Sergio Massa ve con desesperación como su candidatura presidencial se derrite frente a la debacle económica y los escándalos de corrupción que vive el país y en su desesperación apela a medidas dictatoriales para intentar detener la caída.
Georg Wilhelm Friedrich Hegel decía que todos los grandes hechos (y personajes) de la historia universal aparecen dos veces. Karl Marx completó el concepto agregando que la primera vez como tragedia y la otra como farsa.
Al observar al personal de la Policía Federal y de la AFIP, con sus perros deyectores de dólares, revisando a los peatones del microcentro porteño tratando de capturar algún dólar subversivo no puedo dejar de recordar los años del Proceso (1976 – 1983), donde frecuentemente los pasajeros de algún colectivo eran obligados a descender para ser palpados de armas y ver si transportaban explosivos.
Mientras que los militares del Proceso tenían la escusa de luchar contra sanguinarios terroristas que todos los días ponían bombas y asesinaban por las calles.
El superministro de Economía Sergio Massa persigue a simples ciudadanos que pretenden salvar lo que pueden de sus ahorros refugiándose en el dólar ante la continua pérdida de valor del peso.
Los hombres de la AFIP, aplicando el principio discriminatorio de la “portación de cara”, han centrado su atención sobre los transeúntes bien vestidos que llevaban portafolios o mochilas por la zona céntrica, que alberga a las principales sedes bancarias (generalmente dotadas de cajas de seguridad) y casas de cambio.
Es que en la Argentina kirchnerista, al borde de la hiperinflación, tener cien dólares o más se ha convertido en un delito más grave que se motochorro o “dealer” de la droga. Lo que no constituye delito es la corrupción gubernamental, el enriquecimiento ilícito de los funcionarios o el girar millones de dólares a cuentas suizas. Incluso firmar decretos y resoluciones oficiales mientras el funcionario se pasea por Marbella en un yate de lujo, tomando champagne con una señorita escasamente vestida. Esos son tan sólo “errores” que se arreglan con una renuncia al cargo. Luego es posible volver a la política y a los cargos públicos después de un par de años sabáticos cuando todo se haya olvidado.
A tan sólo diez días de los comicios presidenciales, a Massa se le está escapando toda oportunidad de entrar en el ballotage, por el efecto combinado de la corrupción gubernamental y la debacle económica. La inflación general del pasado mes de septiembre fue de 12,7% (138% en el año), pero los alimentos se incrementaron un 14,3% ese mes, en un país que hasta hace poco se consideraba “el granero del mundo”. El dólar superó los mil pesos y la pobreza afecta al 40,2% de la población general, pero crece al 54,6% entre los menores de 17 años (unos siete millones de jóvenes que ni siquiera pueden pensar en emigrar).
En su desesperación el ministro candidato apela a las medidas populistas y demagógicas del “Plan Platota”: reducción transitoria de impuestos sin prever como reemplazar esos ingresos fiscales, suplementos en dinero (bonos que se pagan por única vez) a jubilados, créditos a muy bajo interés para la población de menores recursos, etc.
Un desmesurado dispendio de recursos que obliga a una desmesurada emisión monetaria que impulsa al dólar y alimenta la inflación. Es decir, un conjunto de irresponsables medidas que dejarán una economía arrasada al gobierno que asuma el próximo 10 de diciembre.
Mientras que sus aliados, los intendentes que apoyan a su candidatura distribuyen a mansalva, entre los eventuales votantes, dinero y electrodomésticos.
Este conjunto de regalos navideños anticipados incluye también algo para los sectores medios: escrituras gratuitas para quienes compran propiedades o deben cambiar la titularidad de un inmueble, un terreno o un “campito” heredado recientemente. Lo que permite un ahorro sustancial del 3% del valor de bien escriturado.
Este es el baile en la cubierta del Titanic en que se han convertido los días finales del cuarto gobierno kirchnerista. Un tiempo en el que no faltan los pedidos de Massa para efectuar un examen psicofísico a los candidatos presidenciales.
Menos mal que al ministro candidato no se le ha ocurrido proponer una rinoscopía u otro tipo de examen antidopaje entre los legisladores del Congreso argentino, sino sería él quien terminaría de una vez y para siempre con “la casta” política.
El gobierno de Juan D. Perón y María Estela Martínez Carta fue una auténtica tragedia. El gobierno de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa es una auténtica farsa de muy mal gusto.