Finalmente, tras casi cinco meses de una febril actividad llena de tensiones y sorpresas a concluido lo que para muchos observadores es la campaña electoral más trascendente en la historia de cuarenta años de la democracia argentina, tras el final de la dictadura militar en 1983.
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Este viernes ha comenzado la veda electoral y el periodo de reflexión que precede a los comicios del domingo 19 de noviembre, por lo cual finalmente los argentinos podrán descansar de los interminables spots de propaganda electoral. Spots que en esta última etapa pertenecen abrumadoramente al candidato oficial Sergio Massa, cuyo rostro sonriente también puebla todas las carteleras de las calles y rutas del país. La propaganda electoral del retador, el outsider Javier Milei es casi inexistente.
Quizá sea este el momento oportuno para hacer un breve balance de la forma en que se desarrollo esta agitada campaña electoral caracterizada por la abundancia de chicanas, carpetazos, operaciones de inteligencia, golpes bajos y violencia.
En lo que hace a este tramo final del ballotage podría decirse que la campaña se ha transformado en la lucha de David contra Goliat.
El candidato oficial y ministro de Economía, Sergio Massa, dispuso no solo del apoyo del aparato oficial, cuyos medios (empleo de aviones oficiales para vuelos relacionados con la campaña presidencial, anuncios oficiales en período de veda, distribución de subsidios y bonos, suspensión de impuestos, etc.) empleo sin discreción alguna, sino que contó con recursos financieros aparentemente inagotables para contratar publicidad en la vía pública, en la prensa, televisión y redes sociales y contratar a costosos asesores de campaña internacionales como el catalán Antony Gutiérrez-Rubí y los gurúes brasileños que dirigieron la campaña electoral de Lula da Silva.
Además, Massa tuvo a su disposición todo el aparato del Partido Peronista, de la CGT y de la militancia de La Cámpora enquistada en el Estado y en las universidades, además de las organizaciones piqueteras. A los expendedores de combustible en las estaciones de servicio, por ejemplo, el sindicato que los agrupa, los obligó a entregarles a sus clientes boletas electorales de Sergio Massa.
Por otra parte, su gente controla al Correo Argentino, la entidad encargada de distribuir y recolectar urnas y boletas electorales. El ministro del Interior es el camporista Eduardo “Wado” de Pedro quien fiscaliza el desarrollo de los comicios y el sistema informático de recuento y transmisión de datos en paralelo con la justicia electoral.
Este aparato y el aporte de estas organizaciones le dará un poderío especial al candidato presidencial oficial al momento de fiscalizar el recuento de votos en el anochecer del domingo.
Frente a este imponente despliegue de medios, el adversario de Massa, el diputado y economista liberal Javier Milei exhibe una asombrosa escasez de recursos. Su partido La Libertad Avanza es de reciente creación, tiene tan solo dos años de existencia, carece casi totalmente de cuadros políticos y sus militantes son abrumadoramente jóvenes y sin experiencia en materia de campañas electorales o tan solo de como fiscaliza una mesa electoral.
Milei tampoco tiene fondos para propaganda callejera, publicidad en la prensa o la televisión. Tampoco cuenta con un equipo de asesores internacionales o de empresarios que aporten grandes fondos. Muchos de sus recursos provienen de aportes de los propios candidatos o de sus militantes.
El fuerte de Milei está transversalmente entre los jóvenes de 16 a 30 años. Este grupo etario constituye el 30% del padrón electoral, el 62% de ellos son pobres y la mayoría pertenece a los “ni -ni”, ni estudia, ni trabaja. Allí radica la ventaja elecoral de Milei. Miles de jóvenes militantes espontáneos llenan las redes sociales (especialmente Tik Tok, Instagram, Twitter y también los foros de WhatsApp) de memes y vídeos de apoyo al libertario y censura a su oponente.
Cabe destacar que las movilizaciones de Milei son espontáneas y voluntarias. Quienes concurren a sus actos de campaña y presentaciones lo hacen en forma individual o de grupo, pero en forma espontánea y voluntaria. Ellos mismos fabrican sus camisetas y banderas no hay un merchandising gratuito aportado por el partido para colorear y reforzar sus actos.
Detrás de Milei no hay un aparato de movilización forzada (con medios de transporte rentado, estímulos económicos para los concurrentes, amenazas para forzar la concurrencia, pasado de lista de asistentes, camisetas y banderas gratis) como si pone en marcha para sus actos el Partido Peronista, la CGT, La Cámpora o las organizaciones piqueteras.
