El 25 de mayo de cada año se celebra el Día de África conmemorando la fundación de la Organización para la Unidad Africana, este año bajo el impacto de la pandémica de coronavirus Covid-19.
Aunque con semanas de retraso, la pandemia del coronavirus se ha extendido rápidamente por el continente africano provocando cien mil afectados y matando a tres mil africanos. Pero, si la Organización Mundial para la Salud -OMS- tiene razón esto es sólo el comienzo. Según sus estimaciones ciento noventa mil personas pueden morir por el Covid 19 en África en los próximos doce meses.
Por otra parte, La Comisión Económica de las Naciones Unidas para África eleva estas estimaciones a un escenario de trescientos mil muertos y veintinueve millones de personas que se agregarán al enorme grupo de quienes ya viven por debajo de la línea de la pobreza. Además, Bloomberg estima que se destruirá uno de cada tres empleos en el sector de la economía informal (que ocupa a 440 millones de africanos).
Se comenta con frecuencia que entre los factores que pueden jugar a favor de los países africanos destaca el contar con una población mayoritariamente joven (apenas el 4% de la población total tiene más de 65 años), que según los patrones del comportamiento en otras regiones es menos vulnerable al coronavirus. Se otorga además a África una ventaja de partida por la mayor experiencia en gestión de epidemias.
Sin embargo, buena parte de la población africana cuenta con patologías previas (malaria, tuberculosis o VIH, por ejemplo) y otros condicionantes (como la malnutrición, los campos de refugiados y el acceso al agua). Es cierto igualmente que el tiempo de anticipación y de preparación frente a la pandemia ha sido mayor para los países africanos, pero también lo es que las infraestructuras sanitarias de los países son muy deficientes.
Incluso en los países mejor preparados, como es el caso de Sudáfrica o Marruecos, que adoptaron tempranamente el confinamiento, el sistema sanitario se encuentra bajo amenaza de colapso.
Basta con recordar que un país de más de cinco millones de habitantes como la república Centroafricana -en guerra civil desde 2013 y con un gobierno ausente de buena parte del territorio, hasta el punto de que el 70% de la asistencia sanitaría está en manos de ONGs- apenas cuenta con tres respiradores, o que Sudán del Sur -también en guerra desde mismo año y con doce millones de habitantes- solo dispone de veintiún camas de UCI y cuatro respiradores.
A escala continental, según datos de la OMS, la situación no es mejor. África, antes del estallido de la pandemia, contaba con algo menos de cinco mil camas de UCI (datos de 43 países) y dos mil respiradores (datos de 41 países).
EL IMPACTO ECONÓMICO
En marzo, la Comisión Económica para África de Naciones Unidas (UNECA) apuntó una caída del crecimiento económico africano del 3,2% al 1,8% para el año 2020 a consecuencia de la pandemia. El 22 de marzo, en la petición de emergencia firmada por los ministros de economía africanos y dirigida a la Comunidad Internacional, se decía además que sobre la base de los resultados de pronósticos ya realizados sobre una selección de países (Marruecos, Senegal, Etiopía, Sudáfrica, Ghana y Costa de Marfil, entre otros), en el escenario más optimista los países africanos reducirían entre 2 y 3 puntos porcentuales el crecimiento de su Producto Interior Bruto (PIB) en 2020. En algunos de los estudios realizados, se pronosticaron caídas más duras, de tasas negativas de hasta dos dígitos, sobre todo para los países africanos exportadores de petróleo.
Estos pronósticos vienen a frenar abruptamente la senda de crecimiento económico en la que se encontraban la mayoría de los países africanos. Es más, durante el año 2019, varias economías africanas habían despuntado como las de mayor crecimiento económico del mundo.
Al igual que la década de los años 80 fue considerada para África la “década perdida” por el deterioro de las economías y de la calidad de vida de los africanos, África podría afrontar de nuevo ahora un período varios años perdidos. Es pronto para anticipar la duración, pero es posible afirmar que antes de dos o tres años sería complicada la recuperación de los niveles actuales de crecimiento. Estaríamos, por tanto, ante un “trienio perdido” para muchas economías africanas.
