Por Álvaro Frutos Rosado
¿Cuántos van a una manifestación? 1.000.000 o 250.000 es totalmente irrelevante. Lo esencial es que hay ciudadanos que ponen de relieve colectivamente un malestar. En todo caso, nadie puede cuestionar que el derecho de manifestación pertenece al núcleo duro de la libertad.
Esto es, en el marco de la ley uno puede manifestarse por la independencia o contra el aborto. A nadie le obligan a ir, se va por convicción de que con ello unos ciudadanos están manifestando su opinión, nadie pregunta sin son de aquella profesión o partido político o son simplemente ciudadanos exteriorizando sus sentimientos.
Por tanto, dentro de la ley y con la correspondiente autorización administrativa, los mayores respetos a cualquier manifestación.
Catalogar una manifestación de política es una obviedad. Todas lo son, y en el fondo su objetivo es influir en los decisores políticos por un desacuerdo, una reivindicación… o con la pretensión de que el gobernante reconsidere. Lo ha utilizado la izquierda, la derecha, ambos juntos, aunque ahora parece imposible. Se han manifestado los maestros, los investigadores, los estudiantes y sobre todo los trabajadores, pues junto al derecho de huelga es el derecho más potente que tienen para llamar al resto de la sociedad la atención sobre un problema.
La defensa en la calle de la sanidad pública, esto es la sanidad de todos y para todos, tiene sin duda un gran significado constitucional, que no podemos olvidar, y un gran sentido “Político”, con mayúscula.
La sanidad pública es una de las patas del Estado del Bienestar.
A veces la izquierda se excede en decir que este es una creación que le pertenece. Esto hay que matizarlo y mucho. Sin duda, los pilares del Estado de Bienestar se ponen en marcha con los socialistas en el gobierno, pero su marco jurídico se encuentra en la tantas veces denostada y algunas ninguneadas Constitución. La misma con la que a veces nos damos golpes de pecho. Fue fruto del consenso que en el artículo 43 se señalara “se reconoce el derecho a la protección de la salud. Compete a los poderes públicos organizar y tutelar la salud pública a través de medidas preventivas y de las prestaciones y servicios necesarios. La ley establecerá los derechos y deberes de todos al respecto”.
Durante la dictadura, la sanidad era en buena parte graciable, no universal, no un derecho y en muchos casos y sin mayor rubor se aposentaba en establecimientos denominados de Beneficencia. La Constitución vino a terminar con la sanidad graciable lo convirtió en un derecho y la Ley General de Sanidad de 1986 vino a desarrollarlo. Es por ello que es muy difícil poder argumentar que defender la Salud Pública es una cosa “de la izquierda y mirando a las elecciones”.
Tampoco es de izquierdas o derechas la Educación, las Pensiones, la Prestación por desempleo…. esos otros pilares del Estado de bienestar que en Europa edificaron y desarrollaron entre demócratas cristianos, liberales y socialdemócratas, dejaron desde su instauración de tener una procedencia ideológica o a estar sujetos al quita y pon electoral
Todo ello, hoy en día, es una obviedad, a nadie se le ocurre, en su dialéctica distorsionante de una cada vez más absurda guerra cultural, poner en cuestión la sanidad pública. Está claro que literalmente la Presidenta de la Comunidad de Madrid (Ayuso) no la ha puesto en cuestión, sí a su personal y a los ciudadanos que se manifiestan en su defensa, tanto monta, monta tanto, la sanidad es esencialmente su personal, médicos, enfermeros, auxiliares, personal administrativo… en definitiva todos aquello que cuando nos sentimos frágiles, doloridos, atemorizados, descompuestos…(y eso tanto da ser de izquierdas o derechas, mujer u hombre, español de origen o emigrante) son esos profesionales los que con su experiencia, capacidades y sobre todo valor vocacional son los que nos da auxilio a nuestra desesperación (la desesperación tampoco es monopolio de ningún partido).
La Pandemia vivida debería haber significado un cambio en la mentalidad colectiva pero también y especialmente de los gobernantes, dejando claro que estamos ante una sociedad madura que sabe diferenciar una cosa de otra y que incluso su grado de abnegación ha quedado sobradamente contrastado. La misma pandemia nos ha evidenciado que si hay algo que nos une a todos es nuestra fragilidad ante los problemas sanitarios, solo por ello merecería a que nos dejáramos de jugar al escondite ingles con la salud de todos. Merecería se llegaran a grandes acuerdos para reforzarla y prepararla para la siguiente.
La dotación personal y de medios técnicos de un centro de salud o de un hospital público no es un gasto para nada es una inversión, la mejor de las inversiones que junto a la educación y a la investigación debería centrar nuestras prioridades.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, con una pérdida del respeto a los ciudadanos, ha decido hacer de la Salud Pública un tema electoral más, como si de cerveza se tratara. Eso tiene sus riesgos, como que aquellos que acuden a los diferentes establecimientos sanitarios y ven y oyen y sienten, sientan mucho no votarla, aunque sean muy derechas.
¡Amiga ante el dolor cólico de riñón no vale la frase tonta de la semana!