Sahel y el sur del Sáhara rumbo a Europa.
Otras 30 ó 35 toneladas de heroína fabricada en Afganistán entran a través del Cuerno de África rumbo a la costa atlántica. Para terminar, siendo desembarcadas en algún puerto europeo después de cruzar, el sur del Sáhara, Marruecos, Argelia o Libia. Tres ciudadanos de Mali vinculados a AQMI, detenidos en Ghana en diciembre de 2009, por la agencia antidroga de los Estados Unidos, Drug Enforcement Administration (DEA) y trasladados a Nueva York describieron en detalle estas rutas por el Magreb y la participación de grupos terroristas y miembros del Frente Polisario en estas actividades.
Tal como hemos señalado, la misma ruta que transita la droga sirve para el comercio ilegal de armas y para el infame tráfico de inmigrantes subsaharianos que intentan llegar a las costas europeas.
Una vez en territorio africano, la droga sigue una ruta terrestre en caravanas de vehículos 4X4, guiados por GPS, luego es embarcada rumbo a los puertos de Galicia aprovechando las actividades pesqueras que los barcos españoles desarrollan en las aguas costeras del África del Norte. Recordemos que, en el 2023, el 66% de la cocaína que se incautó en España provenía del mar y que las incautaciones españolas de cocaína representan el 45% de todas la incautaciones europeas. En segundo lugar, dentro de las rutas de tráfico de cocaína a Europa se sitúan los puertos holandeses.
Los servicios de inteligencia europeos estiman que Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) en algunos casos cobra un “peaje” que supera los 30.000 euros por cada caravana que atraviesa su territorio transportando drogas. Es así como las milicias mafiosas, los narcotraficantes y los terroristas salafistas unen sus fuerzas para desarrollar negocios y actividades que atentan contra la seguridad no solo de todos los países de la región sino también de Occidente.
Por último, debemos consignar con respecto al narcotráfico, que no toda la droga que llega al Sahel sale de él rumbo a los mercados europeos. Una parte cada vez màs considerable es consumida localmente. Recordemos que siempre una parte de los gastos y peajes del tránsito de la droga se paga con droga y no con dinero o armas.
Otra de las actividades más lucrativas del crimen organizado en el Sahel es el secuestro de extranjeros que visitan la región, en especial personal de Naciones Unidas o cooperantes de organizaciones humanitarias para pedir rescate a sus gobiernos.
Tal lo ocurrido, el 09 de noviembre de 2009, cuando fueron secuestrados tres cooperantes españoles pertenecientes a una ONG catalana que terminaron en manos de Mokhtar Belmokhtar, por entonces emir de AQMI en el Sahel.
Este hecho se suma al secuestro de una pareja de italianos, producido el 18 de diciembre de 2009, en la región de Kobeni, a más de 600 Km de la capital mauritana.
Finalmente, los gobiernos de España e Italia terminaron pagando a los grupos insurgentes en Mali, en julio de 2012, un rescate de 15 millones de euros para asegurar la liberación de tres cooperantes secuestrados por los grupos afiliados a AQMI.
Otro caso de secuestro se cooperantes, el 24 de octubre de 2011, cuando la madrileña Ainhoa Fernández Rincón, el mallorquín Eric Gonyalons y la italiana Rosella Urru, todos ellos cooperantes europeos pertenecientes a diversas ONG, fueron secuestrados en Rabuni, la sede administrativa de los campamentos argelinos controlados por el Frente Polisario, mientras desarrollaban actividades humanitarias.
El Terrorismo Internacional
La región saheliana se ha convertido en el escenario elegido por diversas organizaciones insurgentes con reivindicaciones étnico-nacionalistas y/o grupos terroristas de inspiración salafista que pretenden desarrollar la yihad contra occidente. Se han formado a partir de escisiones de otros grupos, disoluciones o alianzas con Al Qaeda o con el Daesh – Estado Islámico. Estos grupos han perpetrado y siguen perpetrando atentados contra civiles y militares en el terreno.