Los vectores de impacto económico de la pandemia del coronavirus sobre los países africanos no serán de igual incidencia. Cuatro son los más importantes:
EL PETRÓLEO
El descenso de la demanda mundial de petróleo es para un importante número de países africanos el principal factor de impacto de la crisis del coronavirus. Aunque los países africanos representan apenas un 9% de la producción mundial de petróleo, este escenario de descenso de los precios afecta de pleno a los exportadores africanos, que deberán frenar su producción para ajustarla al nuevo escenario de demanda mundial.
Además de Nigeria, principal productor de crudo continental (con una producción por encima de los dos mil barriles diarios en 2018), los efectos negativos serán significativos para el resto de los exportadores: Angola, Argelia, Libia, Egipto y Congo, entre otros. Para algunos de ellos, como es el caso de Argelia, los ingresos del crudo representan la mayoría de los recursos por exportaciones (el 95% en el caso de Argelia), por lo que la vulnerabilidad fiscal es muy elevada.
El impacto del derrumbe de los precios del crudo será especialmente importante no sólo para los grandes productores, sino además para aquellos países africanos para los que las rentas del petróleo (la diferencia entre el valor del petróleo en términos de precios mundiales y los costes de producción) son importantes en relación con el tamaño de su economía. Este es el caso de países como Libia, República del Congo, Sudán del Sur y Guinea Ecuatorial, que desde esta perspectiva podrían ver su crecimiento económico incluso más reducido que los grandes exportadores:
Otro factor negativo para tener en consideración es la disminución de la entrada de dólares en los países exportadores de crudo. Esta escasez de divisas tiende a devaluar las monedas nacionales. Este es, por ejemplo, el caso del naira nigeriano, que aunque oficialmente mantiene un tipo de cambio fijo, se está depreciando en el mercado, donde ya es difícil obtenerlo desde el inicio de la pandemia. El problema de la escasez de dólares es que muchos sectores y empresas necesitan a su vez divisas para pagar los inputs de sus productos, por lo que el “efecto petróleo” acaba contagiándose a otros sectores de la economía.
LAS REMESAS DE LOS EMIGRANTES
El descenso de las entradas de ingresos en los países africanos por la caída de las remesas es un canal adicional que impactará negativamente sobre el crecimiento del PIB de la mayoría de los países africanos.
La recesión en los países europeos, así como el incremento del desempleo (temporal o permanente) provoca de forma automática el descenso de las remesas enviadas por la diáspora africana hacia sus familias. A pesar de que los ministros de Finanzas africanos han anunciado una suspensión temporal de las tasas aplicadas a las remesas, los efectos sobre las rentas de las familias y su capacidad de gasto van a ser muy importantes. Países como las islas Comoras, Lesoto, Gambia, Liberia y Cabo Verde reciben proporcionalmente la mayor cantidad de remesas y sufrirán más este impacto.
EL TURISMO
El sector turístico, en expansión en los últimos 20 años, enfrenta en todo el mundo una recesión sin precedentes. La Organización Mundial del Turismo (OMT) ha pronosticado un descenso en el arribo de turistas de entre el 20 y el 30% a nivel mundial a consecuencia de la pandemia. Aunque los países africanos no están entre los principales destinos turísticos mundiales, el turismo ha sido para África un sector en auge y una importante fuente de creación de empleo, muy por encima de la de otros sectores, como el industrial.
El crecimiento expansivo del sector turístico en África hasta 2020 se debió en buena parte a la recuperación del turismo en Túnez y el continuado crecimiento de Marruecos, principal foco de atracción en el norte de África. También contribuyen a explicar esta tendencia el mayor número de visitantes en algunos países de África Subsahariana, sobre todo en los Estados insulares (islas Mauricio, Seychelles, Comoras y Cabo Verde) y otros como Kenia y Uganda. Esta tendencia continental contrasta, sin embargo, con la del sector turístico en Sudáfrica, la gran potencia turística continental, que pierde fuerza frente a la competencia de otros destinos más económicos en África Oriental.
Según datos de la OMT el continente africano recibió 67 millones de turistas en el año 2018, con un incremento del 7% respecto al año anterior, siendo la contribución del turismo al PIB africano de aproximadamente el 9% y suponiendo el 7% del empleo total. Los mayores receptores de turismo internacional en África son Marruecos, Sudáfrica y Túnez, que de forma conjunta absorben más del 46% del total de entradas de turistas internacionales, seguidos de Zimbabue, Costa de Marfil, Uganda, Kenia y Mauricio.
