El certero análisis de las elecciones españolas en la opinión de nuestro amigo Álvaro Frutos Rosado.
Los resultados del 23 de julio han llevado a una multitud de interpretaciones, no sólo de los protagonistas del hecho, los partidos políticos y sus dirigentes, también de los opinantes, de un color u otro, e incluso, quiero creer, que los propios ciudadanos no dejan de tener cierta preocupación sobre cual será el futuro político español y hacen la suya propia.
Durante la campaña electoral se ha escuchado y leído lo pronunciado en el Hotel Palace de Madrid la noche del 6 junio de 1993 por el entonces Presidente del Gobierno, Felipe Gonzalez, que se presentaba a la reelección: “He entendido el mensaje de los ciudadanos: quieren el cambio del cambio”.
Los meses siguientes dejaron a la luz que, o bien Felipe Gónzalez entendió un mensaje distinto al que los ciudadanos emitieron con su voto o que las circunstancias que fueron surgiendo durante los meses siguientes, ninguna de ellas de fácil solución, impidieron “cambiar el cambio”.
En definitiva, en democracia lo que finalmente cuenta son, primero los votos, y a continuación los escaños obtenidos que es lo que permite, bien en solitario o en coalición, formar gobierno. Los mensajes más o menos explícitos de los ciudadanos se quedan para los estrategas, analistas y para estudiosos de la demoscopia electoral. No obstante, mal vamos si los estrategas partidarios no se aplican en hacer análisis correctos, principalmente desapasionados, acertando en situar el resultado en su correspondiente contexto histórico.
Después de estos intensos días de miles combinaciones y posiciones tácticas para ver quién es la fuerza política que puede formar gobierno y cuál es la que finalmente lo hace y, sin duda, la durabilidad que puede tener ese gobierno, todo está en el aire.
Situaciones no iguales pero parecidas. En 1993, a una semana de la votación el partido socialista demoscópicamente tenía perdidas las elecciones. El PSOE en aquel momento era el partido mejor vertebrado territorialmente y con una militancia muy activa, pero también disponía de una de las mayores redes profesionales y personales de vinculación a un proyecto político, que con sus luces y sus sombras, con su posicionamiento crítico hacia el gobierno, consideraban suyo. “Me gustaría que gobernara Felipe González pero con mi voto en contra”, evidentemente, una gran mayoría tomó conciencia de que sólo el voto salvaba la situación. El PSOE perdió la mayoría absoluta necesitando los votos de nacionalistas vascos y catalanes para poder formar gobierno. Los populares desplegaron un furibundo ataque españolista contra el gobierno por buscar y encontrar el respaldo del PNV y CIU, origen de la actual Junts.
En las elecciones del 96 el PP superó en votos al PSOE, pero tampoco contaba con escaños suficientes para lograr la investidura, pudieron alcanzarla y formar gobierno con el apoyo de nacionalistas vascos y catalanes. El grito de guerra que los militantes conservadores coreaban en la noche de la victoria electoral en la calle Génova fue: Pujol enano habla castellano. El apoyo del nacionalismo catalán, fue sin embargo el verdaderamente sustancial para que gobernara el PP. Se consiguió tras la firma del Pacto del Majestic que obligaba a una ampliación del marco de financiación y al traspaso de nuevas competencias a Cataluña, entre ellas la de policía de tráfico. No terminó en esto, en la parte no escrita el PP se vio obligado a sacrificar a su líder catalán Alejo Vidal-Quadras, que posteriormente ocuparía la presidencia de Vox. La necesidad de gobernar era imperiosa para los populares y especialmente para Aznar al tercer intento, todo valía, hasta descubrimos que su lengua de intimidad era el catalán. Aznar sí era un mago en hacer de la necesidad virtud, sin ponerse colorado.
Los remilgos no existen, los relatos patrióticos tampoco, pierden fuerza, cuando se trata de conseguir el gobierno. Ese es el mal que tienen los partidos políticos cuando el botín de gobernar va mucho más allá que el de llevar a los boletines oficiales las políticas que se predican. Es el reparto de puestos de trabajo donde la única experiencia que se pide es una fidelidad inquebrantable.
