Los días nos han puesto frente a la realidad de lo que podía llegar a ser este nuevo conflicto armado en Palestina. La visión de lo sucedido nos deja también contemplar hasta dónde puede llegar a la crueldad y cuál es la más baja consideración de la condición humana.
Los conflictos armados se pueden graduar por su crueldad en función de las partes enfrentadas. La relación con la vida o la muerte tiene mucho que ver con las herencias biológicas de cada pueblo, religión, cultura, condiciones de vida y un largo etcétera. Los pueblos eslavos, los árabes, centroafricanos, centroamericanos… mucho se dice de todos, su desapego a la propia vida y sobre todo a la ajena y sus salvajes formas de acabar con ella. Estas teorías antropológicas tienen, en muchos casos, más componentes de mito que rigor científico. Hay un hecho cierto y empíricamente demostrable, las guerras civiles y vecinales son mucho más crueles. Es una tragedia, pero el odio se intensifica más en la proximidad y se genera por las cuestiones cotidianas. Todo conflicto tiene un sendero de concordia para transitar que hay que saber encontrar.
De la cruenta crueldad hay referencias a lo largo de la historia, pero sin dudas, el siglo XX tal vez sea, de momento, el que se lleva la palma, por número y victimas, se cuentan por millones, y su sumatorio nos haría entrar en el vómito permanente. Mal precedente.
En este instante la gran preocupación es cómo se para este, y de paso el otro. Aunque a los locos agresivos solo se les para con sedación compulsiva, para posteriormente atarles y encerrarles. Pero, ¿y luego qué?
Locura colectiva e individual tienen las mismas sintomatologías, pero en la colectiva su tratamiento es mucho más complicado y puede que en algunos casos sea imposible frenarlo. El ataque de locura que tenemos ante los ojos, aunque todo el mundo se apresta a poner soluciones a largo plazo, lo importante es pararlo ya.
En España, como es habitual, hemos decidido interiorizar el conflicto. ¡País! Esto aparte de ser del género astracanada, lo grave es que nos sitúa fuera de la posibilidad de ser un operador eficiente para conseguir ese alto el fuego. Que podríamos serlo. Cada vida humana que se salve es una vida humana más. Luego veremos si queda alguna solución posible.
Hay declaraciones que, aunque legítimas no aportan nada. Iniciar una bronca para pedir que se lleve a Netanyahu a la Corte Penal Internacional es de preparatorio de política. Evidentemente, por otro lado, es cierto que sin “horizonte de esperanza para el pueblo palestino” no hay solución de futuro, pero eso no solventa nada ahora. Igual que si se hiciera reconocimiento ahora generalizado del territorio palestino como Estado. Todo ahora se nos presenta como determinante, pero llega demasiado tarde para que la sensatez vuelva a los contendientes. Se ha estado durmiendo demasiado tiempo, todo era importante pero no parecía urgente.
Las decenas de películas y libros en los que se cuenta el ataque Japón a Pearl Harbor, suelen recoger la frase que al parecer pronuncio Yamamoto tras el hecho: “me temo que hemos despertado a un gigante dormido. Su respuesta será terrorífica”.
Israel es militarmente un gigante. Los palestinos lo saben, Hamás también, la ANP, los europeos, los Estados Unidos, rusos, iraníes… Israel es una sociedad que ha vivido desde su creación como estado (1948) en una permanente lucha por su supervivencia y por ello su “derecho de defensa”, al que torpemente apelaron los europeos en el minuto siguiente tras el ataque terrorista de Hamás, para Israel no es matizable, ni medible. ¿Cuál es derecho humanitario de la guerra? ¿existe humanidad en algún acto de guerra? Lo peor de los europeos no es el ancestral eurocentrismo de sus dirigentes, contemplando todo como si estuviera pasando en el parque de enfrente de su casa. Lo peor es su ingenuidad o su cínico buenismo.
Tras el ataque japones a territorio americano en 1942, lo primero que hicieron los americanos fue preparar de mano del famoso coronel Doolitte el bombardeo sobre la ciudad de Tokio y meter a todos los japoneses o descendientes de japoneses en campos de concentración. Una cruel historia que ha permanecido oculta durante décadas.
El derecho a la venganza, que viaja paralelo al de la defensa, suele ir bastante cargado de odio y rencor y por tanto es difícil de poner coto. Hamás lo sabía desde que empezó a planificar su acción sobre territorio israelí. Pensar que este grupo terrorista ha decidido inmolar a todos los palestinos habitantes de Gaza parece absurdo. Es más creíble, como ya decía en el artículo anterior, que lo que pretenda es que en Cisjordania salte la chispa, lo cual puede tener varias salidas posibles, ninguna buena. La primera que la ANP se vea arrastrada al conflicto atacando Israel o que se produzca una nueva guerra civil entre palestinos en ese territorio. En ambos casos el conflicto escalaría en intensidad.
Europa va a verse impotente ante las imágenes que vamos a presenciar. Los centenares de muertos del Hospital de Gaza es un bestial aperitivo de a lo que se está dispuesto a que suceda, el terrorismo tiene como objetivo generar miedo y horror. Además, no seamos doblemente ingenuos, los llamados lobos solitarios no son pobres locos, marginados islamistas en la sociedad occidental, casualmente están bien armados y adoctrinados para saber cuándo actuar. Como El Lobo Estepario de Herman Hess su finalidad es “estar orgulloso del dolor; todo dolor es un recuerdo de nuestra condición elevada. ¡Magnifico!”
¿Estamos ante una guerra contra locos desalmados? Quizás. Hitler, decían lo era; Stalin, también; e incluso de Putin, se decía hace unos meses. También lo puede ser el líder supremo de Irán, Ali Jameneí, llamando al mundo musulmán a apoyar al pueblo palestino y asegurando que los palestinos se impondrán en la guerra contra Israel. Guerra que en su enloquecido ideario pasa por aniquilar al otro.
Un mundo de locos, es cierto, pero no de tontos y además estos locos están armados hasta los dientes. Algunos de ellos, como decía la canción de Serrat, con juguetes que no tienen repuesto.
La única baza al optimismo es que Europa, si quiere existir después de esta nueva prueba, sea capaz de hacer algo más que declaraciones y promesas.