La privilegiada vista del Valle de Cuelgamuros con el majestuoso Monte Abantos al fondo proyectaba una pletórica vitalidad, tanta como la de uno de los presentes que ondeando su copa de coñac nos concitó a girar la cabeza. –Mirad, entre la copa de esos dos abetos se ve la cruz. Todos sabíamos a que cruz se refería. Con un asentir de cabeza pensamos en dar por zanjado un tema del que yo creía no había mucho interés en introducirse. Sin embargo, uno de los contertulios comenzó a relatar un hecho que todos presumíamos como cierto. En primer lugar, porque el narrador es hombre cercano al poder y a ninguno se nos ocurriría poner en cuestión lo contado, porque todo es posible:
“La familia del Dictador tiene razones de peso para que no se abra el sepulcro. No quieren hacer el ridículo y tener que contar lo sucedido. Además de la escandalera nacional o internacional que se puede producir. Bueno, escándalo no sería, un descojono eso es lo que sería”.
¡Mirad! La historia es la siguiente. Nunca, nadie, se ha puesto de acuerdo en quién tomó la decisión de enterrar a Franco en la Basílica. En un primer momento se dijo que fue Juan Carlos. ¡Pero no! Eso lo niegan, pues en aquel momento su nivel de congoja era tan grande que no iba a tomar él la decisión.
Al parecer Franco no dejó nada por escrito, ni llegó a indicar nada a los parientes. Eso pasa mucho, y además estaba convencido de su inmortalidad. Dormir con la mano incorrupta de Santa Teresa en la mesilla de noche creía que le daba “poderes sobre naturales”. Hay muchas leyendas, pero nadie le oyó nunca decir dónde. Arias Navarro, entonces Presidente del Gobierno, cuando era Alcalde de Madrid les había regalado una sepultura en Mingorrubio que llevaba tiempo preparada por lo que pudiera pasar. Un espacio para él y otro para ella.
Como es sabido le mantuvieron conectado hasta el 20, para que coincidiera con la fecha de José Antonio. Era una forma de intentar dar continuidad simbólica al régimen. ¡El fundador de Falange y el del Movimiento mueren el mismo día! Tal vez eso pensó el estratega para enterrar a los dos juntos. Reconciliar en muerte lo que había sido un odio mutuo, político y personal. Os recuerdo que Franco dijo ¡No! a un posible rescate de Primo de Rivera por los alemanes en la prisión de Alicante.
Aquella noche del 19 fue muy larga para muchos que esperábamos que llegará la buena nueva; pues con la persona, moría el dictador. Y para otros, por no saber qué hacer pues el hecho les había sucedido sin tenerlo previsto.
Arias, al parecer quiso convencer a todos de que fuera en el Valle, bajo la cruz de Muguruza y de Méndez. Así se lo comunicó a la familia en su última visita a La Paz cuando debió de ir a recoger el testamento para leer en la tele. Allí no estaba Doña Carmen y cuando llegaron a casa se lo contaron. Al parecer debió ponerse “buena” y le llamó a Arias a La Chiripa, así se llamaba su “chalet” en Casaquemada, diciéndole que de ninguna manera. Le enterrarían en El Pardo, uno porque allí tenían la sepultura los dos juntos, y porque le pillaba cerca de casa y podría llevarle flores a diario. Le recordaría que fue ella la que insistió a Paco que le nombrara Presidente cuando asesinaron a Carrero. Arias supongo que callaría y dejaría expresarse a la viuda que muy vehemente estaría.
Arias, tras aquello, debió llamar a Rodríguez Valcárcel, a la sazón Presidente de las Cortes, del Consejo del Reino y del de Regencia hasta que Juan Carlos fuera coronado. Este llamaría al Príncipe de España dando por bueno lo que los hombres del “bunker” decían lo mejor para el Régimen: el Valle, símbolo de la salvación de Occidente. Y así se hizo. Todo contra la voluntad de la enlutada consorte.
Carmen Polo era una mujer de carácter, a la cual la vida la había enseñado a salirse, sí o sí, con la suya. Como se diría ahora, como no puede ser de otra manera. A buen seguro, habló con alguno de los hombres de confianza de su esposo y de ella misma, que muchos favores la debían. Pasado el tiempo prudencial decidió poner las cosas en su sitio. Esto es, con un grupo de incondicionales miembros de su guardia y con los beneplácitos precisos, por si Arias se enteraba, en una noche estrellada u oscura de aquel invierno del 75 al 76, extrajeron el féretro de la cámara del Valle y lo depositaron en el recoleto cementerio de el Pardo donde ya yacía Carrero y donde ella también reposaría junto a él. ¡Lo que cualquier amante esposa hubiera querido!
Por tanto, amigos, si se levanta la piedra, nada hay y nada se encontrará. Es decir, que después del pollo montado por unos y otros, menudo papelón. ¿Qué pensaran de nosotros? No faltarán quienes digan como aquel personaje de la peli de Torrente que lo mismo que Marilyn, Kennedy y Elvis Presley nunca murieron y un día de estos aparecerán.”