De las elecciones autonómicas madrileñas del 4 de mayo ninguna fuerza política se puede sentir orgullosa de lo realizado ni de la convocatoria, ni de los continentes ni contenidos del proceso electoral. Tras ellas, ganadores y perdedores deberían haber realizado una reflexión sobre la calidad de nuestra democracia, que al fin y a la postre es la que sustenta el modelo de convivencia. Se está convencido de que la solución consiste en pasar de pantalla. Hacer tabla rasa y volver a la casilla de salida. Gran error.
Sin duda, la reflexión más profunda le corresponde al socialismo madrileño, por varias razones. La principal, haber obtenido el peor resultado de su historia; su incapacidad para gobernar la Comunidad Autónoma en 2019 teniendo todo el viento a favor; por llevar así más de 20 años. Hay “algo” que hace que no sea casual haber pasado a ser la tercera fuerza política y estar en la misma situación en la capital y con mayorías muy precarias en los grandes municipios de la región.
Hacer bien las sumas y las restas de lo que viene sucediendo es esencial para el socialismo madrileño. Madrid es un bastión clave para poder renovar y liderar un proyecto progresista para España.
Con los meses pasados, la campaña electoral de los socialistas madrileños, si puede ser ejemplo de algo, es de lo que nunca se debe hacer. Lo digo con cierto conocimiento personal de causa. La impericia demostrada es para ser estudiada por politólogos, sociólogos y especialistas en comunicación electoral. Ahora bien, sería engañar a la irremediable verdad cifrar exclusivamente el progresivo deterioro del socialismo madrileño en la desastrosa última campaña; ya está asumido que se hizo con personas poco conocedoras de la realidad madrileña y poniendo el foco del debate político en escenarios muy al margen de las preocupaciones ciudadanas.
El problema del socialismo madrileño viene de mucho más atrás, y no por el manido “ya en tiempos de la República” o el que "los socialistas madrileños siempre están en batallas internas irrelevantes". Con rigor, hay dos causas más de fondo: en primer lugar, no tener un proyecto político que identifique a Madrid con lo que debe ser una región metropolitana y capitalina europea que aspire a ser un modelo de referencia de bienestar, progreso y cohesión social del Siglo XXI. Un modelo socialdemócrata de región europea.
Sin embargo, la derecha madrileña ha sabido aprovechar el éxito económico de Madrid para convertirla en el paradigma del ultraliberalismo financiero y económico y, ahora más que nunca, estereotiparla como un territorio donde la libertad individual puede ser ilimitada, la libertad frente y no en el Estado (poder público).
El socialismo madrileño, viviendo en la autocomplaciente endogamia de sus agrupaciones de distrito y locales, ha sido incapaz y ha renunciado a construir una mayoría social que implique a trabajadores, clases medias urbanas, funcionarios y demás colectivos que necesitan el arrope de lo público para que sus proyectos vitales individuales y colectivos puedan realizarse. La consecuencia ha sido un progresivo distanciamiento de los ciudadanos del voto a los socialistas. Madrid es un territorio complejo de gran potencialidad, pero la derecha lo ha simplificado envolviéndolo en eso de que solo los tontos y los vagos no triunfan en Madrid. Una carrera por ser famoso y sobre todo por tener lo más, de todo. En un planeta que parece clamar por decrecer, para volver a encontrar un equilibrio entre los humanos y la naturaleza, el modelo que viene imperando en Madrid es una verdadera locura, aunque se empeñen en envolverlo en papel couché floreado.
El socialismo madrileño solo será opción de éxito si es capaz de asumir el riesgo de buscar soluciones que cambien ese modelo y que pongan el foco en enfrentar las inquietudes y angustias reales de los ciudadanos. La pandemia ha dejado algunas claramente marcadas, como es el fortalecimiento de la calidad de los servicios públicos con la suficiencia fiscal para mantenerlos. Lo demás es hacer la televisión de color con brochazos. No queda otra que saber convertir una situación crítica en una oportunidad. Ofreciendo proyectos que hagan más amigables y sostenibles las ciudades y pueblos de la Comunidad, recuperen el turismo interior e internacional con otra imagen que apueste más por el patrimonio cultural que por la cerveza, que se preocupe por crecer en gasto turístico y no en volumen de visitantes, digitalizar el territorio con visión de futuro, no hablar del paradigma del 5G cuando los chinos ya van por la 7ª red; se hace promocionando el teletrabajo y la vida de proximidad, digitalizando la educación pública, evitando desigualdades en el empleo, y de presente con una adecuada e innovadora formación profesional para la digitalización. En definitiva, dando el valor requerido al momento a la ciencia y a la investigación, afinar nuestro sentido de la realidad sabiendo trasladar al modelo sanitario lo que la pandemia nos ha enseñado, que es mucho. Saber ordenar ahora las prioridades con conciencia de lo importante y de lo accesorio, las diferencias por edad, sexo o raza no nos separan, por contra nos unen en los objetivos contra las injusticias, incertidumbres e inseguridades. No se puede seguir repitiendo los eslóganes tradicionales teñidos de novedosos, hay que formular políticas transformadoras que cambien situaciones indeseables y que propicien un rencuentro de los ciudadanos con la política y para ello es imprescindible que desde el socialismo madrileño se alcancen las bases de un contrato progresista con los ciudadanos.
Esto no se puede hacer si no se cuenta con el gran capital y talento humano del que dispone esta región y que han abandonado su relación con el partido socialista porque este les ha abandonado a ellos, cuando no ignorado o incluso despreciado. El futuro sólo se puede construir diciendo las cosas como son.
No solo los grandes lugares de pensamiento, como las universidades o los centros de investigación, tienen que participar revitalizando el socialismo madrileño; sin la concurrencia de los trabajadores, de los sindicatos, nunca será mayoritario un proyecto socialdemócrata, como de los empresarios como grandes operadores económicos y de todo el entramado social que se ha ido creando en las últimas décadas desde organizaciones sin ánimo de lucro hasta agrupaciones y colectivos profesionales. Esa es la única vía para convertir mayorías sociales en políticas.
Ello no pasa por aceptar electoralmente todo aquello que diga cada uno para olvidarlo al día siguiente, ni intentar dar lecciones de lo bueno o lo malo desde una falsa superioridad moral. Hay que hacer algo más que discurso y compromisos electorales, hay que trazar alianzas colaborativas, transparentes y creativas, perdurables en el tiempo, más allá del día de depositar el voto.
Ahora bien, decía más arriba que dos eran las pesadas hipotecas del socialismo madrileño, una la carencia de un proyecto político socialdemócrata con identidad propia; lo segundo, que hace casi imposible disponer del proyecto, es una pesada y corporativizada —aunque exigua en miembros— organización política incapaz de ser mucho más que una agencia de gestión de egos y receptoras de instancias de “qué hay de lo mío”.
Ahora bien, tan espinoso tema creo que merece una reflexión independiente.
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Álvaro Frutos Rosado ha sido Secretario del Área de Formación, Estudios y Programas de la CER del PSOE-M hasta la dimisión en bloque de dicha ejecutiva tras los resultados del 4 de mayo. Es uno de los promotores del colectivo Momentumadrid de recuperación del socialismo madrileño.