CONTENIDO:
La recomposición de las relaciones bilaterales entre el Reino de Marruecos y el Reino de España tomó un nuevo y decisivo impulso con el llamado telefónico del Rey Mohammed VI al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez invitándolo a realizar en los próximos días una visita de Estado a Marruecos para elaborar una nueva hoja de ruta que profundice la asociación entre ambos países vecinos y con intereses compartidos en el Mediterráneo y el Atlántico.
El llamado del Rey Mohammed VI deja atrás más de un año de desencuentros entre ambos gobiernos.
El gobierno socialista de Pedro Sánchez enfrentó desde su llegada a La Moncloa los recelos de Rabat.
La presencia en la coalición de gobierno española del partido Unidos Podemos y de Pablo Iglesias como vicejefe de Gobierno no era bien vista por el gobierno marroquí.
Pablo Iglesias y su partido eran los principales aliados y defensores del Frente Polisario y mantenían fuertes vínculos con Irán en la Península.
Por eso inicialmente, Pedro Sánchez no logró una reunión con el rey Mohammed VI.
Luego serían las acciones del propio gobierno español las que irían deteriorando las relaciones bilaterales.
España no aceptó la decisión, en diciembre de 2020, del presidente estadounidense Donald Trump de reconocer la soberanía marroquí sobre su Sáhara y condenó la decisión de Washington. La misma que hoy se ve obligada a reconocer como válida.
La decisión del gobierno estadounidense negociada durante largo tiempo, con extrema habilidad y paciencia por el Rey Mohammed VI modificó drásticamente el escenario geopolítico en el Norte de África y en el Mediterráneo Occidental reduciendo drásticamente la influencia de los países de la Europa comunitaria en la región.
Para España, especialmente, no fue fácil admitir la desaparición de los vínculos poscoloniales que le otorgaban ventajas comerciales y políticas en la región.
Para agravar aún más la situación, en una burda y torpe maniobra, el gobierno español acogió, a fines de abril de 2021, en forma clandestina y bajo un falso nombre al líder del Frente Polisario Brahim Ghali, un criminal prófugo de la justicia española, con el pretexto de recibir tratamiento médico para el COVID.
Pero, los dirigentes españoles no se resignaban a aceptar los nuevos tiempos y los cambios en el esquema de poder regional. Ni el Rey Mohammed Vi ni el pueblo marroquí estaban dispuestos a tolerar semejante afrenta de un país que se decía amigo.
Rabat retiró inmediatamente a su embajadora en Madrid y toleró una irrupción de inmigrantes subsaharianos en Ceuta a mediados de mayo. Las relaciones bilaterales sufrieron uno de los mayores momentos de tensión de su historia.
Para colmo de males las rivalidades entre Argelia y Marruecos, agudizadas por la decisión de Washington que terminaba con los sueños del Frente Polisario apoyado por Argel, llevaron a la ruptura de relaciones entre los dos gigantes del Magreb y al cierre del gasoducto que abastece con gas argelino a España.
La situación en el Magreb se tornó explosiva obligado a Pedro Sánchez a rectificar su política hacia Marruecos y la cuestión del Sáhara marroquí.
El gobierno español de Pedro Sánchez debió realizar un acto de realismo total y reconocer los cambios en el balance de poder en el norte de África modificando 46 años de política exterior española aceptando como única solución seria, realista y creíble a la Iniciativa para la Negociación de un Estatuto de Autonomía para la región del Sáhara propuesta por el Reino de Marruecos en 2007.
En esta forma Madrid abandonó su tradicional línea diplomática de proponer la aplicación del derecho de autodeterminación de los pueblos mediante la realización de impracticable referéndum como solución al diferendo y reconoce implícitamente la soberanía marroquí sobre el Sáhara.
En esta forma, España se anticipó a los países de la Unión Europea en reconocer los cambios geopolíticos obrados en el África mediterránea, en especial ante la mayor dependencia de algunos países del gas y petróleo africano y el brusco incremento de los flujos migratorios hacia Europa Occidental generados por el conflicto en Ucrania. España no podría enfrentar un brusco incremento de los migrantes irregulares provenientes simultáneamente de África y Europa Oriental.
Por su parte, Marruecos aspira a establecer una nueva agenda en las relaciones bilaterales con España, basada en el respeto mutuo, la confianza recíproca, la consulta permanente y la cooperación franca y leal. Esto precisamente, lo que discutirán cara a cara el Rey Mohammed VI y el presidente Pedro Sánchez.
Con esta gestión telefónica personal, el Rey Mohammed VI deja muy en claro quién se impuso en esta crisis diplomática y quién conduce realmente la diplomacia marroquí.
Solo la habilidad, paciencia y criterio de un estadista como el Rey Mohammed VI pudieron obtener un logro tan importante como lograr el apoyo simultáneo de los Estados Unidos y España al reconocimiento de la soberanía marroquí sobre su Sáhara.