Por Álvaro Frutos Rosado
A principios de los años 70, el cantante y compositor italiano Adriano Celentano, grabó una canción que fue un inusitado éxito y que ha sido reditada en diversas ocasiones. El estrambótico autor y cantante manifestó que, cansado de escribir a la paz, al medioambiente, a la justicia mundial … decidió hacer algo diferente y distinto, y ese es el porqué de la canción.
AsÍ surgió prisencolinensinainciusol . Rebuscado título de difícil pronunciación. La letra sigue diciendo: In de col men seivuan, Prisencolinensinainciusol ol rait, Uis de seim cius nau op de seim, Ol uait men in de colobos dai… y termina con rotundidad… Lu nei si not sicodor, Ah es la bebi la dai big iour. Es una letra disparatada sin ningún sentido real. Esto se llama en psiquiatría glosalia, que para la RAE es un lenguaje ininteligible, compuesto por palabras inventadas y secuencias rítmicas y repetitivas, propio del habla infantil, y también común en estados de trance o en ciertos cuadros psicopatológicos.
Hubo muchos que trataron de encontrar una traducción o significado a la canción llegando incluso a pensarse que era una mezcla de diferentes idiomas. Esto, parece ser, divirtió mucho a su autor. Celentano cerró la polémica diciendo que era un alegato a la “incomunicabilidad” a la incapacidad de comunicarse los que deberían hacerlo. La canción realmente es muy divertida.
Lo que se está viviendo en España empieza a tener la sintonía de prisencolinensinainciusol. La incapacidad de comunicación en España es una tragedia. Hay unas páginas de la memoria colectiva española, que a veces olvidamos con frecuencia, la que nos llevó a un enfrentamiento sin sentido y que nos sigue pesando. Fue la patología patria de no escuchar al otro (a los otros) y la necesidad de sentirse estupendos con frases que pretendemos históricas y que se desvanecen al instante.
Eso sí, las abruptas palabras se quedan rebotando durante tiempo en los tímpanos de los españoles.
Si uno u otro de los esterotipados bloques quiere imponer su relato, me temo que se estan equivocando, pues a pesar del daño que las redes sociales han hecho a la inteligencia humana y aunque se crea que lo que sucede solo es lo que nos cuentan, me temo que la realidad es lo que pasa no lo que nos dicen que pasa. Contarlo, si se puede explicar mejor, es un complemento, necesario, pero complemento. Y si además no se entiende la hemos jo…
El cisco político, el cual incluso a algunos les divierte, piensan que es inevitable e inocuo es un fracaso de todos. Si llegamos a creer que las grandes catástrofes solo se producen en medio de un terrorífico desorden, nos estamos equivocando. En estos tiempos de inmediatez las cosas suceden de una manera mucho más sencilla y simple. Cuando los pueblos no llegan a entender lo que sus dirigentes pretenden y el por qué, solo se espera de los ciudadanos que se posicionen a favor o en contra lo que consiguen es descriteriar a la población, que todos les de lo mismo. No crean que delegan el pensamiento en “ellos” (los lideres) lo que hacen es que este vuele a la simplicidad de las creencias. Ya se sabe que el lenguaje político plano en qué lado del patio de butacas se sienta. Por lo pronto, históricamente, cuando los pueblos comprueban que el destino no es el que les habían contado su frustración se transforma en rechazo del sistema político.
Cuando “el público espectador” no entiende los motivos reales de porque se bloquean unos nombramientos marcados por la Ley, si es dentro de la ley y para cumplimiento de la misma, cuando a ellos se les obliga a cumplir la Ley. Cuando tampoco ven claro la razón de donde se decía “digo ahora se dice Diego”, explicaciones que llegan en el último momento y de rebuscado entendimiento. Si los estamentos superiores de una sociedad, en los que debemos confiar y son garantes de la convivencia entran en un conflicto en campo abierto, el ruido ya no molesta sino inquieta y preocupa. Los respetamos por ser los órganos superiores de nuestra gobernanza publica, si estos se retan en el patio del colegio después de clase, solo cabe pensar que estamos ante un gravísimo problema de falta de madurez institucional. Aún siendo señores y señoras mayores, aparentemente sesudos y muy preparados.