¿ERA PERÓN UN TRABAJADOR?
El peronismo considera a Juan D. Perón como “el primer trabajador”, o al menos así se lo destaca en la apologética marcha “Los muchachos peronistas”. Lo cual no deja de ser un hecho curioso porque los únicos “trabajos” que desempeñó Perón en sus 78 años de vida fueron como militar o presidente de la Nación.
Para considerar a Perón como “trabajador” habría que interpretar que la profesión militar es un trabajo más y permitirles a los militares realizar huelgas para reclamar aumentos de sueldo, mejores condiciones de trabajo u obtener más y mejores equipamientos. Incluso reconocerles el derecho a realizar jornadas laborales de tan solo ocho horas, cobrar por horas extra y trabajo riesgoso, etc. Incluso debería permitírseles crear sindicatos que los protejan, hacer reclamos colectivos e integrarse a la CGT.
Todo un desvarió, la profesión militar no es un trabajo ni siquiera para las tropas mercenarias o de “empresas de servicios militares” tal como se los denomina en la actualidad.
Por lo tanto, considera a Perón un trabajador es tan solo otra faceta del “relato peronista”, o sea la versión distorsionada de la historia e incluso de realidad objetiva a que acostumbre este movimiento político.
Ahora bien, Perón fue un militar. Un militar que sufrió las influencias del corporativismo autoritario, antidemocrático y golpista que estaba vigente en la década de 1930. Bajo la influencia de este ideario tuvo una activa participación en los golpes de Estado del 6 de septiembre de 1930 y 4 de junio de 1943. Todo ello antes de convertirse en un dirigente político que llegó al poder por medios constitucionales y que curiosamente también se convirtió en víctima de un golpe de Estado, cuando el 16 de septiembre de 1955, la llamada “Revolución Libertadora” lo derrocó y sus camaradas militares lo obligaron a exilarse durante los diecisiete años siguientes.
La participación del coronel Juan D. Perón en el golpe de Estado de 1943 y en el gobierno de facto de 1943 y 1946 es bien conocida. No así su intervención en el primer golpe de Estado que interrumpió el orden constitucional y republicano en el país.
Por el tanto, parece oportuno dejar al propio Juan D. Perón que relate cuales fueron sus intenciones y actividades en el golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930.
EL GOLPE DE 1930
En 1930, mientras el mundo comenzaba a entrar en la “Gran Depresión”. Un periodo de crisis económica que derribó gobiernos y permitió el acceso al poder a los movimientos fascistas. En Argentina, el gobierno radical del anciano caudillo Hipólito Irigoyen no se mostraba a la altura de las circunstancias.
Fue entonces cuando los militares comenzaron a conspirar. Dos grupos complotaban contra el gobierno radical. Los nacionalistas, encabezados por el Teniente General ® José Félix Uriburu (1868 – 1932). Un miembro de la élite tradicional, más político que militar. Participó de la Revolución del Parque. Edecán militar de su tío, el presidente José Evaristo Uriburu (1894 -1898); interrumpió su carrera militar para cumplir un mandato como diputado por la provincia de Salta por el Partido Unión Provincial de Salta. Pasó algunos años en Alemania antes y durante la Primera Guerra Mundial. Allí cultivó la amistad del Alto Mando Alemán y adquirió gran admiración por la organización y el sistema militar germano. Sus amigos y colegas alemanes le dieron el apodo afectuoso de “Von Pepe”.
Además del grupo de conspiradores encabezado por Uriburu, otros militares se disponían a derribar al presidente constitucional. Este sector agrupaba a militares de ideas liberales e incluso radicales del sector antipersonalista o anti-yrigoyenista. El líder de este grupo era el general Agustín P. Justo. Un militar de vocación intelectual, que se había recibido de ingeniero civil en la Universidad Nacional de Buenos Aires, entusiasta de la botánica y coleccionista de libros. A este sector se incorporó inicialmente el capitán Perón. Pero, como a último momento el general Justo desistió de encabezar el levantamiento, Perón se sumó a las fuerzas que comandadas por Uriburu protagonizaron el primer golpe de Estado exitoso de la Argentina.
De su participación efectiva en las acciones del 6 de septiembre de 1930, el propio Juan D. Perón escribió el relato que hemos mencionado a pedido del entonces teniente coronel José María Sarobe para la obra colectiva publicada como “Memoria de la Revolución del 6 de septiembre de 1930”. Veamos los párrafos más destacados del mismo.