Aunque no constituyen grandes potencias turísticas, las economías más dependientes del turismo son Seychelles, Cabo Verde, Santo Tomé y Príncipe y Gambia, donde este sector aporta de forma directa a su economía un 25,7%, 17,7%, 10,6% y 8,2%, respectivamente. De forma indirecta, la contribución del PIB puede llegar incluso al 67% para Seychelles y al 46% para Cabo Verde. Estos países son los que, en términos relativos, más sufrirán el impacto negativo del coronavirus. Además, las pérdidas en las aerolíneas continentales van a ser muy significativas para los países que poseen las compañías más potentes, como son Etiopía en primer lugar, seguido de Marruecos, Egipto, Kenia y Túnez.
La comparativa conjunta de los países más vulnerables en tres vectores de impacto del coronavirus en África (rentas del petróleo, ingresos por remesas e ingresos del turismo) nos permite señalar un grupo de países más vulnerables. Destaca el caso de Egipto y Túnez, que sufrirán el efecto combinado de los tres vectores, al tiempo que países como Nigeria, Sudán del Sur, Lesoto, Gambia, Cabo Verde y Marruecos son vulnerables a dos factores, sea petróleo/remesas, o petróleo/turismo.
OTROS IMPACTOS ECONÓMICOS
La Unión Europea y China son los principales socios comerciales de los países africanos. Debido a la suspensión de la actividad económica en estos países y la caída generalizada de la demanda, en el año 2020 se reducirán las exportaciones africanas de la mayoría de los productos con destino a estos países. Esta caída de la demanda está produciendo a su vez un descenso de los precios de algunos metales clave para la producción industrial china (como el aluminio o el cobre), al tiempo que el parón de la producción económica está interrumpiendo las cadenas globales de valor. En Kenia, por ejemplo, se están destruyendo toneladas de flores que tenían como destino ser exportadas a los mercados europeos y que no tienen salida en los mercados regionales africanos.
Al igual que sucede en Europa o EEUU, la fuerte dependencia de las economías africanas de los mercados exteriores se observa también en el suministro de los productos más necesarios para la lucha contra el coronavirus. Todos los países africanos son importadores netos de medicamentos y productos sanitarios, que además provienen en gran parte de países muy afectados por la pandemia (sobre todo la UE y la India).
Como en otros países del mundo, en África se están propiciando cambios productivos y en Sudáfrica, por ejemplo, los fabricantes de máscaras para el sector minero y agrícola están empezando a fabricar máscaras sanitarias y en Marruecos diversas empresas fabrican máscaras e incluso respiradores con tecnología local.
Otras consecuencias económicas posibles incluyen el probable cambio en las prioridades de las inversiones de los países africanos durante el segundo semestre del 2020, probablemente en detrimento de inversiones en infraestructuras o la lucha contra otras epidemias. Para Naciones Unidas, además, el coronavirus va a tener como consecuencia un deterioro de las estadísticas en los países africanos, donde la mayoría de la recolección de datos es física.
LA EXPANSIÓN DE LA PANDEMIA
La llegada tardía de la pandemia al continente africano había generado una expectativa de que el continente podría estar más protegido que otras regiones del mundo. Sin embargo, el crecimiento de casos registrados está siendo exponencial y, por tanto, es de esperar que para el año 2020 se vaya a producir el fin de ciclo económico expansivo del continente y una nueva situación en la que las economías afrontarán una intensa recesión económica, con perspectivas de recuperación que no serán cortoplacistas.
El impacto económico se va a producir de forma más intensa en los grupos sociales más vulnerables. Esto es, los que dependen de la economía informal para su subsistencia diaria (según la Organización Internacional del Trabajo, el 66% del total de la población en África Subsahariana), los que viven en peores condiciones en las ciudades más congestionadas, los habitantes en el medio rural aislado y sin acceso a agua o infraestructuras sanitarias, las mujeres –grandes protagonistas del comercio intrafronterizo– y los confinados en campos de refugiados, entre otros, sufrirán los peores efectos de la pandemia.
