Los veinte años transcurridos desde los atentados del 11-M deberían servir para que la clase política, gobernantes y dirigentes, echaran la vista atrás para poder mirar hacia adelante y hacer que realmente pisen tierra firme y nosotros sentirnos más seguros de quiénes son nuestros exploradores.
De aquel funesto y trágico día queda el recuerdo por los ausentes, los monumentos erigidos a su mayor gloria, las palabras de los discursos solemnes y el imborrable y permanente duelo de los familiares. Una vez más la pregunta es si los destinados a mandar aprendieron algo de todo aquello
El corto recorrido de la mentira política
En estos días televisiones y periódicos nos retrotraen a aquella fecha: las tramas conspirativas que afloraron; sufrimientos personales insospechados; fallos de seguridad; acciones heroicas de sanitarios, taxistas, policías, ciudadanos…; torpezas políticas, aciertos policiales… Las vivencias y las declaraciones especialmente, tanto ante los medios de comunicación (una vez más centrados en el espectáculo más que en el rigor de lo que pasó) como, sobre todo, las que se hicieron ante la comisión parlamentaria que se ocupó del tema. En ella depusieron desde los presidentes del gobierno, saliente y entrante, a los responsables de la seguridad, de un gobierno y otro. En ella se contó con el Director del CNI, el cual sorprendentemente nunca fue llamado durante la gestión de la crisis. Curioso, y mucho, resulta repasar ahora lo que dijeron unos y otros. Es, sin duda, un cuadro del mejor realismo costumbrista. De aquellas declaraciones la que más quedó en la memoria de los que vivimos, sentimos y pensamos alguna vez aquel momento sea la de una madre coraje que perdió a su hijo, con apenas 20 años, y que poniendo voz una asociación creada para unir a los afectados no tuvo el más mínimo reparo en señalar con el dedo del yo acuso a los políticos, periodistas y jueces (casualmente).
A los partidos políticos, gobierno y oposición que a la semana siguiente pasaron a ser oposición y gobierno, por no haber tenido el más mínimo pudor en politizar el caso con meros fines electorales. A los medios de comunicación por regodearse en el morbo del suceso, imágenes macabras bajo el consabido lo pide la audiencia, y no entrar en el fondo del problema. Su crítica a los jueces vino a ser un más de lo mismo, ante la volubilidad del legislador, cuando no un uso torticero de la función legislativa; dejar a los que hacen cumplir la ley que su actividad sea más creativa que interpretativa.
Veinte años no es nada, pero con el pasar del tiempo la memoria histórica que quedará es el ejemplo más palmario de que hasta en política la mentira tiene las patitas muy cortas y según pasa el tiempo más.
Ahora es muy difícil construir una nueva leyenda negra española sobre la conquista y colonización española de América, entre otras cosas pues América está más cerca de lo que estaba y la investigación arqueológica de lo pasado nos permite contrastar mejor la verdad de la mentira. Lo mismo que la Gripe Española del 1918, no fue española, aunque no sabremos de momento si la pandemia del 19 es china o no, el tiempo en estas cosas termina por decirlo.
Lo que sí parece una evidencia es que en los días posteriores al atentado del 11 de marzo se pretendió manipular a una sociedad, la española. Primero para condicionar el voto de tres días después, a favor y en contra, y posteriormente para deslegitimar versus legitimar el resultado electoral final.
Hace veinte años las redes sociales eran inexistentes o muy minoritarias. No obstante, el uso y el abuso de los medios convencionales de comunicación fueron utilizados con el mayor descaro con el objetivo de que la conciencia colectiva se convirtiera en una batalla de relatos que llevaran a cada español a creer que la verdad política estaba en un lado y nunca en el otro. Sólo una de las partes defiende la buena, la verdadera.
Esa batalla no empezó con el atentando y con sus consecuencias electorales y políticas. Las trincheras estaban ya cavadas con anterioridad. El presidente del gobierno había iniciado ese combate, seudo ideológico, meses atrás para justificar, y lo que es peor, intentar legitimar su posicionamiento personal en una guerra a la que nadie nos había llamado y por un mal intencionado uso del posicionamiento internacional español, basado en un patético protagonismo y liderazgo personalista, de alguien que iba a pasar, como otros muchos, sin pena ni gloria en la galería de los presidentes españoles de gobierno en democracia. Ya le valió. Aunque sin duda esta responsabilidad, como ha pasado en otros momentos de la Historia, no es sólo exclusiva de él. Las biografías de locos egregios llenan las bibliotecas. Hay una responsabilidad que en la democracia liberal llega hasta los partidos políticos y les obliga como partes fundamentales del sistema que es cumplir con la verdad. La responsabilidad alcanza en la vida pública, como diría Cicerón, no sólo al Cónsul de la República sino a aquellos próceres que le rodean y que con su asentimiento dan por bueno sus veleidades de poder.
Veinte años después, la verdad en la política vuelve a brillar por su ausencia. Ya sea para analizar y plantear soluciones a una guerra, unas guerras, que cada día se van poniendo más irresolubles y hablan de armas de esas que la Trinca ya nos decían que:
“Cuando esto revienta duras un minuto
y no queda nadie que te lleve el luto
y por lo que cuentan muy pronto deduces que, aunque dure poco, es todo un minuto cagando altramuces”
Piensan que es lenguaje, pero es mucho más, que al otro lado de la pantalla estamos los tontos…los nietos de los tontos del pan y toros.
Nos hacen creer que todos somos corruptos, si votas a la derecha corrupta, si votas a la izquierda corrupta y si no eres corrupto es como dicen los argentinos…pues porque eres un gil.
Se nos intenta convencer de que hay papeles que dicen lo que no dicen, que son lo que no son, dicen sólo lo que yo te digo que dice, ¡hazme caso!
Una anécdota personal, permítanme, amigos. La tarde del 13 de marzo del 2004 yo ocupaba junto a mi hijo mi localidad en el Santiago Bernabéu, Madrid-Zaragoza. El partido había empezado con los correspondientes minutos de silencio por las víctimas. No es literatura, pero el dolor se sentía en el campo. Eso no evitó el griterío, los insultos, las voces de ánimo y los transistores de aquellos que aún les gustaba seguir el partido por la radio. Roberto Carlos corría con el balón por la banda, un silencio se hizo en el campo, como un rayo que rompe el tiempo. La cadena Ser daba la noticia, la policía ha rodeado a los terroristas en un piso de Leganés, se han inmolado, son yihadistas … Mi vecino espetó con rabia que sustituyo el dolor: ¡No eran de ETA! Nos han vuelto engañar a los españoles. ¡Una vez más…! a
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