Con frecuencia todos estos grupos armados terminan asesinando masivamente a la población civil y violando los derechos humanos, además muchos de estas organizaciones establecen alianzas entre sí y con grupos extrarregionales para realizar operaciones conjuntas, además, entre los miembros de los grupos separatistas frecuentemente hay partidarios de creencias salafistas yihadistas que se sienten identificados con la idea de imponer una interpretación errónea del Islam por medio de la fuerza, por lo cual la distinción puede resultar a algunos expertos innecesaria.
Las más importantes de ellas son
- El Movimiento Nacional de Liberación Azawad:
Se formó en 2011. Opera en el este de Mali y sur de Argelia. Su secretario general es Bilala Acherif Ag.
- Al Qaeda del Magreb Islámico
Se origino, en 2007, a partir de los restos del “Grupo Islámico Armado -GIA-“, organización terrorista salafista argelina. Después se llamó “Grupo Salafista para la Predicación y el Combate”. Difunde sus actividades a través del “Al-Andalus Media Center”. Opera con una franquicia “AQMI en el Sahel”.
- Harakat ash-Shabaab al-Muyahidin (Movimiento de Jóvenes Muyahidines) también conocido como Al-Shabaab grupo de origen somalí afiliado a Al Qaeda, al que se unió formalmente en 2012. Tiene presencia en el Cuerno de Äfrica y Yemen Está considerada como una organización terrorista por la Unión Europea y Estados Unidos desde 2008, como así también por Australia, Canadá y Nueva Zelanda. Surgió como el ala radical joven de la desaparecida Unión de Tribunales Islámicos de Somalía, que controlaba Migadiscio en 2006, antes de ser expulsados por las fuerzas etíopes. Aunque utilice símbolos de Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS), como las tradicionales banderas negras, Al-Shabbaab está afiliado a Al Qaeda y considera al ISIS un rival y enemigo en Somalia.
- Estado Islámico en el Gran Sáhara
Creado en 2019, por su primer emir Adman Abu Walid Saharaui, un militar formado en la escuela de cuadros del Frente Polisario que luego se radicalizó. Fue muerto por un dron francés, en Malí, en 2022. El grupo es activo en el este de Mali, Burkina Faso y Níger.
- Boko Haram
El grupo se autodenomina Jamā’atu Ahlus Sunnah Lidda’awatih wal-Jihad ‘Seguidores de la Sunnah para la predicación y la yihad. Creado en 2002, en 2015 manifestó su lealtad al Estado Islámico. Desde 2016 está dividido en dos facciones yihadistas terroristas activas en el norte de Nigeria: el Estado Islámico en África Occidental y la Jamā’at Ahl as-Sunnah lid-Da’wah wa’l-Jihād (JAS).
El grupo inicial fue fundado en 2002 en la localidad de Maiduguri, en el Estado de Bono, por el predicador islamista Mohammed Yusuf, abatido por la policía en 2009. Le sucedió su discípulo Abubakar Shekau que militarizó el grupo y quien ha sido dado por muerto en varias ocasiones. Además de actuar en el norte de Nigeria empezó a estar presente en la zona del lago Chad situado en la frontera entre Chad, Níger, Nigeria y Camerún.
La Inestabilidad política
Durante 2023, el Sahel se convirtió en el epicentro de la inseguridad en África Occidental. Los gobiernos militares de Malí, Burkina Faso y Níger se agruparon en la Alianza de Estados del Sahel. Este pacto de defensa firmado el 16 septiembre de 2023 demostró ir más allá de una protección conjunta y reconfiguró las relaciones con las potencias mundiales.
De los ocho golpes militares de Estado registrados en África a partir de 2020, cinco pertenecen al Sahel. Mali tuvo dos en 2020 y 2021, Burkina Faso sufrió otros dos en 2022 y Níger, el más reciente, que tuvo lugar el año pasado.
Las nuevas juntas militares de estos tres países resultaron estar alineadas en sus intereses y conformaron la Alianza de Estados del Sahel, un pacto defensivo firmado el 16 de septiembre de 2023 que surge como reemplazo del G5 Sahel y una respuesta a la amenaza yihadista en la región.
Desde la asunción del nuevo gobierno en Níger en julio de 2023, más de 200 personas murieron debido a atentados terroristas del Estado Islámico. Se informaron 4.000 víctimas en Burkina Faso y otras 5.000 en Mali, ambas estadísticas tomadas desde que los militares llegaron al poder en ambos países en 2021. Si se toman los datos de la década anterior, los números ascienden a cientos de miles.
