LOS HECHOS
Fuerzas militares conjuntas arrestaron este lunes 25 al primer ministro de Sudán, Abdallah Hamdok, a la mayoría de los ministros del Gabinete y a los miembros civiles del Consejo de Soberanía, organismo que supervisaba la transición a la democracia desde el derrocamiento del dictador Omar Hassan Ahmad al Bashir, en 2019.
El hasta hoy Presidente del Consejo Militar, teniente general Abdel Fattah Abdelrahman al Burhan (60), apareció ante las cámaras de la televisión nacional vistiendo su uniforme, con su bigote y su habitual boina verde para anunciar la profundización del régimen militar que domina al país desde hace dos años disolviendo el gabinete y el Consejo Soberano e implantando el estado de emergencia en todo el país para evitar las supuestas disputas de poder e incitación al caos por parte de los civiles.
Burhan también suspendió una serie de artículos del documento que servía de Constitución durante la transición sobre la composición y las competencias de los dos órganos anteriores y la participación de los civiles. El general ha anticipado que nombrarán un Gobierno tecnocrático para pilotear el país hasta unas elecciones previstas para el 2023.
El servicio de Internet fue cortado en todo el país, efectivos del Ejército tomaron el control de las principales rutas, el aeropuerto fue cerrado y los vuelos internacionales suspendidos, mientras tanto la televisión estatal transmitía canciones patrióticas.
El autogolpe militar de Burhan en Sudán despertó repercusiones internacionales negativas. El enviado especial de Estados Unidos para el Cuerno de África, Jeffrey Feltman, calificó el hecho de “absolutamente inaceptable” y advirtió que cualquier cambio por la fuerza pone en riesgo la ayuda estadounidense a ese país. En el mismo sentido se expidió el enviado de la ONU en Sudán, Volker Perthes, que manifestó estar “muy preocupado por las informaciones sobre un golpe de Estado”. El autogolpe fue condenado por autoridades de la Unión Europea, la Unión Africana y la Liga Árabe.
Las principales organizaciones insurgentes reaccionaron con un llamamiento a la resistencia civil y a la huelga general. Miles de personas se movilizado en las principales ciudades del país para respaldar el proceso de transición a la democracia. Las fuerzas de seguridad disolvieron las manifestaciones empleando munición de guerra. Al menos tres personas murieron y otras ochenta resultaron heridas.
La Asociación de Profesionales de Sudán difundió en las redes un llamado “a las masas” a que “salgan a la calle y ocupen por completo y se preparen para resistir”. La oficina del exprimer ministro Hamdok también convocó al pueblo a manifestarse y usar todos los medios pacíficos “para restaurar su revolución”.
En las imágenes que han trascendido a través de las redes sociales se observan grupos numerosos de manifestantes en las calles de distintas ciudades, portando la bandera nacional y pancartas, y una presencia muy significativa de mujeres, ausentes en las concentraciones de los escasos partidarios de los militares.
ANTECEDENTES
Tras treinta años de dictadura islamista, las protestas callejeras estallaron en Sudán, el 19 de diciembre de 2018, detonadas en un comienzo por el alto nivel inflacionario, el aumento en el precio del pan y de los combustibles, pronto fueron capitalizadas por un conglomerado de organizaciones y partidos opositores denominado “Fuerzas de la Libertad y el Cambio” que se conformó en enero de 2019 y donde ejerce un rol protagónico la “Asociación de Profesionales Sudaneses”.
Las protestas que comenzaron con concentraciones, marchas, huelgas y otras acciones de resistencia civil derivaron en “sentadas pacíficas” en los alrededores del Cuartel General del Ejército.
Luego de que las protestas alcanzaron un saldo de 38 muertos, cientos de heridos y mil detenidos sin dar muestras de decrecer, el Ejército de Sudán decidió asumir el poder el jueves 11 de abril desplazando al anciano dictador Omar Hassan Ahmad al Bashir (76), líder del Partido del Congreso Nacional, que con treinta años al frente del país era uno de los jefes de Estado que más tiempo ejerció el poder en África.
El Ejército sudanés, para calmar los ánimos y evitar que el país cayera en un espiral de violencia, tras derrocar al presidente Al Bashir, lo reemplazó por un Consejo Militar Transitorio formado por diez generales y estableció una hoja de ruta para la transición hacia la democracia.
