A pesar del año transcurrido desde que se decretó el confinamiento en China, parece que muchos están viviendo como si este fuera un tiempo más y, todos vacunados, volveremos a la normalidad. ¡A saltar y cantar! Lo peor es que hay quienes vienen escuchando las desastrosas cifras con más frialdad que el que oye el tablero deportivo. A pesar de ello, siempre cabe esperar que habrá algún lugar donde se esté analizando lo que la pandemia modificará, nos guste o no, por fuerza de las cosas, y lo debe hacerse para mejorar el funcionamiento de la sociedad. Creo que a pocos les cabe ya alguna duda de que la política, o mejor dicho la gestión de la política, tendrá que someterse a un profundo tuneado, tanto con nuevos envoltorios como en contenidos.
La democracia no es radicalmente imperfecta pero sí manifiestamente mejorable, sobre todo, para continuar viviendo en este sistema de gobierno, el peor si exceptuamos todos los demás.
Lo primero a someter a revisión en España es Madrid. Madrid como conjunto, como entramado institucional-jurídico-político-económico-mediático… y su repercusión en todo el país. Madrid tiene que ser sometida a una profunda revisión y reforma.
¿Madrid y no su máxima responsable política? Se preguntarán. Díaz Ayuso es consecuencia de un sistema viciado, tal vez sea el último estertor de esta forma de entender la política madrileña. No hace falta más que recordar el historial de los últimos presidentes, cuyas formas de hacer siguen siendo titulares hoy día.
Pertenecen los líderes de la Comunidad a una misma cultura política, al mismo grupo, a ese que no sabe dónde empieza su presente y termina su pasado. Todos, casualmente, del PP. ¿Líderes, organización, personas… dónde radica el problema? Existir sin duda existe. Todos lo hemos visto.
En otra lógica política, los asuntos que deberían haberse debatido estos meses en Madrid tendrían que ser de otro calado e interés. Enumerarlos ha terminado por carecer de sentido cuando se juega repetitivamente con la salud de los ciudadanos y por ende con el bienestar personal y colectivo de los españoles. Pues como dice la ínclita, “Madrid es España”, y cuando se jode y frivoliza la política de Madrid se hace en toda la Nación.
En Madrid, el PP ha convertido la política en un mero método de competencia electoral con permanentes exabruptos políticos en forma de mensaje que fomentan los bloques para hacerlos irreconciliables.
Ayuso llegó como perdedora, capaz de desquiciar desde la crispación a cualquier gobierno posible. ¡Era lo previsto! Un diseño perfecto. El tragicómico espectáculo de Cifuentes no aventuraba otra cosa. No liderando la política oportuna sino oportunista ha gestionado Madrid ante el pavor de todos.
Hasta ahora, la falta de capacidad de la izquierda para entender la política madrileña; su extraña predisposición a fijar como adversarios a sus complementarios, y, por qué no decirlo, una cierta vacuidad política ha dado al traste con el deseo de muchos madrileños de dignificar su vida política. Ahora sin embargo no le queda más remedio que actuar con inteligencia y capacidad.
La degradación democrática madrileña que ha provocado Ayuso durante los largos meses de pandemia es palpable. La cuestión relevante de cara al futuro hay que situarla en cómo lograr que Madrid pase a formar parte de las soluciones y no de los problemas. España tiene muchos y Madrid no es de los menores. Lo ha sido históricamente, todo lo que pasa en Madrid no es ajeno al resto de España, la metastatiza. Hoy por hoy la Comunidad de Madrid para el PP no es más que un simple instrumento para acrecentar el frentismo y en su caso la crispación. Ni a la llamada derecha económica le sirve. La disolución anticipada no deja de ser un elemento más para agudizar la crispación, no se mueven ni un ápice de su estrategia.
En estos meses, ¿cuánto tiempo han dedicado Ayuso y su equipo a hablar de los proyectos de recuperación? ¿Cuánto a pegarse con el Gobierno de la Nación por lo que sea? Esto ha sido un continuo diario al que hay que poner freno. Es el momento de poner en la agenda madrileña políticas y alternativas a lo mucho que acontece. Poner fin al espectáculo como un fin en sí mismo es casi una obligación y los próximos días lo será. Su objetivo, hacer terminar todo en los tribunales de justicia.