Los nuevos mandatarios buscan lidiar con la problemática en sus Fuerzas Armadas y determinaron la protección tripartita inmediata. Si uno de los miembros es atacado, los otros colaboran en la defensa.
La nueva alianza militar del Sahel, además de su composición antidemocrática, tiene la particularidad de mantener las puertas abiertas para otros países de la zona que “compartan las mismas realidades geográficas, políticas y socioculturales, y que acepten los objetivos de la Alianza”.
Más allá de la ambición proteccionista, los gobiernos de Malí, Burkina Faso y Níger iniciaron un cambio de era en África, se alejaron de Francia y Estados Unidos y buscaron un nuevo socio geopolítico que deje de lado las trabas y los apoye militarmente.
La relación del Sahel con Francia y la comunidad internacional comenzó a resquebrajarse hace tiempo. Las operaciones francesas Serval y Barkhane, con 3.000 hombres del ejército francés y sus drones, no pudieron encontrar una solución permanente a la problemática del terrorismo.
El éxito parcial de la presencia militar europea ya no tiene efectos presentes en la actualidad de la región y las tropas abandonaron la zona.
En la actualidad, la más grande misión de Naciones Unidas, la MINUSMA, con más de 11.000 soldados de 61 países, fracasó en su objetivo de mantener la paz en la región. Alemania, que había enviado soldados de la Bundeswehr, se retiró del continente en diciembre de 2023.
El G5 Sahel, una iniciativa francesa para establecer un marco de cooperación internacional en seguridad y economía entre Mauritania, Chad, Malí, Burkina Faso y Níger, también falló. De los cinco países, los últimos tres se retiraron del acuerdo. antidemocrática, tiene la particularidad de mantener las puertas abiertas para otros países de la zona.
La Alianza de Estados del Sahel, compuesta por los tres países salientes, llegó en reemplazo del G5, pero también buscó nuevos horizontes para la región. Las juntas de Malí, Burkina Faso y Níger y los pueblos desgastados ahora rechazan la ayuda de Francia, su antiguo colonizador.
En la misma línea, el gobierno nigerino revocó un acuerdo militar con Estados Unidos y forzó la salida de las 1.100 tropas apostadas que operaban desde dos bases construidas por Washington desde 2012.
Los gobiernos del Sahel, ya alejados del “neocolonialismo” que denunciaron desde su asunción, fueron en busca de un nuevo aliado. En contraposición con las relaciones históricas, Rusia apareció como un socio que rápidamente se apostó en la región y aprovechó las necesidades y fragilidades de sus nuevos asociados.
El Kremlin firmó sociedades militares con Guinea-Bissau, Guinea, Argelia, Libia, Burkina Faso, Malí, Níger, Nigeria, Camerún, Chad, Congo, República Democrática del Congo, Sudán y Etiopía. Una expansión que no es una novedad: en el siglo pasado, la Unión Soviética fue el gran aliado de África en los distintos procesos de independencia que tuvieron lugar a partir de la descolonización. La Federación Rusa no hace más que continuar con el camino iniciado por sus antecesores soviéticos.
La cumbre Rusia-África, celebrada el año pasado en Moscú, sirvió para que el presidente ruso Vladimir Putin reafirmara su deseo de mantener relaciones igualitarias con África y elogió las gestiones para un nuevo “orden mundial multipolar” sin “neocolonialismo”.
El aliado paramilitar, el Grupo Wagner, se asentó en Guinea-Bissau, Guinea, Libia, Malí, Chad, Sudán, Sudán del Sur, República Centroafricana, República Democrática del Congo y Burundi.
La noticia de la ruptura nigerina-estadounidense incluso estuvo acompañada de la ocupación rusa, a través de los África Corps, y de efectivos a cargo de Wagner en las bases norteamericanas de Níger en proceso de abandono por el ejército de EE. UU.
La región del Sahel parece ser la punta de lanza de una nueva era de África, lejos de las voces occidentales, y acompañada de un relevo protagonizado por el poderío militar de Rusia. De momento, la inestabilidad democrática, la seguridad nacional y las operaciones del Estado Islámico persisten como problemáticas sin solución en el corto plazo.
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