“En los últimos días del mes de junio de 1930, se presentó en mi despacho del Estado Mayor General del Ejército, donde servía yo, el mayor Ángel Solari, viejo y querido amigo mío. Los comentarios generales en esos días eran alrededor de los ascensos acordados por el P.E. y las innumerables enormidades que como función de gobierno, imponía en todas partes de la República. Ya se comentaba sin mesura alguna y se criticaba abiertamente los actos del gobierno depuesto el 6 de septiembre.”
“El mayor Solari conocía mis opiniones al respecto e indudablemente no entró con rodeos sino que se limitó a decirme: ‘Yo no aguanto más. Ha llegado el momento de hacer algo. El general Uriburu está con intenciones de organizar un movimiento armado’. Y me preguntó: ‘¿Vos no estás comprometido con nadie?’. “Absolutamente”, le contesté. ‘Entonces, contamos con vos”, me recalcó. ‘Sí’, le contesté, ‘pero es necesario saber antes qué se proponen’. Ante esta contestación mía, me dijo que esa misma noche nos reuniríamos con el general Uriburu”.
Después de la reunión con Uriburu la impresión de Perón sobre la preparación del golpe de Estado fue la siguiente: […] “La reunión se había prolongado por espacio de cinco horas y siendo las tres de la mañana, salimos a la calle con el espíritu tranquilo, pero con profundos pensamientos sobre la cuestión. Yo pensaba que el general Uriburu era el hombre que siempre conocí, un perfecto caballero y hombre de bien, hasta conspirando. Veía en él a un hombre puro, bien inspirado y decidido a jugarse en la última etapa, la cara más brava de su vida. Pensé que era un hombre de los que necesitábamos, pero él solo no representaba toda la acción que colectivamente iríamos a realizar. Era necesario en mi concepto ver que los hombres más allegados a él fueran tan puros y decentes como él. Y confieso que en mis tribulaciones, llegué a convencerme de la necesidad de buscar a otros, pues los que estaban más junto a él, no llenaban las condiciones que yo atribuía necesarias a esos colaboradores.”
Sobre su participación directa en los acontecimientos golpistas del 6 de septiembre, Perón hace el siguiente relato: Primero menciona que concurrió junto con Teniente Coronel Descalzo a la Escuela Superior de Guerra y desde allí se trasladó al Regimiento de Granaderos a Caballo donde si bien fracasó en su intento de sublevar la totalidad del regimiento, logró sumar al levantamiento a dos escuadrones de Granaderos en camiones. También obtuvieron dos auto – ametralladora. Sarobe se hizo cargo de la conducción de uno y Perón del otro. Veamos el relato de las acciones que siguieron en las palabras del propio Perón:
“Yo me tomé uno de los autos blindados y me encontré con un suboficial que había sido aspirante de mi Compañía en la Escuela de Suboficiales. Le di orden de partir y salimos. Los dos escuadrones de Granaderos que estaban dentro del cuartel salieron en camiones. En el otro automóvil blindado iba el Tcnl. Descalzo. Escoltamos con los dos a los camiones en que conducíamos a los Oficiales y la tropa. El del Tcnl. adelante, el mío detrás de la columna. Puestos en marcha revisé la dotación de ametralladoras y munición, tenía cuatro ametralladoras y doce bandas completas.”
“El camión que iba a la cola de la columna empezó a ratear y marchaba despacio. Debido al intenso tráfico que había en la Avenida Alvear, y a la distancia que había tomado, se perdió de la columna; nuestro auto blindado, como consecuencia siguió su camino. Ordené entonces dirigirse a la Casa de Gobierno por el Paseo Colón.”
“Cuando llegamos a la Casa Rosada, flameaba en ésta un mantel, como bandera de parlamento. El pueblo que en esos momentos empezaba a reunirse, en enorme cantidad, estaba agolpado en las puertas del palacio. Como era de suponer hizo irrupción e invadió toda la casa en un instante a los gritos de ‘viva la Patria’, ‘muera el peludo’ …, ‘se acabó’, etc. Cuando llegaba mi automóvil blindado a la explanada de Rivadavia y 25 de Mayo en el balcón del primer piso había numerosos ciudadanos que tenían un busto de mármol blanco y que lo lanzaron a la calle donde se rompió en pedazos, uno de los cuales me entregó un ciudadano que me dijo ‘Tome mi Capitán, guárdelo de recuerdo, que mientras la patria tenga soldados como Ustedes no entra ningún peludo más a esta casa’. Yo lo guardé y lo tengo como recuerdo en mi poder”.
