Los asesores políticos adoptan la estrategia desde hace tiempo de aconsejar a sus pupilos que al hablar se dirijan a medios, oponentes y, en último extremo, a los suyos, a los partidarios incondicionales. Todos estos esperan argumentos simples que no requieran pensar mucho, así es fácil llegar al objetivo sin equivocarse. Los periodistas tienen un titular, los adversarios un clavo al que agarrarse para iniciar la bronca y, en los afines -ya se sabe- el sentido de la pertenencia crece solo con un golpe de pecho.
Esto no es criticable, con la sencillez propositiva se gana en rotundidad. Sin duda, en periodos electorales es lo recomendable, en esos momentos es esencial no perderse en sutilezas discursivas. “Nunca apoyaremos”; “solo pactaremos si hay amnistía”; “todo pasa por una consulta para la autodeterminación” …es incuestionable que lo que se pretende son jaculatorias de la fe verdadera.
Ahora bien, fuera de periodos electorales -y ante situaciones complejas- solo cabe utilizar un cierto grado de pedagogía, si no se quiere que todo termine saltando por los aires. En estos tiempos que corren, que no se equivoquen los constructores del mensaje, es importante que el mayor número de ciudadanos tenga conciencia certera de que lo que se dice es nítidamente la verdad -lo que pasa- explicando dónde estamos, hacia dónde queremos ir y cuál es el camino. Esto es, exponer de manera directa y meridianamente entendible la actitud, lo que hay y todos sus por memores.
Si hablamos de Cataluña ya nadie puede pensar que es sólo un tema solo catalán. El asunto es más español que nunca y nada de lo que está pasando en este mundo ya nos es ajeno, hasta el resultado de unas elecciones.
Situación compleja. Ni los socios del gobierno catalán, ni del español van a aceptar un papel sucedáneo en este complicado encaje. No se lo van a poner fácil y condicionará la duración de ambas legislaturas.
Los asesores políticos de todas las formaciones partidarias no han perdido la perspectiva de que estamos en un momento crucial, va más allá de mayorías y minoría parlamentarias, que tarde o temprano la batalla del Twitter pronto será inútil, solo valdrán los datos ciertos de gestión y los resultados. En definitiva, poner encima de la mesa el futuro del bienestar ciudadano, lo demás ya solo será gestión del caos, de esto también hay expertos.
Hay una última reflexión de contexto que, aunque se hable mucho de ello, se olvida al poner las manos en la masa: la velocidad y confluencia de acontecimientos ya no puede ser controlada desde la política o la economía. Los estertores de ambas están cayendo sobre unos ciudadanos bastante hastiados y descreídos, y cualquier reacción es posible. Ni los coches quemados, ni las camisas pardas brazo en alto son espejismos.
Dicho esto, habría que intentar ver si hay algunos corolarios que se puedan extraer de esta compleja situación que dejan las elecciones catalanas.
Esquerra Republicana de Catalunya es la primera vez desde la restauración de la Generalitat catalana que puede presidir su gobierno, no va dejar que sean otros los que lo presidan, es cuestión de fuero.
La Junts per Catalunya no puede, en principio, dejar que esto pase. El soberanismo conservador tiene un camino de muy corto recorrido, representa cada día más a una Cataluña más confusa e inviable y, por ende, la parte centrada de su electorado irá buscando otro cobijo. La crisis económica pandémica va a ser, es sistémica, requiriendo que quien canalice políticamente sus intereses tenga sus objetivos en estabilizar el bienestar en una nueva economía con un marco de referencia que sí, y solo sí, será Europa, que busque su libertad en las instituciones (las legales) y no frente a ellas o en su margen. Saber si van a ser capaces de estar en el lado de la línea de construir, o cifrar su existencia en ser un autodestructivo capaz de apretar a todos en las calles en algaradas callejeras. Cuestión a dejar a los magos de la predicción.
Evidentemente Cataluña va a vivir un pliegue en el tiempo.
El líder socialista catalán Salvador Illa debería jugar todas las bazas, incluida la intención de formar gobierno como primera fuerza política, aunque evidentemente en estos momentos no entra en la agenda de ninguno de los posibles partners, con posibilidades. En puridad, el Partido de los Socialistas de Catalunya (PSC) es el que puede y debe ejercer una verdadera tarea pedagógica de renovación política. No empeñarse en hablar a los medios o los otros, ni a sus partidarios… ha de establecer un diálogo directo y sincero con los ciudadanos, generándoles certidumbres en medio del caótico rifirrafe comunicativo imperante, además de ser un portavoz legitimado para advertir que los devaneos esencialistas en Cataluña pueden hacer perder las oportunidades de futuro de los catalanes. El PSC tiene suficientes centros de gestión pública (provinciales, municipales, servicios, mercabarna…) donde debe hacer visualizar a los ciudadanos, que la política es la capacidad de resolución de problemas y no de crearlos. Hacer una oposición parlamentaria ofreciendo permanentemente un proyecto alternativo creíble y realizable de futuro. Es decir, lo contrario a lo que ha significado el independentismo.
Aunque durante semanas se mantenga el tira y afloja entre soberanistas, en una pelea ante los medios y sus respectivas parroquias, finalmente la repetición electoral no será una opción para ninguno. Los republicanos saben que ahora tienen un valor de cambio importante con el Gobierno de la Nación, de gobierno a gobierno, en esa estrategia el PSC es su interlocutor y no otro. Un tiempo de un complejo equilibrio para ambos. Ahora ERC tiene que asumir, que sus peores enemigos los va a tener en el resto de independentistas, tanto en Junts como en la Candidatura d’Unitat Popular (CUP).
Situación compleja. Ni los socios del gobierno catalán, ni del español van a aceptar un papel sucedáneo en este complicado encaje. No se lo van a poner fácil y condicionará la duración de ambas legislaturas.
A todos les gusta hablar del peligro del progresivo crecimiento del extremismo político a derecha e izquierda, para evitarlo hay que ser capaces de hablar a los ciudadanos a los ojos y ver que ellos creen que la buena senda hacia el futuro es una autopista bien cimentada y que nunca se circula por los arcenes.
Álvaro Frutos Rosado