Esta disparidad no impide que los actos de campaña de Milei sean más multitudinarios y enfervorizados que los de Massa.
En otras palabras, las motivaciones de los seguidores de Milei son más auténticas y emocionales, mientras que las de los partidarios de Massa aparecen como más burocráticas e ideológicas sin demasiado fervor.
Para la campaña del ballotage, Milei ha contado con el invalorable aporte personal y político de Mauricio Macri, Patricia Bullrich y un amplio sector de la militancia del PRO, aunque no todo Juntos por el Cambio, una gran parte de la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica que dirige Elisa “Lilita” Carrió se han pronunciado por Massa o por el voto en blanco.
Mauricio Macri se ha movilizado en favor de Milei, como no lo hizo en favor de Patricia Bullrich en la elección general. Le ha proporcionado apoyo publico con firmes declaraciones, ha aportado empresarios que contribuyeron económicamente con la campaña, proporcionó el aparato de fiscalización de su partido para reforzar a La Libertad Avanza.
Finalmente, Macri convenció a otros dirigentes políticos de apoyar al libertario e incluso logró que un grupo de expresidentes democráticos y de centro se expidieran en favor de Milei. Así lo hicieron Jorge “Tuto” Quiroga y Jeanine Áñez de Bolivia, Andrés Pastrana e Iván Duque de Colombia, Sebastián Piñera de Chile, Mariano Rajoy de España, Luis Fortuño de Puerto Rico, Felipe Calderón y Vicente Fox de México. También lo hicieron el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, su hijo Álvaro Vargas Llosa y el presidente de la Fundación Libertad de Argentina, Gerardo Bongiovani.
Frente a ellos, Massa solo consiguió el apoyo de Lula da Silva, Andrés Manuel López Obrador y el español Pedro Sánchez.
Además, la alianza entre Milei y Macri alejó el fantasma de que si el candidato de La Libertad Avanza se convierte en presidente no cuente con cuadros suficientes para gobernar. En un eventual gobierno de Milei, el PRO proporcionará cuadros políticos profesionales con experiencia en la gestión del Estado y una representación legislativa que le daría al economista mayoría en la Cámara de Diputados.
En un gesto insólito e inédito, algunos funcionarios de alto nivel: ministros, intendentes, presidentes de organismos descentralizados se involucraron personalmente en la campaña, con distribuciones de boletas electorales en el transporte público o interpelaron a quienes asistían a un hospital para atenderse con un médico alertando al público sobre el peligro que significaba un eventual triunfo de Milei. Directores y profesores de colegios oficiales públicos distribuían boletas a los alumnos a la salida después de clases, etc.
El oficialismo apostó todas sus fichas a dos estrategias. Por un lado, la campaña del miedo. Sin ninguna justificación los peronistas anunciaron que de ganar Milei iba a suprimir los subsidios al transporte, la luz y el gas con lo cual las tarifas se iban a multiplicar por diez. También aseguraron que el economista se proponía terminar con la enseñanza pública gratuita, la atención gratuita de la salud en los hospitales públicos e incluso que iba a privatizar a los clubes de futbol. Nada de esto, está en la propuesta de gobierno de Milei.
La otra estrategia es el llamado “Plan Platita”. Es decir, la distribución de subsidios, bonos por tres meses a jubilados y beneficiarios de planes de ayuda social, cuando no de cheques y dinero en efectivo a los eventuales votantes. En algunos municipios, los intendentes peronistas organizaron la distribución de electrodomésticos entre los vecinos para tratar de captar sus votos.
En el municipio bonaerense de La Matanza, el intendente peronista entregó, 72 horas del cierre de campaña, pares de zapatillas a los alumnos de los cursos superiores que están en edad de votar, para tratar de lograr su apoyo a Massa.
Pese a esta disparidad de medios y a que Massa, muy bien asesorado, tuvo un mejor desempeño que Milei en el debate presidencial, todas las encuestas dan un resultado abierto. Las que asignan un triunfo a uno u otro candidato lo hacen por un margen que se sitúa dentro del llamado “margen de error” de más o menos dos puntos.
Por otra parte, las encuestas en Argentina no son nada confiables. Tanto en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias y en la elección general de octubre, las encuestas daban tercero a quien finalmente resultó triunfador.
Así, que este cierre de campaña está caracterizado por la total incertidumbre. La votación del domingo 19 de noviembre tiene claramente un final abierto.