“Adivinaba los desmanes que ese populacho ensoberbecido estaría haciendo en el interior del palacio. Entré con tres soldados del automóvil blindado que estaban desarmados y entre los cuatro desalojamos lo más que pudimos a la gente. Puse guardia en todas las puertas con la misión de dejar salir pero no entrar.”
“Recuerdo un episodio gracioso que me ocurrió en una de las puertas. Un ciudadano salía gritando: “Viva la revolución” y llevaba una bandera argentina arrollada debajo de un brazo. Lo detuve en la puerta y le dije qué hacía. Me contestó: “llevó una bandera para los muchachos, mi Oficial”. Pero aquello no era solo una bandera según se podía apreciar. Se la quité y el hombre desapareció entre aquel maremagno de personas. Dentro de la bandera había una máquina de escribir.”
“En una de las escaleras me encontré con el Capitán Sauglas, que bajaba, me comunicó que en el despacho presidencial se encontraba el Doctor Martínez; que quería renunciar y no tenía a quien entregar la renuncia.”
“Salí de la casa y sentí ruido de los disparos de cañón en dirección al Congreso. Subí al auto blindado y ordené ‘Al Congreso’. En el viaje cargamos las ametralladoras y ocupamos cada uno su puesto. Por la Avenida de Mayo no se podía andar sino muy despacio, si no se quería atropellar a la gente que la cubría totalmente. Sin embargo llegamos a la plaza del Congreso lo más rápido que pudimos. Ya había cesado el fuego. Hice una pasada por frente al Congreso y en ese momento los cadetes entraban al palacio por las puertas del frente.”
“Busqué al general Uriburu por varias partes y me dijeron algunos que se había retirado herido, otros que se había marchado a la casa de Gobierno, en fin, las más variadas versiones. Sólo encontré al coronel Juan Pistarini, que estaba en la Plaza del Congreso. Lo subí al auto y lo llevé a la Casa de Gobierno. Una vez en ella, supe que ya había llegado el general Uriburu. Comprendí entonces que el peligro ya no estaba allí adentro, sino en la defensa de la casa. Hable con el Tcnl Descalzo que en ese momento llegaba con el otro automóvil y nos propusimos hacer guardia y dar la seguridad necesaria contra cualquier evento.”
Aunque Perón nunca lo mencionó en su relato sobre los sucesos del 6 de septiembre, existe una fotografía que lo muestra subido al estribo del automóvil que conducía al general Uriburu.
La participación de Perón en el golpe de Estado no le proporcionó ninguna ventaja personal. No obtuvo ni cargos políticos ni mejoras en su destino militar. Por el contrario, entre abril y mayo de 1931 fue trasladado a la frontera con Bolivia para participar de una comisión “reservada” demarcadora de límites entre Argentina, Bolivia y Paraguay. Aunque ascendió normalmente a mayor en diciembre de 1930.
El desplazamiento de Perón a una “comisión reservada” poco relevante en plena selva del chaco salteño, una zona inhóspita en el norte del país fue parte de una puja entre militares nacionalistas y liberales. Es decir, entre partidarios de Uriburu y partidarios de Justo. Unas seis semanas después de la instalación del gobierno de Uriburu, se relevó al Tcnl Descalzo de su cargo de profesor en la Escuela Superior de Guerra y se lo destinó al remoto distrito militar de Formosa; y poco después Sarobe estaba a bordo de un barco, enviado como agregado militar a la Embajada de Japón. Además, media docena de coroneles y tenientes coroneles a quienes los uriburistas consideraban peligrosos para sus planes fueron destinados a cargos similares, que equivalían a una forma de exilio diplomático.
El desplazamiento de los militares partidarios del general Agustín P. Justo después del 6 de septiembre de 1930 es un ejemplo más de que las revoluciones siempre terminan devorando a sus propios hijos. Si embargo, muchos de estos oficiales recuperarán sus cargos de relevancia. En 1932, Perón ascendió a mayor y fue designado ayudante de campo del ministro de Guerra, el 26 de enero de 1936 fue designado agregado militar en la embajada argentina en Chile. Retornó a Argentina a comienzos de 1938, siendo destinado al Estado Mayor General de Ejército. A comienzos de 1939, con el grado Teniente Coronel, fue enviado a Italia para instruirse como oficial de tropas de montaña. Regresó al país el 8 de enero de 1941, ascendido a coronel y designado Director de la Escuela de Tropas de Montaña. A comienzos de 1943, retornó al Estado Mayor General de Ejército como jefe de las Tropas de Montaña. El coronel Perón estaba listo para convertirse en Subsecretario de Trabajo y Previsión, después del golpe de Estado del 4 de junio de 1943, y transformarse en “el primer trabajador”.