La pandemia del coronavirus covid-19 paralizó todo tipo de actividades en el planeta menos las operaciones terroristas y la lucha de los gobierno por desarticular la amenaza yihadista.
Uno de los escenarios donde el terrorismo ha estado más activo es la región saharo-saheliana, en África, donde los ataques de esta etiología crecieron un 250% desde 2018.
El imponente conjunto de la región saharo-saheliana con sus más de doce millones de kilómetros cuadrados (nueve millones cuatrocientos mil km² para el Sáhara y tres millones cincuenta y tres mil doscientos km² para el Sahel) comprende la parte superior del continente africano, desde las playas del Mediterráneo hasta el norte de Senegal, sur de Mauritania, Mali, extremo sur de Argelia y Marruecos, Níger, Chad, sur de Sudán y Eritrea donde comienza la sabana menos árida, pero con predominio semidesértico.
Los países de la región están decididos a enfrentar al yihadismo, pero en su mayoría (con excepción de Marruecos, Argelia, Egipto y Túnez) carecen de los medios necesarios para enfrentarlo. Algunos gobiernos únicamente tienen control efectivo sobre sus ciudades capitales, en el resto del territorio -en especial en el ámbito rural-impera la ley del más fuerte donde las milicias étnicas y las guerrillas fundamentalistas constituyen el único poder real.
La fuerzas armadas de estos países son muy poco diferentes de los insurgentes contra quienes luchan. Se trata de cuerpos militares mal instruidos, pobremente equipados, sin logística, mal pagos y peor motivados que en muchos casos sobreviven depredando los escasos recursos de la población civil y generando casos de violaciones de los derechos humanos e incluso de “desaparición forzada” de personas, en lugar de brindarles protección.
La presencia militar extranjera es insuficiente y por lo general no combate al yihadismo sino que su función principal es proteger a las empresas e inversiones de sus países. En especial la extracción de recursos naturales vitales para la economía de los países tecnotrónicos.
La vida cotidiana, en especial en el Sahel, transcurre con una economía agrícola local de subsistencia complementada con el tráfico ilícito de todo tipo de productos: personas, combustible, ayuda humanitaria, cocaína sudamericana, armas, diamantes de sangre, etc., en medio de frecuentes ataques terroristas con gran número de víctimas y represalias de las fuerzas internacionales para eliminar a algún notorio líder terrorista.
Esto último fue lo que ocurrió, el pasado 3 de junio cuando un dron estadounidense y tropas francesas que formaban parte de la Operación Barkhane terminaron con la vida del yihadista Abdelmalek Droukel, emir de emires de Al Qaeda en el Magreb Islámico -AQMI-, en el norte de Mali.
AQMI, la franquicia norafricana de la red terrorista Al Qaeda se encuentra en lucha en la región saharo-saheliana contra los gobierno locales, contra las fuerzas internacionales (franceses, estadounidenses, españoles, checos, ucranianos, japoneses, etc.) e incluso contra los yihadistas rivales del Estado Islámico en el Gran Sáhara.
LA NUEVA CÚPULA DE AQMI
Abdelmalek Droukel nació en 1970 en el extrarradio de Argel, en el seno de una familia de clase media que sin embargo pudo costear sus estudios de Química en la Universidad Saâd Dahlab de la ciudad de Blida, situada a 45 kilómetros al suroeste de Argel. Para 1994, haciéndose llamar Abdu Mussab Abdelwadud. Droukel era considerado uno de los mejores fabricantes de bombas del Grupo Islámico Armado (GIA). Cuatro años más tarde fue uno de los fundadores del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), a la muerte de Nabil Saharaoui -Abu Ibrahim Mustafa- en junio de 2004 se convirtió en el emir del grupo.
El 11 de septiembre de 2006, el número dos de Al Qaeda, Ayman al-Zawahiri, anunció por medio de un vídeo que “Osama Bin Laden me encargó anunciar a los musulmanes” (…) la adhesión del GSPC a Al Qaeda, al tiempo que hacia votos para que esta organización fuera “una espina en la garganta de los cruzados estadounidenses y franceses y de sus aliados”.
