Sorprendió lo dicho en Madrid hace unos días por el Alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell. Advirtió que en tiempos de carnívoros la Unión Europea no puede ser herbívora. Un buen símil para reflejar el tiempo histórico en el que nos encontramos. Siguiendo el símil alimenticio, la Unión hace tiempo que debió haber optado por adoptar su propia dieta mediterránea, esa que combina equilibradamente todo. Por el contrario, cuando el mundo empezó a cambiar más rápido de lo que lo solía hacer, terminó por resignarse a ser la guarnición de otros platos.
¡Razones había! La losa de las dos guerras mundiales y el miedo a la Unión Soviética condicionó una Europa que avanzó con más lentitud de lo que hubiera debido en la consolidación de un proyecto político para Europa. Priorizó lo “económico”, que aún dista de ser un modelo acabado, y la integración política construida tiene bastantes agujeros y el riesgo de hacerse más grandes, producto del nacionalismo y de intereses cortoplacistas.
El futuro de Europa, el de los europeos y lo más importante de las generaciones futuras va a depender de cómo finalice esta guerra. Finalizar es un término que hoy se nos antoja lejano, difícil de alcanzar y lleno de incertidumbres.
Putin, como su antecesor y, salvando las distancias, emulado Stalin (por aquello de demostrar su autoridad machacando a los ucranianos Holodomor), no necesita que nadie le explique que todas las guerras se libran con fines políticos. Stalin tuvo una verdadera obsesión en que las tropas rusas llegaran a Berlín antes que los aliados. Hecho que determinó los siguientes 50 años de la historia de Europa. ¿Cuáles son los objetivos políticos de cada actor en el conflicto?
Los objetivos de Ucrania parecen obvios; recuperar su territorio perdido y garantizar su seguridad a futuro y su recuperación con ayuda de sus valedores (OTAN y UE). Esto no va estar exento de incompatibilidades y desacuerdos.
Los objetivos rusos son difíciles de adivinar, desde el evanescente defender su “amenaza existencial”. ¡Amenaza existencial no entendida por los europeos, pero sí por ellos! Esta angustia geopolítica es una tradición rusa con respecto a occidente, el pintoresco Jrushchov hizo de su extremismo nuclear la estrategia para protegerse de la amenaza permanente occidental. Aventurando mucho podríamos decir que Putin y el establishment ruso no quieren ser un segundón en el nuevo orden que se está configurando con China y su entorno como primera potencia económica y quiere acumular activos para ser tenido en cuenta.
Los objetivos políticos de occidente y de Europa son más complejos de determinar. El deseo sería volver a la situación anterior, por lo menos al 24 de febrero, y recuperar el rumbo. Ahora bien, como ha señalado Borrell, hay que arrostrar con errores del pasado que se nos hacen hoy presentes: La dependencia energética rusa; la pérdida de capacidad industrial en favor de Oriente y especialmente en China y haber arrendado la seguridad a los Estados Unidos desde la II Guerra Mundial. Junto a estos tres grandes errores estratégicos de la UE, sin menoscabo de sus muchos éxitos y su innegable valor institucional, algunos otros pueden señalarse como un pesado entramado burocrático alejado de lo cotidiano y ciudadano. La Europa de los mercados y de la libre competencia y no de los ciudadanos y sus problemas.
El futuro de Europa, el de los europeos y lo más importante de las generaciones futuras, va a depender de cómo finalice esta guerra. Finalizar es un término que hoy se nos antoja lejano, difícil de alcanzar y lleno de incertidumbres
De estos grandes errores liberales y socialdemócratas han sido igualmente responsables. Creían construir un presente perfecto sin tener en cuenta un gran pasado imperfecto. Tres referencias de cómo la política a veces es sorda a la experiencia.
En 1946, en un memorable discurso de uno de los grandes artífices de la victoria aliada y el mayor conocedor de la historia del viejo continente, Winston Churchill proclamaba sobre las cenizas del suelo europeo que había que tomar una solución de urgencia: “una especie de Estados Unidos de Europa” dijo literalmente. Era el momento ser capaz de ensanchar el concepto de patriotismo, protegiéndose de los nacionalismos excluyentes y disgregadores: Construir una ciudadanía europea. Esta asignatura sigue pendiente, ahora ha pasado de necesario a urgente.
Otro de los artífices de la victoria aliada de la II Guerra Mundial, el general Charles De Gaulle, verdadero arquitecto de la Francia de la segunda mitad del siglo pasado, hizo una clara advertencia de lo que la OTAN venía a significar como instrumento para la seguridad europea: “La OTAN ha dejado de ser una alianza; significa la subordinación. No podemos aceptar la tutela de Estados Unidos. El sistema de integración defensiva ha dejado de existir. La defensa de Francia debe ser francesa. Es absolutamente indispensable que Francia se defienda por sí sola y con sus propios medios…” (1959). Donde dice Francia digamos Europa y comprobemos que casi nada es casual y que las cosas no pasan porque sí.
Tercera. El ingenuo veganismo europeo llevó a creer que la incorporación hace 20 años de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC) traería tras de sí una rápida conversión en una democracia liberal y el respeto de los derechos humanos, donde también se incluyen la libertad sindical, el derecho de huelga y las condiciones de trabajo digno. ¡Pues no!
China ha seguido subsidiando a sus empresas, imponiendo la transferencia de tecnología y haciendo caso omiso de las prácticas de transparencia de la economía occidental y de las estrictas reglas de libre competencia europeas. Europa, también los EEUU, que son los que están en abierta guerra comercial con los chinos, ha creído que el mercado chino, por su populosa población, era un goloso mercado, solo hacía falta que surgiera una consumista clase media. El eurocentrismo volvió a ensimismar a los gobernantes.
No incluyo una cuarta, por sobretratada, la entrega de la autonomía energética europea a manos rusas. Sería fácil también traer aquí las múltiples advertencias al respecto.
Ahora solo cabe no repetir los errores, lo que urge es que Europa defina cuáles son sus objetivos políticos reales en este conflicto desde lo que hay en este momento, tener su propio Potsdam y mirar al futuro. Volver a la situación de partida ya es un imposible, tanto como esperar una derrota de Rusia o que en esta se produzca un cambio político en profundidad. Por si fuera poco, la situación de la democracia americana no hace albergar esperanzas y veremos cómo supera sus derivas autoritarias. Las malas noticias nunca llegan solas, la reafirmación autoritaria de Xi Jinping en el XX Congreso del PCCh. Ello sin olvidar que la situación política interna en los países de la Unión es todo menos optimista.
Por el Dr. Álvaro Frutos Rosado
Corresponsal en Madrid