En Túnez, el país más pequeño del Magreb, los electores concurrieron a las urnas por tercera vez en este año para elegir al cuarto presidente de la República, el segundo de la democracia tunecina que se inició en 2011 cuando la Revolución del Jazmín, derrocó al dictador Zine El Abidine Ben Alí, después de 23 años en el poder.
Los comicios se organizaron bajo el comando de la Autoridad Superior Independiente para las Elecciones -ASIE- que elaboró un padrón electoral de 7.081.307 electores. Un millón y medio de nuevos votantes con respecto a las elecciones municipales de 2018 (5.369.843 electores).
El nuevo electorado está formado principalmente por jóvenes de entre 18 y 35 años y por mujeres que constituyen el 54% de los nuevos votantes.
La elección presidencial estaba prevista inicialmente para el 17 de noviembre pero debió ser adelantada tras la muerte del anciano presidente Beji Caid Essebi, de 92 años, el 25 de julio de 2019.
El descontento del electorado con lo que considera la ineficacia de la clase dirigente para resolver los problemas de la sociedad se reflejó en la baja participación electoral de tan solo el 45% en la primera vuelta, casi veinte puntos por debajo de los comicios de 2014 (64,3%) y en el triunfo de dos candidatos que hasta el momento no han ocupado ningún cargo público. Kaïs Saïd, un conocido profesor de Derecho Constitucional que se impuso con el 18,4% de los sufragios y Nabil Karoui, un magnate de los medios de comunicación que se situó en segundo término con el 15,5% pese a encontrarse en prisión preventiva acusado de fraude fiscal.
KAÏS SAÏD
Finalmente, en la segunda vuelta electoral realizada el pasado domingo, Kaïs Saïd obtuvo el 72, 53% de los votos emitidos, casi 50 puntos más que su rival, el Nabil Karoui, que solo logró un 27,47% de los votos emitidos. Se estima que el triunfo de Kaïs Saïd se debió especialmente al apoyo del electorado de entre 18 y 25 años que se ha identificado con su ideario conservador y austero y su figura de hombre honesto.
El ascenso fulgurante de Kaïs Saïd, a quien denominan “Robocop o El Robot” por la rigidez de sus movimientos y la aparatosidad de su comportamiento. Sin una gran estructura partidaria ni equipo de asesores de campaña, no realizó multitudinarios actos públicos, sino que se centró en hablar a los votantes en los cafés. Esto llevó a los tunecinos a bromear con que su campaña ha costado menos que un paquete de cigarrillos y un café.
Un evento permitió a Kaïs Saïd sacar provecho de su mayor experiencia como participante en programas televisivos, fue el debate televisivo de los dos candidatos presidenciales que fue seguido por más de seis millones de tunecinos.
Los televidentes vieron al profesor Kaïs Saïd defender con un discurso convincente, directo y coherente sus argumentos en el campo de la seguridad y la economía.
Mientras que su rival Nabil Karoui de mostró dubitativo y con poca firmeza en su discurso argumental.
El debate presidencial fue determinante en el final de la campaña para que Kaïs Saïd terminara de captar el voto de los sectores islamistas e independientes.
El presidente electo es una figura independiente de 61 años que ha dejado perplejos a muchos observadores. Nació el 22 de febrero de 1958 en el seno de una familia modesta pero de origen intelectual.
Su vida ha sido la de un académico, desempeñándose como profesor y sin ocupar cargos públicos o empresariales. Es profesor asistente de enseñanza superior en la Universidad de Túnez y Vicepresidente de la Asociación Tunecina de Derecho Constitucional desde 1990.
Director del Departamento de Derecho General de la Universidad de Sousse de 1994 a 1999, miembro del Grupo de Expertos de la Secretaría de la Liga Árabe de 1989 a 1990, experto del Instituto Árabe de Derechos Humanos de 1993 a 1995 y miembro del comité de expertos para revisar el borrador de la Constitución de Túnez en 2014. Integra los consejos académicos de diversas universidades. Es autor de numerosos libros y artículos relacionados con el derecho constitucional.
