Este año se cumplen los 80 desde que vio la luz El ser y la nada, la obra emblemática del existencialismo. Ya saben lo que decía Sartre que el ser humano del presente es la nada.
En los tiempos que están corriendo, muchos quieren ser el pasado. Unos, para recordarnos que todo era antes mejor; otros, se esfuerzan en decirnos que ahora somos mejores pues conseguimos arrancar de donde estábamos estancados, dejando atrás aquel idílico ayer de los otros. La cosa es más compleja. Este presente, este, es el que nos indica el camino hacia lo que vamos a ser mañana. Por tanto, no son inocuas las decisiones que tomen, gobernantes, o ciudadanos. Por eso, como se dice magistralmente en el ensayo del filósofo francés: nuestra existencia estará marcada por lo que (como) sea nuestro futuro.
Pretender contemplar lo que está pasando en Europa y España a vista de pájaro, es decir por encima, es ya un imposible. Hoy todo lo vemos, nos guste o no, a vista de dron y cuando las imágenes nos llegan a la red neuronal ya vienen descodificadas en pensamientos, poco que hacer, lo ingerimos procesado. Con inteligencia artificial, pura, adulterada, edulcorada o descafeinada, ¡da lo mismo! Nos lo entregan en frases reiteradas, conceptos simplones, buscan que reaccionen nuestras emociones más primarias.
Apelar a la racionalidad democrática, la convivencia basada en “Razón” y “Ciencia” que intentó la Revolución Francesa duró muy poco. En la democracia que se está instaurando lo racional solo se observa en los procedimientos: de elección de representantes, urnas, mesas electorales, conteo de votos, mecanismos de selección de gobernantes (investiduras)…y a veces ni eso. Se postula el gobierno de las listas más votadas a conveniencia de intereses partidarios y, como en el pasado remoto, se vuelven a levantar el estandarte del fraude electoral, la racionalidad democrática demandaría la existencia de una verdadera justicia electoral actuante. En suma, siempre y para todo se apela a los sentimientos.
Los contenidos, la ideología, en el momento nematológico, que llamaba Gustavo Bueno, queda en un segundo plano. Así, que más da saber de dónde venimos y decidir hacia dónde queremos ir.
La globalización del mundo y el cambio tecnológico nos debería haber conducido a la existencia de una ciudadanía más preparada, capacitada para decidir sobre su futuro, con una mayor información, más responsables en la toma de opciones colectivas de como queremos que sea nuestra existencia, a corto y a medio plazo, y sin duda más rebelde en sus exigencias explicativas a los gobernantes y a sus alternativas.
Quisiera pensar que esto es así. No creo que en la actualidad algún ciudadano no sepa en qué momento estamos. No sea consciente que transitamos por un campo de minas y un desliz en el terreno nos puede hacer saltar por los aires. No hay ninguno que no sepa, conscientemente, que la Europa resultante de la guerra en marcha, va mucho más lejos de decidir si Ucrania entra en la UE o en la OTAN, o que cuando se acabe, si hay alguien que sepa cuándo y cómo, o ¿se va a liar más la madeja? Y cuando acabe, la situación económica se estabilizará, bajarán los tipos de interés, y los combustibles fósiles, los que se van agotando y además están agudizando el cambio climático. Cambio que no se resuelve con más árboles en los patios de los colegios o poniendo enredaderas en las paredes de los túneles.
Todo parece anecdótico, que las enfermedades mentales vayan aumentando en sociedades que habían crecido hasta creer que habían llegado al umbral de felicidad, que la emergencia de violaciones grupales por adolescentes se resuelve prohibiendo el porno, o las agresiones machistas poniendo una pulsera a los posibles asesinos. O que tal vez la violencia contra las mujeres y sus hijos finalizará al cambiar los nombres de las consejerías.
¿Si se niega el problema se encuentra la solución? Por la misma regla de la simplicidad, los empleos en calidad y cantidad van a venir, sin más, de la mano de la digitalización económica, no hace falta invertir en formación para ir acomodando a los trabajadores, jóvenes o no, a nuevas necesidades del proceso productivo. Tampoco debe ser importante establecer correctores para evitar la desigualdad social. No lo creo, pero tal vez todo se logre, como decía antes negándolo. Lo que nadie puede negar es que el Mediterráneo sigue siendo la sepultura de millares de seres humanos, como nosotros. Que tienen todo el derecho a asaltar no los cielos, sino la esperanza de poder vivir.
Aunque, visto lo visto, lo importante es ganar elecciones como si fuera un eurovisivo festival, donde lo que cuenta es la letra reiterativa y pegadiza de la canción, buenos vídeos promocionales y entrevistas para la ocasión.
Hay multitud de estudios donde se viene analizando el cambio social que se está produciendo en las sociedades europeas, este cambio no es una cuestión de teorías, está en la calle, en los colegios donde los niños, los adolescentes y los jóvenes por capilaridad van asumiendo un mundo que poco tiene que ver con sus libros de texto, ya sean en formato papel o digital. Los continentes son lo de menos, los contenidos no.
Mi pregunta es cómo conseguir que la política rompa con mensajes confusos, contradictorios y sometidos al dictado absurdo de redes sociales, controladas por trolls que enzarzan a personas teóricamente normales en broncas inenarrables o cuando te llaman a seguir un hilo de tonterías encadenadas y ortográficamente ilegibles… ¿Qué está fallando?
Europa y España están en medio de una encrucijada donde todos los caminos son igualmente inciertos e inseguros. El camino bueno no lo vamos a encontrar en el texto de ningún argumentario de ocurrente fraseología. Es cierto que hoy es más sencillo y cómodo, sin duda, predisponer a un ciudadano a que opte por el intimismo electoral, los líderes políticos y sus estrategas se emperran en proyectarlos. En ese intimismo al final no hay ideología que valga pues el grado de alineación personal al que hemos llegado superando ideologías, es supino. No es nuevo, como nada lo es. Yo tengo una amiga que hasta veía guapo a Aznar, no sé si alguna vez reparaba en lo que decía y hacía. Merkel era la anti líder (en potencia) una señora mal vestida, que se comportaba sin alaracas, pero que proyectaba seguridad y además, lo esencial, en su ejercicio del poder lo corroboraba.
El mayor riesgo que está corriendo la democracia es que nos demos por satisfechos con votar cada cuatro años, cada dos, cada uno… Eso no es más que mucho maquillaje para ir de fiesta y creer que no se notan las bolsas de los ojos. Eso es la Nada, el Ser es …
“Dicho esto, es inútil decidir si ha de clasificarse a Zenobia entre las ciudades felices o entre las infelices. No tiene sentido dividir las ciudades en estas dos especies, sino en otras dos: las que a través de los años y las mutaciones siguen dando su forma a los deseos y aquellas en las los deseos o bien logran borrar la ciudad o son borrados por ella”.
Las Ciudades Invisibles. Italo Calvino. Las Ciudades tenues.
Publicado por gentileza de lahoradigital.com