Después de casi cinco décadas de estéril confrontación con el Reino de Marruecos el Frente Polisario sumido en el aislamiento y la impotencia política no puede ocultar su evidente descomposición y la corrupción que prospera entre sus dirigentes.
En la década de los años setenta, jóvenes revolucionarios lograron engañara a un grupo importante de población saharaui con el canto de sirena de una imposible independencia.
Cuidadosamente los polisarios ocultaron que su propuesta de independencia en realidad implicaba una sumisión a los intereses geopolíticos de Argelia y a la Libia de Muamar Gadafi.
En esta forma el Frente Polisario proponía cambiar la independencia de Marruecos por una dependencia totalitaria a manos de Argelia y Libia.
Así, con engaños y en ocasiones apelando a la fuerza, una parte minoritaria de población marroquí saharaui fue forzada a trasladarse al sur de Argelia, donde terminó recluida en miserables campos de internación-
Desde entonces varias generaciones de marroquíes saharauis permanecen recluidos en esos campos de la infamia bajo la custodia de la milicia del frente Polisario y de las fuerzas de seguridad argelinas.
Se trata de personas indocumentadas, sumidas a la pobreza extrema, dependientes de la ayuda humanitaria internacional, forzadas a vivir en la jamada argelina en precarias jaimas, containeres de chapa o viviendas de adobe sin pisos, sin agua potable, instalaciones sanitarias, caminos o en ocasiones de energía eléctrica.
En cincuenta años nunca se realizaron en esos campamentos elecciones para que los pobladores eligieran a sus autoridades. Todos los partidos políticos, con excepción del Frente Polisario, se encuentran prohibidos. Los más elementales derechos se encuentran restringidos en especial, la libre expresión de la opinión, la reunión con fines políticos, el reclamar contra las frecuentes injusticias, la falta de alimentos y medicamentos o los malos tratos y abusos de los funcionarios polisarios.
Con el paso del tiempo, el Frente Polisario se fue burocratizando, en la medida en que los jóvenes revolucionarios comenzaron a disfrutar los beneficios y prebendas del poder: viajes, abultados sueldos, vehículos y viviendas de privilegio y muchas otras ventajas.
El Polisario encontró en el desvío ilegal de la ayuda humanitaria y los fondos enviados por Naciones Unidas y diversas ONG europeas, una fuente inagotable de recursos económicos para solventar sus actividades de propaganda y agitación internacional.
Especialmente, a partir del alto al fuego de 1991, el Frente Polisario destinó todas sus energías a la “batalla diplomática”. Para ello creó un “ejército” de seudo diplomáticos que recorren los foros internacionales y visitan a los países aliados de Argelia (Cuba, Venezuela, Irán, Bolivia, Nicaragua y otros) difundiendo su tradicionalmente falso relato de una “minoría oprimida a la que se le niega el derecho a la autodeterminación” para buscar apoyo y por sobre todas las cosas financiamiento-
También con el correr del tiempo, los dirigentes se han hecho cada vez más viejos, corruptos y ambiciosos.
La dirigencia del Frente Polisario es hoy una cerrada gerontocracia, donde predominan los dirigentes de origen saharauis pero pertenecientes a familias radicadas en Marruecos, pero no en las provincias del Sur. Es decir que son saharauis nacidos en el sur de Argelia, norte de Mauritania e incluso del norte de Mali.
Recodemos que históricamente la etnia saharaui practicaba la ganadería trashumante en una amplia región saharosaheliana hoy divida entre Marruecos, Argelia, Mauritania y Mali.
Lo grave es que, desde la formación del Frente Polisario, los saharauis nacidos en las provincias del Sur fueron sistemáticamente discriminados y marginados de los cargos más importantes dentro del grupo separatista.
El Frente Polisario, como todos los partidos políticos que siguen el antiguo modelo soviético que siguen los principios de centralismo democrático y de la vanguardia revolucionaria esclarecida, es conducido por un Comité Central que a su vez designa a un Buró Político de cinco miembros del cual surge un secretario general quien dirige autocráticamente el partido. Todo ello sin participación de las bases del Frente y mucho menos de la población de los campamentos.
En Tinduf cualquier disidencia política o crítica es inmediatamente criminalizada y duramente reprimida. Las personas que se quejan realizan denuncias o intentan protestas públicas pacíficas y colectivas son perseguidas, encarceladas, forzadas a emigrar en forma clandestina o simplemente desaparecen sin dejar rastros.
Es por lo que, en 2020, un grupo de disidentes del Frente Polisario cansados de la falta de libertad, de democracia partidaria, de la corrupción y del ahogo provocado por el intransigente discurso oficial de la organización, se alejaron para constituir el Movimiento Saharaui por la Paz. Una bocanada de aire fresco y renovación dentro del Conflicto del Sáhara que entiende que la única solución realista y posible al diferendo pasa por la propuesta de negociación de un Estatuto de Autonomía dentro de la indiscutible soberanía marroquí sobre el Sáhara.
Además, de las crecientes disidencias, el enriquecimiento ilícito e injustificado de los principales dirigentes polisarios constituyen una clara evidencia del irreversible proceso de descomposición por el que atraviesa el Frente Polisario.
Hace unos días, en Alternative, mencionamos los negocios sanitarios encarados por el pretendido ministro de Relaciones Internacionales de la Inexistente República Árabe Saharaui Democrática, Mohamed Salem Ould Salek y su hijo instalando lujosas clínicas médicas privadas en Ecuador y Panamá. Ahora sabemos que Mohamed Salem recibe un salario mensual de U$S 12.000 dólares estadounidenses pagados por Argelia quien también aporta grandes sumas de dinero para cubrir los gastos de las falsas “representaciones diplomáticas” del polisario en algunos países.
Su hermano Omar Bulsan Uld Salek, quien es el actual “embajador” del polisario en Cuba ha organizado una red criminal dedicada al tráfico de divisas y blanqueo de dinero ilícito aprovechando los contactos que estableció durante su gestión en Las Palmas de Canarias.
En tanto, que Ettaleb Amni Dris, máximo responsable de la milicia autodenominada “Ejército Popular Saharaui” en lo que llaman la “Séptima Región Militar” se dedica a los negocios ilícitos, el contrabando de combustible, tráfico de drogas y adquisición de propiedades en Mauritania, especialmente en Nouadibou.
Ettateb Amni Dris y Chejlekbir Mustafa Sid El Bachir, ministro de Comunidades y Territorios Ocupados del Frente Polisario son los principales responsables del desvío y robo de ayuda humanitaria proveniente de la Cruz Roja para la población de los campamentos.
Estos son tan solo algunos de los involucrados en la extensa red de corrupción y delitos que se ha creado en la dirigencia del Frente Polisario.
Este proceso de corrupción generalizada se ha incrementado notablemente en los dos últimos años debido a que la exitosa diplomacia implementada por el Rey Mohammed VI ha aislado al Frente Polisario y debilitado sus apoyos internacionales.
Los dirigentes del Polisario comprendieron que el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara, por parte de los gobiernos de Estados Unidos y España marca el principio del fin para sus ilusorias aspiraciones de formar un Estado Saharaui con la ayuda de Argelia.
Los dirigentes polisarios perciben que se acerca el fin de su organización y roban todo lo que pueden para asegurarse un retiro dorado en Europa o América Latina para el momento en que su organización desaparezca.
Cuando el barco del Polisario comienza a hundirse las ratas son las primeras en huir.