Los principales vectores o canales de impacto del Covid-19 sobre las economías africanas van a afectar de forma desigual a los países y algunos sufrirán de forma combinada varios de ellos. El factor de impacto aparentemente más relevante para África, esto es, la caída de los precios del crudo tendrá sin embargo un efecto ambiguo sobre el continente.
PROBLEMAS ECONÓMICOS
Para los países exportadores de petróleo (como Nigeria, Libia, Argelia, Angola, Congo y Sudán del Sur, entre otros) la caída de los precios y la escasez de divisas es una pesadilla económica, pero para la mayoría de los países africanos, importadores netos de petróleo, el contexto de precios bajos es beneficioso y puede ayudar a equilibrar los déficits comerciales.
En el ámbito político, los líderes africanos están reclamando ayuda internacional para la lucha contra la pandemia. Algunos países están poniendo en marcha estímulos fiscales y moratorias en pagos de impuestos (como Nigeria, Cabo Verde y Egipto), pero los subsidios de emergencia para la población, el fortalecimiento de los sistemas sanitarios y la compra de equipamiento necesitan de recursos financieros adicionales que difícilmente pueden afrontar los países africanos sin asistencia externa.
La suspensión temporal de los pagos de intereses de la deuda externa (que ya ha sido reclamada por los ministros de Finanzas africanos) y paquetes extraordinarios de ayuda procedentes de países o instituciones internacionales (como la UE o el paquete de rescate que prepara el G20) son soluciones indispensables ante las limitadas capacidades de los mecanismos nacionales de financiación africanos. También se ha solicitado la contribución de la comunidad internacional al nuevo fondo continental puesto en marcha por la Unión Africana.
En este contexto de desajustes comerciales e interrupción de las cadenas globales de valor, parece cobrar especial relevancia el Área de Libre Comercio Continental Africana (AfCFTA por sus siglas en inglés), proyecto estrella de la Unión Africana, en vigor desde 2019 y cuyo régimen comercial sin aranceles estaba previsto para el próximo 1 de julio.
Se espera que esta fecha se retrase, lo que tiene cierto sentido por la urgencia de dedicar todos los recursos financieros y humanos disponibles a afrontar la pandemia (y no a las cuestiones arancelarias). Sin embargo, puede estar igualmente condicionado por los intereses proteccionistas de varios países africanos que vienen de antes de la pandemia, lo que no sería tan positivo.
De una forma u otra, lo que es cierto es que los líderes africanos están enfatizando la necesidad de implementar el AfCFTA como instrumento clave para la sustitución de los proveedores internacionales por productos y proveedores africanos. Sin embargo, y para que esto suceda, se han de producir importantes cambios productivos que permitan a los países producir lo que otros vecinos demandan.
IMPACTO GEOPOLÍTICO
La actual pandemia está favoreciendo en este sentido el inicio de la producción de productos sanitarios a nivel africano. Sin embargo, para que el AfCFTA sirva para fortalecer las cadenas de valor regionales y contribuya a incrementar el comercio intra-africano –que se encuentra entre los más bajos del mundo–, se requiere no sólo retórica política sino además transformaciones económicas y mejora en la red de infraestructuras.
Finalmente, en un momento de creciente importancia estratégica de África en el mundo, con actores internacionales que llevan más de una década en pugna por mantener o incrementar su relevancia económica y estratégica en el continente, está por ver si las consecuencias económicas de la pandemia traerán cambios geopolíticos.
La presencia de China, que ha hecho de África su reserva de minerales estratégicos (oro, uranio, cobalto, platino, túndalo, etc.) podría verse fortalecida como proveedor indispensable de material sanitario durante esta crisis y lo cierto es que la Unión Europea, inmersa en sus propios problemas de lucha contra la pandemia, se ha demorado en llevar a la práctica acciones concretas de solidaridad con África.
Finalmente, como seguramente ocurrirá en el resto del mundo, los efectos de esta pandemia se dejarán sentir también en los sistemas políticos. Los procesos de democratización emprendidos en las últimas dos décadas se han estancado o incluso retrocedido. En África la pandemia ha servido como excusa para fortalecer regímenes autoritarios o militarizar el control de oposición política y la protesta social.