El libro “Espía y Traidor. La mayor historia de espionaje de la Guerra Fría”, publicado en una edición de tapa dura de 380 páginas (en realidad 349, si se descuentan agradecimientos y diversos índices), ilustrada con buenas y claras fotografías, por la Editorial Planeta a través de su sello “Crítica”, en 2019, en Madrid, constituye la primera biografía novelada del último espía soviético al servicio de la inteligencia del Reino Unido.
Benedict Richard Pierce Macintyre (1963) después de obtener su título de grado en historia en St. John’s College de Cambridge en 1985, ha repartido sus labores entre el periodismo y la actividad de escritor. Actualmente es columnista y editor asociado de The Times.
Como escritor, Macintyre ha publicado numerosos libros. Algunos de ellos han llegado al lector de habla hispana a través del sello “Crítica”, como: “El agente Zigzag. La verdadera historia de Eddie Chapman, el espía más asombroso de la Segunda Guerra Mundial” (2009); “El hombre que nunca existió. Operación Carne Picada. La historia del episodio que cambio el curso de la Segunda Guerra Mundial” (2010), “La historia secreta del día D. La verdad sobre los superespías que engañaron a Hitler” (2013); “Un espía entre amigos. La gran traición de Kim Philby” (2015) y, “Los hombres del S.A.S: Héroes y canallas en el cuerpo de operaciones especiales británico” (2017).
Otros trabajos importantes de Macintyre, como “For hour eyes only, Iam Fleming and James Bond” (2008), un catálogo escrito para el London’s Imperial War Museum al conmemorarse el centenario del escritor más emblemático del género de espionaje, no han sido traducidos aún.
Macintyre, sin embargo es un historiador que investiga y relata hechos reales del mundo del espionaje en el siglo XX y no un escritor de ficción. El no crea a sus personajes sino que los elige cuidadosamente.
En general escribe laudatoriamente sobre quienes arriesgaron su vida con éxito para espiar o llevar a cabo operaciones especiales al servicio de la inteligencia británica. Por ejemplo, el relato que este caso realiza Macintyre sobre el desertor soviético Oleg Gordievski parece destinado a presentar como un héroe a un hombre que traicionó a su país, a la organización para la cual trabajaba y a la que había jurado lealtad y por último a su propia familia a la que abandonó en Moscú sin saber si volvería a verla.
Al mismo tiempo, el relato insiste en destacar la eficiencia del MI6 y su capacidad para derrotar al KGB soviético durante la Guerra Fría.
Como suele ocurrir en los libros que relatan operaciones de inteligencia, “Espía y Traidor” esta lleno de contradicciones y omisiones. En los agradecimientos, por ejemplo, el autor reconoce haber entrevistado a Oleg Gordievski en la casa segura en que vive en más de veinte ocasiones y haber registrado unas cien horas de grabaciones. Además, señala que habló personalmente, gracias a la gestión del desertor ruso, con “todos” los agentes del MI6, de la CIA estadounidense y del Politiets Efterretningtjeneste (Servicio de Seguridad e Inteligencia o PET) de Dinamarca, que intervinieron en el caso.
Pero, seis líneas más abajo señala: “Este libro no cuenta con la autorización ni la ayuda del MI6 y no he tenido acceso a los informes clasificados del Servicio de Espionaje”.
Hasta el lector menos experimentado en asuntos de espionaje comprenderá que entrevistas de este tipo no pueden realizarse sin aprobación oficial de los organismos de inteligencia involucrados que incluso supervisan el material elaborado antes de su publicación buscando fallas de seguridad que puedan revelar secretos operativos.
Tampoco contribuye mucho a la credibilidad y a la calidad de historiador que pretende alcanzar Macintyre que reconozca el haber reemplazado los nombre reales de algunos agentes por seudónimos para mantener su anonimato a treinta y cinco años de esos hechos.
Por otra parte, el libro aporta muy poca información precisa sobre los motivos que llevaron a Gordievski a convertirse en un traidor a la URSS mientras cumplía funciones diplomáticas y de inteligencia en la embajada soviética en Copenhague.
El general del KGB Nikolai Sergéyevich Leonov (1928), el agente que reclutó a Raúl Castro para el KGB y a través de él llego a su hermano Fidel y a Ernesto Che Guevara, aseguró en una ocasión que Gordievski se convirtió en traidor porque el MI6 lo había sorprendido en alguna indiscreción en Copenhague que de revelarse pondría fin a su carrera en el KGB.
