Mientras en Argentina el presidente Mauricio Macri se esfuerza por alcanzar una segunda vuelta electoral para superar en ella al candidato kirchnerista Alberto Fernández; en Bolivia, por el contrario, el presidente Evo Morales apela al fraude más descarado para evitar competir en una segunda vuelta contra el expresidente Carlos Mesa. Morales sabe que es una segunda vuelta en la que las ocho fórmulas opositoras unirían sus fuerzas contra él derrotándolo.
El domingo 20 de octubre, 7,3 millones de bolivianos concurrieron a las urnas para elegir un presidente y a los miembros del Parlamento. La jornada de votación transcurrió en calma, aunque se produjeron algunos incidentes menores en algunos puntos del país del Altiplano.
Un gran operativo de seguridad, del que participaron efectivos policiales y militares patrullando las calles durante todo el acto comicial se había desplegado por precaución, luego de una campaña electoral que había terminado con episodios de violencia en algunas regiones del país.
Los problemas surgieron luego de la votación durante el recuento provisorio oficial de votos. A las 19,40 horas, cuando había sido escrutados el 83,76% de los votos el resultado asignaba al presidente Morales del Movimiento al Socialismo (MAS) el triunfo con el 45,28% de los votos. En segundo lugar se situaba el partido Comunidad Ciudadana, que logró el 38,16% de los sufragios para su candidato Carlos Mesa, un periodista e historiador de 66 años, que como vicepresidente de Gonzalo Sánchez de Lozada completo su mandato presidencial, entre 2003 y 2005, cuando el presidente se vio forzado a renunciar debido a la llamada “Guerra del Gas” que desato fuertes protestas protagonizadas por campesinos, sindicatos y organizaciones sociales.
En tercer lugar se situó el llamado “Bolsonaro de Bolivia”, el pastor presbiteriano Chi Myun Chung, de origen coreano que con el Partido Demócrata Cristiano, con 8,77% de los votos, superando al senador opositor Oscar Ortiz que con su partido “Bolivia dice NO” recibió el 4,41% de los sufragios. Las otras cinco candidaturas opositoras quedaron por debajo del 3%.
Fue entonces cuando el Tribunas Supremo Electoral decidió en la noche del domingo suspender el recuento de votos.
Con estas cifras, al no alcanzar ningún candidato el 50% de los votos o el 40%, con una diferencia de diez puntos sobre el segundo, Bolivia tendría, por primera vez en 17 años, una segunda vuelta electoral donde competirían por la presidencia los dos candidatos más votados.
La segunda vuelta estaba prevista por el calendario electoral para el próximo domingo 15 de diciembre y participarían de la misma Evo Morales y Carlos Mesa.
Pero, luego de 24 horas de silencio del Tribunal Supremo Electoral, cuando todo parecía indicar que habría una segunda vuelta electoral, se reanudó sorpresivamente el recuento que esta vez mostró un panorama radicalmente distinto. El presidente Morales aparecía como vencedor en primera vuelta con diez puntos de diferencia sobre Carlos Mesa.
Con el 95,23% de los votos escrutados, el nuevo conteo preliminar señaló que Evo Morales obtuvo el 46,86% de los votos y Carlos Mesa el 36,72%, es decir una diferencia de 10,10%. En esta forma Morales gobernaría en forma ininterrumpida de 2005 a 2025.
La irregularidad manifiesta en el conteo de votos motivaron que tanto el partido Comunidad Ciudadana de Carlos Mesa, como diversas organizaciones civiles reunidas en el Comité Nacional de Defensa de la Democracia, convocaron para el martes 22 un “cabildo abierto” en las principales ciudades del país, desconociendo el triunfo de Evo Morales y convocaron a la “resistencia civil”.
Mientras que varias organizaciones sociales afines al MAS, reunidas en la Coordinadora Departamental por el Cambio (Codelcam), anunciaron que se declaraban en “emergencia” y que no aceptarían la realización de una segunda vuelta electoral.
La constitución de Bolivia establece una única reelección para el presidente, es decir, un máximo de diez años consecutivos de mandato, Evo Morales está en su tercer mandato consecutivo decir que ejerce la presidencia desde hace catorce años. El 21 de febrero de 2016, Morales organizó un referéndum para aspirar a una cuarta reelección consecutiva y el pueblo boliviano se expidió en contra por más del 50% de los votos emitidos en ese momento.
De todas formas Evo Morales se presentó como candidato presidencial. Para ello convenció a los miembros del Tribunal Supremo Constitucional que lo habilitara para competir. Los juristas argumentaron que impedirle ser candidato vulneraría los derechos humanos de Evo Morales y que, por tanto el presidente podía vulnerar la letra escrita de la Constitución aspirando a lo que de hecho era una reelección indefinida.
Ahora vemos que en su afán de perpetuarse en el gobierno, el presidente socialista Evo Morales puede incluso recurrir lisa y llanamente a adulterar el resultado de la votación presidencial.
Las manipulaciones jurídicas e incluso la apelación al fraude que realiza el presidente boliviano Evo Morales son una muestra más del escaso, o ningún, respeto que los presidente del llamado “socialismo del siglo XXI” sienten por los valores de la democracia.
Al igual que otros dictadores, los presidente latinoamericanos de izquierda aman tanto el poder que parece no poder vivir sin él. El mayor exponente de esta tendencia lo constituye el cubano Fidel Castro con su récord de 49 años rigiendo los destinos de su pueblo. Le siguen el nicaragüense Daniel Ortega con 20 años (no consecutivos) y Hugo Chávez Frías y Evo Morales con 14 años, entre otros.
Es que cuando la izquierda antidemocrática alcanza el poder no lo abandona más.
Ahora, falta saber si Evo Morales impondrá su voluntad de mantenerse en el poder hasta el 2025, aprovechando que el mundo está ocupado con la explosiva situación que se vive en Chile, o el pueblo boliviano reaccionará y luchará por su derecho a elegir para presidente al hombre que más prefiera. También habrá que saber cuanto sufrimiento y cuanta sangre pagará el pueblo boliviano para recuperar su democracia.