Por segunda vez esta semana (lunes 22 y viernes 26 de febrero) las calles de Argel y otras importantes ciudades argelinas como Bejaia, Cabilia y Orán se llenaron con las manifestaciones pacíficas del Hirak, el movimiento democratizador y anticorrupción que demanda la reforma del régimen autoritario y opaco controlado por los militares argelinos.
Los manifestantes corearon sus tradicionales consignas de “Ni islamistas, ni laicos, sino hirakistas” y “Estado Civil, no Estado militar”.
De nada sirvieron para impedirlas ni la dura represión policial y las maniobras intimidatorias del régimen argelino.
Después de dos años, los manifestantes y líderes sociales están acostumbrados a las maniobras implementadas contra ellos por los militares y los servicios de inteligencia, tales como encarcelamientos, despido de los trabajos, acusaciones por publicaciones opositoras en las redes sociales, amenazas de grupos parapoliciales y torturas en las cárceles.
Todo el furor represivo desatado por el régimen no pudo con las ansias de cambio de los jóvenes argelinos que no satisfacen con las tibias reformas ensayadas por el presidente.
El presidente argelino Abdelmadjid Tebboune (75) ha intentado distender la situación y ganar tiempo con una liberación de presos, disolviendo la Asamblea Nacional Popular alegando que los diputados obtuvieron sus escaños por medios ilícitos y adelantando las elecciones parlamentarias y reformulando el gabinete. Pero pronto resulto evidente que el Ejército no estaba dispuesto a realizar concesiones de ningún tipo.
De los 73 presos políticos detenidos en vinculación con el Hirak, el presidente solo pudo liberar a 37 que tenían condenas firmes, los restantes fueron retenidos bajo diversos argumentos jurídicos como el de que no podían ser liberados hasta que concluyera el proceso penal.
La Asamblea Nacional Popular ha sido disuelto pero, al menos por el momento, no se ha fijado una fecha para realizar nuevas elecciones.
El presidente Tebboune intentó desprenderse del primer ministro Abdelaziz Djerad y gran parte de los ministros, pero encontró la firme oposición del Consejo Supremo de Seguridad que repuso a Djerad en su cargo.
Finalmente, el intento de cambiar el gabinete se redujo a la salida de tres ministros y la anulación de un ministerio. En paralelo se produjo el regreso de algunas figuras claves de los veinte años de gobierno del anciano Abdelaziz Bouteflika (1999 – 2019).
Recordemos que el 2 de enero de este año, un tribunal militar de apelación absolvió de todos sus cargos al hermano menor y mano derecha del expresidente, Saïd Bouteflika, a la presidenta del Partido de los Trabajadores, de tendencia marxista-leninista, Louis Hanoun, al general Mohamad Mediéne “Tawfik”, quien durante veinticinco años fue el jefe de los servicios de inteligencia argelinos y a su mano derecha el general Athmane Tartag. Si bien, Saïd Bouteflika y Tartag permanecen detenidos por otras causas.
El activista opositor Samir Bin Al Arabi ha explicado el fracaso del intento reformista de Tebboune diciendo que “Lo sucedido tras tres días de espera confirma que hay una lucha de poder entre la presidencia y el jefe del Estado Mayor del Ejército (el general Saïd Chengrinha -75-) que domina los asuntos del país.
En estas condiciones, no puede sorprender que los jóvenes que impulsan el Hirak siga adelante, cosechando cada vez más adeptos pese al firme accionar represivo del régimen argelino.
De seguir este curso la política argelina la situación puede desembocar en una revuelta ciudadana generalizada y violenta o en un nuevo golpe de Estado protagonizado por los militares y acompañado de una fuerte represión del movimiento Hirak.