El 25 de julio de 2007, el GSPC cambió su nombre por el de “Al Qaeda en el Magreb Islámico” -AQMI- manteniendo a Droukel como su emir. La lista de acciones terroristas bajo su comando es sumamente extensa: decenas de secuestros y asesinatos en toda la región, ataques a puestos militares en Argelia y Mauritania, Bamako o Uagadugú. Por ejemplo, uno de sus principales lugartenientes, el díscolo Mokhtar Belmokhtar, alias “Bellaouar” (El tuerto) o “Mr. Marlboro”, fue responsable del secuestro de tres cooperantes españoles de la ONG Acció Solidaria, en Mauritania, en 2009, o de la muerte de 19 rehenes en el hotel Radisson, de Bamako, Mali, en 2015.
Pero su acción más importante tuvo lugar, el 16 de enero de 2013, cuando una facción rebelde de AQMI, al-Muwaqi’un Bil-Dima (Los que firman con sangre) dirigida por Belmokhtar atacó la planta gasífere de In Amenas, situada en la provincia de Illizi, en el sureste de Argelia. La recuperación de la planta por parte del Ejército argelino dejó un saldo de al menos 32 terroristas y aproximadamente 23 rehenes muertos. Las victimas comprendían a seis técnicos británicos, estadounidenses, franceses, japoneses y rumanos, aunque la mayoría de las víctimas eran trabajadores argelinos. La operación fue una represalia de los yihadistas por el apoyo brindado por Argel a las operaciones francesas en el norte de Mali.
En este sentido, la figura de Abdelmalek Droukel marca la extensión del terrorismo yihadista por toda la región saharo – saheliana desde su embrión argelino. Cuando la enésima rebelión tuareg estalló en el norte de Mali, en enero de 2012, AQMI estaba perfectamente instalada en la región y se conviertió en un aliado de las fuerzas insurrectas a las que abastece de armas, logística y combatientes para la expandir la rebelión a todo el norte del país. Droukel intentaba convertir al Sahel en un nuevo Afganistán o crear un califato africano bajo su mando.
Sus planes de expandir la yihad chocaron con la reacción de los franceses que iniciaron la Operación Serval (actualmente Operación Barkhane) y otras misiones militares internacionales que estabilizaron la región conteniendo a los yihadistas. Droukel escapó a los bombardeos y el yihadismo se atomizó en una miríada de grupos dispuestos a resistir y reorganizar la lucha armada en una guerra de guerrillas. Aunque siguió siendo un símbolo respetado su liderazgo comenzó a diluirse. Asediado por los servicios de inteligencia occidentales, escondido en el sur argelino donde se sentía a salvo, viajaba de vez en cuando al norte de Mali aprovechando la porosidad de la frontera y su conocimiento del terreno. En el último lustro, Droukel mantuvo a duras penas el liderazgo que tanto le costó consolidar. Finalmente, el 3 de junio pasado un dron estadounidense terminó con sus andanzas y le dio justicia a sus múltiples víctimas.
Muerto Droukel, el liderazgo de Al Qaeda en el Magreb Islámico paso a otro terrorista argelino: Abu Obeida Youssef al-Annabi, desde 2011 jefe de la Shura, el Consejo de Notables del grupo terrorista, un prestigioso líder yihadista. Pocas son las cosas que sabemos del nuevo emir de emires de AQMI.
El 25 de abril de 2013, al-Annabi hizo un llamamiento para que se cometieran atentados en Francia, en especial contra las compañías Aréva y Total, en respuesta a la intervención francesa en el Sahel. El 10 de septiembre de 2015 fue incluido por el Departamento de Estado de los Estados Unidos en la lista de terroristas internacionales buscados.
En 2016, en un video de 23 minutos Al-Annabi instó a los musulmanes a recuperar las ciudades españolas de Ceuta y Melilla y a “rechazar el establecimiento de una pseudo democracia (en Libia) y negar la definición de terrorismo en relación con las actividades de los grupos islamistas”.
Este es el hombre que ahora se encuentra al frente de Al Qaeda en el Magreb Islámico y de sus actividades terroristas en la inmensa y empobrecida región saharo-saheliana. Por el momento, se desconoce que cambios introducirá el nuevo emir a la estrategia de AQMI en el Sahel y su relación con sus rivales yihadistas del Estado Islámico. Pero seguramente mantendrá los negocios ilegales que permiten financiar el funcionamiento de AQMI.