Los socialistas deberían saber que quien ha impedido su hundimiento ha sido el voto centrado, el que no quiere ruidos ni broncas. Lección que también deben de interiorizar el conglomerado que hoy es Sumar, o pasarán a la irrelevancia
Ese ha sido el grave error de Feijóo, dejarse condicionar y perder su liderazgo ante las ansias de pillar cacho. No reparar en las consecuencias en conseguir gobiernos autonómicos y locales para los suyos. Error en el que ha perseverado hasta antes de ayer. La petición de una mayoría suficiente para poder gobernar sólo se ha evidenciado como burda excusa. Todo sacrificable, principios incluidos, a la prioridad de gobernar. En términos relativos ha tenido más efecto electoralmente su claudicación ante Vox y la imagen de debilidad de Feijóo, que su admonición de derogación del sanchismo. Sánchez, en este momento, es para muchos españoles un mal menor ante el riesgo de una involución de derechos y de propuestas vacías de contenido político.
El Partido Socialista ha tenido el gran mérito de frenar el manteo solicitado tanto por los reaccionarios y por los conservadores, como por medios de comunicación y opinadores de estas ideologías. Fue sorprendente diluir la derrota teniendo un candidato que parecía dar muestras de agotamiento, cierto noqueo tras las elecciones del 28 de mayo y sentir estar mayoritariamente ante un electorado, que para ellos incomprensiblemente, daba la espalda a reconocer la dura gestión realizada desde el inicio de la legislatura. El electorado socialista reaccionó, como en el 93, ello no significa que lo vuelva a hacer a corto plazo. Por tanto, cada paso ahora es hacerlo sobre un campo de minas.
Hemos podido ver, que nada va a ser gratis y todo será caro. Es el minuto de la política. Tampoco lo será para los populares, para estos se presenta más complicado poder formar gobierno. El regalo de los votos de VOX no va a ser gratis, no lo ha sido, valga Aragón como ejemplo.
Despuésde las manifestaciones mediáticas de voluntad llegará el juego real, teniendo como telón de fondo una repetición electoral. La cual, sea dicho de paso, tiene un resultado tan incierto como la estabilidad de un posible gobierno. Catalunya, Euskadi y elecciones europeas condicionan, marcan el territorio.
En todo caso, el Partido Socialista tiene una serie de bazas que van a ser determinantes. No puede pactar nada más allá de la línea roja constitucional, ni referéndum de derecho a decidir, ni amnistía, por tanto. Eso lo saben todos, los que lo piden y los que están dispuestos a lanzar todo su arsenal mediático contra ello a la primera de cambio. Los socialistas deberían saber que quien ha impedido su hundimiento ha sido el voto centrado, el que no quiere ruidos ni broncas. Lección que también deben de interiorizar el conglomerado que hoy es Sumar, o pasarán a la irrelevancia. Este país, España, es lo que es, no lo que algunos se cuentan que es.
Tan sólo cabe que la investidura, acto de la mayor relevancia política, se pacte en el entorno de lo posible y de manera muy transparente. La financiación autonómica estará en el centro, sin duda, entre otras cosas porque la pandemia ha puesto a la luz una reasignación de prioridades, el gasto sanitario y los gastos sociales, educativos y la investigación. Pero hace falta hablar de reasignaciones competenciales para lograr una mayor eficiencia del gasto público y habrá que ver con rigor el efecto de los fondos europeos sobre el modelo económico resultante… En fin, esto va mucho más lejos en su detalle, que el anteriormente citado Pacto del Majestic.
Lo esencial, y es mi opinión, que los que se han convertido en agentes determinantes de esta compleja ecuación con muchas incógnitas son conscientes o deberían serlo. Tanto las dos fuerzas catalanas (Junts y ERC) como las dos vascas (PNV y Bildu) saben que es más importante pactar lo necesario y no lo accesorio, lo útil del día a día y no visiones históricas que en un mundo como este de ahora mismo terminan por ser espejismo en el desierto.
Decía García Márquez sobre la relación entre Literatura e Ideología política que: “Dentro de un siglo Borges (derechas), Canetti (socialista) o García Márquez no serán recordados por sus ideas políticas, sino por sus obras”.
No sé como irán de Historia y Literatura, o si tras ellos habrá estanterías vacías.
Publicado por cortesía de InfoLibre.