Tengo un amigo que dice que a veces dan ganas de borrarse de España… no creo. ¡No está tan mal!
Es cierto que a veces uno se lo piensa. Es que somos muy cansinos y a veces muy inconscientes. Nos gusta entrar en bucle o permanecer permanentemente en él, sin tener en cuenta las consecuencias que esto tiene.
Están los que dicen que es una simpleza apelar a la pedagogía política, esto es al valor de política como instrumento de enseñanza ciudadana, ejemplarizando con palabras y hechos el deber ser de como se ha de conducir nuestra vida en comunidad.
Una cuestión al respecto, Franco y sus adláteres, les aseguro que nunca practicaron la pedagogía política; los miembros de ETA tampoco. Los crímenes de unos y otros eran igualmente execrables. Creo que nunca debe perderse la memoria histórica democrática de los asesinatos políticos, por respeto a la dignidad de las víctimas y a la nuestra.
A pesar de lo dicho, la pedagogía política no solo es importante, es imprescindible, sobre todo para no perder la razón democrática; la electoral estaría en un segundo plano. Esto no es nuevo, no todos los alemanes, ni mucho menos, en los años treinta eran partidarios de las bestialidades cometidas por el nazismo, que todos, por lecturas o por el cine, tenemos en la cabeza. Sin embargo, los dirigentes políticos de aquel sistema hicieron creer a la mayoría que la razón les albergaba y justificaban los hechos que se produjeron. Esto nunca debemos de olvidarlo, la razón política no es necesariamente democrática.
Así las cosas, que nadie se lleve las manos a la cabeza, si un “supuesto dirigente” político dice que “Los cimientos de la ley de vivienda están sobre las cenizas del atentado de Hipercor“, tanto da a quien pertenezca. Esto le convierte, por su ignorancia y derrape dialéctico, en alguien que ha quedado inhabilitado para ejercer cualquier función de representación política, o así debería estar prescrito que fuera. Además, es obvio que ha hecho saltar por los aires una pretendida estrategia electoral que, aunque carente de sentido, tenía su público.
En términos de lo que España debería aspirar a ser, lo grave y preocupante es demostrar que ya nada tiene límites en este ficticio debate político en el que estamos instalados, una batalla dialéctica a la cual es difícil encontrar coherencia. Es cierto, que hace tiempo se perdió el sentido y la medida de lo que desde la política se dice para hacerse con la posesión del famosos relato. ¿Relato de qué?
La inclusión por EH Bildu de condenados por asesinato en sus listas electorales es, sin duda, una provocación totalmente rechazable, legal sin duda, pero democráticamente reprobable. Más aún porque no hay atisbo de que se produzca una manifestación convincente de arrepentimiento y de reconocimiento de su trágico error histórico. Cualquier persona con convicciones democráticas debería tomar conciencia de la catadura moral de este grupo político, está fuera de cuestión y no hace falta tener muchas luces para darse cuenta de ello. ¿Qué es mejor, los votos desagradables e incomprensibles que a lo más pueden generar malestar y preocupación a las bombas y las balas que llevan miedo y dolor? No hay duda. Aquello nunca más, pero no digamos más, tampoco, que: mejores votos que tiros. Es otra forma de insistir en polémicas absurdas de Perogrullo. Eso todos los tenemos claro, salvo la niña del exorcista, que un día aparecerá comiéndose sus entrañas.
La ciudadanía, lo que no puede llegar a entender, por mucho que se cuente con unos argumentos u otros, es que los lideres políticos españoles se enzarcen en unas broncas estériles y contraproducentes de reproches y acusaciones sin valor democrático ninguno. Intentando convencer a la parroquia de que la finalidad última de la política no es arreglar las cosas de todos para vivir mejor, como creíamos. No, la finalidad es echarse de la pista unos a otros con empujones, patadas o esperando que, al adversario, que para ellos es un enemigo, le saquen los votantes de una vez la tarjeta roja.
La incompetencia ha llevado en esta infinita campaña electoral a terminar no hablando de los problemas de los ciudadanos en sus pueblos, ciudades y regiones, todos ellos serios, preocupantes y complejos, cambiando lo útil por el regocijo en el lodazal de lo peor de nuestra historia reciente. Como estrategia electoral nefasto, tanto por perseverar en el asunto como por entrar al trapo de ello, eso sí contando con la colaboración inestimable de los medios de comunicación ansiosos de tener un filón como este haciendo disfrutar a su audiencia de la bronca.
Estemos preparados, la siguiente fase de la campaña electoral interminable va a ser más de lo mismo.
Insisto en lo dicho más arriba somos cansinos e irresponsables. Sólo cabe una esperanza, que los españoles reaccionen al estar cada vez más hartos de esta forma de entender la política, de la bronca constante, de vivir lo público como un desgarro.
No es por ingenuidad, ni por ignorancia por lo que lo hacen, los políticos no lo son, por lo menos algunos. Quiero pensar. Lo peor es que si consideran que nosotros lo somos. Ciudadanos ingenuos e ignorantes, en términos más castellanos, los españoles somos bobos. Nos tragamos y creemos todo.
En mi modesta opinión de bobo, aquí lo que han hecho los estrategas electorales populares y socialistas es hacerle la campaña electoral a los herederos políticos de aquellos que representan el espíritu de ETA y a aquellos otros que se sienten herederos de Franco. Tal vez ese era su interés, digo bobamente, pues en caso contrario abandonarían sus puestos antes de que cante el gallo.
La democracia española está necesitada, visto lo visto, de normativizar los procesos electorales. Hay varias vías para hacerlo, uno impidiendo que se utilicen cuestiones en campaña electoral que están al margen de la misma; que se respete el ámbito territorial de la elección (aquí y ahora no se presentan ni Sánchez ni Feijoo); que no se puedan hacer propuestas electorales que no tengan su correspondiente memoria técnica y económica (para evitar los dos huevos y dos más), que la selección de candidatos sea efectivamente democrática y con arraigo personal y profesional de donde y para lo que se presentan… ¿A que no hay valentía de perfeccionar la democracia?
Renovar la democracia con convicción sería un buen ejercicio de pedagogía política para enriquecer y fortalecer nuestra sociedad. ¡Es una pena que la pedagogía política no esté bien vista!
Publicado por gentileza de lahoradigital.com