El PP ha abonado una peligrosa y exacerbada confianza en que Madrid es como el cuento de Jack y las habichuelas mágicas, que todo retornará en oro. Pues no, las cosas no van a ser fáciles, el optimismo voluntarista es suicida. La realidad es más compleja para hacer creer que la economía de Madrid depende de abrir o cerrar bares. El enfrentamiento escenográfico es un lujo que no puede permitirse.
García de Enterría, el gran administrativista de la transición aseguró que "la verdadera justificación de la autonomía (de Madrid) no es satisfacer determinadas opciones políticas, sino, a través de la participación ciudadana, lograr un mejor gobierno de las ciudades. Si las autonomías no fueran eficaces estarían rechazadas por la historia". No es el momento ahora de rechazar instituciones, ni de opciones políticas estériles.
No es arriesgado decir que a lo largo de la pandemia el Gobierno de Madrid ha demostrado su inutilidad institucional y no ha aportado nada al proyecto español; ha sido un juego de payasos circenses montando jaleo en la pista y esperando los aplausos.
España necesita una región capitalina que aspire a liderar el impulso, iniciativa e innovación que hacen falta para salir del agujero en el que estamos.
Madrid con Ayuso ha puesto en cuestión el Estado de las Autonomías, lo cual es grave, ya que en otros territorios ha demostrado su funcionalidad; tensiona permanentemente el panorama nacional introduciendo elementos en un sucedáneo de guerra cultural e ideológica, aviva un rancio concepto del sentimiento nacional y de España. La permeabilidad entre política y vida ciudadana hace difícil inhibirse de la crispación. En los últimos meses los madrileños hemos vivido en el desconcierto absoluto y el hartazgo, de lo cual nos costará rehabilitarnos.
Ahora nos situamos en un momento de encrucijada histórica y hay que subir la montaña para verlo con perspectiva. El Estado de la Autonomías tras la pandemia tiene que ser reformulado. Sin embargo, Madrid tiene que dejar de ser el contrapunto de Cataluña fundamentado tan sólo en la bronca. Es necesaria la política en positivo y no cansino negativismo.
Madrid con elecciones o con moción de censura debe jugar un papel impulsor y concitador; liberarse del chirriante y mediocre ayusismo. No es descalificación, es constatación de una evidencia.
Ciudadanos ha aguantado desprecio y desconsideración, una tras otra. El PP ha terminado siendo más Vox en Madrid que Vox y posiblemente todo termine en boda, unas elecciones son las amonestaciones. Con ello el PP se aleja más de la centralidad propositiva.
Los ciudadanos ganan tanto si hay elecciones, pues tienen la oportunidad de decir basta a una situación que les está castigando, como si hay una moción de censura que abra el camino de un nuevo tiempo. En ambos casos se abre una alternativa a la inteligencia y al futuro.
En un caso u otro para nada se espera que la hiperactiva Ayuso construya un discurso que sume y centre el objetivo de la Comunidad en su capacidad sobrada para liderar el proyecto español por la investigación, sus universidades, los procesos de digitalización administrativa y empresarial, una movilidad sostenible, apostar con medios y esfuerzos por luchar contra la marginalidad y la pobreza… No tiene nada en su bolso para escribir esta agenda. Su único objetivo es ser la alternativa mediática al Gobierno de la Nación, actitud peligrosa para la salud de Madrid y de España. El oportunismo trilero de la convocatoria electoral tendría que hacer pensar a los madrileños que Ayuso no sólo desconsidera la democracia, se burla de ella y de todos nosotros.
El 10 de marzo de 2021 puede ser el momento de ver cómo Madrid puede volver a ser diferente, es decir como el resto de España, trabajando por la normalidad y no por su dañina estridencia.
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Álvaro Frutos Rosado fue impulsor y Director del Sistema Español de Conducción de Crisis