La convocatoria electoral tras las elecciones municipales y autonómicas ha tenido interpretaciones para todos los gustos. Me abstengo de entrar en ellas. Dos si quiero destacar, la que reza que estamos ante el fin de un ciclo (ola) político, por otro lado, la que dice que estamos ante el resurgimiento de una ola reaccionaria. Ambas ponen su foco, en definitiva, en la misma finalidad: iluminar a los ciudadanos, en versión electores, sobre lo que el próximo día 23 de julio tienen que decidir.
Las dos pueden tener su parte de verdad y de quimera electoral. Los ciclos políticos solo finalizan si los electores lo deciden y penalizan a una opción política u otra. Derecha o izquierda. Es difícil de argumentar científicamente que existan ciclos (anaciclosis), en lo que la política tenga de ciencia. Es más riguroso y empíricamente demostrable decir que las elecciones no las ganan “las alternativas de gobierno” las pierden los gobiernos. Las causas de la pérdida por los gobiernos son múltiples, por ello no es posible decir que estamos ante un ciclo político acabado.
En la historia de la democracia española podemos encontrar diversas causas que explican el fin de los gobiernos. En 1982, sin duda, fue la auto voladura de la UCD, en el famoso Congreso de Palma, y en el cuestionamiento impiadoso a su líder (Suárez) por las distintas fracciones de aquella amalgama de partidos que era el grupo centrista que nunca acabaron de disolverse, unido a una suerte de ambiciones personales desatadas, todos se consideraban mejores que su propio presidente.
La derrota del PSOE en 1996 fue después de 14 años de gobierno y por sólo 300.000 votos de diferencia. Hubo, por tanto, un largo periodo de gobierno de los socialistas y, eso sí, tres años de presión desaforada de los medios de comunicación. Fue la llamada estrategia de la conspiración, años después reconocida por Luis María Ansón. A ello se sumó el estallido de diversos casos de corrupción. Todo fácilmente consultable en las hemerotecas.
En 2004 la salida de Aznar no hay que buscarla, fue la consecuencia de las mentiras gubernamentales encadenadas que siguieron a los trágicos atentados del 11 de marzo. Mentiras que se mantuvieron hasta después de que las evidencias policiales hubieran demostrado que la tesis de Aznar no sólo era falsa sino mal intencionada.
Zapatero salió del gobierno (2011) con motivo de la crisis económica del 2008 la cual no supo prever ni dar respuesta. Tampoco supo convencer a los conservadores de buscar una salida conjunta de país.
En 2018 la marcha de Rajoy fue consecuencia de la imputación judicial de corrupción al Partido Popular y la incapacidad presidencial de convocar elecciones. Eso es lo que hizo triunfar una moción de censura sustentada en una variopinta representación parlamentaria compuesta por muchos grupos políticos. Esta situación continuó en las elecciones del 19 y significó que sólo se pudiera conformar una mayoría de gobierno poco homogénea e incluso contradictoria.
En 2023, por tanto, no hay ningún fin de ciclo político que de forma preestablecida y que con un valor matemático determine que es la derecha la que ahora está llamada a gobernar. Habrá más tiempo para poder extenderse sobre este tema.
En cuanto a la ola reaccionaria: ¿Es un recurso dialéctico más? Para hacer honor a la verdad, el “que vienen, que vienen” moviliza poco o nada a electorados indecisos o “inconscientes”, como algunos llegan a tildar a aquellos que no quieren ver esa ola. Habrá que saber la razón por la cual poco a poco se van introduciendo en la sociedad la vuelta de planteamientos que retroceden en el tiempo sobre cuestiones superadas o anunciando riesgos y amenazas. Estás en muchos casos están más en las redes sociales que en la vida cotidiana.
En todo caso, una ola y la otra, no son más que estrategias electorales que pretenden agitar marejadas de polarización política interesadas y cortoplacistas. En ningún caso, sitúan en la sociedad debates esenciales sobre opciones de los diferentes caminos que nos permite alcanzar una mayor certidumbre colectiva. La polarización, la elección entre el bien y el mal, avanzar o retroceder, derogar o que no deroguen … tienen un alto grado de maniqueísmo colectivo que en todo caso evidencian un triste presente político. No miran al futuro; sí, a un pasado ya vivido y que comporta tres connotaciones obvias que son estériles, tremendamente simplistas y peligrosas al enfrentarse sin sentido. pasan, son efímeros, pero las políticas no son y no deberían serlo nunca, son las que hacen que avance la sociedad.
Publicado por gentileza de lahoradigital.com