En una época de auge global de políticos no convencionales, Saïd puede ser el más heterodoxo de todos ellos: no tiene una página Facebook en un país donde esta es la principal herramienta de comunicación, se expresa en un árabe clásico ampuloso, lejano al dialectal que utiliza la población, apenas dispone de una máquina electoral y no realizó ningún mitin. Su popularidad se debe a su labor de analista político en los programas de televisión y a su imagen de hombre íntegro en un país carcomido por la corrupción. Sus votantes son en general jóvenes.
Aunque se lo ha tildado “populista”, sus posiciones políticas son más bien una curiosa combinación de conservadurismo social y radicalismo político. Propone llevar a cabo una reforma de las instituciones que favorezca la democracia local que considera como la solución a todos los problemas de Túnez.
Es partidario de aplicar la pena de muerte (suspendida en Túnez desde 1991), se opone a la igualdad de hombres y mujeres en el reparto de la herencia y a la despenalización de la homosexualidad.
El 20 de septiembre el partido islamista Ennahda, cuyo candidato quedó en tercer lugar en la primera ronda electoral, anunció el apoyo a su candidatura para la segunda ronda. Esto fue también de suma importancia porque el partido islamista fue la fuerza más votada en las elecciones legislativas del pasado domingo 6 de octubre.
Recordemos que el sistema político de Túnez otorga facultades limitadas a temas de relaciones internacionales, defensa y seguridad. Como todo régimen semi presidencialista el gobierno efectivo reside en el Jefe de Gobierno o Primer Ministro designado por el poder Legislativo.
Según las recientes elecciones, Ennahda obtuvo 52 de los 217 asientos en la Asamblea de Representantes del Pueblo, la segunda fuerza en la Cámara, con 38 escaños, es Qalb Tunes, el partido fundado por el excandidato presidencial Nabil Karoui y en tercer lugar, se ubicaron los socialdemócratas de Attayar Democraty, con 22 escaños.
Ennahda, que ganó con 1,5 millones de votos en las primeras elecciones parlamentarias de 2011, ha estado perdiendo apoyos desde entonces. Ganó las elecciones municipales de 2018 con apenas 530.000 votos. Ha vuelto a ganar las elecciones parlamentarias pero tan sólo 400.000 votos. Su representación parlamentaria se redujo de 68 a 52 diputados por lo cual para gobernar deberá lograr el apoyo de otros partidos.
En nuevo presidente deberá convivir con un parlamento atomizado en islotes ideológicos que puede afectar la gobernabilidad y bloquear las iniciativas gubernamentales.
Pero, el verdadero reto que enfrenta el presidente electo Kaïs Saïd es generar una nueva ilusión en una población muy golpeada por el agua crisis económica y social. Es que la economía de Túnez aun no logra superar las consecuencias de la Primavera Árabe ocurrida casi una década.
Los países occidentales han apoyado el proceso de democratizador de Túnez a través de un préstamo del FMI por valor de U$S 2.500 millones a cuatro años, otorgado en 2016. No obstante, los problemas subsisten.
La industria turística, que contribuye sustancialmente al PBI nacional, fue duramente afectada por el incremento de la actividad del terrorismo yihadista en el país. En especial, por los tres ataques efectuados por ISIS o Estado Islámico desde sus bases en Libia, en 2015, que dejaron un saldo de 72 personas asesinadas, en su mayoría turistas extranjeros y miembros de las fuerzas de seguridad.
Los ataques terroristas se efectuaron sobre el Museo Nacional de Bardo, situado en el antiguo Palacio del Harem del Bey Muhammad ibn al Husayn, en un hotel en Susa y contra un autobús de la guardia presidencial en la ciudad de Túnez.
La economía entró en recesión, el desempleo alcanzó al 15% de la población económicamente activa, especialmente en áreas rurales. El desempleo afecta particularmente a los jóvenes menores de 24 años, donde llega al 30%, haciendo que sea prácticamente imposible para un joven independizarse y formar su propia familia.
La inflación se disparó al 7% anual. La deuda pública se mantiene en un alto nivel, el 77% del PBI, debido al déficit presupuestario crónico.
En los últimos años, el clima social se vio seriamente afectado por el deterioro de la situación económica y es el principal desafío que deberá enfrentar el nuevo presidente tunecino para mantener al país en paz.