La presidencia del Consejo Militar Transitorio recayó en el hasta entonces Inspector General de las Fuerzas Armadas teniente general Abdel Fattah Abdelrahman al Burhan quien asumió también como Jefe de Estado Mayor del Ejército y ministro de Defensa en reemplazo del dimitido general Ahmed Awad ibn Auf.
La vicepresidencia del Consejo Militar Transitorio y del país fue ocupada por el general Mohamed Hamdan Daqlo, comandante de la unidad de fuerzas de élite denominada “Fuerzas de Apoyo Rápido” que cuentan 30.000 hombres. Se trata de una milicia que en un tiempo respondía a las órdenes directas del exdictador Al Bashir pero fue convertida en un cuerpo regular del Ejército. Actualmente, la mayor parte de sus efectivos están desplegadas en guerra del Yemen y en las fronteras de Sudán para combatir el narcotráfico y el tráfico de personas.
La hoja de ruta establecida por el Consejo Militar Transitorio contemplaba un periodo de transición de dos años con el objeto de “preparar el ambiente político para el traspaso pacífico del poder”, según declarara el general al Burhan.
Como primeras medidas el Consejo Militar detuvo al presidente Al Bashir y a todos sus ministros. Destituyó al general Salah Abdalá Qush, hasta entonces jefe del Agencia Nacional de Seguridad e Inteligencia, encargada de reprimir las protestas, quien fue reemplazado por el hasta entonces su segundo el general Yaladín al Sheij.
También ordenó la liberación de todos los presos políticos. Aunque prorrogó por noventa días el estado de sitio, derogó la constitución de 2005 y proclamó “una invitación abierta al diálogo de todos los componentes de la sociedad sudanesa, sus partidos y la sociedad civil” para alcanzar un consenso y establecer las reglas que permitan construir una transición pacífica a la democracia.
Inmediatamente, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos anunciaron su apoyo al Consejo Militar Transitorio. El rey Salman de Arabia Saudí incluso ordenó el envío de un embarque de ayuda humanitaria a Sudán que incluiría derivados del petróleo, trigo y medicinas.
UNA PESADA HERENCIA
Sudán está situado en el norte de África, a orillas del mar Rojo, entre Egipto y Eritrea. Está atravesado por el Nilo y sus afluentes.
Su población, estimada en algo más de cuarenta millones de personas, se distribuye en 597 tribus que hablan cuatrocientos dialectos distintos. El 60% de la población sudanesa tiene menos de 25 años.
Los problemas de Sudán se remontan al momento en que dejó de ser el país más extenso de África, tras la secesión de Sudán del Sur, el 29 de julio de 2011, que hizo que perdiera casi todos sus campos petroleros y el 60% de sus ingresos fiscales. No obstante, Sudán con sus más de dos millones y medio de kilómetros cuadrados es el tercer país más extenso del continente africano después de Argelia y la República Democrática del Congo.
Aunque el país todavía es rico en recursos naturales como el petróleo y el algodón y su economía está entre las de más rápido crecimiento de África. Sus principales mercados de exportación se encuentran en Asia y son China, Japón e India. El 80% de la población sudanesa se dedica a la agricultura.
Sudán a construido una próspera industria armamentista, cuyos productos (armas liras, vehículos blindados y hasta aeronaves con patente internacional).
En los últimos años Sudán ha sufrido serios problemas económicos. El Ejército y los organismos de seguridad e inteligencia acaparaban el 80% del presupuesto nacional. Al Bashir dejó una inflación del 120% anual y un amplio legado de corrupción. Sudán ocupa el puesto 172 entre 180 países, según el Índice de Percepción de la Corrupción de 2018, elaborado por la ONG Transparencia Internacional.
La Organización de Naciones Unidas estima que 5.700.000 sudaneses -el 13% de la población- se enfrentan a una aguda crisis alimentaria, especialmente en las áreas afectadas por la sequía en Oriente y Occidente del país.
UN FUTURO LLENO DE INTERROGANTES
La situación en Sudán dista mucho de encontrarse estabilizada. Los militares enfrentan la presión combinada de las protestas internas y las amenazas de sanciones internacionales.
Lo más probable es que la situación evolucione hacia la formación de un nuevo gobierno presidido por civiles y la adopción de otra hoja de ruta que conduzca a elecciones democráticas, competitivas y libres.
No sería extraño que, siguiendo la tradición africana, una dictadura militar disfrazada de gobierno democrático sea sucedida, en 2023, por un gobierno civil también encabezado por un militar.