Macintyre por su parte, insiste en negar que la traición del espía ruso del KGB se haya producido debido a un chantaje de MI6 como el hecho de que Gordievski fuera homosexual (lo que habría puesto fin a su carrera en Rusia y llevado a su encarcelamiento). Aunque acepta que en Copenhague, Gordievski adquirió algunas revistas de pornografía gay “por simple curiosidad”.
No obstante, parece muy difícil creer que un hombre criado dentro de la privilegiada nomenclatura soviética, hijo de un coronel de la KGB que atravesó por las purgas estalinistas sin problemas, hermano de un oficial del KGB condecorado y muerto en servicio, cuya primer esposa era una oficial del KGB y su segunda esposa era la hija de un general de la KGB, un día decidiera espontáneamente convertirse agente doble y traidor como un acto de rebeldía contra el sistema soviético.
Macintyre pretende hacer creer al lector que la traición de Gordievski fue en realidad un acto de disidencia y protesta frente a la edificación del Muro de Berlín, en 1961, y el violento sofocamiento de la Primavera de Praga en 1968. Acto de rebeldía que recién concretó en octubre de 1974 y no en forma espontánea sino cuando fue reclutado por un hombre del MI6.
También resulta poco creíble que Gordievski no haya demandado una compensación económica por sus servicios y que incluso el MI6 debiera forzarlo para que aceptar el dinero.
Macintyre insiste en diferenciar a Oleg Gordievski de Aldrich Ames, el agente de la CIA que traicionó a los Estados Unidos vendiendo sus secretos al KGB durante quince años y que fuera responsable de revelar a los soviéticos la identidad de unos veinticinco espías e informantes americanos, entre ellos el del flamante rezident en Londres.
En verdad, las diferencias entre ambos traidores no son tantas. Ames pertenecía a una antigua familia vinculada a la inteligencia americana, su padre había sido miembro de la Oficina de Servicios Estratégicos o OSS durante la Segunda Guerra Mundial y luego ingresó a la CIA.
Ambos tenía estancada su carrera dentro del organismo de inteligencia al que pertenecían, los años pasaban y no eran promovidos a cargos de responsabilidad y se sentían desvalorizados por sus superiores. También, ambos habían pasado por divorcios traumáticos que afectaron sus carreras.
El autor omite intencionalmente mencionar sí Gordievski traicionó la identidad de agentes rusos permitiendo su detención. Solo menciona a tres o cuatro informantes extranjeros que recibían dinero del KGB a cambio de información, afirmando que su detención se demoró para no revelar la existencia de un “topo” británico en el seno de la inteligencia soviética.
Lógicamente, hay escasas referencias concretas a la información revelada por Gordievski, aunque el autor insiste en asignarle la mayor importancia.
Tampoco aclara muy bien porque el MI6 permitió que su espía más valioso regresara intempestivamente a Moscú cuando existían claros indicios de que sus actividades de espionaje estaban bajo sospecha o habían sido descubiertas.
La fuga de Gordievski de Moscú, fue una operación sumamente riesgosa, bien coordinada y llevada a cabo con éxito. En parte debido a un concatenamiento de hechos afortunados. Es decir, contradiciendo la Ley de Murphy, en esa ocasión todo lo que podía salir mal afortunadamente salió bien.
Pero, el éxito del plan de extracción no atenúa el error cometido por la inteligencia británica al permitir el regreso de Gordievski a la URSS sabiendo que seguramente sería detenido y torturado.
Macintyre no deja de destacar que mientras que los rusos abandonaron a su agente Aldrich Ames a su suerte, los británicos cargaron de honores, dinero y reconocimientos a Oleg Gordievski. Se entrevistó con la primer ministro Margaret Thatcher, con el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan y, en 2007, recibió de manos de la reina Isabel II, el nombramiento de Compañero de la Distinguida Orden de San Miguel y San Jorge (CMG) por “su servicio a la seguridad del Reino Unido”.
Además, el desertor ruso recibió una casa confortable y una importante suma de dinero, en parte proveniente de varios libros sobre el KGB que escribió con varios coautores y que le reportaron importantes regalías. En el caso de Oleg Gordievski al menos, el espionaje y la traición si pagan.
En síntesis, el libro “Espía y Traidor” de Ben Macintyre, más que un material con rigor histórico es una obra que combina la propaganda y la desinformación que por un lado reivindica a un espía desertor ruso, Oleg Gordievski y por el otro destaca la eficiencia y gran capacidad operativa y analítica del MI6.
No obstante, los apasionados por las historias reales de espionaje encontraran un material interesante y algunos consejos sobre como reclutar y manejar a agentes infiltrados. Buena suerte.